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»Capítulo once.

Irene despertó agitada, su cuerpo cubierto por una capa de sudor, y con la garganta seca. Sus ojos tardaron en acostumbrarse a la penumbra, mientras miraba hacia todas las direcciones en busca de peligro. Buscando algún indicio de que en realidad no era un sueño, y que aquella sombra tenebrosa en realidad estaba allí.

Pasó una mano por su rostro mientras se levantaba y caminaba hacia el baño. Necesitaba tomar una ducha fría, su cuerpo estaba ardiendo de manera sofocante.

Una vez estuvo limpia, rodeada por una toalla y sentada junto a la ventana, su mente rememoró la escena de su pesadilla. Donde una enorme sombra con forma extraña ingresa a su casa, destruyendo todo para luego dirigirse hacia ella. Irene podría jurar que sintió algo puntiagudo clavarse en su abdomen una vez la sombra arremetió contra ella. Fue jodidamente real.

Pero solo era un sueño. Repite eso mientras suspira, cerrando los ojos y llevando la cabeza para atrás.

—Señorita.

Una vocecita hace que se acomode en su lugar antes de girarse para mirar hacia su cama. Allí se encontraba una muchacha apenas un par de años mayor que ella. Todo su cuerpo estaba lleno de heridas, contusiones y sangre seca, la ropa que tenía puesta estaba hecha jirones. Pero lo más perturbador era el hueso que sobresalía de su brazo izquierdo.

Irene respiró con suavidad, conteniendo sus ganas de romper todo a su alrededor.

—Salí de la biblioteca el miércoles en la noche, y estaba volviendo a casa —habla, sus ojos temblaban y estaban brillosos—, todo era normal hasta que un automóvil comenzó a ir junto a mí a velocidad lenta. Soporté el miedo un par de cuadras antes comenzar a correr porque la calle estaba vacía... Pero de todas formas me atraparon.

Las lágrimas comienzan a caer por su sucio y golpeado rostro, a la pelirroja se le retorcieron las entrañas.

—Estaban borrachos, apestaban. Señorita, incluso vomité y me hice encima, pero solo logré que me golpearan con mayor fuerza —sus hombros tiemblan a la par que el llanto inicia—. Lo último que recuerdo es que me lanzaron a un contenedor, y luego aparecí fuera de su casa. Algo me dice que puedes ayudarme, pero no entiendo de dónde viene esta sensación.

Miracle se levanta de la silla y lentamente se dirige a ella, luego se sienta sobre sus piernas mirar al desconsolado fantasma.

—Estoy muerta, ¿no? Pero no entiendo qué hago aquí.

Extiende una mano para posarla en el brazo menos herido, apenas puede sentir una especie de brisa gélida. Odiaba no poder darle un abrazo, se veía desconsolada.

—Porque yo puedo ayudarte a que descanses al fin —explica, le da una pequeña sonrisa—. ¿Qué crees que te aferra aquí? ¿No sabes quiénes fueron tus asesinos?

La muchacha parece temblar, sus ojos miran hacia abajo con algo de temor.

—Ya no tienes que sentir miedo, yo voy a encargarme.

—Sé quiénes fueron, pero no estoy segura de que puedas hacer algo... Son gente peligrosa, ¿sabes? Yo me metí con ellos y ahora estoy así —se señala—. No creo que la justicia haga algo en contra de personas como ellos.

—¿Quién mencionó a la policía o a un juez? Yo puedo hacer algo, solo debes decirme a quiénes y cómo —le interrumpe, con los ojos oscuros y llenos de convicción.

La chica parece comprender a lo que se refiere, porque de pronto su temblor desaparece y aprieta los labios mirando fijamente a Irene. Pasan los segundos hasta que una vuelve a hablar.

—Dime la verdad sobre lo que sucedió, y tu nombre, por favor.

—Soy Eleanor... Y no salía de la biblioteca —admite, con los rastros de lágrimas adornando su rostro—, sino de la casa de Arthur Engels, el hombre que se postula para diputado. Estaba allí porque descubrí que tiene una red de prostitución de menores para la élite, e intentaba reunir evidencia antes de sacarlo a la luz.

Irene permanece seria, a la espera de más información.

—A partir de lo del auto, todo es verdad —aparta la mirada unos segundos—. Pero, si te soy sincera, lo último que me interesan son esos sucios idiotas que me mataron. Quiero tu ayuda, pero para desenmascarar a Engels antes de que sea aún más intocable.

Ahora miraba fijamente a los ojos de la pelirroja, esperando alguna reacción para saber si sería de ayuda o no. Hasta que al final esta volvió a sonreírle.

—Bueno, parece que al fin he subido de nivel —exclama incorporándose—. Mi estilo es más bien sangriento y violento, pero como al parecer tenemos una gran cantidad de imbéciles —Se rasca la punta de la nariz—, pues está bien, veré la forma de conseguirlo.

Una enorme y sincera sonrisa apareció en el rostro de Eleanor.

—¿En verdad? Estoy muy agradecida, temía que una vez más rechazarían ayudarme —ríe un poco—. Lo olvidaba, ¿cómo es tu nombre?

—No te preocupes, puedo lidiar con esto. No dejaría a alguien así —gira hacia ella una vez más, extendiendo su mano mientras una media sonrisa aparece en su rostro—. Y puedes llamarme Red Moon.

Nayeon jugaba con sus dedos mientras caminaba hacia el instituto. Nadie posaba los ojos en ella, y los montones de gente a su alrededor simplemente pasaban a su lado como si fuera que no existía.

Normal, pero ahora mismo le preocupaba.

¿Y si en realidad estaba muerta y ahora era un fantasma destinado a vagar eternamente por la tierra?

Ni siquiera su padre respondió a su mensaje de la noche anterior. Lo llamó desesperada, pero solo consiguió hablar con la contestadora. Le dejó un extenso mensaje de voz hablando con rapidez, apenas respirando, y con explicaciones más bien inútiles.

"Papá, creo que debería... Debería estar muerta, pero no lo estoy" dijo al final, antes de percatarse de que sonaba como una loca, por lo que cortó de inmediato.

—Actúa normal, actúa normal —murmuró al ver las puertas de la secundaria ante ella—. Tal vez fue solo un sueño.

Su ropa rota y ensangrentada no pensaba lo mismo.

Avanzó rápido dispuesta a llegar a su clase, pero entonces chocó contra un chico y pegó un grito, saltando para atrás. El muchacho se le quedó viendo con los ojos muy abiertos.

— ¿Estás bien? Lo siento.

— ¡¿Puedes verme?! —vuelve a gritar, el castaño se ve confundido e incómodo por las miradas de los demás sobre ellos.

— ¿No debería? —balbucea en respuesta.

Los cuchicheos a su alrededor comienzan, junto a risitas nada disimuladas.

—Vaya, vaya, todos los amigos de Parker son unos jodidos locos —ríe escandaloso un chico.

— ¡Cállate, Flash!

La risa se apaga, y el muchacho deja de verse divertido. Entonces la enorme bola de deportista idiota se dirige hacia Parker con intenciones de golpearlo.

—¿Qué dijiste, cabeza de pene?

¿En qué me vine a meter? Piensa Nayeon mientras permanece paralizada junto al castaño.

—Que te calles si no vas a decir algo inteligente —en un arranque de valentía, Peter lo enfrenta. Apenas había dormido la noche anterior, no estaba de humor para los chistes estúpidos de Flash—. O sea, cierra la boca por el resto de tu vida, porque nunca dirás algo inteligente.

Un gemidito de horror salió de lo profundo de la garganta de Nayeon mientras veía los ojos furiosos de Flash, y de pronto todo fue en cámara lenta. Vio la mano del rubio elevarse, convirtiéndose en un puño, dispuesto a pegarle el puñetazo de su vida a Parker. Y Nayeon no quería que golpeara al chico, parecía buena gente, y debía ser sincera.

Ese Flash ya le estaba cayendo para la mierda desde hace tiempo, era un idiota.

Por lo que, sintiendo un arrebato de adrenalina en su cuerpo y apretando los labios en una fina línea, Nayeon arremetió contra el chico. Ni siquiera era consciente de que el tiempo que tardó en analizar el rostro colorado de Flash y ver su puño moverse hacia Peter, fueron solo dos segundos.

Solo sabía que acababa de pegarle una patada en la rodilla, y que ahora estaba cayendo de costado mientras lloriqueaba.

Okay, ¿qué acababa de pasar? ¿Por qué parece que la delgaducha adolescente le ha roto la pierna al jugador de futbol?

Peter solo se quedó mirando el llanto de Flash, y a la sorprendida Nayeon, de manera intercalada. Su instinto arácnido le decía que había algo raro con esa chica. La recordaba porque solía verla en los pasillos, o en la biblioteca, y nunca antes se le había ocurrido algo como esto.

Que Nayeon podría ser alguien a quien mantener vigilada.

Irene

¿Sucedió algo?

No fuiste al colegio, y fue algo raro.

No es que me haya preocupado ni nada.

Bueno, sí.

Pero, estás bien? Acaso fue una noche dura?

Lamento no haber ido contigo.

Si necesitas ayuda, no dudes en decirme, en serio.

Peter.

Estoy bien.

Ven a mi casa esta noche, tengo que decirte algo.

Okay, yo también debo contarte

algo raro que sucedió hoy.

—Yo la vi en la calle ayer, no puede ni con su propio peso —a Irene se le hacía difícil creerle a Parker, le miraba con desconfianza—. ¿Seguro que se llamaba Nayeon?

—No hay muchas Nayeon en el instituto... que yo sepa. Y sí, hizo llorar a Flash con una patada —una sonrisita se le escapó en los labios—. Fue el mejor momento de la vida.

Luego de que todo se calmó, y fueron llevados a la oficina del director, porque los catalogaron de creadores de disturbios; aunque una vez allí el director se rió en la cara de ambos, tampoco creyéndose que Parker y Kim hicieron algo como eso. En fin, luego de un par de risitas incómodas por parte de los adolescentes, lograron salirse del lugar con solo un sábado de castigo.

—Ella se ve extraña, Irene —confiesa, sentándose en la silla junto al escritorio y rascando su nuca con la mano izquierda—. Mi... mi sentido arácnido se crispa cuando la tengo enfrente, además anda caminando por ahí y chillando cada vez que choca con alguien.

Irene permanecía parada, como desde que el chico llegó y entró por la ventana. Tenía puesto un buzo negro acompañado de una chaqueta granate, al parecer todo su armario contenía nada más esos tonos. Su rostro, libre de maquillaje, permanecía indiferente por momentos, y algo indecisa en otros.

—Bien, tengo otros asuntos que resolver —suelta, tomando un respiro—. Tenemos que sacar a la luz una red de prostitución de menores.

Tan rápido como terminó de hablar, Peter comenzó a toser descontroladamente. Él golpeó su pecho un par de veces, mientras miraba con los ojos llorosos a la joven.

—¿Qué? ¿Y tú cómo te enteras de estas cosas? —no puede evitar preguntar, desde hace ya tiempo que tiene curiosidad respecto a eso—. Lo siento, pero... ¿Por qué apenas hago esta pregunta?

Lo último lo murmura más para sí mismo. Debió ser algo que preguntar al inicio, teniendo en cuenta que estaba al tanto de los asesinatos, pero nunca dudó de Irene. ¿Fue, tal vez, el severo crush que tenía con ella? ¿O es que realmente confiaba en la pelirroja?

Entretanto, Miracle también tenía un debate mental. Pues ya llevaba tiempo trabajando codo a codo con Peter, le tenía cierto nivel de confianza. ¿Estaría bien hablarle al respecto de su don? ¿Será que él le creerá?

Vamos, es un adolescente que se columpia en telarañas por la ciudad.

Abrió la boca para hablar, pero apenas lo hizo, el sonido de un automóvil encendiéndose la hizo moverse hacia la ventana con rapidez.

La camioneta de su madre salía del garage con rapidez, para luego perderse en la curva del final de la calle. Irene apretó los labios en una mueca de disgusto.

—Adiós —masculló antes de girarse hacia el curioso Peter Parker—. Espero que te tomes con seriedad lo que te diré.

Él se enderezó en su silla.

—Por supuesto, nadie es más serio que yo. Seriedad es mi segundo nombre, soy Peter Seriedad Parker —suelta, de manera atropellada, hace una mueca al ver los ojos de Irene tornarse más oscuros—. Bueno, mejor me callo.

Un suspiro de rendición sale del pecho de la pelirroja, quien ahora toma asiento al borde de su cama, mirando fijo al muchacho.

—¿Has escuchado los rumores que hay sobre mí?

Sostén rojo de encaje. Esas son las primeras palabras que aparecen en la cabeza de Peter, y se apresura para golpearlas hasta el fondo, mientras su rostro se torna rosado.

—Eh, sí, pero no creo ninguno. Nadie te conoce realmente —balbucea, ahora juntando las manos sobre sus piernas—. Solo son rumores estúpidos.

—Me refiero a los que dicen que veo fantasmas, Peter.

—Ah, esos.

Asiente abochornado, deseando esconder la cara contra el suelo. Pero entonces su mente hace click, y mira a Irene con los ojos muy abiertos.

— ¿Entonces puedes ver fantasmas? ¿De verdad?

—... Sí.

— ¡Es lo más genial que he escuchado! —dice con una sonrisa, más que emocionado—. ¿Y por qué no lo dijiste antes?... Oh, entonces sabes por quién ir porque...

—Hablo con las víctimas —afirma con la cabeza, de pronto Peter deja de verse tan emocionado.

Su expresión cae, hasta convertirse en una mueca de tristeza.

—Eso debe ser duro.

—Me acostumbré, las veo desde que era una niña.

Peter no tiene ni idea de qué decir en momentos como ese. Pero su cuerpo actúa por inercia, levantándose y avanzando hacia la pelirroja.

—Entonces, ¿nadie más sabe que puedes verlas? —pregunta con voz suave.

Ella estaba mirando al suelo.

—Mi abuela me ayudó con esto cuando era joven, pero ya está muerta —responde—. Tranquilo, llevo sola en esto mucho tiempo, ya es normal.

El espacio junto a ella se hunde, pues Peter tomó asiento allí. Los brazos de ambos se rozan, pero ninguno se mueve.

—Pues ahora estoy yo —murmura, un tanto tímido—. Puedes hablar conmigo si lo necesitas en algún momento. Sé que dirás algo como "no lo necesito", pero no debes ser tan solitaria todo el tiempo... No digo que esté mal, solo... Tú entiendes, ¿no?

Una sonrisa ladeada aparece en el rostro de Irene, de manera involuntaria. Las palabras del muchacho habían sido tan sinceras y cálidas, incluso le hizo preguntarse cómo demonios es que terminó teniéndolo a él en una situación así.

—Entiendo, Parker —afirma, para alivio del menor. Levanta la cabeza para mirarlo, aún con la media sonrisa que erizó la piel de Peter—. Entonces, ¿Spiderman está dentro o no?

—Por supuesto. 

¡Hola! Ha pasado tanto tiempo, ¿no? Estamos en vísperas de Navidad, y me gustaría desearles dulces fiestas.

Además, también quiero resaltar la nueva portada, ¿no es hermosa, preciosa, bella? Fue hecha por la adorable mysticath, ¡muchísimas gracias otra vez! Te amo.

Que no me canso de verla ah.

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