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CAPÍTULO VEINTIOCHO

Jungkook restregó su cara, frustrado.

No recordaba la última vez que había perdido la cabeza por alguien, si es que alguna vez tal cosa le había pasado. Pero lo cierto era que con Jimin no importaba nada; ni el pasado ni lo que vendría. Ni siquiera lo que opinara el resto. Solo sabía que cada vez que lo tenía cerca sentía la paz que creía perdida. Aquella esplendida sensación de no estar solo en el mundo no se la había dado nadie en toda su existencia.

Pero no podía evitarlo, como tampoco había podido evitar enamorarse de Jimin.

Todo su cuerpo convulsionaba cada que pensaba en ello. La novedad.

Jimin se iría por una semana de vuelta a Busan. Tenía papeles que arreglar con su agencia y si su memoria no fallaba, su avión saldría en cosa de tres horas.

Apagó su computadora y tomó sus cosas para irse a casa; quería llegar pronto y ver si tenía tiempo de pasar con Minie a comer algo por ahí. O tal vez, solo ayudarlo a hacer su maleta y llevarlo hasta el aeropuerto. Lo extrañaría a horrores esos siete días lejos y quería hacérselo notar.

Con un poco de suerte, Jimin lo extrañaría tanto como él seguro que lo haría.

—¿Se puede? —SeokJin asomó su cabeza en la oficina.

—Voy saliendo, ¿Qué sucede?

Su compañero entró en el cuarto cerrando la puerta a su espalda. Traía en sus manos un sobre que depositó en el escritorio con gesto enfático.

—Esto llegó a recepción. —Jungkook reconoció el logo en el frente del sobre y lo tomó de inmediato. —No sé por qué ha llegado acá, ese tipo de cosas son personales.

Jungkook le miró.

—¿Sabes qué es?

Jin asintió.

—Barajé la posibilidad de trabajar en centros de adictos antes de venir aquí —él le quitó importancia.

—¿Alguien más lo vio?

—Las enfermeras estaban creando un gran revuelo por ello. Algunas hablaban de que quieres dejar urgencias, otras mencionaron... —él no quiso terminar aquella frase —Jeon, esto no es mi asunto, pero creo que tras todo el tiempo que trabajamos juntos, me considero algo así como tu amigo.

En contra de su voluntad, Jungkook sonrió.

—Eres mi amigo.

—Pues tienes que comenzar a ser más simpático de lo que eres —Jin reclamó aliviado. Jungkook era siempre tan peliagudo de tratar que no estaba seguro de si llevaba las cosas bien. —Por ahora, mi punto es, ¿estás teniendo problemas? ¿Hay algo en lo que pueda ayudar?

La carta del centro de rehabilitación estaba sellada, no había manera de que Kim supiese la verdad que escondía, y bien podía dejarlo con la duda, suponiendo como el resto del personal que había visto el papel. Después de todo, pensar que estaba buscando opciones de trabajo, no era tan descabellado. Pasaba todo el tiempo con la gente que se movía en urgencias, era un secreto a voces que los doctores vivían agotados, por lo tanto, uno posibilidad.

—Esto no es lo que crees. —Él observó el sobre con detenimiento. Hacía tiempo que no recibía uno de ellos y de pronto parecían no parar. Se sentó de vuelta y le indicó a Jin que hiciera lo mismo. Si el otro doctor se había tomado la molestia de llevarle aquello, mínimo le debía dar algo a cambio. —Con mi familia nos mudamos a los Estados Unidos en busca de oportunidades. Conseguí mis practicas aquí, les compré una casa a mis padres en la costa y mi hermano mayor entró en rehabilitación por consumo de drogas duras.

La mandíbula de SeokJin estaba colgando, él se recompuso todo lo que pudo.

—Vaya.

Jungkook se encogió de hombros, abriendo la carta con sus torpes dedos. Como había pensado, era la notificación de que su hermano seguía perdido. Se había escapado hacía un mes de las instalaciones para adictos de alto cuidado y no habían tenido suerte en su búsqueda. No pudo evitar pensar en lo que sus padres dirían si se llegaban a enterar de que su hermano estaba perdido hacía un mes, otra vez.

Se había repetido que tenía que buscar el momento propicio para informarles, pero mientras esperaba por ello, el tiempo se escurría rápidamente. Y es que sus pobres padres habían tenido una vida dura y él solo evitaba darles más carga que llevar.

Los padres de Jungkook se habían conocido siendo unos jóvenes y se enamoraron a primera vista. Se casaron antes de cumplir siquiera los veinte y recibieron a su primer hijo en una casita de un solo cuarto, en la única cama que tenían.

Jeon JiHyung, como el padre; se pasó sus primeros años de matrimonio como un comerciante sacando a flote a su pequeña familia como pudo. Era cierto que de lujos jamás pudieron ostentar, pero nunca les faltó lo necesario. Y, por si fuera poco, el amor que se tenían era la pasta más difícil de corromper.

Por su lado, la madre de Jungkook, se había dedicado a la cocina, específicamente a la pastelería y con un poco de suerte, había hecho carrera de ello.

Para cuando Jungkook nació, su hermano JungHyung ya tenía seis años. Era un chiquillo pálido, revoltoso y como todo niño de esa edad criado como hijo único comenzó a ponerse celoso con la llegada del nuevo bebé. Sus padres intentaron por todos los medios equiparar las atenciones, pero se les hacía difícil con tantas complicaciones en la enfermedad de Jungkook.

Nació débil y con problemas respiratorios que lo abandonaron pasados sus diez años. Para entonces, JungHyung ya era un adolescente y se había comenzado a perder.

Según lo que Jungkook supo tiempo después, su hermano comenzó en las drogas mucho antes de que sus padres se dieran cuenta; al principio alcanzaba a consumir lo que se consideraban dosis inofensivas. Solo una o dos probadas en el mes, porque el dinero no le daba para más y porque a él le parecían estar bien. Pero lo que él ignoraba es que el mundo de las drogas es veleidoso y exigente.

Se había dejado arrastrar por el terreno incierto de un adolescente que es popular en la escuela, con vicios al alcance la mano, con pretensiones a cuestiones absurdas y con el poderío que da la juventud.

Y entonces las cosas habían cambiado; el pequeño Jungkook parecía mejorar y era lo único de lo que sus padres hablaban y a él eso le enfermaba. Se adentró en las drogas como quien se lanza a una piscina de cañón y nadie reparaba en él. Excepto su hermano, que con tiernos años solía seguirlo con los ojos como si supiera que hacía en verdad. Era una idea absurda, pero a JungHyung le ponía los pelos de punta. No había manera de que el crío supiera de los robos.

Por la posición de su familia, JungHyung se convirtió no solo en drogadicto, sino que también en delincuente para conseguir lo que deseaba y como suele ser, para cuando alguien quiso tenderle una mano, ya no había mucho que hacer.

Y ahí es cuando llegaron a los Estados Unidos, con la promesa de que JungHyung saldría del hoyo en el que estaba en cosa de meses. Algo que claramente no pasó.

—JungHyung ha entrado y salido de este lugar un montón de veces en el último tiempo. —dijo dejando el papel en la cajonera de su escritorio, haciendo a un lado las memorias, junto a las otras cuatro cartas que había allí. Se las había llevado de casa con tal de que Jimin no las encontrara de casualidad. No quería poner eso sobre él.

Jin se miró las manos en el regazo, dubitativo sobre qué tanto podía preguntar. Su amigo no solía revelar mucho e intuía que había mucho un mar completo bajo esa fachada.

—¿Él sufre recaídas?

—Más como que jamás lo ha superado —Jungkook prosiguió resignado. —De alguna manera, siempre consigue escapar. Mis padres son mayores y viven muy lejos, así que yo estoy a cargo. Me notifican de sus progresos y de los traspiés. Para mi mala suerte, suelen ser muchos más del último.

El doctor Kim solo podía hacerse una idea de lo que era tener a un familiar con problemas de adicción, más a un hermano. Cuando siendo joven había visitado centros de rehabilitación, le habían dado la imagen de que estos hacían a su vez de loqueros, tratando con toda clase de personas inestables.

Relacionar esa imagen que su amigo Jeon, que su entereza de persona estuviese emparentada con alguien que estaba fuera de sí era algo difícil para él.

—Yo jamás lo hubiese imaginado.

—Es algo personal, no dejo que nadie sepa sobre ello. Me gusta ser discreto con mis cosas.

—Ni que lo digas. —Jin se rio, incrédulo.

Jungkook se puso en marcha de nuevo.

—Gracias por traérmela. —Aseguró el cajón con llave y fue a la puerta. Jin le acompañó.

—No te preocupes, sé que hubieses hecho lo mismo por mí de ser el caso. —él dijo completamente seguro y Jungkook se alegró de saber que le tenía en tan buen estima —¿Ahora por qué te retiras tempano?

—Oh, es que Jimin tiene un vuelo que tomar y quiero pasar a comer algo antes de llevarlo.

—Tu compañero de piso —el otro doctor recordó, su mirada iluminándose. —¿Por qué parece ser que siempre corres cuando de él se trata?

—Eres...

Pero Jungkook no terminó esa frase.

Jin solo estaba siendo insidioso para sacarlo de sus casillas y no iba a permitir que nada le arruinara el ánimo. Le dio una mirada cargada de emoción a su sonrisa boba y se marchó todo lo rápido que sus pies se lo permitieron.

Le había dejado el Jeep a Minie para que este tuviese tiempo de subir sus cosas. El chiquillo estaba empeñado en llevarse media ciudad en regalos para su familia, y con el tiempo que corría a Jungkook le iba bien caminar.

Dobló la esquina justo para ver a Jimin subiendo una pequeña caja al asiento trasero del auto. Jungkook sonrió de inmediato, el chico lucía como si estuviese haciendo mucho esfuerzo, o quizás se encontraba ya cansando, porque solo un vistazo al auto de cerca le dejó ver todo el real y masivo equipaje cargado.

—¿Necesitas ayuda con eso? —preguntó a su espalda.

El chico pegó un bote, era adorablemente asustadizo, y se volvió vibrante en busca de los labios de Jungkook, deteniéndose a escasos centímetros y echándose atrás violentamente. El corazón de Jungkook dolió ante eso. Jimin lo había hecho ya varias veces en el último par de días y él mismo se corregía antes de llegar a destino. Jungkook no quería ser besado en público, él no podía con eso, pero ver el rostro de Minie disimular lo que era claro que deseaba hacer, era una nueva clase de tortura.

—Estoy bien —Jimin respondió tomando aire. Sentía las puntas de sus orejas calientes pero decidió ignorarlas, en cambio, plantó una sonrisa en su rostro. —Solo me queda bajar la maleta, ¿me ayudas?

El doctor asintió de inmediato. Entraron en el edificio mirándose de reojo, aun incomodos por lo que acababa de pasar. En el ascensor, Minie empezó a hacer nota mental de todas sus cosas así no se le quedaba nada y entretenía su mente, mientras que Jungkook aferraba el bolso en su mano al punto de tener los nudillos blancos.

—Solo voy por la maleta y ya —Jimin dijo entrando al apartamento —¿Te cambiarás de ropa o...?

Jungkook le agarró por el cuello y sin gentileza estampó sus labios juntos. Fue algo doloroso de hecho, un golpe brusco y torpe, antes de que sus bocas se movieran.

—Lo siento... —Jungkook habló entre el beso.

Jimin supo de qué hablaba y se conmovió.

—Está bien, todo está bien —Él internó sus manos en los cabellos sedosos de Jungkook para tener un ancla ante el deseo incipiente que disparaban solo sus bocas unidas.

Jungkook se las arregló para negar.

—No, no lo está —dijo enojado.

Le besó sintiéndose pésimo consigo mismo. Él quería poder darle a Jimin todo lo que quisiera, así como el chiquillo le daba todo cuanto él quería sin preguntar, si tan solo pudiera apagar ese interruptor en su cabeza que se lo impedía. Si apagara el juicio por un momento.

—Jungkook... —Jimin articuló tomando aire, pero este no le dio tregua. Había algo desesperado en los besos que le estaba dando. Algo que no había estado allí ese mañana o la noche anterior, o en ningún momento antes. Era como si estuviera intentando marcarlo, grabándose su sabor y su tacto y la idea, le parecía a Minie que era descabellada y excitante a partes iguales.

Los labios del mayor se deslizaron por su mandíbula y bajando hasta su cuello. Jungkook siempre le besaba el cuello. La manzana de Adán, los músculos sensibles y aquel punto tras su oreja. La cabeza de Minie cayó sin voluntad contra la puerta de madera.

—No me hagas esto —pidió con los ojos cerrados. —Tengo que tomar un vuelo... me estás torturando.

Los dedos se Jungkook se aferraron a los costados de su cadera, con fuerza, en el exacto punto de lo dolorosamente excitante, mientras sus labios dejaban marcas rojas a su paso y Jimin se sentía ido a cada segundo que pasaba. El vuelo relegado, él podía tomar otro más tarde si es que Jungkook seguía con lo que estaba haciendo. Sus propias manos soltaron el cabello de Jungkook para ir por la playera en su lugar, se la jaló hacia arriba y así pudo recrearse en el abdomen que tanto le fascinaba. De entre los labios de Jungkook se escapó un suspiro tembloroso y entonces, de nuevo, él lo estaba besando. Con ardor, con frenesí, invadiendo su cavidad bucal, convirtiendo su sangre en fuego con cada barrido de su lengua.

Los dedos de Jimin comenzaron por soltar el pantalón de Jungkook para colar sus manos dentro, pero el mayor tenía otra cosa en mente. Se alejó de sus caricias y cayó de rodillas.

Jamás había conocido a alguien tan dócil como su Jiminssi y a la misma vez tan provocador. Jimin lo dejó hacer, pero jamás le alejó la mirada del rostro. Una mirada que cada vez se ponía más caliente.

Jungkook suspiro fuertemente por la nariz, rastrillando su corto cabello. Estaba aterrado con la idea que tenía en mente, él quería...

Se sentía al borde de pronto. Pero quería esto, quería antes que nada darle placer a Minie y no estaba seguro de estar haciéndolo bien. Este no era su fuerte.

—Yo... no estoy seguro... bueno, no estoy acostumbrado a... ya sabes, digo que no es frecuente...

Jimin nunca pensó que pudiese sentir ternura al momento de tener relaciones con alguien, pero ahí estaba, sintiéndolo mientras veía a Jungkook arrodillado frente a él dando excusas. Sonrió.

—¿No me has oído quejarme alguna vez, o sí?

La sonrisa que le brindó Jungkook entonces, estaba seguro Minie que se le quedaría grabada en el corazón para siempre.

Jungkook lo aferró de las caderas y lo atrajo, desnudándolo con manos trémulas, dejando besos descuidados en sus muslos, para luego introducir todo su miembro en su boca, Jimin creyó ver estrellas. Cualquier idea escapó de su cabeza.

No pudo evitar que un gemido saliera de sus labios mientras una mano iba a la nuca de Jungkook y la otra se aferraba a la manilla a su espalda. 

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