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»Capítulo catorce.

Años antes. 

Irene miraba sus pies mientras los balanceaba de atrás para adelante, mantenía las manos enroscadas sobre su regazo y el cuerpo encorvado hacia el frente. Sus pequeños y rellenos labios temblaban cada cierto tiempo, estaban mojados al igual que sus mejillas y cuello. No paraba de llorar desde hace horas.

Lo cierto es que tenía una buena razón para ello. 

Las personas la miraban desde el otro lado del cuarto, cuchicheando entre ellas con una expresión de pena tatuada en sus rostros. Todos vestían ropa oscura, todo era tan opaco en esa habitación, salvo por el cabello rojo flamante de la niña, y su par que ingresaba al lugar en ese instante. 

Lucía Miracle estaba tan pálida como los jazmines que se encontraban en el patio, bajo sus apagados ojos azules se veía una mezcla de morado y verde, las ojeras eran tan profundas que parecía que estabas mirando a una calavera. Es impresionante, y también lamentable, que perder a quien amas te cause tal dolor que tu cuerpo termine exteriorizándolo de esta manera.

En el caso de las mujeres Miracle, habían perdido a dos seres amados. 

Ni siquiera se acercó a su hija, o se fijó en el resto de las personas que se hallaban en la habitación. Tampoco se molestó porque aquellos vecinos que tanto la criticaron, que la catalogaron de mala madre, ahora se atrevieron a ir al funeral de sus gemelos. No tenía fuerzas para echarlos o discutir, solo para llorar junto a los pequeños ataúdes adornados con flores, y con las fotos de sus niños entre ellos. 

Irene, hasta entonces encerrada en sus propios pensamientos, solo levantó la cabeza para mirar a su madre llorar hasta derrumbarse de rodillas. Todos los sonidos se apagaron, solo para que pueda enfocarse mejor en el llanto de la mujer, que ya la estaba destrozando por dentro. 

Apretó el agarre de sus manos unos segundos antes de abrir las palmas, allí estaba la foto arrugada de sus hermanitos posando junto a un viejo póster de Capitán América. Ellos adoraban escuchar historias sobre el héroe, incluso tenían camisetas del Capitán y algún que otro cómic; a veces, incluso jugaban a ser superhéroes.

A ella le habría gustado que alguien como el Capitán America apareciera en aquel momento, cuando quedó paralizada por el miedo y no pudo hacer más que ver a sus hermanitos perder la vida en sus narices.

***

Actualidad.

— ¿Irene?

Apartó la vista de la pegatina del escudo de Capitán América que adornaba la tapa de uno de los cuadernos. El escritorio de Peter estaba lleno de libros, cachivaches y referencias a los Vengadores en cada centímetro. Y todo decía a gritos Peter Parker.

—Mi tía tal vez llegue en cualquier momento —dijo con la voz aguda, sus ojos reflejaban nerviosismo—. ¿Qué vamos a hacer?

Volviendo en sí, Miracle respiró hondo a la par que posaba la vista en la cama del adolescente. Allí estaba la muchacha que se había desmayado en sus brazos, a quien reconocía como la misma que había ayudado hace ya varios días. Era Nayeon.

Cuando tropezó contra su cuerpo, alcanzó a sentirla temblorosa y podría jurar que estaba tan pálida como una hoja de papel, pero ahora, ante sus ojos, la joven más que parecer desmayada por el agotamiento, parecía simplemente estar dormida. Sus labios y mejillas eran de un sano tono rosa, y respiraba de manera acompasada, con la cabeza recostada en la almohada de Peter.

—Bueno, yo te dije que debíamos ir a mi casa —terminó diciendo, en tono bajo, como si fuera que no estaban solos en el apartamento en ese momento. Cosa que tal vez no duraría tanto, pues Peter desde hace ya rato aseguraba que su tía llegaría en cualquier momento de sus clases de baile—. Así que vamos.

Avanzó hacia la ventana por donde habían ingresado, la abrió tanto como pudo, para luego inclinarse y mirar a la calle. Ya era de noche, y a lo lejos se escuchaba apenas lo que debía ser, tal vez, una canción de Taylor Swift.

—Pero allí está tu madre —le recordó el castaño, posicionándose junto a ella en la ventana.

— ¿Y? Llevo años asesinando idiotas y ella no se ha dado cuenta.

Peter hizo un gesto dándole la razón, pero segundos después pegaron un salto al escuchar un gritito.

— ¡¿Cómo que asesinatos?! —Nayeon estaba más que despierta, y con los ojos muy abiertos—. ¡Dios! ¡¿En qué me metí?!

Se removió en las sábanas azules hasta caer al suelo, y luego se tambaleó para ponerse de pie, dispuesta a dirigirse hacia la puerta. En cuanto su mano se posó en el pomo, una telaraña la pegó a este, y eso no hizo más que volver a alterarla.

Mientras ella chillaba atrapada, Irene se gira hacia Peter, logrando intimidarlo tanto por el hecho de estar a cinco centímetros de su rostro, como por la mirada oscura y furiosa que le dedicaba.

—Por qué usas tus poderes cuando no tienes el maldito traje —le masculló entre dientes.

—Entré en pánico —Alzó ambas manos, excusándose con los hombros encogidos.

Nayeon ya estaba dándose cuenta de que no importaba cuánto tirara de su mano, no lograría soltarse sola, menos cuando sentía que sus tripas rugían como tigre enjaulado. Entonces decidió girarse hacia las otras personas que se hallaban en la habitación, dispuesta a aceptar —por ahora— que había sido secuestrada por posibles asesinos.

Pero no esperaba encontrar rostros conocidos.

— ¿Irene? —murmuró, causando que la mencionada clavara los ojos en ella—... ¿Peter Parker? ¡¿Ustedes son asesinos?!

— ¡Claro que no! —bufa Peter, riéndose falsamente mientras ponía sus manos en la cintura—. Bueno, a decir verdad...

—No es momento, ni lugar —les interrumpe Irene—. Ahora mismo necesitas tranquilizarte y venir con nosotros, una vez estemos en un lugar más seguro, hablaremos sobre todo, ¿está bien?

Algo en aquellos ojos oscuros hizo que Nayeon asintiera, con calma, y luego dejando que la ayudaran a despegarse de la puerta. Entonces emprendieron lo que debía ser un viaje tranquilo y rápido hasta la casa de Miracle.

Fue todo menos eso.

***

Nayeon estaba alterada, y parecía querer fusionarse con el hombro de Irene mientras caminaban. Sus ojos se movían de lado a lado, observando cada esquina y a cada persona, temiendo volver a encontrarse con su padre o con alguien del laboratorio. Le dolía haber sido sujeto de pruebas, y por nada del mundo iba volver a dejarse experimentar.

Parker le prestó una sudadera con capucha, con ella tapó su cabello castaño y parte de su rostro. Él caminaba junto a ellas, con cierta incomodidad al no saber qué decir, y también porque estaba avergonzado con Irene y el regaño que recibió hace rato.

—Cada vez es más tarde, ¿cuánto falta para llegar? —pregunta Nayeon con la voz frágil.

—Entonces hay que acelerar el paso.

Los más jóvenes se exaltaron cuando la pelirroja comenzó a tirar de sus brazos, para comenzar caminar un poco más rápido. Algunas personas les miraron de reojo con extrañeza, pero siguieron con lo suyo a los segundos.

Cuando giraron en una esquina, se toparon con un grupo de personas con batas que estaban conglomeradas junto a un par de camionetas. La sangre de la joven de pelo negro se congeló, a igual que sus pies, causando que sus acompañantes también detuvieran el paso.

—Por aquí no —alcanzó a escuchar Irene antes de empujarlos tras un camión estacionado, pues uno de los tipos de bata se giró en su dirección.

—Oh no, están buscándome. Seguro quieren atraparme de vuelta para cortarme en pedazos —lloriqueó para sí Nayeon, abrazándose a sí misma y mirando al suelo—. He visto a mis padres hacerlo con ratas, y también conejos, pero yo no pensé... No creí que lo harían conmigo.

—Oye, tranquila —Peter dice mientras le da palmaditas en el hombro—. No van a atraparte de nuevo, vamos a llevarte lejos.

—Y después qué —la muchacha le miró con sus ojos llenos de lágrimas—. Mamá siempre me encuentra; si ella viene, seguro me llevará de nuevo.

En lo que ellos eran un manojo de nervios, Irene jugaba con la correa del bolso donde llevaba sus cosas, mirando la calle y pensando una forma de mover a Nayeon sin que se percataran de que era ella.

—Irene —la sacaron de sus pensamientos, Peter estaba murmurando junto a su hombro. Los vellos de su nuca se erizaron—, de pronto parece que la calle se ha vaciado.

Parpadeó antes de enfocar la vista a su alrededor, en efecto, parecían ser los únicos en ese lugar.

Los rayos del sol ya solo alumbraban la mitad del enorme edificio junto a ellos, de un naranja profundo. Los faroles se encendieron a la par, causando que los adolescentes se movieran inconscientemente más cerca. Aquella situación de pronto se volvió muy sospechosa.

Al final de la calle, varios metros frente a ellos, unos automóviles se posicionaron en diagonal. No se parecían a las camionetas junto a los científicos, y quienes bajaron de ellos tampoco. Eran tres mujeres de aspecto digno de revista, todas llevaban lentes de sol de diferentes colores, y la de cabellos oscuros que se encontraba en el centro caminó al menos cinco pasos antes de detenerse mirando hacia Irene.

Con extrañeza, Irene la vio olfatear el aire sin apartar la vista, para que luego una sonrisa filosa se extendiera en su rostro. Fue entonces cuando distinguió algo extraño en los dientes de la mujer, y tuvo la necesidad de intentar fusionarse con el automóvil tras ella.

—Mestiza —alcanzó a escucharla decir, el trío de foráneas soltó una risita mientras volvían a avanzar—. Te hemos buscado durante tanto tiempo.

— ¿Las conoces? —preguntó Peter con nerviosismo—. Porque no se ven amigables.

Irene solo negó con la cabeza, e hizo el amago de levantarse para enfrentarlas, pero no logró hacerlo puesto que Nayeon se aferró a su brazo. La castaña tenía el rostro teñido de pánico.

—Ellos van a vernos.

—De alguna forma van a terminar viéndonos —admitió la pelirroja, soltándose y sacando un pedazo de tela de su pequeño bolso, para tapar la mitad de su rostro con ella y luego entregarle el resto a Nayeon—. Sujeta esto, mantente escondida. Peter se asegurará de que nadie te lleve.

Mientras terminaba de hablar, Peter ya estaba preparándose con su traje a un lado. Nayeon solo quedó con la boca abierta mirándolos, incapaz de emitir sonido. Solo señaló con ambas manos al muchacho mientras este se colocaba la máscara.

—Spiderman.

—Dios, sí, Nayeon. Ya te lo dije en el apartamento —le recordó el chico.

—Entonces no tenías el traje.

— ¿Cuál es la diferencia? ¡Te lancé una maldita telaraña!

Mientras ellos discutían, moviéndose hacia un pequeño espacio entre dos edificios, Irene avanzó hacia las mujeres. El olor a animal mojado llenó las fosas nasales de la joven, provocando que arrugara la expresión con desagrado, ¿por qué de repente el lugar apestaba?

—Eres una maldita muy bien cuidada, tomó semanas para que al fin te dejaran sola —soltó una de ellas, su cabello era rizado y color rubio oscuro. Tenía una expresión de satisfacción plasmada en el rostro—. ¿Qué pasó? ¿Peleaste con tus amigas?

Irene no entendía a qué se refería, solo frunció las cejas y ladeó un poco la cabeza.

—No tengo amigas.

—Ya no —habló la del centro, ahora ya a menos de un metro de Miracle, por un momento sus ojos parecieron cambiar de color—. Pero tranquila, no sufrirás durante mucho tiempo.

Su mano se movió tan rápido hacia el hombro de Irene que esta apenas pudo moverse, pero fue en vano, la mujer ya había tomado un puño de su ropa y la arrastraba hacia sí. No dejaba de olfatear como si fuese un sabueso hambriento, y eso ponía de nervios a la adolescente. Intentó empujarla con las piernas, pero su rodilla chocó contra algo duro y ruidoso.

—Qué mierda —masculló bajando la mirada y encontrándose con una pierna de lo que parecía bronce, y junto a ella una pierna de... ¿burro?

¿Qué era todo eso? Hasta hace unos segundos esa mujer tenía unas piernas preciosas que parecían fáciles de romper.

—No me mires así —Tomó a la pelirroja por el cabello, obligándola a levantar la vista, y logrando que se horrorice con el rostro que ahora estaba ante ella. La piel medio bronceada se tornó blanca, sus ojos ahora eran completamente rojos y su cabello parecía, literal, una hoguera—. Odio que critiquen mi físico.

Miracle soltó un grito, y ahora la empujó con ambas manos, ignorando el dolor en su cuero cabello cuando le despojaron unas cuantas hebras de cabello. La extraña se tropezó y cayó en brazos de sus acompañantes, quienes ahora se veían igual que ella.

¿Qué mierda eran? ¿Acaso los del laboratorio hicieron eso con ellas? Maldición, debía poner a Nayeon en un lugar seguro, pronto.

—Deja de complicarlo todo, muero de hambre —gruñó otra de las extrañas mujeres, avanzando hacia ella.

Esa loca estaba planeando comérsela, y en el sentido literal de la palabra. Ya pudo captar el mensaje, todo su cuerpo se puso en alerta, sujetando los cuchillos ocultos en su cadera.

Tomó uno, para golpear con su mango a la mujer justo en su rostro. Esta se quejó, arrugando el entrecejo, pero no la detuvo del todo; ahora su enojo incrementó aún más.

Al escuchar un gritito a sus espaldas, se giró un poco para ver a Peter y Nayeon siendo rodeados, la chica estaba intentando ocultarse tras el trajeado. Pero era más alta, nada invisible a pesar de su intento. Debía ayudarlos, pero antes tenía que deshacerse de estas extrañas cosas.

Cuando volvió a sentir que la tomaban de un brazo, no dudó en atacar ahora con el filo del cuchillo, buscando herir a su atacante, sin mucho éxito. Forcejearon durante un tiempo limitado, con Irene intentando no sucumbir al miedo que le provocaban esos ojos rojo sangre, que tenía la sensación de haber visto antes. Y, de alguna forma, el cuchillo terminó incrustado en el abdomen de la extraña mujer.

Ambas observaron aquello con incertidumbre, una porque no podía creer que lo dejó pasar, la otra porque aquello no afectaba en lo más mínimo a su adversario. La pelirroja, por andar tan desatenta, fue lanzada contra el tubo de una señalización, solo se percató de ello gracias al dolor.

— ¿Qué eres? —gimió mientras intentaba incorporarse, y veía a la contraria sacarse el cuchillo sin mayores problemas.

—El hecho que no lo sepas, solo hace de esto más hilarante —respondió, riendo entre dientes mientras sus amigas la secundaban.

El alumbrado público de esa esquina titiló durante unos segundos, hasta apagarse por completo. Ese pedazo del sector quedó a oscuras, y un sentimiento desconocido invadió el cuerpo de Irene, logrando que se crispara como a un gato. Giró un poco la cabeza, logrando ver a alguien salir de la oscuridad, pero realmente de esta.

Un chico que parecía rondar su edad apareció, tenía una gran chaqueta de aviador y una camiseta negra, su cabello oscuro caía desordenado sobre su rostro. Una mirada peligrosa le acompañaba, pero no iba dirigida a la muchacha, sino al trío de monstruos tras ella, hacia los que corrió mientras empuñaba una espada que Irene no había visto hasta ese momento.

El corto grito del monstruo más cercano sacó a Irene de su burbuja, para fijarse en la forma que esta se convertía en lo que parecía polvo, tan pronto la espada la atravesaba. El desconocido se movía rápido, con destreza, no tardó en abalanzarse hacia las que restaban, solo para darles un destino igual.

Este día en definitiva estaba muy extraño.

Entretanto, Peter intentaba como podía alejar a los científicos de Nayeon. Un hombre llevaba un tiempo buscando conseguir que la joven los acompañe, pero ella se negaba sujetando a Spiderman por los hombros con, tal vez, demasiada fuerza.

—Tengo una propuesta más pacífica para solucionar esto —interrumpió la conversación levantando ambas manos—. Déjennos ir, ella no quiere acompañarlos.

—Este no es tu asunto —escupe ofendido el hombre.

—Estoy en el medio, yo creo que tengo derechos.

Mientras terminaba de hablar, su sentido arácnido le alertó sobre algo. En cuanto vio a un chico con espada cerca de Irene al otro lado de la calle, decidió que era hora de salir de allí.

—La discusión familiar tendrá que seguir otro día —declara Spiderman, disparando hacia la mujer que sujetaba una pequeña pistola con líquido dudoso.

Toma como puede a Nayeon, para llevarlos en dirección a Irene. Aterriza justo frente al desconocido, inconscientemente levantando los brazos para intentar poner una barrera entre ellos.

— ¿Quién es? —masculla hacia Irene, todavía no se enfocó del todo en el contrario, ni siquiera le vio bien la cara.

—No sé, pero es lo que menos importa ahora —ella responde, refiriéndose al grupo de personas en bata que se aproximaban.

—¡Nayeon Kim! —llama su padre, acercándose a pasos agigantados—. ¡Ven aquí ahora mismo!

El supuesto desconocido se volteó, y a Peter apenas le dio tiempo de reconocer su rostro antes de que corriera hacia ellos, pegándose a él y tomando de los brazos a ambas chicas.

Spiderman, el agrable vecino, el héroe de Queens, soltó un grito agudo mientras una oscuridad envolvía al grupo de chicos. En cuanto los científicos volvieron a parpadear, notaron que ellos se habían ido sin dejar rastro.

¿Qué mierda había sido eso?

***

Peter volvió a gritar cuando sintió que podía respirar otra vez. Se habría desmayado y caído de espaldas, de no ser porque los otros tres lo sujetaban con fuerza. Nayeon porque estaba asustada y algo traumatizada tras lo sucedido; el desconocido seguía demasiado cerca para mantener su cordura a flote; e Irene no ayudaba al aferrarse a su otro brazo mientras miraba al otro chico con desconfianza.

— ¿Quién eres? ¿Y qué fue eso? —la voz de Miracle se escuchaba un poco jadeante, tal vez ella también debió quedarse sin aire durante esos segundos en los que estuvieron en la oscuridad total.

— ¡Exacto! ¿Quién eres? —chilló Peter, fingiendo no haber reconocido al chico con el que hablaba últimamente.

Aunque a estas alturas, él también se preguntaba quién diablos era Nico di Angelo.

La máscara le estaba asfixiando un poco, pero no iba a sacársela frente a él. Aunque ayudó a Irene antes, no estaba seguro de sus intenciones, y seguía demasiado, jodidamente demasiado cerca. Con una espada que hasta ahora había notado, y no se veía family friendly.

—Soy Nico di Angelo —se presentó, con tanta parsimonia y normalidad que parecía mentira. Al fin dio un paso atrás, permitiéndole a Peter respirar—. Y lo que acaba de suceder, según entiendo, es que los salvé dos veces de ser jodidos. De nada.

Una pequeña sonrisa cínica se apreció en el rostro del chico.

—Claro —murmura Irene, todavía escéptica—. No entiendo cómo llegaste justo en el momento preciso para eso, ni cómo... —Tomó unos segundos para mirar a su alrededor, reconociendo el lugar de inmediato— sabes dónde vivo.

—Hay muchas cosas que sé, Irene. Por ejemplo, por qué te persiguen tantas criaturas raras como las de hace un momento —Aquellas palabras no movieron nada dentro de la pelirroja, pero la sinceridad expresada en los ojos de Di Angelo, y esa extraña sensación en su pecho, sí lo hicieron—. Ellas eran empusas, y su objetivo era tenerte como cena.

La imagen que recibió Nico después de pronunciar aquello, fue hasta ridícula. Spiderman y la chica de cabello oscuro se abrazaron a cada lado de Miracle, y aunque no podía ver la expresión del héroe debido a la máscara, estaba seguro de que era tan horrorizada como la de la castaña.

—Eso estaba claro como el agua, no me impresiona que lo hayas deducido.

—De todas formas, hay muchas otras cosas por las que pasaste, que solo alguien como yo puede comprender —añadió, tan convencido que casi terminaba de convencer al resto—. Puedes verlas, ¿verdad? A todas las chicas que nos observan en este momento.

De forma imperceptible, Irene tragó saliva mientras su rostro palidecía. Sin siquiera mover la cabeza, ya sabía que estaban rodeados de almas en pena, que los miraban entre curiosas y desesperadas.

Nunca antes había conocido a otra persona capaz de verlas.

— ¿Qué eres?

Detrás de esa pregunta, debido a todo lo dicho por el chico, y todos estos años con la misma duda, se escondía un ¿Qué soy?

***

QUÉ DESCARADA, TERMINÉ EL CAPÍTULO UN AÑO DESPUÉS HAOFBAIA PERDÓN POR SER ASÍ

No voy a decirles que volveré pronto, porque ni yo sé cuándo volveré. Perdón again. Aunque creo que le agarré el hilo otra vez😔✌🏼 Y de verdad quiero terminar la historia.

Oh, en el siguiente capítulo ya deberían aparecer las cazadoras para unirse al tira y afloja de Irene. Por su parte, Nico ya tomó ventaja al introducir a Irene sobre los semidioses, pero eso no le asegura que elija ir con él al campamento.

Y bueeno, que tengan lindo día. Me siento un poco boba al usar plural, como si fuera que todavía hay gente leyendo la historia, pero la esperanza es lo último que se pierde, y la dignidad lo primero JAJA

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