Algo de té y galletas
Recién se levantada con el tranquilo amanecer, estiró los brazos apuntando al techo para después frotarse los párpados. Eva, era el nombre de la muchacha, una que le gustaba la tranquilidad y el orden.
-¿Qué mejor tranquilidad que estar en solitaria?- pensaba para si misma como si fuera su lema
Pensaba eso mientras se ponía unas pantuflas de terciopelo en rosa pastel para caminar encorvada y perezosa a las escaleras.
Sentada en la sala y sumergida en su mundo, había olvidando lo que pasaba a su alrededor ya que estába atenta a un pequeño libro de cuentos. Eva solía cambiar los personajes por si misma a la vez que se imaginaba finales distintos si alguno no le gustaba. En los relatos de aventuras le emocionaba creer que esas fantásticas situaciones le ocurrían y en novelas románticas soñaba que era la protagonista en dichas historias melosamente exageradas.
Pero el silbido de la tetera la interrumpió saliendo de sus pensamientos. El relajante sonido del chorro de agua la daba tranquilad mientras sumergía la bolsa de té y después oír el tintinear de una pequeña cuchara revolviendo el azúcar.
Colocó la taza a un lado de la silla donde estaba leyendo con un delicado toque y de dispuso a beber a mientras retornaba a su fantasía... Los observadores habrán notado que aquella chica no tenía una boca. Entonces... ¿Cómo ha de deber su bebida?
La respuesta es muy curiosa y deja algunas preguntas a montón que llegan como la lluvia, Eva comía por las manos.
¿Cómo era posible tal cosa?
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