Capítulo 28: Lutecio Al Rescate
Nadie que es inocente corre cuando le persiguen... ¿cierto?
En cuanto Lena emprendió la carrera, el muchacho —que su cerebro identificó como Tafari N' Zonzi— corrió en dirección contraria. Los transeúntes se apartaban entre exclamaciones molestas y gestos impresionados. Algunos perros les ladraron y trataron de seguirles el paso, pero sus dueños los sujetaron por la correa.
Se convenció que el sospechoso debía llevar una bomba, pues de otra forma no habría huido; sin duda se trataba de un arma. Quizás un detonador o tal vez dispositivo extraño propios de hackers. Ante ella, un civil no tenía oportunidad; sin embargo, debía ser cuidadosa. Esta vez no le fallaría a nadie, se redimiría de sus errores pasados.
Lo único que estaba fuera de lugar era lo ordinario que era el perfil de Tafari. Al parecer se trataba de un ciudadano más, divorciado, con dos niñas en casa... ¿por qué estaría huyendo? Bueno, así empezaban muchos delincuentes, como personas normales.
No me la pongas difícil, pensó cuando la sabandija se escurrió entre dos edificios. Lena se detuvo con la respiración acelerada y buscó en todas direcciones las cámaras de seguridad, luego accedió a ellas y siguió el rastro de su presa por los aires. Sus ojos verdosos tenían una expresión perdida mientras pasaba a prisa las diversas grabaciones; un callejón, la parte trasera de las construcciones, la gente que paseaba. Casi pudo captar el aroma del pan recién horneado cuando su mente se adentró en un restaurante cercano. Nada ahí.
Ver a través de las cámaras daba una sensación tan ligera como abrumadora, por unos segundos dejaba de sentir su cuerpo. Si prestaba atención al hecho de estar ahí, la inmensidad de las imágenes le revolvían los pensamientos. Debía mantenerse fría, como le habían enseñado.
Brincaba de una cámara a otra en un parpadeo, literalmente. Los altos edificios cubiertos de vegetación era un potencial escondite, aunque no encontró nada en ninguno de ellos. Su visión interna sufrió un espasmo cuando se acercó demasiado a la cálida luz de una antorcha que pendía de una gárgola en un muro.
Probó en otra cámara y...
¡Bingo!
Cerró los ojos con fuerza para salir de las grabaciones, giró sobre sí misma y concentró su mirada por el corredor donde habría de salir el hombre de la bomba. Todo indicaba que Tafari tenía la intención de rodearla. Entonces avistó a Lut caminando de espaldas a ella, gritando su nombre al tiempo que cargaba con la tabla al hombro.
Una idea le iluminó su plan inicial, de modo que se acuclilló y apoyó la palma de su mano sobre el frío asfalto. Bajó los párpados para concentrarse. Un gesto molesto cruzó su rostro al notar que no era tan ágil sintiendo la superficie como Sora, quien podía percibir y crear una imagen todo lo que sucedía a su alrededor por medio del tacto, como lo había hecho en el laberinto.
Lena arrugó el entrecejo aún más; la levitación de los autos próximos interrumpía el proceso, por no mencionar la caminata de los isleños. De pronto le pareció sentir perturbaciones peculiares en la tierra; los pasos de su presa.
Abrió los ojos de golpe y gritó a todo pulmón.
—¡Lut!
Los hechos pasaron como una estrella fugaz. Tafari saltó fuera del callejón justo cuando Lut se giró hacia ella, provocando que la tabla se estrella de lleno en la cara de la sabandija. Tafari cayó de espaldas y para cuando quiso levantarse, Lena ya estaba encima de él.
La gente del rededor se alarmó, hasta Lut pegó un brinco. Por otro lado, algunos comenzaron a grabar con sus celulares.
—¡Oh, lo siento mucho! No quería pegarle —se apresuró a decir él con los ojos cual lunas.
—Queda detenido en nombre de la ley —espetó Lena.
Tafari se revolvió debajo de ella.
—¡Déjame ir! No tengo nada que ver con tus juegos —su voz era más aguda de lo que había esperado.
—Procederé a llamar a una unidad.
Fue en ese instante que el detenido se sacudió tan fuerte que la esfera de luz intermitente, por la cual había iniciado todo, salió rodando de su bolsillo. Lena le aplastó la cara contra el pavimento al verla y con la mano libre le apresó las muñecas sobre la espalda.
—¡Quieto ahí! ¡Atrás todos!
Los espectadores que se habían congregado cerca retrocedieron en un solo movimiento y otros cuantos salieron corriendo. Lut recogió el artefacto casi por instinto y sonrió a él.
¿Por qué sonríe? Maldita sea, ¿qué?
El mundo se le vino abajo cuando Lut apuntó la lente del artefacto y una luz casi imperceptible le dio en el rostro. Se había sacado una foto.
—¡Mira, es una de esas cámaras que se ajustan a la pupila! —exclamó él antes de acercarla a su rostro.
Como por arte de magia, el dispositivo flotó frente a su ojo y adquirió una forma cóncava. Después se contrajo hasta quedar del tamaño de una moneda y se posó con cuidado sobre el globo ocular de Lut. La gente grababa el evento.
—Te estoy tomando una foto; sonríe. Ahora entiendo por qué lo perseguías, eh. Yo creí que te había ofendido o algo por el estilo.
Soy una paranoica, expresó en un gesto horrorizado y confundido.
—Deja mi cámara, estúpido —gruñó Tafari, todavía seguía inmovilizado.
La sonrisa del chico silla se apagó en cuanto escuchó la palabra estúpido. Lena se quedó congelada, también la gente de alrededor. Escuchó risas entre la multitud.
Dios mío, ¿qué acabo de hacer?
Se apartó de Tafari poco a poco, así que él se puso de pie y sacudió su ropa a la vez que la asesinaba con la mirada. Una vez limpio, pulsó un botón de una pulsera en su muñeca y la lente saltó del ojo de Lut, quien después la sostuvo en su mano ya en forma de esfera.
—Pero... ¿por qué corriste de mí?
Tafari le arrebató la cámara a Lut y se la guardó en el mismo bolsillo.
—¿Quién no corre cuando ve una loca aproximarse a él? —bufó — Idiotas.
Y se marchó acomodándose el arrugado cuello de su camisa. La gente se fue disipando poco a poco; para cuando el ritmo de esa zona había vuelto a la normalidad, Lena estaba sentada sobre la acera, derrotada. Su cabeza entre las manos y los ojos fijos en el suelo; ah, y Lut también seguía junto a ella.
Pronto su video haciendo la vergüenza del año estaría en todas las redes sociales, se proyectaría en edificios comerciales y pasaría a ser el encabezado en los periódicos en línea más importantes del continente. Tafari sería entrevistado para hablar de cómo la mujer biónica le había aplicado una llave para nada, de cómo lo había perseguido sin razón.
Se restregó la cara y soltó un suspiro agotado. ¿Cuándo había sido la última vez que había hecho algo bien? Primero, su equipo. Luego las palabras de Ed... y ahora la estúpida persecución. Solo esperaba que Tafari no presentara cargos contra ella, porque en ese caso Johari, su representante, también se molestaría.
—Oye, Lena... ¿quieres ir por unos tacos? Leí por ahí que te gustaban.
Lena muy apenas asomó la cara de entre sus brazos. ¿Por qué seguía él ahí? Muy a su pesar, se sentía conmovida hasta cierto punto. Se preguntaba qué otra cosa sabría de ella.
—También leí que estudias una ingeniería en órganos. Eso suena difícil —comentó, un tanto inseguro.
—No me lo recuerdes —dijo, pensando en la asesora que le habían asignado para recuperar el semestre. Que por cierto, era un desastre, era la Señora Desorden. Y Lena quizás fuera su hija, la Señorita Desastre. Hizo una nota mental para volver a la universidad en cuanto tuviera oportunidad.
Lut proyectó el labio inferior hacia afuera al tiempo que desviaba la cabeza en otra dirección. Quería ayudar, pero, ¿cómo? Se abrazó las piernas descubiertas y dejó caer su cabeza sobre las rodillas.
—¿Tu familia no te espera en casa? —preguntó.
—Creen que sigo surfeando —aclaró antes de pasarse una mano por el cuello —. ¿Y la tuya?
—Preferiría no dar la cara con ellos después de lo que pasó.
Myrna seguro la regañaría por pasarse de su tiempo límite fuera de casa, y Amaia no haría más que apoyarla. La presencia de Elijah empeoraría la situación, pues ella solo había llegado a un acuerdo de paz con Marcus, no con su hermano.
Los ojos de Lut se iluminaron.
—Lena... si quieres, puedes pasar la noche en mi casa. Digo, si de verdad no estás dispuesta a ver a tu familia ahora.
Ella lo meditó. Puede que ver a su familia no la convenciera en ese momento, pero en ningún otro lugar encontraría su cobijo, esa sensación de protección y entendimiento. No obstante, tampoco quería rechazar la propuesta de Lut luego de cómo la había tratado desde el inicio. Lena se percató que gracias a él y sus caídas acuáticas había olvidado el problema con su equipo. Se sentía en deuda.
Mierda, mi equipo.
Sacudió la cabeza.
—No quisiera incomodarlos, Lut. Además, ya es muy tarde para llegar.
Su reloj integrado marcaba las dos de la mañana.
—Para nada; mi familia se duerme tarde.
Dudó su respuesta otros segundos, sobre todo al ver el gesto esperanzado del muchacho, su sonrisa alentadora.
—De acuerdo, pero será una visita breve.
Lut se incorporó de buena gana y una vez más, le ofreció su mano. Lena la aceptó alzando las comisuras y se preguntó dónde había estado ese chico años antes, cuando sus ánimos habían sido enterrados.
N/A: ¡Esta vez sí está completo! Debo admitir que me emociona escribir sobre la familia de Lut, ¿cómo creen que serán? ¿Similares a él o todo lo contrario?
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