Capítulo 13: ¿Te Parezco Humana?
Capítulo 13: ¿Te Parezco Humana?
Una vez más notaba la luz a través de sus parpados, justo como cuando había salido de aquella cirugía. La diferencia era que ahora no sentía del tronco hacia abajo, y tampoco notaba sus manos. Iba vestida tan sólo con un fino camisón quirúrgico. Ya se imaginaba por dónde iba la situación, así que abrió los ojos poco a poco, temiendo lo que podría encontrarse.
Hubiera preferido no hacerlo, pues gran parte de la piel de sus piernas estaba chamuscada. Se habían tornado de una tonalidad más oscura, llena de bordes desagradables con algo de sangre seca alrededor. Por supuesto que no podían faltar unas ampollas dignas de admirar. El gesto desorientado de Lena se volvió una mueca asqueada. Lo más impresionante de todo era que debajo de su herida piel seguía el grafeno, sin ningún daño significativo. Al acercar un poco la vista notó que éste parecía estirarse con el fin de unirse. Intuyó que a eso se refería Ed cuando hablaba de la regeneración.
Entonces los recuerdos de la noche anterior la embargaron: humo por todas partes, escombros y personas regadas por igual en el piso. Si cerraba los ojos todavía escuchaba dolorosos gritos. El calor consumiéndole la piel, por no mencionar esa asfixiante sensación de que se le cerraban los pulmones. Toda la impotencia acumulada en sus brazos al no poder levantar la columna de mármol. Lena prefirió apartar el recuerdo, después de todo eso el cansancio seguía pesando en su cuerpo.
A su costado una puerta translucida dejaba entrever el medio día. Tenía curiosidad de ver cómo iban las cosas afuera, se preguntaba si todo seguía igual después del incendio. Seguramente sí, la vida tenía que seguir. Y sin embargo quería verlo por ella misma...
Paseó la mirada por la estancia. Era una especie de sala de estudios médicos con pantallas palpitando datos cada cierto tiempo, algunas sillas de ruedas recargadas en la grisácea pared. La única iluminación venía de una lámpara junto a su incómoda cama.
Luego de algunos minutos tratando de mover las piernas, por fin logró ponerse de pie apoyándose en la alargada lámpara de acero. Se tragó un grito cuando sus dedos se torcieron en desagradables ángulos. Éstos volvieron a su lugar de una manera escalofriante, como ramas que se acomodan luego del viento.
Lena cojeó a la puerta haciendo todo tipo de muecas, luego la deslizó usando su antebrazo.
La luz natural y el ambiente húmedo la despejaron de inmediato, apenas estuvo expuesta al sol, el grafeno comenzó a absorber energía tan rápidamente que una oleada renovadora le dio mareos. Se quedó quieta unos segundos respirando su isla mientras miraba el mar a lo lejos. Ese día en especial muy pocas nubes adornaban el cielo. Si no hubiera tantos edificios estorbando el paisaje, quizás se habría quedado más tiempo contemplando el escenario. Después recorrió el balcón batallando y se apoyó en el linde de éste. Dejó escapar un suspiro agotado.
Fue entonces que los vítores resonaron, de modo que asomó cabeza por el balcón. Lena no supo cómo reaccionar a una masa de personas levantando carteles con su nombre, dándole las gracias a gritos. Le apuntaban y sonreían sin parar, tomaban fotos con sus móviles y trataban de llamar su atención agitándose. El alboroto fue reuniendo cada vez más personas, y Lena seguía estática en su lugar.
Su boca se abrió aún más al verse proyectada en los edificios dedicados a la publicidad; su figura entera se mostraba a la isla en estructuras de cientos de metros.
Una cálida sensación tiró de sus comisuras y la llevó a taparse la boca con ambas manos. El esfuerzo le dolió, pero eso no importaba en ese momento. ¡La gente le tenía gratitud! Porque para ser sincera, no estaba esperando una respuesta de ese tipo.
Todavía no lo procesaba del todo cuando Ed apareció detrás de ella y la obligó a volver a la habitación. Los festejos se amortiguaron cuando él cerró la puerta.
—¿Qué crees que estás haciendo, Lena? Estás muy débil para salir —atajó a la vez que revisaba una pequeña máquina en forma de cubo.
—Yo...
Ed la mandó callar alzando la mano. Se veía muy concentrado colocando el artefacto detrás de la cama en un hueco de la pared. Le indicó que se recostara.
Luego de obedecerle, Ed le conectó un grueso cable detrás del cuello. No hizo falta explicaciones, Lena sabía que era con el fin de recargarla tanto como fuera necesario. Fue cuestión de segundos para que sus funciones secundarias arrancaran en su campo de visión: fecha y hora, clima, bolsa de valores a nivel continental, ente otras.
—Imagino que no leíste todas las consecuencias que traería ser biónico.
—Claro que las leí —dijo a la defensiva.
—Lo dudo, Milena. De haber sido así no habrías gastado todo tu energía anoche.
—¡No tenía otra alternativa! —exclamó.
Ed dejó de caminar por la habitación y concentró su mirada en ella.
—Esto no es un juego, Lena. Tienes la oportunidad de gastar toda tu energía una segunda vez. Pero si vuelve a pasar, que esperemos no suceda, no despertarás. En otras palabras: te quedan dos vidas.
—No lo sabía...
Ed refunfuñó y se restregó su canoso cabello.
—La nano computadora de tu cerebro y las aleaciones de todo tu cuerpo necesitan energía. Si tú la gastas, tu materia gris ya no recibirá señales de ningún tipo; pasarás un colapso igual que ayer, aunque éste será definitivo. Recuerda que dependes completamente de tus implantes.
Lena se miró sus magulladas piernas, dejando que se hiciera un sepulcral silencio entre ellos. No se arrepentía de sus actos, si no hubiera sido por ella... aún más personas habrían muerto.
Era una victoria para ella, ¿por qué Ed no estaba contento? Su motivo de existir era dar una mano extra al gobierno, y lo estaba cumpliendo con buenos resultados... ¿o no?
Debía haber una solución.
—Tus madres quieren matarme. Parece que esta vez van a enserio, no quieren que continúes en esto. Ya amenazaron con una demanda si viajas a París el próximo mes.
Ella negó con la cabeza.
—Sé que puedes repararme, Ed. Hazme más fuerte, más resiente —imploró antes de remojar sus labios —. Por favor.
—No puedo. Dejarías de ser humana.
—¿Te parezco humana? Es decir, mírame. Unos extraños picos retractiles me salen de la espalda, mi piel se vuelve gris cuando necesito energía... trueno costillas abrazando personas. A mí no me importa, Ed. Esto es lo quiero —extendió los brazos a sus costados —. Es la vida que escogí a partir del día que comencé las pruebas.
Él bajó la mirada a sus venosas manos, después absorbió su nariz y le dio la espalda.
—Ya sabes mi respuesta
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