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EPÍLOGO

"No puedo llegar, estoy en una emergencia en el hospital. Será para la próxima función. Suerte"

El celular de Jimin se cerró con un chasquido, a la vez que alejaba el aparato de él.

—Perfecto, solo esto me faltaba. Jesús.

Se sacudió la inquietud, moviendo los hombros dentro del ajustado esmoquin que estaba llevando. La pajarita de seda colgaba abierta en el cuello. Los zapatos con suela de madera le apretaban en exceso. En definitiva, nada estaba siendo como tenía que ser. Sentía como si se ahogara. Llevaba años peleando por la oportunidad de ser el cantante principal en una obra de la universidad y justo que lo conseguía, a todo el mundo le surgía algo, de manera que se lo perderían.

Su familia no había conseguido un vuelo a tiempo, TaeHyung estaba pasándosela con su novio de turno y Jungkook —quien era indispensable para brindarle su fuerza— se quedaba atascado en el trabajo.

Era simplemente la guinda de la torta.

—Quizás debería solo salir y tropezarme también. —refunfuñó para nadie en particular.

Se contuvo de pasarse una mano por el peinado cabello o restregarse el rostro. Los maquillistas se habían tomado su tiempo con él para dejarle perfecto y estaban tan ocupados con el resto del elenco, que Jimin dudaba que le tendieran una mano si es que arruinaba algo de su trabajo.

Había barullo a su alrededor, la gente moviéndose en todas direcciones alistándose tanto ellos, como los últimos detalles de la escenografía.

Un par de bailarinas estiraban en un rincón y el coro que le acompañaría, hacia ejercicios vocales todos juntos a su espalda. Él debería de estar con ellos, pero eso solo lo haría peor. Había ensayado hacia poco en su propio camerino, en donde nadie pudiese ver el temblor de sus manos o el miedo en sus ojos.

Se acercó a un espejo de cuerpo completo para acomodarse la pajarita y anudarla. El resto de él se veía bien. Le habían planchado a vapor el traje una vez puesto y su cabello llevaba gomina, cosa que le hacía lucir extrañamente como un gánster de los años treinta. O al menos, eso le parecía.

Sus ojos le devolvieron la mirada de manera grande, con la pupila dilatada. Así que recurrió a la letanía que se decía cada que necesitaba infundirse valor.

Aquella que había usado cuando comenzó como rostro oficial de Vogue y los spots que realizaba comenzaron a cubrir las calles cercanas a donde vivía.

La primera vez que había visto su cuerpo desnudo, usando nada más que un bóxer en una gigantografía por la ventana del apartamento de Jungkook, bueno, ahora el de ambos, había flipado en serio.

—Soy yo, realmente soy yo.

Jungkook se había limitado a encogerse de hombros y besarle de manera que le dejó noqueado por un momento. Aunque Jimin, había visto que el hombre tomaba su café cada mañana mirando por la ventana, desde entonces.

—Puedo con esto. Soy Park Jimin y el mundo es mío. Soy Jimin, y tendré lo que sea que desee tener. —Se mantuvo repitiendo. Las palabras en voz trémula, infundiéndoles coraje cada que las repetía. Estas le habían servido mucho.

Para soportar el revuelo en la universidad una vez que se hizo famoso, para palear a las personas que le pedían autógrafos y le paraban en la calle para una fotografía. Para poder con los homofóbicos luego de una entrevista en la que no vio necesidad de mentir acerca de su sexualidad, pero más importante, le habían servido de manera curiosa, cuando Jungkook —tanto tiempo atrás y tras la única vez que habían estado separados— había decidido abrirle el resto de sí mismo, contándole acerca de su matrimonio fallido.

Sí, Jimin podía con todo. Preferiblemente cuando estaba apoyado de todos aquellos a los que amaba, pero si no se podía, entonces él...

—Oye, chico lindo, ¿Por qué esa cara?

La dura voz le penetró en los oídos de manera cálida. Como chocolate derritiéndose a la temperatura correcta. Todo Jimin se electrizó, mas no lo dejó ver cuando se volteó a mirar a Jungkook.

El doctor estaba impecablemente vestido a solo pasos de él. Se había dejado un rastro de barba, los ojos ojerosos y el cabello despeinado. Pero llevaba un traje, como la ocasión lo requería y sus manos estaban a su espalda. Él le miró con una sonrisa cálida en sus labios.

Perfecto, pensó.

Jimin caminó hacia él calmadamente. Había aprendido hacía mucho que no tenía que correr para arrojarse hacia Jungkook, no porque el mayor no le atraparía, sino porque él estaba ahí. Siempre estaba ahí esperando por él, sin intención de ir a ninguna otra parte.

Se fundieron en un abrazo suave. Sus cuerpos adaptándose a la forma del otro, la cabeza de Jimin encajó perfecta bajo el mentón de Jungkook, quien tomó una respiración grande, a la vez que sus brazos le rodeaban.

—Creí que no vendrías —Minie habló con los ojos cerrados. Su cuerpo volviendo a la vida, todo a su alrededor perdiendo sentido cuando estaba cubierto por los brazos del hombre que le había entregado su corazón.

—No puedes. Realmente no me perdería esto, —Los labios de Jungkook buscaron la frente de Minie. Él quería tomarle por el pelo y besarle con toda la emoción que estaba sintiendo. Viéndolo tan guapo y apreciando orgulloso el que estuviera en el punto álgido de su carrera. En su lugar, presionó un casto beso en su frente, lleno de amor. —no ha sido mi plan. TaeHyung me ha persuadido de fingir, pero no puedo ver tus ojos sin brillo. —Tomó su rostro delicadamente, echándolo atrás para sonreírle. Jimin se quedó sin respiración y correspondió a la sonrisa con una propia. —Hay una fiesta esperando para cuando llegues a casa, TaeHyung y Evelyn lo tienen todo planeado. Tienes que sorprenderte mucho cuando estemos allí, especialmente por la condición de Evie, bien sabes que llora por todo y no quiero recibir regaños de parte de Jin. La embarazada es ella, pero pareciera que lo es él.

—He leído que muchos padres presentan síntomas así, cambios de humor cuando sus mujeres están en cinta.

El ceño de Jungkook se frunció ante tal información.

—¿Dónde has leído eso?

—En una de las tantas revistas médicas que tienes regadas en la habitación, ¿Qué otra cosa puedo hacer por las noches, además de extrañarte cada que trabajas?

El doctor se carcajeó, provocando una risa en el menor. Entonces, se quedaron mirando tranquilos. El pulgar de Jungkook dibujó las finas cejas de Minie hacia abajo, hasta llegar a sus labios rosados con leve brillo labial.

—Estás hermoso. —pronunció. —Y estoy tan orgulloso de ti, en el hospital nadie se cree que seas mi novio. No me creen tan afortunado.

El hospital de Nueva York, en donde Jungkook se mantenía trabajando después de tanto tiempo, había resultado ser un lugar peculiar, digno de la ciudad en donde estaba ubicado, preparado para el constante cambio que sucedía a su alrededor, adaptándose rápido.

No solo no habían tenido problemas con Jungkook cuando este tuvo que hablar sobre su sexualidad frente a la administración, era un trámite requerido para la fecha que corría y Jungkook estaba dispuesto a ello como parte de aceptar quien era y de demostrar a Minie que estaba al cien por ciento comprometido con él. Jimin había tenido miedo, naturalmente, pero salvo por un par de exámenes, el doctor no había perdido su credibilidad.

Por otro lado, y como Jimin se sorprendió de saber, ellos habían estado al tanto de la separación de Jungkook con una esposa que había resultado ser lesbiana y que le había incitado a asistir a un psicólogo que le había recetado las pastillas tranquilizantes que Jimin sorprendió en su botiquín, en un tiempo que parecía ya nebuloso en los recuerdos.

Jimin aún se sorprendía de todo lo que Jungkook había tenido que vivir y en completa soledad, aislado y con miedo, no era de extrañarse que él se hubiese comportado de tal manera cuando recién habían entablado una relación.

Apreciaba el cambio que había tenido para llegar hasta donde estaban. No había sido un transcurso fácil, nada más lejos de la realidad, pero Jimin había estado allí tomando su mano en todo momento y Jungkook lo notaba, besándosela a cambio, a través de la mesa en cada desayuno.

En un movimiento sincronizado, ambos se movieron de tal manera que sus labios se rozaron escasamente.

Una corriente les recorrió de pies a cabeza, llegando como disparo al corazón.

—Tengo algo para ti —Jungkook murmuró apartándose. Él reveló una pequeña flor roja en su mano con un broche. Miró a Jimin, pidiendo permiso. —¿Puedo? —Hizo amago hacia el pequeño bolsillo de la chaqueta del chico donde un pañuelo blanco le adornaba. Minie asintió y dejó que Jungkook le enganchase su regalo allí. Era un toque encantador.

—Gracias. —susurró.

—Yo ni he sabido de esto, no me puedo llevar el crédito. Hablé con mis padres camino aquí y ellos me han dado la idea, mi madre en realidad. Aunque cuando la he visto, he pensado que se te vería así de bien —Jungkook contempló toda la imagen de Minie. Sí, era condenadamente afortunado de tenerlo. No era que en el hospital se lo hubiesen dicho, era que él aún se quedaba con las palabras atoradas al mirar a su chico y no estaba en vías de cambiar eso. —Ellos esperan que les vayamos a visitar a modo de celebrar esto.

El chiquillo lo aceptó, consciente de lo importante de la acción. Los padres de Jungkook siempre querían pasar tiempo con ellos.

—Tu y yo contra el mundo —dijo Jimin mucho más tranquilo.

Los ambarinos ojos de Jungkook relucieron.

—Sí, tu y yo somos uno. Tienes mi fuerza, mi resistencia y tanto de mi como quieras tomar. Y de ti; de ti yo lo tengo todo. Esa mirada, esa dulzura, esa inocencia. El mundo no es nada cuando se nos enfrenta.

Jimin se puso de puntillas y le besó un poco más. En un beso casto de los que aún no había perdido la costumbre. Y como era ya nuevo y a la vez constante, Jungkook le retuvo por la ropa para que no se alejara, con cuidado de no arruinarle el traje, pero con la resistencia para que entendiera que no le quería lejos y le besó de verdad, sin importarle nada.

En uno de aquellos besos donde se olvida todo; donde se deja ir la razón, donde se abre el alma y en donde la tierra pierde el sentido del cielo y el infierno con el pecaminoso y celestial roce de labios.

Ellos podían sellar conversaciones con esa clase de broche todo el tiempo.

Se escucharon los correteos de pies a su alrededor, el revuelo de los bailarines preparándose para la presentación, el muchacho que alzaba el telón pasó por su lado y aplausos ansiosos sonaron del otro lado del escenario.

—Esa es mi señal, —Jungkook se apartó, no sin dejar de tocar los labios de Minie con sus dedos. —respira profundo y búscame en el público, si me necesitas, ahí estaré. Te amo, Jiminssi.

—Te amo también, Jungkookie. —Él vio al doctor estremecerse.

Él se perdió entre la masa de cuerpos revolucionados. Jimin se sacudió el enamoramiento de los hombros, porque este, sumado al nerviosismo que ya tenía, le iba a costar su presentación.

Gracias a Dios, al cielo y a todo lo divino, cuando se colocó sobre la marca en la tarima y fue expuesto al público, no se congeló. Jungkook estaba en primera fila; así también su hermano y hermana, junto a su madre y sus sobrinos; Hana entre medio de Moon y Hwan. Ambos chicos de ocho y cuatro años respectivamente, saltaron entusiasmados al verle.

La obra era una adaptación de Sueño de una noche de verano de William Shakespeare. El coro y Jimin; como cantante principal, estaban a un costado del escenario y en el centro, los actores y actrices entretenían a la audiencia. Hadas, burros, confundidos jóvenes enamorados y arrolladoras familias se sorteaban entre escena y escena.

Fue una exhalación, así se sintió para el chico la hazaña que le había tomado meses de preparación. En el auditorio todo el mundo se puso de pie al finalizar la obra, entre sus compañeros se tomaron de las manos e hicieron una reverencia antes de que el telón bajara.

Jimin se vio absorbido por los brazos de amigos, profesores y el director.

—Eso ha estado maravilloso, Sr. Park y todo el mundo. Bésense entre ustedes mismos, no puedo con tantos. Que orgulloso me siento; orgulloso, en verdad.

El chiquillo, quien estaba en vías de ser un hombre, se cambió en tiempo record y corrió a encontrarse con su familia que se mantenía a la espera. Mientras bajaba la escalera de la parte trasera donde estaban los camerinos, vio la imagen de Jungkook con su sobrino pequeño en brazos. Le tenía de cabeza, el niño reía a carcajadas y la sonrisa de Jungkook apenas cabía en su rostro.

Jimin se sintió golpeado en medio del pecho. Tanto figurativa como literalmente.

Moon se abrazaba a su cintura.

—Quiero cantar, tío Jiminie, tienes que enseñarme. —dijo con su voz de niña grande. Sus redondos ojos mirándole con la exaltación que le caracterizaba. Jimin besó su coronilla.

—Lo que desee, señorita.

Su madre se secaba las lágrimas con un pañuelo de manera discreta. Ella le dio un fuerte abrazo, aunque de medio lado.

—Mi niño —susurró en su oído y Jimin atesoró aquello.

Minji y Yoongi no fueron tan circunspectos, ellos le tragaron entre sus brazos, peleándose como siempre, porque quien le acaparaba más. Le besaron el rostro, le revolvieron el pelo y Yoongi le palmeó el trasero, haciéndolo saltar.

—Así se hace, joder. ¡Lo hiciste, lo hiciste, lo hiciste!

Sonriendo a más no poder, Jimin buscó al hombre que le importaba. Jungkook estaba ahora hablándole a Moon, y se alcanzó a percatar como este le entregaba dinero de manera disimulada. La niña tomó de la mano a su hermano y ambos se alejaron.

Aunque también lo hizo la familia de Minie por entero. Todos ellos dieron un paso a un lado, mirando disimulados en cualquier dirección menos a ellos, dándoles privacidad, cuando la mirada que se sostuvieron se volvió demasiado íntima.

—Eres demasiado bueno con ella, he visto eso ultimo —Jimin aligeró llegando hasta Jungkook. El hombre se había vuelto más apuesto con el tiempo; los cinco años que ya llevaban juntos no hacían mella en él y Jimin solía pensar que no era justo, aunque tampoco es que se quejara.

Le amaba, cada día con más intensidad que el anterior y se sorprendía gratamente cuando su cuerpo se seguía escandalizando con su cercanía.

Jungkook, que ya no tenía miedo ni del mundo, ni de la gente, o más importante, de sí mismo, tomó a Minie de manera gentil de la mano hasta atraerlo hacia si tanto como era permitido en público.

—Solo han querido golosinas. Ella tiene debilidad por lo dulce, al igual que tú.

—Sí, pero tu...

Le cortaron a media frase, los labios dulces de su amado.

Jimin ahogó una exclamación de sorpresa y deseo.

—Haz estado... maravilloso. Quiero llevarte ya a casa y estar dentro de ti.

Los colores se le subieron al rostro, Minie se atragantó con su saliva e hizo de todo para lucir menos azorado de lo que estaba. Intentó darle una mirada de regaño a Jungkook, pero fue más bien una mezcla tierna y ansiosa. Él le guiñó mientras que entrelazaban los dedos de sus manos y comenzaban a caminar, saliendo del teatro ya casi vacío.

Su familia se movió como una masa homogénea por delante de ellos, cada uno feliz por la noche que estaban llevando.

La mirada de Jungkook se instaló en Hwan, que le tendía los brazos a Yoongi para que le alzara. Tenía que admitir que tenía debilidad por el niño, era mimoso y encantador.

—¿Qué crees que dirán todos cuando sepan que estamos en la lista de espera para la adopción de un bebé? —La mano de Minie se congeló dentro de la suya y él se detuvo de inmediato a mirarle.

—Posiblemente lo mismo que tu cuando sepas que estamos listos. Tienen a un chico, su nombre es Min Ki.

Hubo una quietud casi abismante que rodeó al doctor. Se volvió de piedra y de pronto, fue como si todo su cuerpo vibrara. Lanzó un alarido —que hizo saltar a todo el mundo— y cogió a Jimin para apretarlo en un abrazo que prácticamente le rompió los huesos.

—¿Qué sucede ahora? —preguntó Yoongi viendo la efusividad de su amigo.

Se asustó cuando vio sus ojos acuosos, mientras que tomaba el rostro de su hermano con devoción y un: Dios, te amo tanto, salía de sus labios. Miró a las chicas a su alrededor.

—¿De qué nos hemos perdido? 

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