Historia de un extraterrestre (Parte 1)
Supongo que es mi turno de contar mi historia. Hola, humano, soy X▲'lyb▼z, creo que en su idioma se pronuncia "karlibus". Probablemente ya se habrán dado cuenta que no soy de por aquí, no soy un terrícola como ustedes.
Tienen diferentes nombres para llamar a los seres que son como yo: alienígena, marciano, o el que me gusta más, extraterrestre. Así es, no soy un humano, soy un extraterrestre y me temo que todas esas personas que murieron debido a falta de órganos y al líquido vital rojo que ustedes tienen... sangre, si no me equivoco, fue por mi culpa, al menos parcialmente.
Creo que se merecen saber toda la verdad, al menos así espero que puedan entender lo sucedido. Mi planeta natal comenzó a correr peligro. Mi familia se sacrificó para que yo pudiera escapar en una nave espacial. Vagué por el universo en busca de un nuevo hogar. Justo cuando la esperanza y el combustible de mi nave estaban a punto de terminar, encontré este planeta hace un año.
El aterrizaje fue violento, más de lo que esperaba. Mi nave se estrelló y me convencí de que se había averiado irremediablemente. Salí y me encontré de repente en un solitario desierto bajo un cielo nocturno.
Estaba confundido y asustado y busqué por alguna señal de vida y encontré algo parecido a mi nave espacial, aunque era más grande y tenía cuatro círculos negros, no lo sabía en ese momento pero se trataba de un auto. El conductor se parecía mucho a unos seres que vivían en mi planeta, la diferencia era que el conductor tenía una piel más colorida y más blanda. Me acerqué para verlo mejor y vi que tenía sangre en la cabeza. Después de tocarle y tratar de hablarle, me di cuenta de que estaba muerto.
Supuse que la apariencia del conductor era la apariencia promedio de los seres de la zona. Si quería sobrevivir, no podía darme el lujo de parecer un extraterrestre, así que tomé su cuerpo como un disfraz. Me costó casi toda la noche poder aprender los movimientos básicos de ustedes, los humanos. Caí tantas veces que no sabría decir la cifra exacta. Caminé como pude y llegué a un camino negro, ustedes le llaman carretera, ¿no es así?
En fin, el cielo cambió de color, de estar oscuro se puso rosado y yo estaba maravillado con aquel fenómeno. Sí habían amaneceres en mi planeta, pero no había visto uno por mucho tiempo y me hizo sentir un poco como en casa. Mientras veía el cielo, un sonido me hizo reaccionar. Me giré y vi un auto acercarse hacía mí. Grité y me cubrí la cara con los brazos del cuerpo que había tomado.
El auto se detuvo y me armé de valor para poder mirar de nuevo. Un humano sacó la cabeza para gritarme.
—¡Oye, ¿qué demonios te pasa?!
Yo me quedé mudo, sé que me habló pero no pude entender lo que me quería decir. Su idioma era completamente diferente al mío. No me moví ni un centímetro. Entonces un humano salió del auto y se acercó a mí.
—¿Estás bien? —me preguntó en un tono amable.
Miré al humano sin contestar
—¡Miranda, vámonos! —exclamó el primer humano desde el auto.
—Parece que necesitas ayuda, ¿te encuentras bien? —me dijo el otro humano—. ¡Para el auto, Minerva! —se dirigió a su compañero.
—¡¿Te volviste loca, Miranda?!
—¡Calla, ¿no ves que le está sangrando la cabeza?! —replicó Miranda—. Yo soy Miranda y esa de allá amargada es Minerva.
Terminé dentro del auto de Miranda y Minerva. Me sentí un poco confortado porque hice buena elección en tomar el cuerpo de ese conductor. Mis salvadores se veían con rasgos similares a mi nueva apariencia, aunque no eran completamente iguales. Pensé que eso era normal porque no reaccionaron de manera negativa.
Noté que el cuerpo que tomé tenía algo encima. Era una billetera, algo que no conocía en aquel momento por lo que se la mostré a Miranda.
—"Carlos Flores" —leyó Miranda—. Norteamericano, de Houston, Texas. Hay que llamar al novecientos once.
—Maldición, Miranda, se nos va a hacer tarde si seguimos así —repuso Minerva.
—Ya me conoces, no puedo darle la espalda.
Miranda llamó con un dispositivo de comunicación... un celular a emergencias. Casi una hora después, más autos y humanos uniformados llegaron y comenzaron a hacerme preguntas en un idioma diferente al que hablaban Miranda y Minerva. Sin embargo, Miranda sí les podía entender y respondía por mí.
No entendía nada pero ahora sé que me iban a transportar a un hospital cercano e iban a llamar a uno de los familiares de Carlos Flores. Antes de que los paramédicos me llevaran, Miranda me dio un trozo de papel.
Miranda
+02 302 1207 2023
—Aquí está mi número, por si se te ofrece algo.
—Sí —respondí.
Al cabo de un par de horas, ya me encontraba en un hospital. Me limpiaron la herida, me vendaron la cabeza y me tomaron radiografías. Mi primer día como humano terminó conmigo en una cama y vestido con una bata de hospital. Y sí, sí dormí, los extraterrestres también duermen.
Al despertar, otro humano estaba a mi lado. Compartía rasgos con los de mi yo-humanos como los dos ojos, las dos piernas y los dos brazos. Era extraño, se parecía a Carlos pero al mismo tiempo no. Tenía cabello largo y en su pecho había un bulto que había visto en otros humanos. Tal vez para ustedes podrían decir que se trataba de una mujer, pero yo desconocía completamente ese dato, después de todo, llevaba un día siendo humano.
—Qué bueno que ya despertaste —sonrió ella—. Estaba tan preocupada, ¿cómo se te ocurre irte así?
Esa mujer me conocía... bueno a Carlos.
—Ya me conoces —logré decir.
—Claro que sí, tonto, eres mi hermano —soltó la mujer—. Al parecer todo salió bien en tus estudios, pero vas a estar en revisión por este día, y si todo sale bien, mañana mismo podremos irnos a casa.
Probablemente se imaginaban que algo iba a pasar. Tomé el cuerpo de un humano que tenía una vida que terminó en un desafortunado accidente y ahora me metí en sus problemas sin querer.
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