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CAPÍTULO XIII

Peculiaridades

 ‹‹Entonces... ¿todo fue producto de mi imaginación?››

—¿Nadie murió?—Pregunto por... creo que tercera vez. La mirada de Alanna es compasiva, preocupada y con bordes culpables.

Desperté hace una hora. Seguimos en el apartamento, porque ella insistió en que nos tomáramos el día libre; hubiera protestado de no ser porque siento que sigo bajo una pesada oscuridad helada, tengo sus garras a mi alrededor, halándome hacia sus profundidades. Un zumbido persistente se ha sentado en mi cabeza; mucho más leve que el de anoche, pero igual de molesto.

Llevo una mano a mi garganta, como si la mano de mi agresor siguiera ahí, cerrando el paso del aire a mis pulmones. Excepto que no hay nada, ni marca ni dolor. Nada.

—Pero yo... él... eso...—Ali se acerca por el sofá, pasa un brazo por mis hombros y me acerca a su costado de forma protectora.

—Todo está bien, Gali. Ya ha pasado—susurra acariciando la longitud de mi cabello—. Estarás bien.

‹‹Estarás bien››.

Esas dos palabras crean un eco cargado de déjà vu dentro del lío que hay en mi interior. Pero no logro alcanzar ni un maldito pensamiento, ni una maldita imagen coherente de lo que pasó anoche en ese pasillo.

¿Realmente me imaginé el ataque de aquella cosa? ¿Y las sombras que me ayudaron?

—Si no hubiese sido por el Coro no sé qué habría pasado—sigue Ali sobre mi cabello. Percibo el latir de su corazón, conozco ese ritmo. Está molesta con ella misma, con la misma fuerza que está asustada por mí.

El Coro.

Me dijo que fueron ellos quienes me encontraron desvanecida en el oscuro pasillo del club. Nath, Adriel y Zadkiel. Ubicaron a Ali y me sacaron de ahí de inmediato; ella quería ir directo a la enfermería del campus, pero ellos insistieron en que estaría mejor aquí, en el apartamento. Estaba tan alterada que no insistió. Ellos se fueron muy entrada la madrugada. No recuerdo nada de eso.

—¿No había nada allí? ¿Por qué me desmayé?—No puedo deshacerme de la desesperación de mi voz.

Ali me envuelve con ambos brazos.

—Lamento haberte dejado sola—su tono es afectado.

Dejo el tema hasta ahí, no quiero que termine llorando por la culpa que sé que la está carcomiendo por dentro. Pero... ¿qué hubiera podido hacer contra... eso?

‹‹¿Lo imaginé?››

‹‹¿Puedes imaginarte la oscuridad?››

No estoy de humor para los acertijos de mi conciencia. Quizás no tenga evidencias del ataque en mi piel, pero además del zumbido en la cabeza, está este dolor palpitante que se expande en mi esternón, como si quisiera decirme algo, como si recordara lo que no alcanzo con mi mente.

Pasamos el resto del día en la cama, viendo películas o kdramas. No se vuelve a mencionar lo ocurrido en la noche anterior, pero su peso está entre nosotras como algo viviente.

De verdad quiero creer que no fue más que un producto de mi imaginación confundida, porque la posibilidad... la tensión araña su camino hasta la superficie de solo imaginar que algo así pueda ser real. Quizás he estado leyendo mucha fantasía.

Cerca de las tres de la madrugada, dejo a Ali envuelta en mis sábanas —se negó a dejarme sola, como si estuviera dispuesta a barrer incluso a mis pesadillas—, y voy hasta la cocina.

Lo cierto es que no he podido conciliar el sueño, demasiado ruido y movimiento en mi cabeza como para alcanzar tal alivio. Quizás un té de lavanda y jengibre ayude.

La idea de estar volviendo a ese círculo vicioso me enferma: Siempre acechada, siempre paranoica, siempre preocupada, siempre con temor de volverme loca, de... ser arrastrada a la impía oscuridad. No puedo volver a ese bucle de pesadilla.

Sentada en una de las sillas de la isla, con la taza humeante de té entre las manos, el aire abandona mis pulmones de golpe cuando los hilos entre mis costillas se tensan y retuercen. Abro los labios, tratando de recuperar lo perdido, mientras la sensación de estar siendo observada me recorre el cuerpo en forma de escalofrío.

Veo por encima del hombro derecho: sombras. Las sombras que proyecta la luz que se cuela por las cortinas que cubren las ventanas de la sala de estar. Nada más. Sin embargo, la presión continúa, empujándome a ponerme de pie.

Dejo el té sobre la isla y camino hasta las ventanas, con el zumbido de la cabeza como eco de los hilos que cortan entre mis costillas. Mis movimientos se sienten lejanos, como si lo hiciera por simple inercia o algo más. Agarro el borde de una de las cortinas y la hago a un lado, revelando la oscuridad de la noche, solo iluminada por los faroles dispuestos a lo largo de la acera.

Un movimiento capta mi atención. Mis ojos son atraídos por un impulso mayor a la autopreservación. He visto esa sombra antes. Una figura, de negro, anclada a la acera frente al pequeño parque que sirve como jardín de la residencia. Es ella, es la misma.

‹‹Está observándome. Me vigila››. La certeza del pensamiento me hiela la sangre, porque lo cierto es que no tengo modo de saber eso, no es más que un reflejo de la noche; cómo podría.

Contrarresto el impulso que me llevó hasta la ventana y prácticamente corro de vuelta a la habitación, entre las sábanas, junto a una durmiente Alanna. Ahora sí estoy segura que no podré dormir.

***

—¿Esto podría considerarse acoso, no?—Susurro hacia el otro lado de la mesa, en donde Alanna le sonríe complacida a Adriel y Nath, quienes acaban de entrar a la biblioteca.

No es la primera vez. Han pasado dos semanas desde el peculiar incidente en el club El Purgatorio, y desde hace dos semanas la presencia del Coro, allá donde vamos, se ha convertido en una constante; creo que el único lugar en donde no me los encuentro es en la residencia, y sin embargo... en ocasiones Olivier insiste en acompañarnos hasta la entrada, después de una lección, con la excusa de tener pendientes por esa zona.

—Prefiero ser acechada por ángeles que por sombras en la noche—dice al fin, también en un susurro. En la quietud de la biblioteca cualquier sonido retumba. El brillo de sus ojos se ve opacado por la preocupación.

Terminé por contarle de la visión de la sombra en la linde del parque, frente a la residencia. Porque la escena se repitió y repitió y repitió; y temí estar enloqueciendo de verdad. No es que eso haya servido para cambiar algo, pero al menos me hizo sentir mejor saber que otro ser humano estaba al corriente del hecho. Además, es Alanna: nunca me ha hecho sentir como una lunática; que no vea lo mismo que yo, no significa que no me crea. Aunque seguro asume que se trata de un trauma, surgido de la noche en el club. Quizás sea así.

—Los ángeles también son peligrosos—murmuro, dándole el amago de una sonrisa a aquellos que parecen haber asumido un papel que no les pedí.

Los días siguen pasando y el comportamiento del Coro sigue siendo el mismo. Todo se vuelve más extraño porque el resto de los estudiantes no entiende qué los motiva a estar a nuestro alrededor, cuando hasta ahora nadie había parecido merecer su atención. Lo que nos pone a Ali y a mí en el centro del cotilleo universitario; un reflejo del instituto. Una molestia.

Por fortuna, los rumores y teorías estúpidas de los demás es algo que no me quita el sueño. Ya no. Sigo enfocada en las clases y en tratar de no darle más importancia a la sensación de que algo está pasando, algo que me involucra, algo que no puedo controlar.

Las lecciones con Olivier y Adriel han ayudado mucho a mantener mi energía enfocada en un punto en concreto. Desconecto cuando estoy en esa sala privaba, dejando que mi cuerpo fluya a su ritmo, según su propia conciencia. Es un alivio entre tanto barullo. Y quizás esto mismo es lo que ha terminado por alejar la incomodidad que sentía cuando estaban cerca, como si sus solas presencias fueran demasiado pesadas y sofocantes para mí.

Claro, hay sus excepciones. Sigo sin poder soportar al idiota de Duke, por lo que hago mi esfuerzo y me mantengo al margen; él parece no querer lo mismo y eso está exasperándome como nunca algo lo ha hecho. Mientras, su compañero, el que siempre parece orbitar a su alrededor: el rubio de rostro mortalmente aburrido... lo he atrapado mirándome en un par de ocasiones con la insondable oscuridad de su mirada.

Mi terquedad, mi orgullo, mi necesidad de retar; han intentado sostenerle la mirada, sin embargo, desisto casi al instante. Hay algo en el vacío de esa oscuridad que me resulta demasiado cercana y me asusta, aunque quiera negarlo.

‹‹Es el más interesante de todos››

‹‹Si te gusta lo tétrico y que podría matarte si intentas hablarle... claro que lo es››

Luego está Zadkiel. ¿Qué puedo decir de él que no resulte confuso o por completo incomprensible? No sé por qué creo que no le agrado, quiero decir, damos todo de nosotros en los debates de Literatura inglesa, pero fuera de ahí... me repela, como si fuera una especie de plaga. Y odio lo que siento cuando está cerca y actúa como espero que lo haga el resto de su grupo: como otra estudiante más, a la que no le interesa conocer más allá de las clases.

‹‹¿Cómo te deja eso?›› Pregunta mi conciencia con mordacidad.

‹‹No lo sé, ¿cómo te deja a ti estar interesada en el tempano de hielo que es el espectro?›› Suelto con el mismo veneno.

Miento. No todos me resultan chocantes hasta el punto de querer regresar el tiempo e ir al contrario de ellos para no relacionarnos para nada. Nath es diferente; es dulce, encantador e inteligente de una forma reconfortante. Su sola presencia es seguridad y confort. Alanna dice que hay un fuego latente en él que no queda oculto ni siquiera con la apariencia delicada que muestra al mundo, y tiene toda la razón. La mirada de Nath es la mirada de alguien que te invita a disfrutar de un hogar cálido, sólido y sin miedos.

Ahora... las dudas han vuelto a asaltarme desde ayer, cuando le mostré a Adriel el progreso de mi proyecto para Dibujo y pintura.

—¿Qué es esta luz?—Preguntó después de dos minutos completos estudiando el lienzo sin terminar.

Estábamos en la esquina más alejada del aula, la más alejada de las demás parejas. Los rayos solares bañando la oscuridad de la representación: un bosque nocturno, en donde comenzaba a tomar forma, como eje del mismo, una enorme secuoya, y detrás de ésta, una difusa luz de azul cobalto. Y en una esquina, entre troncos que casi se tocan, una sombra sin forma definida.

—Una luz—respondí encogiéndome de hombros.

Seguro que muchos otros habrán sentido terror con la mirada torva que me dio. A mí me hizo gracia. De alguna forma debo desquitarme por lo que me hace pasar en las lecciones de defensa personal.

—No lo sé—dije después de unos segundos de aquella mirada—. Solo es... es algo que he estado soñando.

—¿Desde cuándo?

—Semanas.

—¿Y no sabes de dónde proviene?—Lo intentó, pero logré ver más allá de su aparente interés profesional.

—¿Por qué importa una mancha de luz en un cuadro sin terminar?—Dirigí un dedo hacia la mancha oscura— Esta también es una mancha entre árboles—sus ojos fueron hasta ese punto, y como un rayo en medio del mar, un velo pasó por estos.

—Hay muchas cosas que se pueden ocultar con la intención de proteger.

Sus palabras no han dejado de dar vueltas en mi mente, dejando una estela ardiente, que escuece y no me deja en paz.

—¿Sigues creyendo que es normal la forma en la que revolotean a nuestro alrededor?—Pregunto hacia Alanna, quien lava los platos de la cena, porque yo la preparé.

Ahora soy yo quien no deja de hablar del Coro. Irónico.

alrededor—repone, sin darse la vuelta. Observo su espalda, parpadeando en confusión, hasta que me mira por encima del hombro—. Se han acercado por ti, no por nosotras—explica como si eso fuera suficiente.

—¿De qué estás hablando?

—Gali, con los únicos miembros del Coro con los que comparto clases es porque tú estás ahí también—esta vez se gira, quitándose los guantes de hule. Tiene ese brillo en los ojos que solo surge cuando cree estar investigando algo grande—. Olivier aceptó darnos lecciones porque tú lo pediste—intento protestar, pero no me deja—. Cuando no estoy contigo no les veo ni una hebra de cabello, pero si estás ahí... ellos están ahí.

Contraigo tanto el rostro que no me sorprendería que las cejas se estén tocando.

—¿Y por qué demonios iban a querer estar cerca de mí?—No oculto el escepticismo en mi tono.

—Eso es lo que debemos averiguar, mi querida princesa nocturna—sin duda debo preocuparme por esa sonrisa y esa mirada decidida. Pero tampoco puedo contradecirla, porque también quiero saber qué es lo que ellos quieren.  

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