Marzo de 2054, 13 años. Primer corazón roto.

El primer amor nunca se olvida, había dicho su madre mientras la mecía entre sus brazos, mucho menos el primer corazón roto.

Al principio todo parecía un simple enamoramiento infantil; uno de sus compañeros de nombre Julio le mandaba amorosas cartas y fijaba su mirada en ella el día entero. Pero lo único que Milena (Lena para los amigos) sentía era halago. Julio era una personas más en el salón.

Desde entonces comenzaba a ahorrar para comprarse su futuro auto, y cada día que pasaba añadía una moneda virtual a su tarjeta.
De pronto, sin que fuera consciente, sus ahorros crecieron, al igual que el gusto por el chico. Ya no podía fingir que le traía sin cuidado.
Dio la casualidad que un proyecto escolar les exigía reunirse, de modo que Lena aprovechó la privacidad de su casa para confesar sus sentimientos al niño frenillos.
Ella jamás esperó que él se mofara de ella.
—Tú ya no me gustas —afirmó Julio.
Quizás si él no se hubiera reído tan fuerte, se hubiera escuchado cómo se rasgaba el corazón de la niña.
Cuando terminaron el proyecto, el chico frenillos le pidió prestada su tarjeta con el fin pagar el boleto de vuelta a su isla.
A ella no le quedó más que dárselo, y ahí se fue su futuro coche, además de su corazón

Noviembre de 2057, 16 años. Segunda decepción amorosa.

Con el paso del tiempo Lena recuperó sus ahorros, por no mencionar que a su vida llegó un muchacho muy prometedor; estaba convencida que Alberto era el amor de su vida.

Todo marchaba genial entre ellos: salían cada que podían y compartían uno que otro beso apasionado. Lena se creía muy suertuda de tenerlo a su lado.
Entonces de un día a otro Alberto la rechazó fatalmente.
—Tus labios son enormes, parece que me quieren tragar; besas terrible —había argumentado como si hablara de un delito.
Lena no encontró que decir, sus manos temblaron de impotencia.
—Y eres fea.
Una vez más, su corazón sangró a chorros
Alberto tomó sus ahorros para cubrir el supuesto daño físico y psicológico que le había causado, luego se marchó y no volvió.

Esta ocasión su madre también estuvo ahí para apoyarla.
—En los hombres no se puede confiar. Esa es una de las razones por la que estoy con Amaia —le había dicho —. Podrías darle una oportunidad a las mujeres.
—No quiero hablar de eso, mamá. Me duele mucho —dijo como pudo antes de estallar en un lastimero llanto.

Agosto de 2060, 19 años. Tercera ruptura.

Llevaba juntando una moneda cada día durante tres años. Pero todo ese dinero lo había empleado en una cosa: los preparativos de su boda.
Así es, faltaban tan sólo setenta y dos horas hasta su gran día. Ahora no tenía duda de que Marcos era el hombre de su vida, incluso se había entregado a él en cuerpo y alma. Cada que veía su anillo de compromiso y el vestido se convencía más de ello.

Llámalo suerte o destino, el punto es que Lena encontró a su prometido una situación muy delicada que la llevó a cancelar el evento. Se negó a escuchar las súplicas de Marcos, pues lo que le había hecho era imperdonable. Ni siquiera tenía que pensarlo.

Aquel día tiró el vestido y lanzó el anillo tan lejos como su pena le permitió. Ya no quería cometer errores... sin tan solo hubiera hecho caso a su madre, no estaría con el corazón así de golpeado.