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La indiscreción de Syd

Historia que forma parte del universo de "La balada de Saori y Freyr"

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La indiscreción de Syd

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Asgard

Un año y medio antes de las grandes guerras

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Dos jinetes iban a caballo alegremente dentro de los bosques pertenecientes a la zona del palacio. Siegfried y Syd estaban en medio de una cabalgata amistosa como solían hacer cada tantos días que tenían libres, y las ocupaciones se los permitían, yendo a toda velocidad hasta el límite de esos bosques en una competencia amistosa.

Siegfried era uno de los pocos amigos cercanos que tenía Syd, se conocían desde que ambos iniciaron su entrenamiento militar hacía varios años compaginando bastante bien y compartiendo confidencias una que otra vez.

—Tuviste suerte hoy —Seigfried tuvo que reconocer que su amigo lo venció justamente luego de un circuito completo a los bosques.

—Me causa gracia el escucharte reconocer mi victoria —Syd lo miró sonriente pues bien sabía lo orgulloso que era su buen amigo—, imagino que la siguiente competencia será más reñida.

—Es correcto. Anda, hay que volver o Hilda me reñirá por llegar tarde a almorzar.

—De acuerdo.

Volvieron cabalgando con más calma charlando sobre sus futuros compromisos y las oportunidades profesionales que tenían en puerta. Syd observó como su amigo hablaba maravillas de su prometida, la sobrina del sacerdote Dolbar, con quien contraería nupcias en cosa de año y medio más o menos. El joven de los cabellos verdes no hizo comentarios, no obstante le habría gustado poder compartir el mismo entusiasmo por su futura compañera.

—¿Y ya lo llevas mejor la hija del consejero Njord? —Syd sabía que su mejor amigo estaba al tanto de las incomodidades de éste respecto al compromiso pactado con la persona en cuestión.

—Pues... todo está estable —respondió Syd sin dar más importancia.

—¿Estable?

—Bueno... ¿qué puedo decir? Es una chica agradable y bien educada. Seguro se convertira en una esposa atenta y observadora de las reglas, tal y como la han educado sus padres y su horrible tío.

—Creo que aún continúas poco convencido respecto a tu futuro matrimonio. Quizás la espera de cuatro años te haga verla con otros ojos.

—No lo sé... por ahora solo veo a una chiquilla, pero, como bien dices, en cuatro años todo podría suceder.

Syd sabía que sería poco educado de su parte expresar el poco interés que tenía hacia Freya, a veces sentía como si fuese su pequeña parienta en vez de su futura esposa y, en varias oportunidades, había solicitado a su padre la cancelación de ese compromiso concertado desde hacía varios años.

En todas las ocasiones su petición fue rechazada  ya que para su padre, Völung de Breidablik, era conveniente que alguien de su descendencia pudiera procurarse un puesto en el consejo.

—Por cierto —dijo Siegfried de pronto—, la familia Eylimi organizara un baile en su casa, dentro de unos días, ya que están buscando prometido para una de las tantas hijas. Acudiré junto con mi hermano menor.

—¿Con Iwar? Pero, ¿no es demasiado joven para esos eventos?

—Mi padre lo presentará ante el viejo Eylimi, la chica más joven es de su edad y así podría ser tomado en cuenta para el futuro. Después de eso, nos retiraremos.

—¿Y tu hermano Sigmund, también irá al evento?

—No... ya lo conoces. Esta de viaje recorriendo las tierras salvajes al norte del reino, no volverá hasta dentro de un par de semanas. No comprendo por qué mi padre le otorga semejantes permisos, solo pierde el tiempo. En fin, ¿podrías acompañarme a la fiesta?

—¿Qué? —Syd lo observó sorprendido— No sé si sea apropiado, si llega a oídos de mi padre o del consejero Njrod, tendré problemas puesto que podría prestarse a habladurías.

—No harás nada malo, solo ir conmigo. No aceptaremos ningún baile ni charlas casuales que deriven en problemas —aseguro Siegfried— ¿que dices?

Syd se debatía entre aceptar o no. Hacía un par de años tuvo el atrevimiento de acudir a una fiesta de esa misma familia acompañando a otro buen colega suyo - un Alberich- ya que el pelirrojo deseaba cortejar a una de las bonitas hijas de la casa Eylimi, una chica de nombre Ylvanna, quien muy amablemente rechazó la propuesta hecha por el hijo del magnate minero.

En aquella ocasión Syd término charlando con la chica en cuestion, momento que llegó a oídos de su padre quien le riñió fuertemente pues su alocado hijo no tomó en cuenta que habría habladurías que dañarían su reputación, la de su casa y su compromiso podría ser cancelado; Syd argumento, una vez más, que era su deseo cancelar ese matrimonio. Nuevamente indico que Freya era una joven muy linda y simpática, pero no era su tipo y no la veía con esos ojos.

De nueva cuenta, fue rechazado.

—Está bien —dijo al fin—, iré contigo, pero debemos marcharnos pronto.

—Gracias.

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Aquella tarde Syd acudió a la casa Folkvangr a visitar a Freya como hacía cada pocos días siendo recibido por un miembro de la servidumbre escuchando como el tío de los hermanos Folkvangr reprendiá a Freyr, el hermano mayor de su prometida, como sucedía regularmente. El joven Breidablik prestó poca atención esperando a Freya en el salón.

La jovencita entró un momento después luciendo muy linda en su atuendo verde llevando sus rizos bien peinados y tomando asiento en la silla al lado de su prometido. Syd la observó con poco interés pese a lo mucho que la chica se había esforzado en verse bonita aquel día. Estaba por decir algo cuando la potente voz del viejo Skinrir llego hasta sus oídos.

—¿Te parece bien si salimos a los jardines por un rato? —sugirió algo irritado— Los gritos de tu tío están fastidiándome.

—Está bien, salgamos —respondió ella con calma yendo detrás de él.

Ambos caminaron a los jardines traseros de la casa Folkvangr tomando asiento en una de las alargadas sillas de piedra que estaban colocadas aquí y allá. Syd observó a Freya por un momento, como a veces hacía, notando lo bonita, y casi tierna, que se veía; una niña en toda la extensión de la palabra, se dijo un poco harto de todo, no la veía como esposa ahora mismo no estando seguro si podría hacerlo dentro de cuatro largos años hasta que se matrimoniaran.

Syd pensó que alguien más cercano en edad a Freya podría ser un mejor prospecto para ella ya que él pasaba de los veinte años; si tan solo Freya fuera mayor al menos, quizás las cosas serían diferentes.

—Me alegra verte —dijo ella con timidez—, pensé que tardarías más en visitarme.

—Pasaba por aquí —respondió el joven despreocupadamente mirando al frente y adoptando una actitud poco formal guardando su distancia de ella— y ¿cómo ha ido todo?

—Mi tío ha pasado horas y horas enseñando a Freyr diferentes cosas respecto al puesto que ocupará llegado el día. Es un poco cansado escucharlo vociferar a diario.

—Si, puedo imaginarlo —Syd pensó un poco antes de hablar sobre la invitación en puerta—. Por cierto, Siegfried me ha invitado a una fiesta en la casa Eylimi, se llevará a cabo en unos días más. ¿Quieres venir? —dijo a sabiendas de conocer la respuesta.

—Quisiera acompañarte —respondió la chica rubia—, pero mi tío me ha prohibido acudir a esa clase de eventos, dice que las fiestas no son más que una pérdida de tiempo y no quiere que me exhiba así.

—Bien... Espero que no te moleste que yo acuda con mi amigo —dijo algo molesto.

—¿Así que irás? —la joven bajó la mirada por un momento mirando a Syd sin recibir una mirada de vuelta pues él permanecía hermético mirando al frente sin responder— Entiendo...

Syd estaba por gritarle que dijera algo más, que le exigiera no ir, que le hiciera un desplante de celos o algo, pero no, Freya jamás hacía esas cosas pues fue educada para mantenerse callada y guardar sus pensamientos para sí misma cosa que volvía loco al joven Breidablik. Era como si la chiquilla no tuviera emociones ni nada.

—Iremos por un rato y volveremos a casa —nuevamente esperaba alguna muestra de vida por parte de su prometida, pero nada sucedió.

Ella se mantuvo en silencio con la mirada baja mientras la paciencia de Syd se agotaba por ese día. Tal y como decía su amigo de la casa Alberich: el que avisa, no es traidor.

—De acuerdo —dijo Syd al fin— ¿vamos a pasear o algo?

—Si, me agradaría.

Así Syd decidió que la fiesta sería una excelente oportunidad para distraerse y desenvolverse entre personas que tuvieran un vocabulario de más de dos palabras.

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Poco antes de la fiesta, Syd consiguió que Freya saliera a cabalgar con él por un rato a los bosques de Vanaheim, solicitar un permiso a su tío cascarrabias era casi igual a pedir una audiencia al sacerdote de Odin; complicado como pocas cosas en el reino. La pareja fue a caballo por el sendero sin charlar sobre nada realmente, aquel día la jovencita llevaba en su cuello un collar que fue un regalo de compromiso de parte de la familia de Syd, el cual solía lucir cuando ambos salían de paseo o a cabalgar.

Llegaron a orillas del lago Niflungar donde anduvieron a pie por unos momentos topándose con un grupo de jóvenes más adelante quienes también habían cabalgado hasta allá y parecían pasarlo muy bien. Syd reconoció a las chicas de la casa Eylimi: Ylvanna y sus cuatro hermanas, una de ellas, la mayor, llevaba un bebe en brazos. Las chicas los divisaron aproximarse saludando cortésmente, el joven de cabellos verdes intercambió una mirada fugaz con la única de las chicas a quien conocía, esta le devolvió la mirada y una sonrisa muy discreta.

Freya se percató de esto bajando la mirada evitando decir o hacer algo limitándose a sugerir que cabalgaran a hacia otro lado sintiéndose algo molesta, pero, como era su costumbre, no dijo palabra alguna a fin de no molestar a Syd.

Tras alejarse por un momento, Syd observó a Freya de reojo por unos momentos como a la espera de alguna reacción por parte de ella, pero nada ocurrió. Freya iba silenciosa y sin cambios en su rostro hablando sobre el bonito clima dejando de lado el tema de las hermanas Eylimi. Syd creyó que ella diría algo más, pero no fue así.

La dejó en su casa un par de horas después despidiéndose con un beso en su frente. Parecía que Freya estaba por decir algo, sin embargo al recibir el beso en la frente fue suficiente para hacerla sonreír a pesar de que había tratado de mostrarse de buen humor durante el resto del paseo.

Algo no lo dejaba en paz, pensó el joven del cabello verde, guiando al caballo de regreso a los bosques de Vanaheim esperando que las hermanas siguieran ahí, volvió a la zona del lago a toda velocidad encontrándose con que ellas aún estaban en dicho lugar preparándose para volver a su casa.

—Syd, volviste —Astrid, una de las dos hermanas adolescentes de Ylvanna, se alegró de verlo de vuelta— ¿Dónde está Freya?

—La lleve a su casa —respondió puntual y sonriente.

—Imagino que su tío se molestara si llega tarde a casa—Ylvanna estaba montada en su caballo aproximándose al recién llegado quien la miró con los ojos muy abiertos— ¿Irás a nuestra fiesta, Syd?

—Si, acompañare a Siegfried. Cuenta con nuestra presencia.

Los dos se miraron por un momento, la joven se giró un poco ya que estaba algo ruborizada siendo muy evidente para Syd quien sintió algo interesante dentro de él pues era la primera vez que veía a una joven sonrojada. Aun recordaba aquella charla casual con la chica en esa trágica fiesta pasada, Ylvanna tenía una plática interesante y variada además de una amplia gama de expresiones que lo dejó sorprendido.

—¿Y bailarás con alguna de nosotras? —Liv, la segunda hermana adolescente fue directa en su pregunta haciendo sonreír aún más al joven Syd mientras Brina, la más joven de las hermanas, miraba al chico turbada.

—¡Liv, Astrid! —Edda, la más grande del grupo se vio en la necesidad de intervenir ya que sus hermanas estaban siendo demasiado indiscretas— No importunen al joven Bredablik, te pido las disculpes, Syd. ¡Vamos a casa!

Ylvanna solo rio un poco sin añadir más siguiendo a sus hermanas.

—Te veré en la fiesta —le dijo despidiéndose sonriente.

Syd quedó con muy buen sabor de boca permaneciendo un poco más en la zona del lago antes de regresar a su hogar. El haberse topado con las hermanas Eylimi fue una sorpresa inesperada y agradable ya que eso dio un interesante desenlace a su paseo aburrido. Ylvanna, de cabellos entre rojizos y arena, de ojos verdes claros quien a sus veinte años era alta de largas piernas y la forma de su cuerpo se marcaba un poco por debajo de sus ropas. Ese día vestía un atuendo para ir a cabalgar llevando su largo cabello trenzado.

—Nos veremos ese día —pensó el joven sonriendo sin poderlo evitar recostándose un buen rato en el fresco césped.

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Syd no volvió a mencionar el tema de la fiesta la siguiente vez que visito a Freya poco antes del evento. Ella deseaba preguntar algo más, pero, al mismo tiempo no deseaba importunarlo con sus cosas permaneciendo en silencio y haciendo preguntas puntuales sobre su futuro como parte de la guardia o bien si aún consideraba tomar el puesto de su padre.

—No he pensado en eso aún —respondió sin interés—, pero me gustaría formar parte de las actividades del palacio sin ser soldado como tal. Imagina ser alto funcionario —comenzó a decir adoptando una actitud un poco más soñadora, gesto que le agrado a su acompañante—. Nos daríamos la gran vida, sabes.

—Espero que puedas llegar a ese puesto en algún momento más adelante —respondió con suavidad.

Ambos estaban sentados un poco apartados el uno del otro intercambiando miradas muy breves. Freya esperaba que la mirara con más intensidad y besara su mano siquiera, pero nada de eso. Los regalos que le dieron los Breidablik los usaría para su ceremonia de bodas siendo un preciado tesoro guardado celosamente en su habitación, sin embargo Syd como tal no solía tener otras atenciones con ella.

—Debo irme —Syd se puso de pie mientras Freya lo miraba contrariada pues esperaba que se quedara un poco más—, vendré a verte en un par de días.

No le dejo un beso en la frente como solía hacer haciendo que Freya se sintiera triste, intentó no dejarse llevar por sus propios miedos, pero presentía algo dentro de su corazón, un miedo secreto que no deseaba confesarse relacionado con las jóvenes que se toparon en el lago el otro día. Chicas con quienes Syd charlaria en la fiesta a la que fue invitado.

Freya mencionó a su tío dicho evento recibiendo la acostumbrada negativa.

—¡Ya tienes un prometido, ¿para que quieres ir a esos eventos? Mejor concéntrate en cosas útiles para tu vida futura! —vociferó al mismo tiempo que su voz retumbaba por todo el salón.

La chica se retiró a su habitación un momento después sin terminar su cena mientras su hermano la observaba preocupado.

—Mamá me habría dejado ir, quizás me hubiera dado algún buen consejo sobre esto que siento —un par de lágrimas resbalaron por sus mejillas las cuales secó rápidamente—. La extraño...

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Syd acudió al baile acompañando a Siegfried tal y como estaba previsto. En el carruaje iban los buenos amigos acompañados por el jefe de la casa Fafnir, Siggeir e Iwar, su hijo menor, llegando al evento pocos minutos después esa bonita noche en la que la casa Eylimi brillaba gracias a las decoraciones y los invitados.

Bellas jóvenes bajaban de los carruajes usando amplios y hermosos vestidos. Los dos chicos no prestaron atención a las bonitas asistentes pasando al amplio salón directamente el cual resplandecía bajo la luz de candelabros encendidos y las arañas que colgaban en el techo repletas de potentes luces. Había invitados aquí y allá yendo de un lado al otro pasando de forma intermitente de la mesa de bocadillos a las sillas para charlar con otros personajes de la nobleza del reino.

Siggeir llevó a su hijo ante el jefe de la casa Eylimi presentándolo como posible prospecto para Brina aprovechando que ambos eran de la misma edad. Para el señor de la casa era una idea interesante pidiendo que trajeran a su hija quien llegó acompañada por su madre haciendo todas las formalidades. Sin embargo los dos niños se miraron con molestia dibujando muecas en sus rostros.

—Creo que a tu hermano no le agrado su posible prometida —comentó Syd por lo bajo mientras que Siegfried reía un poco.

—Iwar es un niño incontrolable ahora, pero ya crecerá. Espera aquí —el joven fue al lado de su padre para ayudarle con la misión mientras Syd observaba a su alrededor buscando cierto rostro conocido.

Ylvanna estaba más allá luciendo muy bella en su atuendo color azul claro sonriendo para él únicamente. Syd se aproximó a ella saludándola formalmente sintiendo el suave aroma de su piel pues besó su mano preguntando qué tal iba todo. Ella le confió que era la presentación de su hermana Astrid y sus padres deseaban buscarle prometido esa noche ya que no habían logrado conseguir un buen prospecto para ella.

—Pensé que alguno de los Alberich estaría aquí —comentó Syd por lo bajo aproximándose a ella rozando ligeramente la piel de sus mejillas haciéndole dar un leve respingo.

—Mis padres no los encuentran apropiados para ella. Habían pensado en uno de los hermanos, pero es demasiado prepotente y se cree más inteligente que todos en el reino.

—Ya sé de quién se trata y si, es un chico muy prepotente —respondió sonriendo con complicidad.

—El otro prospecto podría ser Hogni, pero papá considera que es demasiado mayor, así que optaron por hacer una fiesta entre los nobles de la ciudad.

—Entiendo.

Como había varias personas asistiendo al evento yendo de un lado al otro, ocasionó que la joven se apartara del paso chocando levemente con Syd. El corazón del joven dio un agradable respingo al sentir el contacto con la piel de la chica y su cuerpo chocando contra el suyo.

—Lo lamento.

—No, no pasa nada —respondió cortes guiándola unos pasos atrás para no tropezar con otras personas—. Vamos a otro salón a charlar.

Se apartaron del resto de la gente hablando un poco de la fiesta pasada donde charlaron brevemente retomando aquella plática y extendiéndola un poco más sin percatarse si alguien más los observaba hablar o interactuar. Esa noche Syd quedó muy interesado en aquella joven cuestionándose si sería apropiado mantener correspondencia con ella.

—Pero, ¿no estás comprometido? —preguntó Ylvanna— ¿crees que sea apropiado que intercambiemos mensajes? Podríamos meternos en problemas —susurró al oído del joven de cabellos verdes.

—Lo sé, pero no me casaré hasta dentro de cuatro años o de ser posible, espero que ese compromiso se cancele en algún momento.

—Eres cruel —dijo ella sin dejar de sonreír—, Freya no me parece mala persona.

—No lo es, pero aún es una niña y cuatro años me parecen demasiado tiempo.

Ambos se miraron un largo rato tratando de cuidarse de no ser vistos. Syd sabía que no era correcto, pero algo en su interior le pedía continuar con ese secreto, las cartas, la aventura de hacer algo prohibido lo llenaba de vitalidad y adrenalina.

Y asi comenzo ese idilio que duraría hasta el inicio de las grandes batallas que le arrebataron la vida llevándose su secreto a la tumba ya que, a pesar de que Freya lo sospechó, jamás pudo corroborarlo, puesto que su idea de no molestar a Syd a fin de poder agradarle y que llegará a quererla, la hicieron sepultar esos sentimientos en el fondo de su memoria.

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Días después del término de las batallas

El funeral de Syd se llevó a cabo sin mayores problemas puesto que se le dio sepultura junto con los demás dioses guerreros que perdieron la vida. Ceremonia a la que acudieron todos los nobles de la ciudad.

Freya acudió al evento sin compañía, ya que Freyr aún estaba hospitalizado, tratando de ocultar su evidente consternación hasta llegar a casa donde lloró amargamente durante varias horas sumiéndose una profunda tristeza que duraría bastante tiempo hasta concluir los cuatro años de luto.

La joven con quien Syd estuvo involucrado acudió, e igualmente, se mantuvo serena durante toda la ceremonia hasta llegar a casa donde también estuvo muy triste y muy deprimida aunque siempre tuvo que ocultarlo a fin de que el joven con quien estaba por matrimoniarse no sospechara nada.

Exactamente nueve meses después, nació una niña, la segunda nieta de la casa Eylimi, estando muy preocupada puesto que si el bebe tenía los cabellos verdes se delataría sintiéndose aliviada al corroborar que la niña llevaba sus rasgos y no los del fallecido padre siendo muy sencillo hacerla pasar por hija de su esposo.

El romance fue un secreto ya que nadie, ni siquiera Siegfried el gran amigo de Syd, se percató de esto el tiempo que duró. La magistralidad y secreto con el que Syd manejó ese idilio indiscreto, dieron como resultado el que nadie se lo imaginara siquiera.


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FIN

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