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No dormí aquella noche. Mi cabeza no dejaba de darle vueltas al asunto.
Emmett se sentía real. Debía serlo. No podía haberme enamorado de alguien producto de mi imaginación. Así no funciona el amor.
Miré a la mesa que estaba junto a mi cama. Ahí estaban todas las rosas y cartas que me habías traído a diario. Si todos insistían que no eras real, ¿entonces cómo se explicaba todos esos regalos tan hermosos?
Definitivamente querían engañarme, pero la pregunta era... ¿Por qué? ¿Quién eras, Emmett, para que todos quisieran alejarme de ti?
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