Capítulo 7: No Llores
Capítulo 7: No Llores
Después de controlar la hemorragia interna, lo demás fue pan comido. Sus pulmones y estomago tuvieron algunas complicaciones, pero nada que una jeringa no pudiera arreglar.
—Avisen que vamos a extendernos —dijo el ingeniero mientras manipulaba el sensor que se colocaría en el cuello del paciente.
Edmundo mandó el mensaje al equipo de oftalmólogos. En menos de dos minutos éstos entraron con un frasco donde cargaban los cristales oculares.
—Veamos qué tenemos aquí... —musitó una de ellas abriendo del todo los párpados de Lena.
Otro doctor le tendió el primer objeto transparente.
—Que bonitos lagrimales —observó.
Ed se aguantó una risa, no sería propio del mejor científico de Zanzíbar reírse de los chistes profesionales de otros .
Luego de limpiar los ojos con un líquido, la delgada cubierta se ajustó al globo de Lena apenas lo tocó. Dichas capas le permitirían ver los signos vitales de cada individuo con el que se topara, sería como un menú desplegable junto a la persona.
Los siguientes procedimientos fueron rápidos de hacer, pero lo más complicado de todo era colocar el grafeno en la piel, pues existía la posibilidad de que el material no se adheriera a ella.
Calculaban un máximo de cinco horas para cubrir a Lena completa.
—Colocando siguiente cristal ocular...
(...)
En algunos minutos tendría que levantarse e ir a la universidad... todavía tenía que darse una ducha y preparar su mochila. Si tan sólo fuera sábado...
—No quiero... —susurró.
Fue un punzada en todo el cuerpo que le recordó dónde se encontraba. No, no estaba en su cama, sino en una suave base levemente reclinada. Su mente no era capaz de digerirlo, ¿ya la habían operado? Entonces un sonido le atronó los oídos. Lena frunció en ceño y trató de moverse sin conseguir nada; estaba pegada a la base por varias correas.
La luz que percibía a través de sus párpados le impulsaba a apretar toda la cara, incluso su piel ardía cada que se movía. A lo lejos alcanzó a escuchar una conservación, también oyó el goteo del suero conectado a su muñeca. Era como si todas las sensaciones, hasta las más pequeñas, se maximizaran ante ella. Jamás había estado tan perceptiva.
Lena abrió los ojos poco a poco, se encontraba en una estancia blanca, delante de ella había una delgada pantalla suspendida en la pared, a su lado una cilíndrica ventana dejaba entrever algunos rayos de luz, mientras que del otro lado estaba alto armario. Tuvo que parpadear para ajustar sus ojos a la iluminación, y se sorprendió al darse cuenta que no hacía falta.
—¿Cómo se siente? —formuló la enferma.
De inmediato se llevó las manos a las orejas y la miró con cierto disgusto.
—No tiene que gritar —se quejó.
—Lo lamento—susurró.
Lena se quedó boquiabierta al ver la información digital junto a la cara de la mujer. Su nombre y signos vitales, además de su profesión se mostraban en el menú. Ed le había contado algunos cambios que tendría, pero no había mencionado lo impactantes que serían. Se llevó una mano a la parte trasera del cuello, un fino cable estaba introducido en su piel y conectado a la pared detrás de la base.
—¿Qué es esto? —formuló tratando de no sonar asustada.
—Necesita energía eléctrica, pero una vez esté cargada por completo podrá usar energía solar que el grafeno absorberá.
La voz de la mujer todavía le molestaba.
Lena observó las correas que habían sujetado sus muñecas, estaban rotas.
—¿Qué sucedió?
—Usted las trozó al taparse los oídos... iré a avisar al doctor que está lista para volver a su habitación. No tardo.
La enferma se retiró a toda prisa, como si le repugnara estar ahí un segundo más. Una vez sola se miró las manos porque era lo único que su bata no cubría. No les veía nada de nuevo; y sin embargo era diferente, con tan solo pensar que quería ver más a detalles sus ojos se enfocaron en cada surco de su trigueña piel.
Procedió a probar ponerse de pie, con un sólo movimiento rompió las demás correas, también el suero se zafó de su mano, pero no le importo. Extendió los brazos para conservar algo de equilibro mientras se balanceaba, entonces la voz de su madre sonó desde el pasillo, seguido de un lloriqueo que desgarró el aire. Se le puso el vello de punta e incluso sintió que su columna vertebral se erizaba por fuera de la piel de una manera muy extraña.
—¿Dónde está? ¡Quiero ver a mi hija!
La respiración de Lena se aceleró y su corazón comenzó a bombear más sangre a todo el cuerpo. Dirigió su mirada a la ventana, pensando si lanzarse era una opción.
—Señora, ella está inestable, no es recomendable que la vea ahora —La voz de Ed se anticipó.
Por la falta de sonido, supo que su madre había mandado a volar al científico. Quizás Amaia también venía con ella, porque cuando era así, nadie osaba detenerlas. Lena estaba perdida; en un ataque de desesperación, se acercó al alto closet y se encerró a toda prisa. Su último pensamiento coherente fue para Elijah, quien seguramente había revelado la situación.
Pocos segundos después la puerta se abrió de golpe. Myrna paseó la mirada por la estancia mientras su cuerpo dejaba de temblar paulatinamente, Amaia posó su fina mano en el hombro de ella.
—Debe de estar en otra parte.
Myrna negó con la cabeza y se acercó al closet de dos zancadas.
—Ya sé que estás ahí.
Amaia sonrió detrás de ella al recordar que de niña, el escondite predilecto de su hija siempre habían sido los armarios. Y sí, ahí estaba, encogida en sus rodillas mirando el descompuesto rostro de Myrna.
Lena se sorprendió al ver que sus madres se arrodillaban junto a ella llorando, como si la hubieran encontrado muerta en plena calle.
—¿Por qué? —inquirió la más vieja a media voz.
—Mamá... no llores.
Eso sólo sirvió para aumentar el volumen de ambas, se aferraron a ella tan fuerte que creyó estar a punto de explotar. Los espasmódicos movimientos de Amaia la impulsaron a rodearla con el braza a pesar de que no podía empatizar su dolor, por alguna razón su cuerpo actuaba tranquilamente ante el sufrimiento. Recodaba que le habían advertido del desequilibrio emocional que tendría luego de la cirugía, de modo que se lo adjudicó a eso.
En ese momento Ed apareció en la escena y anotó algunas cosas en su delgada pantalla a la vez que analizaba a Lena.
—Todo va perfecto, el sistema límbico se ve bien —susurró mirando la representación del cerebro.
—Usted... —apuntó Myrna con un tono desquiciado —. Usted le hizo esto a mi hija.
Ed bajó su pantalla y miró interrogante a Lena.
—En realidad yo sólo...
—¡Va a recibir una demanda de mi parte! —amenazó poniéndose de pie.
—Amor, no —intervino Amaia aún en el suelo.
Lena sabía que su mamá podía ser tan impulsiva como ella, una vez había empujado a una señora de una fila porque se había metido en el lugar de Lena, así que... no le extrañaba hasta dónde era capaz de llegar por sus hijos, sobre todo contando con el apoyo de su segundo madre.
—Señora, por favor, su hija puede colapsar, todavía no está lista para experimentar emociones tan fuertes.
Los ojos de Lena brillaron ante la idea.
—¡Fuertes van a ser los cargos que...
—Oh, no, estoy colapsando —dijo con un tono bastante trabado.
Se desvaneció al suelo y cerró los ojos, esperando que la discusión terminara.
—Finge todo lo que quieras, señorita. El castigo sigue en pie —concluyó Amaia antes de sacarse las lágrimas.
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