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CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS

Cada día que Jimin pasaba en casa de su madre, Yoongi se tomaba un momento para mirarle con detenimiento.

Su hermano se caracterizaba por ser el alma vibrante en cuanto a las personas en el hogar. Siempre hablando de algo, gesticulando con sus manos y su rostro lleno de expresiones, pero en el pasado pasar de días, él podía ver el decaimiento en el chico. A través de su fachada, de las sonrisillas falsas, de la careta desentendida. Y Yoongi presentía que tenía que ver con el silencio de parte de su mejor amigo Jungkook y eso solo lo aterraba demasiado.

La única emoción real en su hermano había sido cuando mencionó la fiesta anual que realizaba en su empresa de construcción. No era la gran cosa, pero creaba el suficiente revuelo. Asistía parte de la prensa local y se mencionaba en algunos artículos de revistas de entretenimiento. Era la oportunidad para lucir un buen esmoquin y relajarse.

—Es justo lo que necesitamos —Había anunciado Minji, tomando tanto a Minie como a TaeHyung por los brazos y alzándolos de la mesa a eso del almuerzo. —Necesito un vestido que lucir y ustedes me ayudarán.

Así que los chicos habían sido arrastrados de compras. Hana estaba en casa con su hija y su madre en el estudio del primer piso. Yoongi podía verla en el ordenador, desde la sala donde él mismo se encargaba de unos papeles del trabajo.

Ya quisiera poder estar en su propio hogar pasando el rato, pero era allí donde estaba que le necesitaban más.

—¡Yo voy! —anunció tan pronto el sonido del timbre retumbó por toda la casa. Se fue arremangando las mangas de la camisa mientras se acercaba a la puerta. Siendo esta de cristal, podía ver la figura dibujada de la persona que esperaba afuera y solo el porte, le hizo ponerse en guardia.

Jungkook encajaba apretadamente su mandíbula. Los dientes le comenzaban a doler, pero eso estaba bien. Se veía elegantemente vestido, con uno de sus trajes favoritos y su cabello bien peinado.

En la imagen, lo estaba todo, Jimin siempre se lo recordaba.

Abriendo de un tirón, Yoongi se le quedó mirando con la mirada entrecerrada.

—Hola, viejo. —saludó tras la impresión. —¿Qué haces aquí? No te esperaba.

—He venido por Jimin —habló firmemente Jungkook, a pesar de sentir que se le oprimía la garganta. —¿Él está?

—¿Por qué has venido por mi hermano?

Ambos hombres se miraron desafiándose. Yoongi con sus sospechas cada vez más confirmadas y Jungkook con la espalda empapada en sudor nervioso. Ya estaba allí, después de todo.

—Lo amo, Yoongi. Y antes de que digas nada. Sé que la jodí. Que crucé una línea; que soy el peor amigo del mundo. Pero hombre, amo a tu hermano. No sabes cuánto y en Nueva York metí las patas, horrible.

Aun cuando eso era lo que esperaba oír, no era así como se suponía que sonara. Fue el turno de Yoongi de estarse estupefacto.

—¿Estás enamorado de Minie? —preguntó por si las moscas.

—Como un loco. —Jungkook sentenció tomando aire.

Min abrió los ojos como platos y dio un paso atrás.

—Él no está justo ahora. —Se hizo a un lado de la puerta y le indicó que pasara. —Aunque creo que es mejor así. Tenemos mucho de qué hablar, ¿no? Jimin no ha mencionado que fue lo que lo trajo aquí.

Sentarse el uno frente al otro jamás se había sentido tan tenso, el par de amigos que se conocía de toda la vida se vio enfrentado a una nueva faceta de su relación.

Min escuchaba a al chico que consideraba hermano de otra madre, hablar de todo lo que había sucedido en Nueva York con una aprensión en la voz que lo sorprendió. Se retorcía las manos, se mesaba el cabello. Se había bebido el vaso de agua que le ofreció como si hubiese corrido una maratón y en un par de ocasiones hasta se puso de pie para pasearse. Solo faltaba que se subiera por las paredes y completaría el acto de loco.

En cualquier otra ocasión, se habría reído de buena gana. Pero en vista de los hechos, estaba boquiabierto.

Así que cuando tuvo suficiente Yoongi se levantó, jaló a Jeon de un brazo para que se pusiera de pie y lo atrapó en un fuerte abrazo.

Y no se necesitó más. Jungkook se perdió en ello.

Sus emociones se sentían como que estaban por todo el lugar, pero solo ese sencillo acto lo concentró de nuevo en el interior de su cuerpo. Solo se habían abrazado así un par de veces. El día que Jimin se declaró gay; la vez que Yoongi llegó llorando a su casa al encontrar que su padre se había marchado sin dejar rastro. Y aquella vez que Jung Hyung estuvo hospitalizado por un exceso de drogas a un paso de la muerte.

Era más que una consolación física, era el acuerdo no verbal de que se tenían el uno al otro. De que las cosas estarían bien, de alguna manera.

Después de lo que se sintió como una eternidad bien recibida, Min lo soltó y al apartarse levantó una mano para indicarle que se mantuviese en silencio, así tomó la palabra.

—Lo que no entiendo es por qué lo has ocultado por tantos años. ¿Crees, acaso, que yo te habría volteado la espalda?

Jungkook no contestó.

Porque muy en el fondo, tenía que admitir que eso era exactamente lo que había pensado que sucedería. Que uno a uno, todos a las que amaba, lo dejarían de lado. Y le tenía un temor a la soledad que ahogaba. Pero ahora, en vista de la mirada sin cambios de su amigo y el recuerdo de la aceptación de sus padres, pues él solo estaba lleno de vergüenza.

—Estás tan quebrado, hombre. —Chasqueó su lengua Yoongi al ver a su amigo ponerse sonrojado. Y entonces pasó al tema de Jimin. Él soltó una carcajada algo histérica que provocó que se le saltaran las lágrimas, de imprevisto. Cuando logró serenarse, se puso serio. —Verás, estoy teniendo un serio problema en estos momentos. No sé si golpearte por ser gay y no habérmelo dicho antes o porque te hayas enrollado con Minie a mis espaldas.

Jungkook pensó que era lo más justo.

—Bueno, puedes pegarme por cualquiera de las dos. Es más, creo que lo necesito. Aun me siento medio entumecido aquí hablándote.

Él intentó sonreír, pero no fue su suerte.

—Comprendí con Jimin que, en realidad, no importa su sexualidad. Nada cambia. A mí me gusta el color rojo y a él, el azul. A mí me gustan las chicas y a Jimin los chicos. Sigue siendo mi hermano menor con aquellos detalles, porque son eso; detalles que te dan forma pero que no te definen por completo. —Yoongi le dijo: —Y para ti se aplica lo mismo, vaya mejor amigo que me has salido, con tanta bobería escondida.

Jungkook iba a contestarle, cuando lo escuchó.

—Nah, no creo que esto de las compras alivie el corazón —debatía Jimin con su hermana, mientras entraban a la casa —Aunque sí que agrandará mi closet.

Minji se rio. Depositaron sus compras en la mesa de la cocina y tomaron botellas de agua de la nevera. TaeHyung estaba aún afuera en el auto. Escucharon voces provenientes de la sala de estar, pero no les prestaron atención. Ninguno de los dos esperaba a nadie. Minji había avisado a todos sus amigos que no quería molestias, porque su hermano favorito estaba en la ciudad. Y Minie no tenía a nadie que lo fuera a buscar a casa. O eso creía él.

Su madre entró en la cocina y se quedó mirando a Jimin con los ojos vidriosos.

—¿Qué sucede mamá?

Minji se adelantó y le puso una mano en el brazo, pero ella la rechazó. Solo tenía atención para Jimin.

—Tienes visita importante, hijo.

Minie dudo. No supo por qué, pero algo en la forma que dijo esas palabras le puso los pelos de punta.

La miró de lado y ella le indicó que la siguiera a la otra sala. Los tres asomaron la cabeza por el umbral, no obstante, fue Jimin quien se puso tenso cuando notó quien se encontraba en el sofá de dos cuerpos.

Jungkook.

Este se puso de pie de un salto apenas lo vio.

—Hola.

Ofreció una tímida sonrisa que no le llegó a los ojos. Que, por cierto, lucían fatigados y rojos. Habría apostado que estuvo llorando, pero Minie descartó la idea. Era absurda. De seguro solo era cansancio del trabajo. Después de todo, no se habían visto en un par de días y Jungkook debería de haberlos aprovechado en el hospital, recuperando el tiempo que había perdido en compañía de él.

Sí, de seguro que era eso.

Yoongi miró de Jungkook a Jimin y notó que era obvio que algo pasaba ahí. ¿Cómo era posible que no lo hubiese notado antes? Era como si sus cuerpos no los pudieran contener y eso lo alegraba y aterraba a partes iguales.

Dio un paso al frente, rompiendo la visual que se tenían ambos y así la intimidad de sus miradas. Miró a su madre y Minji y les hizo una señal con los ojos.

—Iremos con las chicas afuera, por si ustedes necesitan...

Jimin salió de su estupor y negó con la cabeza con fervor. Dejó el refugio que suponían su madre y su hermana y caminó adelante concentrándose en poner un pie delante de otro.

¿Qué hacía Jungkook ahí? Le dolía el pecho solo de verlo.

—No se preocupen, no hay nada que...

—Jimin, yo necesito que hablemos. —Jungkook le tomó un brazo y Minie lo retiró hacia atrás como si su contacto le quemara. Una fugaz sombra de tristeza pasó por los ojos de Jungkook, antes de que este la ocultara.

—Pues yo no —enfatizó Minie. —Dejaste tus puntos bastante claros en Nueva York, ¿recuerdas? Tus asuntos son con mi hermano, no conmigo.

Con una habilidad que le hubiese permitido jugar fútbol americano, Jimin pasó bordeando a Jungkook y lo dejó atrás con pasos apresurados. Se dirigió a las escaleras y las subió de dos en dos.

Jungkook cerró los ojos cinco segundos, entonces se volvió hacia Yoongi suplicante. Este se encogió de hombros.

—Nunca dije que el chico te lo pondría fácil, ¿o sí?

Jungkook volvió a mirar las escaleras.

Tenía tantas ganas de subir y coger a Minie por los hombros y removerlo hasta que lo escuchara y entrara en razón. ¿Es que no estaba afectado luego de cuatro días sin verse? ¿Tan poco significa Jungkook para él? ¿Es que ya lo había olvidado...? Sumido en desesperación, se dejó caer en un asiento.

¿Qué iba a hacer ahora?

Había ido allí pensando que sería difícil hablar con Minie, pero que al menos este le dejaría explicarse. Demonios, había hasta hablado con sus padres. ¿Es que eso no era importante para Minie? Intentó serenarse, pensando que el chico aun no lo sabía.

—¿Qué está...? —TaeHyung entró en el salón con la poca gracia que le caracterizaba. Observó a su alrededor y discretamente se desentendió por donde había venido.

—Yoongi —llamó la matriarca de la familia. Él entendió el mensaje.

Palmeó el hombro de su amigo compadeciéndose, antes de subir también las escaleras con Minji a su lado. Ella le dio una sonrisa de consuelo al pasar.

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