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Historia de un extraterrestre (Parte 2)

Hola de nuevo, humano. Si estás aquí es porque te quedaste con la intriga de saber lo que me pasó después de haber tomado el cuerpo de un norteamericano con severos problemas personales. Así que, continuemos mi historia donde la dejamos.

Cuando le dieron el alta a Carlos del hospital, me devolvieron las cosas que usaba cuando lo encontré en su auto. Ahí aprendí sobre los modificadores de apariencia que ustedes llaman "ropa" y que debía usarlo como todos los demás. Me dieron privacidad en la habitación de hospital y no fue difícil identificar dónde debía colocar cada prenda gracias a lo que había observado hasta ese momento. Una vez que estuve listo, la hermana de Carlos me llevó en un taxi hasta un aeropuerto para regresar a Houston. En el camino me preguntaba "¿por qué te fuiste así?" y "¿en qué estabas pensando?". Desafortunadamente, eran preguntas que yo no le podía contestar. Después de un rato, se rindió ante mi silencio.

Houston fue, una experiencia que no podría describir con otra palabra más que complicada. Si recién me estaba familiarizando con el español porque lo hablaban Miranda, Minerva y la hermana de Carlos, me tuve que adaptar a un idioma completamente diferente, el inglés. Estaba en Estados Unidos y todos hablaban inglés y aunque Carlos supongo que también lo hacía, yo no.

La mujer que se hacía llamar mi hermana me llevó hasta el departamento de Carlos cuando regresamos a Houston. Ese momento fue incomodo porque ella esperaba que abriera la puerta, yo intenté hacerlo como había visto que ustedes, los humanos, lo hacían, girando la cosa dura que cuelga de la puerta. En ese caso, no funcionó, no giraba esa cosa.

—Tus llaves —me dijo la mujer—, usa tus llaves.

—¿Llaves? —repetí confundido.

—Sí, llaves —volvió a mencionar sacando sus propias llaves de su bolso.

Ver sus llaves me hizo recordar que había visto otras llaves entre las cosas que me dieron en el hospital y las dejé en mi bolsillo. 

—Llaves —volví a decir con más seguridad sacando las llaves de Carlos.

Miré con detenimiento la puerta y la cosa dura que cuelga de ella y noté que había una línea. Probé por meter la llave por esa línea, después la giré y escuché un sonido que me dio una buena señal. Probé por girar nuevamente a la cosa dura de metal y sí abrió la puerta. Había aprendido el funcionamiento de las puertas, aunque sí necesitaba aprender muchas más cosas sobre cómo ser un humano, todavía era demasiado extraterrestre como para sobrevivir.

Entré al departamento de Carlos y su hermana me devolvió las llaves que había dejado pegadas a la puerta.

—¿Crees que estarás bien por tu cuenta, Carlos?

Otra cosa que aprendí de los humanos es que la palabra "sí" les transmite seguridad.

—Sí —contesté.

Y como había esperado, la hermana de Carlos se relajó. La palabra "sí" era una buena palabra.

—De acuerdo, llámame si necesitas algo.

—Sí —volví a decir.

—Adiós —se despidió mientras cerraba la puerta.

Estaba solo en la casa de la persona a la que le robé el cuerpo... bueno, no creo que se pudiera considerar un robo, Carlos ya había muerto cuando lo encontré y dudo mucho que fuera a necesitar su cuerpo nuevamente, digamos que lo recuperé. El punto es que ahí intenté buscar la manera de sobrevivir, busqué de todo durante días. Encontré cajas que contenían objetos que me permitieron saber un poco de la vida de Carlos, como que el nombre de su hermana es Margaret, y de paso me acostumbré tanto al inglés como al español. Entre sus cosas encontré más ropa y papeles que estaban en inglés y comencé a leerlos palabra por palabra. La televisión fue de gran ayuda, claro que me asustó al principio pero después de un rato, aprendí a usarla y ahora podía escuchar la pronunciación de las palabras además de aprender sobre las costumbres humanas. Pero lo más maravilloso de todo fue el baño. En mi planeta natal acostumbramos a absorber un líquido parecido al agua que ustedes beben, ese líquido nos permite vivir y yo llevaba bastante tiempo sin ese líquido y me estaba sintiendo débil. El baño es un acceso sencillo al agua y lo viví cuando al entrar la regadera me llamó la atención, al activar el mecanismo de ésta empezó a caer agua sobre mí y lo disfruté. Salí del cuerpo de Carlos para poder absorber el agua y me sentí mucho mejor. Cada día podía decir y hacer más cosas como un humano y yo me sentía bien.

En esos días de aprendizaje, la hermana de Carlos me llamaba o me visitaba y podía notar que se notaba más aliviada al ver que me adaptaba a mi nueva vida aunque se enojaba por el desastre que dejaba en el departamento, por mi aspecto y porque no contestaba el celular. Hasta que uno de esos días me volvió a preguntar "¿por qué te fuiste así?" y "¿en qué estabas pensando?". Aún no sabía bien cómo responder eso, sospechaba que era debido a que Carlos había perdido a su mamá recientemente. Me ayudé gracias a que encontré una invitación al funeral de su mamá, pero no estaba completamente seguro como para darle a la mujer que tenía frente a mí una respuesta.

—No lo sé —me limité a decir.

—Deberías ir a verlo —sugirió Margaret.

—¿A quién? —pregunté confundido.

—A papá, deben arreglar las cosas.

Si la televisión me había enseñado algo es que los problemas familiares son comunes entre los humanos y, tras una serie de acontecimientos, siempre se resuelven. Entonces, ese día aprendí que no todo lo que ves en televisión es cierto. La situación entre Carlos y su papá estaba jodida, perdón por la palabra. Accedí en ir al papá de Carlos pero Margaret insistió en que tenía que lucir mejor. Una vez que tomé una ducha y me vestí, ella me llevó hasta la casa donde el señor Flores vivió por años junto a su esposa.

Margaret tocó el timbre de la casa y nadie respondía. Sacó sus llaves y usó una de ellas para abrir la puerta. Desde adentro, la casa se veía espeluznante porque estaba oscura, todas las ventanas estaban cubiertas por las cortinas que prohibían el paso a la luz. En un sofá se encontraba sosteniendo una botella un hombre de edad avanzada con un aspecto desalineado. 

—Hola, papá —saludó Margaret sentándose a un lado del señor Flores.

El mayor no respondió pero sí miró a su hijo con una mirada peor a las que Minerva adoptaba. Se levantó y me señaló.

—¿Qué haces aquí, mocoso?

—Vine a...

—¡Claramente te dije que no quería verte nunca más!

—¡Papá, por favor! —intervino Margaret.

—¡Es su culpa que tu mamá esté muerta! —acusó el señor Flores—. ¡De no ser por él, ella todavía estaría con nosotros!

—¡Mamá ya estaba muy enferma, era cuestión de tiempo! —replicó mi no-hermana al borde del llanto—. ¡Perdónalo, por favor, es tu hijo! 

—¡YO NO TENGO HIJO! 

El señor Flores estalló dejando que el silencio invadiera la casa. Él ya no tenía nada más qué decir, Margaret no supo qué agregar y yo no podía intervenir. Entendí que la familia Flores estaba rota y ya tenían suficientes problemas como para lidiar conmigo y también entendí porqué Carlos huyó porque es justamente lo siguiente que hice. 

Salí de la casa y Margaret me seguía.

—Lo siento, Carlos. No creí que esto fuera a terminar así.

—No te preocupes —le dije.

No quería ser un estrobo para Margaret ni mentirle más, me ayudó porque pensaba que era su hermano. Tenía que librarla de mí de algún modo. Recordé el celular de Carlos y el número que Miranda me dio cuando se despidió de mí. Con su ayuda podría "empezar de cero", por así decirlo y al menos no tendría que fingir todo el tiempo, así que llegando al departamento de Carlos comencé a preparar todo para no causarle más problemas a Margaret.

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