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Capítulo 2: Suena Interesante

Capítulo 2: Suena Interesante

Aquella misma noche, luego de que la sacaran de la estación policiaca, Lena aguantó el regaño de sus dos madres en total silencio. En parte, porque su estado poco cuerdo no le permitiría pensar claramente. Sin embargo, sabía que sus actos no habían sido ejemplares.
Aunque debía admitir que ver el rostro molesto de Marcus no tenía precio.
Tuvo que prometerles abstención al alcohol por varios meses. Además, ayudaría a su hermano menor, Gustavo, a hacer sus tareas. Como Myrna era catedrática de la universidad, Lena siempre tendría un ojo encima de ella. Quizás no era tan malo después de todo...

Al día siguiente el dolor de cabeza la obligó a quedarse en cama una hora más, luego vomitó unas cuantas veces antes de darse una ducha fría. Suerte que no debía ir a la universidad, de no ser así, se presentaría a clases con la pinta de un zombie crudo.

—Necesito que vayas a comprar carne al laboratorio por mí —le informó Amaia.
—Pero la pueden traer.
Era verdad, si el refrigerador detectaba falta de peso en la zona de un artículo en específico, daba la opción de pedir repuestos a la tienda más cercana. En menos de quince minutos tenías la comida en su lugar.
—Quiero que la escojas tú —insistió su segunda madre mientras deslizaba los dedos por la plana estufa para subir la temperatura de ésta.

Lena refunfuñó por lo bajo, pues sabía que cumplir favores era parte de su castigo.
—¿Puedo tomar al auto?
—Negativo, señorita.
Amaia, a pesar de su aspecto sereno y coqueto, podía ser más estricta que Myrna. Enrolló su celular y lo metió en el bolso trasero del pantalón antes de retirarse de la cocina. De camino a la salida presionó la ventana fotovoltaica con dos dedos, ésta se tornó del oscuro al transparente paulatinamente, dando paso a la luz natural. Amaba ver cómo cambiaba.

(...)

Ir de un lado a otro en coche automático consumía los pocos ahorros que tenía en su tarjeta. A veces pensaba que si no se hubiera enamorado, ahora tendría su propio auto. Sus madres se negaban a comprárselo argumentado que lo cuidaría más si se esforzaba por conseguirlo.

Amaia era una trabajadora en redes sociales, se encargaba de atender de manera profesional la salud mental y social de los usuarios de redes sociales. O sea, una psicóloga virtual según Myrna. Precisamente por ese medio había conocido a su madre, pocos años después habían contraído matrimonio. Su mamá biológica estaría a mediados de los treinta, mientras que Amaia apenas cumplía veinte años. Lena llevaba desde los cinco años conviviendo con su segunda madre, de modo que era para ella muy normal ver dos mujeres al mando en la casa. Ella no recordaba a su padre, sólo Elijah tenía memorias de él. En otras palabras, Lena y Elijah eran hijos de Myrna.

Pero para su hermano, la relación mujer-mujer, era diferente. Desagradable hasta cierto punto. Él tenía once años cuando sucedió el casamiento. Las cosas le molestaron más cuando Amaia y Myrna decidieron tener un bebé por medio de inseminación artificial intrauterina. Lo único que hicieron juntas fue comprar un esperma en un banco. Nueve meses después nació de Amaia el pequeño y tartamudo Gus.

Lena salió de sus pensamientos cuando el auto se detuvo, pasó su tarjeta y bajó de él. Desde hacía veinte años los laboratorios habían comenzado a comercializar la carne que diseñaban; Myrna decían que eran simples carnicerías modernas.

Se sorprendió al ver la larga fila proveniente del laboratorio, ¿estarían regalando muestras? Su destino estaba localizado en la zona universitaria de Zanzíbar, de modo que por esos rumbos todo era más estilizado y pulcro. Incluso el suelo era impecable.
Al acercarse notó que no estaban dando muestras gratis, sino que la gente se formaba para hacerse análisis de sangre. Pero, ¿por qué tanta gente y con qué motivo?
Se saltó la extensa fila para entrar al laboratorio. Dentro estaba una enfermera realizando los estudios.

Lena resopló en su cabeza al ver una pareja pidiendo carne. No le quedó otra cosa que formarse detrás de ellos. Mientras esperaba, los tórtolos se besaron y susurraron palabras que ella alcanzó a escuchar.
¿Debería decirle a la chica que todo es un engaño? Pensó, llena de amargura.

Por fin su turno llegó y surtió la lista que llevaba en su celular. Sólo esperaba a pagar.
—¿Cuáles son los efectos secundarios? —Las palabras de un paciente llegaron hasta sus oídos.
Lena giró su cabeza hacia él de inmediato.
—¿Sociales? Te conviertes en un trabajador del gobierno en automático, además de ser figura pública.
—¿Y físicos?
En ese momento salió de la fila y se dirigió hasta el paciente con cuidado de no ser demasiado obvia.
—Parte de tu energía se adquiere de energía solar, se te implementa un recubrimiento de grafeno en todo el cuerpo... y la posible pérdida de sentimientos, esta última es la que más asusta a los candidatos.
—Suena interesante, gracias.
El paciente se levantó y salió del laboratorio. Para ese entonces, Lena tenía los ojos del todo abiertos, ¡era la solución a sus problemas!
El siguiente voluntario estaba algo distraído, de modo que Lena aprovechó la situación y se metió en la fila. Posteriormente tomó asiento frente a la enfermera. Jamás se paró a pensar si era o no una locura. Lo único que quería era datos.
—Extiende tu brazo.
Ella obedeció mirando fijamente el cristal en la retina de la enferma. Les servía para detectar los signos vitales de una persona con sólo mirarla.
—¿Para qué es esto de la sangre? —Trató de no dudar al preguntar.
—El gobierno está buscando un candidato para el primer humano biónico.
La mujer le colocó una especie de cápsula en el antebrazo, la cual comenzó a extraer la sangre sin causar dolor.
—Deberías leer el motivo de una fila antes de entrar en ella.
Lena se limitó a sonreír.
—Leí que la pérdida de sentimientos es una consecuencia secundaria, ¿es cierto?
La enfermera asintió al tiempo que retiraba la cápsula llena del líquido rojo. Luego leyó los datos de la pulsera de identificación de Lena y escribió los mismos en la cápsula.
—¿Qué hacen con la sangre?
—Se analiza para encontrar el mejor candidato. Si resultas positiva, el gobierno se encargará de hacértelo saber en unos días.
—¿Y si no?
—Gracias por participar. ¡Siguiente!

Lena salió del laboratorio absorta en sus revueltos pensamientos, incluso estuvo a punto de chocar con un poste.
¿Un humano biónico? Parte máquina, parte humano; sin duda toda una locura, pero... la idea de perder sus sentimientos, no volver a sufrir a causa de ellos, era muy atractiva. Tenía que pensarlo bien, quizás consultar con sus madres... no, ellas jamás le permitirían nada de eso.

En ese momento decidió que haría lo posible por conseguir más información al respecto.

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