CAPÍTULO XI
Una ensoñación agridulce
Nudos de alta tensión recorriendo cada centímetro de mi cuerpo, sudor frío, piel helada, latidos que podrían competir con el aleteo de un colibrí, respiraciones chocando entre ellas como trenes descarrilados... Es posible que uno de estos días no regrese de una de esas pesadillas.
Fijo la vista en el techo mientras hago un esfuerzo por recuperar el control.
Esta pesadilla es nueva, misma base, pero algo ha cambiado: Una figura hecha de sombra y oscuridad aparece frente a mí mientras corro desesperadamente por el insoportable silencio del bosque. Sé que estoy huyendo, pero no sé de qué.
El miedo de ser cazada no es lo que me ha despertado, sino el golpe de familiaridad que me embarga cuando aquella figura se materializa entre los árboles. Quería seguir corriendo, pero nada me respondía, hasta que, de pronto, movida por un impulso externo, doy pasos cortos hasta aquella cosa nacida de la penumbra.
La incertidumbre me heló tanto la sangre que pugné para salir del sueño. Necesitaba salir de allí o sería alcanzada. No, yo misma iría hasta esa cosa, sea lo que sea.
‹‹Solo es un sueño. Los sueños no pueden hacerte daño››, me repito mientras salgo de la cama, me ducho y finalmente camino hasta la cocina. Alanna ya está ahí, sirviendo el desayuno antes de irnos a clases.
—¡Es viernes, y el cuerpo lo sabe!—Mueve el cuerpo de un lado a otro, como si fuera una palmera. A veces me pregunto de dónde saca tanta energía.
—¿No habías dicho que el dolor te consumía y que esperabas que lo terminara de hacer para no seguir sufriendo?—Cuestiono sentándome en una de las sillas de la isla. Sonríe de oreja a oreja mientras me ofrece una taza de café humeante.
—Así es, pero si tú puedes yo también—mentón arriba. Orgullosa y terca—. Después de todo tengo experiencia en llevar el cuerpo al límite.
Sonrío, divertida por su actitud competitiva.
—Entonces...—llevo un sorbo del oscuro líquido a mi boca. La descarga de energía es más que bienvenida; todavía puedo sentir retazos de frío arañando por dentro—¿Si decido lanzarme de uno de los edificios del campus con una cuerda amarrada a la cintura, vas y me sigues, solo para probar que tú también puedes?
Su sonrisa no cambia. Encojo los hombros, como si fuera una afirmación.
—Ya sabes que podemos vivir sin la otra, pero no queremos. Nos complementamos, y eso incluye competir entre nosotras—entorna los ojos—. No puedo dejar que alguien que se niega a hacer ejercicio soporte más esto de las ‹‹clases de defensa personal››—. Rio ante el gesto de las comillas que hace.
—¿Por qué las comillas?
—Todavía no puedo creer que te hayas atrevido a hablarle o que él haya aceptado—no es la primera vez que lo dice; una sombra de perplejidad e incredulidad ha estado a su alrededor todos estos días—. Ni siquiera entiendo por qué sugeriste tal cosa—. Frunce el ceño, confundida. ‹‹Ni yo››, pienso.
—No he recibido ninguna queja formal por mi atrevimiento—replico con humor.
—Ni lo harás—la alegría ilumina su rostro, resaltando cada ángulo y línea.
—Porque estás disfrutando de la atención.
Asiente con vehemencia, sin soltar la sonrisa.
—Les intriga cómo fue que unas novatas lograron acercarse, no solo a uno, sino a dos miembros del Coro—gesticula de forma exagerada, dejando ver su propia incredulidad.
Entendible si ellos mismos han colocado al Coro al nivel de los dioses: admirarlos desde la distancia, pero jamás respirar cerca de ellos, no sea que se ofendan. No se puede negar que poseen una presencia intimidante, pero es ridículo dejar que eso los convierta en un mito andante; solo son un grupo molestamente atractivo, ¿no?
Mientras Ali ha sido una bola de energía desde el lunes, cuando le expliqué lo que había pasado; a pesar de lo difícil de las lecciones, porque han sido ridículamente difíciles. Yo no he dejado de cuestionarme la razón por la que estoy en dichas lecciones. Ya era extraño estar en la misma habitación que uno de ellos, ahora debía estar con dos.
El martes, cuando me iba arrastrada por Alanna hasta la salda de entrenamiento —‹‹Tengo derecho a retractarme de las estupideces que hago, ¿no es así?››—, descubrimos que no solo estaríamos en una habitación aparte, sino que Adriel estaba allí, con ropa deportiva y todo. Alanna estaba a nada de un ataque de histeria, producto del placer; yo estaba a nada de comenzar a hiperventilar. La carga de sus energías no dejo de golpearme durante toda la hora, y lo mismo ha sido el resto de la semana. Aunque... poco a poco se hace más sencillo, menos denso y asfixiante estar a su lado.
‹‹¿No quieren que todos las vean cayendo a las colchonetas, verdad?››. Esa fue toda la explicación que dio Olivier cuando le pregunté por qué no nos quedábamos en la misma sala que el resto. Y eso fue suficiente para convencernos, porque... el orgullo ante todo.
Ahora sé que hay áreas exclusivas dentro de la exclusividad del campus; los privilegios de los privilegiados.
La felicidad de Ali se esfumó un poco cuando las lecciones comenzaron. Las palabras kick boxing, jiu-jitsu, muay thai, jujutsu son un eco de lo arrepentida que estoy de haber abierto la boca ese día, o de siquiera haber dado los pasos hasta Olivier. Hasta ahora sólo estamos con técnicas de striking, pero hemos pasado tanto tiempo limpiando las colchonetas sobre las que nos enseñan que no creo que pasemos de eso. La cosa es que... ‹‹¡Nada de echarnos para atrás! De que dominamos esto, lo hacemos››, es lo que ha repetido Alanna toda la semana, una forma de darse ánimos y dármelos a mí.
No he querido decirle que más allá del dolor inicial, porque nunca le había exigido de esta forma a mi cuerpo, me he sentido renovada y desbordante de energía después de cada lección con esos dos, lo suficiente como para olvidar cómo me hacen sentir, quiénes son y los rumores que han comenzado a circular por el campus. Nada de eso importa mientras entreno, porque nunca me había sentido tan despierta.
Sin embargo, parece que no necesito decirle nada a Ali, ella solita ha llegado a una conclusión acertada: esto no es tan problemático como esperaba.
***
El aula pulula de conversaciones, esperando la llegada de la profesora de Literatura inglesa. Yo aprovecho para leer un poco en mi recién descubierto placer culposo: Wattpad, una aplicación de lectura y escritura que se ha vuelto muy popular. Aquí no tengo compañero de mesa.
—Buen día. Soy Sophie Watson. Bienvenidos a Literatura inglesa.
‹‹Bueno, mi querido demonio de ojos negros, dejaremos esto hasta aquí››, pienso mientras guardo el móvil en el bolso. Levanto la vista hacia la profesora sobre el estrado.
El desarrollo de la clase es ameno, y entretenido; la profesora Watson es británica, así que me encuentro fascinada por su acento, por su conocimiento, por su forma de explicar. Es evidente lo mucho que le apasiona la asignatura.
El tema central es la escritura de Charles Dickens. Uno de mis escritores ingleses favoritos.
No obstante, muy a pesar de mi concentración en la clase, no puedo evitar el escalofrío que va y viene por mi columna y se abre paso hasta el estómago, donde cae como un puño de hielo. Es la misma sensación que experimento cuando creo estar siendo observada, la misma sensación que surge en mis pesadillas. Pero no estoy soñando, tengo que controlar mi paranoia.
—Veamos—me aferro a la voz de la profesora para no caer en el lío que tengo dentro —... Zadkiel, ¿qué opinas de Historia de dos ciudades; cuál es ese personaje de Dickens que te intriga?
La sensación de déjà vu se sobrepone a la otra. Frunzo los labios con la vista fija al frente.
‹‹Zabkiel... ¿lo he escuchado antes?››
Quizás se deba a la similitud con Olivier y Adriel; mi corazón golpea con fuerza ante esta idea: ‹‹¿No será...? No. No››. De todas formas, de dónde salen esos nombres. Ali, quien se toma muy en serio lo del periodismo, me ha dicho que no existe evidencia de algún lazo familiar entre ellos. Otra de sus rarezas. No es que comparten rasgos idénticos, sino que hay un no sé qué que los envuelve a todos, como si formaran parte de la misma célula madre.
Quiero girar y comprobar que no se trata de uno de ellos, pero de pronto, mi cuerpo se siente demasiado pesado para realizar cualquier movimiento. Y todo empeora cuando la profesora recibe una respuesta.
—Historia de dos ciudades es una de las novelas de Dickens que...—está justo detrás de mí. Por unos segundos, el mundo se detiene ante el sonido de esa voz; la imagen de una llama violácea quema en mi mente y viaja hasta mi torrente sanguíneo. Cuando continúa, lo escucho a través del inexistente crepitar de un fuego violeta— menos me ha gustado. Las acciones de los personajes, en particular de uno, me resultan incomprensibles e incluso desagradables.
—¿Y podemos saber qué personaje es es?—Inquiere la Srta. Watson con interés.
El fuego se consume cuando su respuesta llega.
—Sydney Carton.
—¿Y qué es lo que te desagrada de Sydney?—Insiste la profesora.
‹‹Sí, ¿qué le desagradó de Sydney? Yo también quiero saber››
No soy del tipo que quiere imponer sus gustos, porque no me gusta que lo hagan conmigo, pero debes darme un sólido argumento para aceptar que no te guste uno de los mejores personajes de la literatura universal.
Mantengo la misma postura, pero con toda la atención en el tal Zadkiel. El déjà vu todavía fluyendo por mi sistema.
—La absurda idea de soy quien soy, no puedo cambiarlo—su tono es afilado, contundente. Aprieto los labios—. Siempre se puede hacer algo para cambiar las circunstancias que te han tocado. Pero él solo se dejó arrastrar a la desgracia. Muy decepcionante—el desdén hacia el pobre Sydney me afecta como si estuviera dirigido a mí.
Así que no me sorprende cuando levanto una mano. La Srta. Watson mueve la mirada hacia mí, intrigada y complacida a partes iguales.
—Adelante Srta. Black—me insta con una sonrisa educada.
Decido enfrentar a aquel que ha osado insultar a mi querido Carton, pero cuando giro, con el mentón en alto, las palabras se atoran en la garganta.
Como lo sospeché: Zadkiel es el miembro del Coro con el que no me había topado todavía, desde aquel día en el jardín de cerezos. El fuego de hace un momento revive en una llamarada de miel. Está demasiado cerca. Trago con fuerza.
‹‹Toda una ensoñación de café y miel››
No rebato su comentario, porque... es hermoso de formas que nadie debería serlo, hasta el punto de ser inverosímil su sola existencia.
Un destello de realidad me da de lleno en el rostro cuando ladea la cabeza; parece divertido, aunque es difícil estar segura cuando sus facciones permanecen inamovibles, como el mármol en una escultura. Vuelvo a tragar, y me doy bofetadas mentales para terminar de despertar.
—¿Te parece desagradable por haber sacrificado su vida en nombre del amor?—Mi voz sale más inflexiva de lo que habría esperado; teniendo en cuenta el zumbido que tengo en los oídos y reverbera por el resto del cuerpo.
Entorno los ojos cuando intenta ocultar el desagrado que le produce mi pregunta. Me es imposible apartar la mirada de ese rostro, en especial cuando deja ver una sonrisa de medio lado.
—‹‹Haré por vos todo lo que sea posible en el mundo, lo mismo que por todos los que améis—el zumbido se vuelve insoportable mientras recita aquellas palabras. ‹‹¿Qué...?››—. Si mi posición fuera otra y me lo permitiera, me sacrificaría con placer por vos y por los vuestros. Recordad mis palabras››—sus ojos son una extensión del fuego que parece nacer de todas partes a su alrededor—¿Es eso lo que te hace querer defenderlo?
Es el desagrado velado de condescendencia en su voz lo que logra sacarme de la hipnosis en la que caí al verlo a los ojos. Tiene una voz mágica, de esas que te hacen creer... pero jamás he soportado que me traten de forma condescendiente.
—Insisto: ¿El amor es desagradable?—Es casi el mismo filo que usé con el idiota de ojos oscuros en la clase del Sr. Patterson. ‹‹Un inicio universitario maravilloso››, pienso con sarcasmo—Sacrificar lo que se es por proteger aquello que se ama, ¿es decepcionante? Sydney estaba consciente que Charles Darnay era más apropiado para Lucie. Sabía que perderlo de aquella manera la destruiría.
Mis palabras viajan por las paredes del aula, súbitamente en silencio. A este paso ganaré fama entre la comunidad estudiantil como la insoportable que no sabe estarse callada.
‹‹¿Y eso qué? Si no quieren escucharnos que se vayan››.
‹‹Excelente pensamiento para crear lazos de empatía y respeto con los demás››.
Si tuviera un cuerpo seguro que me habría lanzado un golpe. Puedo sentirlo.
—¿Entonces el amor es una excusa para ser un cobarde, un imbécil sin pensamiento propio?— Entreabro los labios con incredulidad; no creí que me toparía con alguien más cínico que yo— Ese mismo amor que decía sentir pudo revertir su miserable vida si lo hubiese querido.
—Estás bromeando—mascullo sin pensar.
Una de sus cejas se arquea con una gracia insoportable.
—Yo no bromeo—replica, altivo. Quizás ofendido—. Ustedes... creen que el sufrimiento los llevará a la felicidad, pero ¿qué ganó Sydney? Solo consiguió morir, por nada. Desperdiciar la vida de esa forma es peor que quitarle la de otro, por el simple placer de hacerlo.
No sé si seguimos hablando de lo mismo, porque... ‹‹¿A qué se debe la rabia que asoma en sus ojos de café y miel?››
El sonido de la campana, anunciando el fin de la hora, me hace dar un respingo; un golpe directo a la quietud tensa de la clase. Es la Srta. Watson quien los devuelve a la vida.
—Nos vemos la próxima semana. Sigan estudiando la narrativa de Dickens. Espero tengan un buen fin de semana.
Me obligo a apartar los ojos de las llamas que amenazan con quemarme. El zumbido ahora se ha convertido en una vibración que me sacude los huesos. Se supone que estaría tranquila y feliz aquí, enfocada en nada más que las clases y hacer sentir orgullosa a mamá, no envuelta en un molesto lío de chicos a los que parezco atraer sin la intención de hacerlo, para que luchen conmigo por cualquier medio.
Recojo las cosas sobre la mesa y las meto en el bolso de forma mecánica, sin prestar atención a la salida de los demás. Ya sé lo que deben estar pensando de mí, para qué darle más vuelta al asunto.
—Te ha llegado competencia, Zadkiel.
Levanto la vista cuando una risa ronca y en exceso divertida llena el espacio. Todos han salido, a excepción de la profesora, él y yo. Me encuentro con sus peculiares ojos en el momento que dice:
—Eso parece.
‹‹¿Eso es una advertencia o la promesa de algo?››
‹‹Podemos aplastarlo››
‹‹¿Te sientes bien?››
La pregunta se diluye entre las vibraciones oscuras que sacuden mi interior. Frunzo los labios por un segundo.
—Los debates comenzarán la próxima semana, como he dicho antes—agrega la Srta. Watson, pasando la mirada de mí a Zadkiel, un paso por delante de la mesa que ocupo. Un músculo en mi mandíbula se tensa cuando creo comprender a dónde quiere llegar—. Me gustaría que ustedes los abrieran— ‹‹Maldita suerte la mía››—¿Qué les parece?—No puedo compartir su entusiasmo.
Sostengo la mirada de Zadkiel por pura terquedad y orgullo, pero hay algo, algo profundo e incomprensible en la luz de ésta que se siente como un puño de fuego solar golpeando mi pecho una y otra y otra vez, con la clara intención de romperme. Me aferro al control de mi respiración.
—Será un placer descubrir tus habilidades—está a una distancia considerable de mí, y sin embargo, su voz logra erizar los vellos de mi nuca. Mantengo el mentón en alto, sin decir nada.
‹‹Pero... ¡¿Qué demonios es lo que quieren de mí?!››
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