Capítulo 29: ¿Asombrada?
El camino a casa de Lut fue más corto de lo que Lena había esperado. A su lado izquierdo, el constante zumbido de los coches en las vías magnéticas parecía imitar una conversación con altos y bajos, autos que iban y venían a velocidades similares.
De pronto recordó su deseo inicial de comprar un coche con sus propios ahorros; una oleada de melancolía la distrajo de sus pasos y chocó contra la espalda de Lut. Él soltó un ruidillo que no llegó a ser risa, como si no quisiera distraerse de la ruta.
—Ya casi llegamos —musitó, escudriñando las señales fluorescentes que pendía de algunos edificios.
Unos minutos más tarde se adentraron en un suburbio similar al de Lena. Las casas estaban situadas a considerable espacio entre ellas, muchas hechas de vidrio y acero inoxidable, otras de madera con amplios ventanales e inmensos balcones en forma esférica. Se sorprendió de ver que algunas tenían jardines o huertos en el techo.
—Es ahí —señaló.
Dirigieron sus pasos en silencio a una estructura en forma de... ¿asterisco? No, ¡era una casa en forma de átomo! Las habitaciones ovaladas se superponían y fundía sus paredes entre ellas de manera que solo rodeando la casa fue capaz de apreciar la obra completa. La parte exterior de la casa era beige con algunas variaciones más oscuras, además había varios paneles solares incrustados y una que otra ventana fotovoltaica.
Para ser sincera, Lena estaba un poco nerviosa de saber qué habitaba pasando las grandes puertas de madera pulida. Ya había imaginado varios tipos de familia para Lut, pero por alguna extraña razón, presentía que sus pensamientos estaban alejados de la realidad. A Lut también se le notaba nervioso; restregaba sus manos en su camisa y rascaba su mandíbula constantemente.
—¿Algo que deba saber antes de entrar? —formuló.
Él introdujo su pulgar en el lector de luz púrpura e inhaló profundo, ordenando sus pensamientos para no quedar como un tonto ante ella. Sabía que si exteriorizaba sus ideas como se creaban, las palabras serían incomprensibles para cualquier humano en la tierra.
—Somos polígamos.
Lena parpadeó con el entrecejo arrugado, pero Lut no le dio tiempo de procesarlo; la puerta se abrió en un movimiento fluido y tras ésta el mundo se volvió una mezcla de gritos y risas, regaños maternales y correteadas infantiles. Hizo el esfuerzo de esconder su impresión, pero tanta gente reunida en un solo lugar se lo impidió. Los datos de cada ser ahí dentro se amontonaron en su campo de visión, de modo que prefirió deshabilitar la función.
—Pasa.
Avanzó como si estuviera en trance, Lut entró detrás de ella y cerró la puerta a sus espaldas. Los olores dentro le saturaron la nariz de inmediato; fragancia masculina, perfumes cítricos... ¿leche en polvo? Apostaba que ese último aroma venía del pañal de un bebé. Se estremeció.
Un grupo de niños rubios con sombreros vaqueros pasaron corriendo frente a ella y se perdieron tras un recodo curveado.
—Discúlpalos, son los niños de Shaira —aclaró Lut, como si eso lo explicara todo.
Lena no sabía por dónde comenzar a mirar o escuchar, u oler. Era demasiado. Frente a ella se encontraba un sillón interminable donde al menos una docena de persona intercambiaba risas y bromas simplonas. Divisó a un hombre rubio rodeado de seis mujeres y en las piernas de las mismas, cinco niños distribuidos.
Sabía muy poco de la poligamia, así que desvió la mirada al chico silla en busca de ayuda; Lut le sonrió en respuesta, se veía orgulloso de lo que tenían delante. Fue cuando otra tanda de niños un poco mayores surfeó el piso de mármol en sus tablas flotantes propulsadas por hidrogeno.
En ese momento se percató del silencio que se había instalado en la casa; el alboroto se había esfumado de poco en poco sin que ella se diera cuenta. Lena casi pudo escuchar palpitar el corazón de cada persona presente. Tragó saliva. Muchas miradas estaban puestas en ella.
Los ojos del único hombre maduro se fueron abrieron en un gesto de grata sorpresa, hasta que su emoción estalló en un grito:
—¡Lutecio trajo una chica a casa!
El resto rompió en vítores y risas, incluso un cojín salió volando desde el sillón y se estrelló contra el gesto sonrojado de Lut. Lena pegó un brinco al escuchar más gritos emocionados provenir de un piso más arriba. ¿Más personas? Llegó a la conclusión de que ahora ya lo había visto todo.
Recordó las palabras de Lut: Para nada; mi familia se duerme tarde.
Las mujeres que rodeaban al hombre miraron a Lena y le sonrieron con calidez, justo como Lut solía hacerlo. Una de ellas le guiñó un ojo.
—Pero no es cualquier chica —observó una.
La dueña de la voz apareció por el mismo recodo donde los niños surfistas habían girado. Si Lena hubiera estado bebiendo algo, seguro se habría atragantado. La mujer era... era Lut. No literalmente, claro, pero su parecido sobrepasaba los límites de lo posible.
No pudo evitar observar a Lut, quien seguía un poco sonrojado. Sus rasgos, que ella creía extraños, cobraron sentido en ese instante; no era extraños, eran femeninos. Lut tenía los rasgos afeminados, justo como esa mujer, quien debía ser su madre.
En un parpadeo, fue consciente de la intensa mirada que Lut le devolvía, con la cabeza un poco ladeada. Lena desvió sus ojos y acomodó un mechón rebelde encima del arco de su oreja.
—Es Milena Prezi, la mujer biónica; el orgullo de la isla.
Algunas exclamaciones de reconocimiento le impidieron hablar.
Ay... si supiera por lo que pasé, sería la deshonra de la isla.
—Soy Kande —dijo ella a la vez que extendía la mano.
Lena la estrechó; Kande tenía un agarre firme. A simple vista era una mujer seria, aunque había cierto brillo intelectual en sus ojos que indicaba otro lado de su personalidad. Por la postura de su cuerpo pudo saber que ella era quien llevaba las riendas en la casa; nadie hablaba cuando Kande lo hacía. Hasta el ambiente se sentía distinto en su presencia, más pesado.
—¿Quieres algo de tomar? Te ves cansada.
Lut estaba pendiente de la interacción de ambas. En realidad toda la casa prestaba atención.
—Agua está bien.
Kande le hizo un gesto para que la siguiera. Apenas abandonaron la estancia, la familia rompió el silencio con más risas y bromas; vio de reojo que un chico de piel oscura hacía gestos sugerentes a Lut. ¡Era el bailarín de la plaza! Aquél que Lut había dicho que era adoptado...
No iba a negar que la casa estaba bien decorada, quizás demasiado decorada. Esculturas imitando la molécula de agua fungíeron de lámparas en el corto trayecto que hicieron. Más adelante identificó las estructuras de la dopamina y la oxitocina hechas con acero colgando de las paredes cual trofeos.
Pasaron el comedor más grande que había visto en su vida y se adentraron en la cocina. Había tres refrigeradores enormes, por no mencionar las encimeras azules en todo el contorno del lugar. Kande le ofreció asiento en una mesa de vidrio con forma triangular. Lut se sentó junto a ella; sin embargo, evitó establecer contacto visual.
—¿Asombrada? —preguntó la madre del chico mientras colocaba un vaso en el chorro del fregadero.
—Mucho —admitió.
Kande le tendió el vaso y se dirigió a unos cajones, de donde sacó una hoja de papel y una pluma, después dio ambos artículos a Lut. Lena quiso escudriñar qué había en la hoja, pero la mujer la atrapó con una plática sobre la gran familia de la que estaba a cargo.
—Elroy es nuestro esposo, papá de casi todos los niños. Somos siete mujeres en total, aunque tenemos los brazos abiertos a más.
Lena obligó su mandíbula a mantenerse en su sitio. A su lado Lut se veía muy concentrado escribiendo en la hoja.
—Shaira tiene cuatro hijos, Fátimah va por el quinto; Jakira, que fue la primera esposa de Elroy, ya está en paz con seis. Lisha acaba de tener su primer bebé, pero Mandana nos superó a todas con ocho —dicho lo último, se rio.
No estuvo muy segura de qué cara hizo, pues Kande rio aún más. Lena calculó que rondaría los cincuenta, o tal vez menos... su complexión menuda era engañosa y ese cabello a la altura de los hombros le daba un aire joven. El par de ojos azules no dejaba que nada se le escapara.
—¿Cuántos hijos tiene usted? —pudo preguntar cuando el asombroso pasó.
—Siete: Fermio es mi primogénito adoptado, Laurencio, Lutecio —miró a Lut de reojo—... mis mellizos Oro y Plata, la gran Neón y Actinio.
—Dios mío, señora... es... —Las palabras se adhirieron a las paredes de su garganta.
No estaba segura qué le impresionaba más: los nombres de la tabla periódica o la cantidad de hijos. ¿Actinio era hombre o mujer? ¿Y qué pasaba con esos mellizos? Tuvo que refrenar sus ganas de hacer preguntas.
—Treinta y un hijos en total. Somos treinta y ocho personas en la casa, contando adultos.
—A Elroy le ha de encantar el sexo —se atrevió a decir entre risas.
Pero Kande no se rio, solo aclaró su garganta y desvió la mirada antes de darle un trago a su vino. Lena sintió una presión en el estómago, el bochorno se apoderó de ella de pies a cabeza; quiso salir corriendo de la casa aunque tuviera que romper una ventana para hacerlo. Se dio mil y un golpes mentales. ¡La primera impresión la había echado a perder!
—¿Ya acabaste ,Lut?
—Casi.
Aprovechó que Kande se puso de pie para secarse la gota de sudor nerviosa que se había formado en su frente. De paso echó un ojo al ejercicio de Lut; estaba haciendo balanceo de ecuaciones químicas, o intentando hacerlos. Lena miró de reojo a Kande. Sí que estaba obsesionada con la química.
En el canto de la hoja había dibujitos y palabras aleatorias recién escritas. Lut cortó un trozo de hoja y la hizo bolita, luego se la echó a la boca y la escupió hacia arriba. La bolita pegajosa fue atraída por la gravedad al rostro de Lut, quien se rio por lo bajo.
Una vaga idea surgió en su cabeza sobre su el chico silla. Esa sencillez, la manera de distraerse, lo que le costaba entender de manera rápida y clara las cosas, el hecho de que no estuviera en la universidad. Su nano computadora buscó a toda prisa la palabra que palpitaba en su interior.
Déficit de atención.
¿Sería posible que Lut lo padeciera?
Se aseguró que tanto Kande como su hijo estuvieran distraídos para contestar el ejercicio. Números de oxidación por aquí, reducciones por allá, cruce de coeficientes acullá; de vez en cuando lanzaba miradas furtivas a la mujer con tal de asegurarse que siguiera ocupada en sus asuntos. La cocina estaba en silencio.
Por su parte, Lut jugaba futbolito con la bola de papel y dos vasos como portería. Lena aguantó la respiración al deslizar la hoja ya resuelta hasta el chico. Era evidente que Kande no estaría contenta si su hijo no respondía los ejercicios.
Dioh mioh. ¡Me emocionó mucho escribir sobre la familia de Lut! ¿Qué opinan de ella? ¿Y de Kande? ¿Creen que Lut tenga déficit de atención o solo sean coincidencias?
Aquí les dejo otra foto de Lut, jeje.
¡Nos vemos pronto!
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