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Miedo y fuerza

La neta sí me dormí, no tiene caso mentir. Las corrientes de aire que pasaban por el desierto de Chihuahua que levantaban la arena las encontré relajantes y me arrullaron. Fue tan profundo esa siesta que hasta tuve un sueño. Estaba en alguna de la calles de Juárez, era de noche pero la ciudad estaba absolutamente desierta, no había autos o personas caminando. Comencé a caminar buscando por alguna señal de vida. Después de un rato andando por aquella calle vacía, capté un extraño sonido como un especie susurro o silbido. Al principio lo confundí con viento y eso era lo único que podía escuchar, entonces seguí mi camino y poco a poco el sonido se fue intensificando pero yo lo ignoraba. Llegó un punto en el que hasta lo escuché muy cerca de mí, a mis espaldas, y cuando me volví hacía aquel sonido me topé cara a cara con una algo que parecía una extraña niebla, aunque era más densa, más bien era humo y por increíble que parezca, parecía enojado y lo digo porque se abalanzó sobre mí.

Desperté sobresaltada. Estoy segura que ya habrán entendido que esa niebla o ese humo era en realidad el monstruo de humo y mi sueño era mi sexto sentido advirtiéndome del peligro. Probablemente han visto o han oído que los perros, e incluso los animales en general, pueden percibir cosas que los humanos no. Llamémoslo un sexto sentido, el cual se pasó también a los hombres lobos durante el proceso evolutivo. Mi sexto sentido era más agudo que de cualquiera en la manada, por lo que ya podía sentir la amenaza del monstruo de humo, sólo que en ese momento no lo podía comprender por completo. 

Noté que ya era bastante tarde pues ya casi anochecía. Me sentí aliviada que aún no era completamente de noche, aunque para ese punto la luna llena ya se podía ver en el cielo. Lo supe porque la vi cuando salí de mi casa de campaña para estirar un poco las piernas. Fue entonces que Moctezuma apareció y se me acercó.

—Emma —me llamó—, me gustaría hablar contigo.

—Por supuesto —repliqué.

Yo no me pude negar, era el líder de la manada. Supuse que me quería dar unas palabras de aliento o algo parecido. Comenzamos a caminar sobre la arena mientras hablábamos. 

—¿Cómo te encuentras? —preguntó en un tono amable.

—A decir verdad, tengo miedo —confesé—. No recuerdo ni siquiera alguna vez en la que los coyotes ganaran, pero podrían hacerlo esta noche y por mi culpa.

—Era más joven que tú cuando fui seleccionado por primera vez para luchar con el elegido de los coyotes y me sentía exactamente como tú. ¿Qué pasaría si fuera el primero en perder contra los coyotes?

He escuchado historias sobre la primera lucha de Moctezuma contra el elegido de los coyotes. En aquellos tiempos, Moctezuma no había manifestado tener poderes sobrenaturales más allá de los que tiene cualquier hombre o mujer lobo, pero que aún así la batalla fue feroz. Dicen que al principio ese joven lobo apenas si le pudo hacer daño a su contrincante y el coyote se abalanzó sobre Moctezuma dejándolo con graves mordidas y rasguños. Pero en un giro completo de los acontecimientos, Moctezuma se lo quitó de encima dándole una patada con una fuerza impresionante. Entonces aquel lobo se puso sobre sus cuatro patas y literalmente levantó la tierra lanzándole arena y rocas al coyote provocando que se le fracturara la pata delantera izquierda. Los poderes de Mocte por fin habían salido a la luz. Eso asustó al coyote quien trató de huir aún con su pata lastimada pero Moctezuma no lo dejó escapar pues lo persiguió y con un poderoso ladrido derribó al elegido de los coyotes. Se recuerda mucho esa pelea porque, por primera vez, lobos y coyotes coincidieron en parar la pelea antes de que Moctezuma le clavara en el pecho sus garras al coyote. Así se les concedida nuevamente la victoria a los lobos. 

Desde esa noche, Moctezuma pasaría a la historia por sus poderes y sería temido por los coyotes, convirtiéndose en el líder de la manada. En la siguiente lucha que se celebró dos años después, Mocte ganó. Dos años después, también ganó. Ganó cada encuentro contra los elegidos de los coyotes y así fue hasta que envejeció tanto que ya no podía luchar. Yo estaba ante una leyenda que saboreó la victoria en varias ocasiones. ¿Cómo yo podría ser como él o al menos lo suficientemente fuerte como para ganar?

—¿Cómo lo hiciste, Mocte, cómo venciste tu miedo?

—Habrás escuchado que yo estaba perdiendo ante ese coyote. Bueno, pensé en mi familia, en mi manada, en lo que pasaría con ellos si los coyotes ganaban. Encontré una motivación que va más allá de un título o de honor, encontré la fuerza en mi manada —explicó el mayor con claro entusiasmo—. Así pude quitarme ese piche coyote de encima y creo que eso despertó mis poderes y yo confíe en ellos. El resto es historia, como suelen decir por ahí.

—La fuerza la encontraste en el aprecio que le tiene a la manada —dije.

—Así es, Emma. Lucha por tu familia.

No sabía cuánto necesitaba esa conversación hasta ese momento en el que comprendí que papá, mamá y Paola son el motivo por el que yo me levanto cada día. Ellos son son mi motivación. Esa lucha era para defenderlos, y no sólo a ellos, sino a toda la manada que siempre me cuidó a mí y a mi familia. Mis nervios y mi miedo se disiparon por completo. Sentía como si pudiera escupir fuego o algo así.

El cielo se tornó oscuro y la luna llena brillaba sobre el desierto. Ya era de noche, lo que significaba que pronto sería hora de luchar contra el elegido de los coyote. Sea quien sea mi rival no voy a dejar que dañe ni a mi manada, ni a mi familia pues ahora tenía la fuerza suficiente para hacerle frente a eso y cualquier cosa que se interponga en mi camino.

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