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—Mamá, ¿qué ocurre?—no dudé en preguntarle—. ¿Por qué lloras?
Ella secó sus lágrimas con las yemas de sus dedos y dijo:
—Katie, llegó la hora de decirte por qué estás aquí.
Presté atención e inmediatamente cuando me lo dijo rompí en llanto.
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