En el desierto de Chihuahua
Ser la mujer lobo que luche contra el elegido de los coyotes es un increíble honor. En serio me sientí honrada, sólo que me gustaría no sentirme tan nerviosa. Los nervios nos bloquean a todos y a veces nos impiden hacer ciertas cosas. No me podía ni imaginar lo que puede pasar si no lograba luchar.
Lucía me dedicó con sus ojos verdes una breve mirada de odio antes de irse al lado de Mocte. En cambio, Eddie me dedicó una sonrisa y hasta estrechó mi mano felicitándome por ser la elegida de los lobos. Le agradecí antes de regresar junto a mi familia.
Mamá me abrazó como si hubiera descubierto la cura de alguna enfermedad o hubiera impuesto la paz mundial. Se los dije, ser la elegida es todo un honor.
—Yo sabía que usted sería la elegida, mija —me dijo papá antes de robarme de lo brazos de mamá para abrazarme él mismo.
Cuando la reunión finalizó, tardamos más de la cuenta en regresar a nuestro auto debido a la cantidad de personas que me felicitaban y/o me daban ánimos. Tuve que decir "gracias" tantas veces que llegó un punto en que la palabra perdió su significado. Cuando por fin llegamos al auto, papá y mamá decían cosas sobre el honor sobre cómo yo era una chingona y que no me costaría mucho vencer al elegido de los coyotes. Me limité a escuchar y a asentir.
Papá me recomendó que me fuera directo a la cama para estar descansada para el día de mañana. Lo obedecí, aunque fui a cepillarme los colmillos... perdón, los dientes y mientras tanto sostenía mi celular con la mano que tenía libre para ver si había recibido algún mensaje. Tenía de mi amiga valentina quien deseaba que todo estuviera con mi tía.
La excusa que le dije a Valentina para explicar mi falta de los siguientes dos días era que una hermana de mi papá que vivía en Colorado había tenido un accidente y se lesionó la cadera. Admito que exageré demasiado, pero entré en pánico y no sabía bien qué decirle. Le contesté que no se preocupara, que al parecer no fue tan grave y que la mantendría informada concluyendo con un "buenas noches".
También tenía un par de mensajes de Samuel. No puede evitar sonreír en cuando los vi en mi bandeja digital. El mensaje primer mensaje decía que estaba muy agradecido por haberlo ayudado y que lo salvé de un apuro. El segundo mensaje me terminó por elevar en la mismísima gloria pues decía que esperaba con ansías ir a comer tacos.
De lo que no me percaté era que dejé la puerta del baño abierta y que Paola estaba mirando mi reacción desde hace un rato. El reflejo del espejo la delató, aunque ya era demasiado tarde. Me volví hacía elle quien me miraba perspicazmente.
—¿Todo bien, Emma?
Por el tono en su voz sabía que estaba burlando de mí. Escupí la espuma y me lavé la boca antes de contestarle.
—Estaba contestando los mensajes de un compañero del trabajo —repliqué lo más calmada que pude.
—Puedo escuchar tus latidos acelerados claramente, hermana, además no soy estúpida.
Era verdad, Paola no es ninguna estúpida, en realidad es de las mejores estudiantes de su clase. Es observadora a más no poder y con sus dones de mujer loba su talento se potencia aún más.
—Me atrapaste —admití.
—También ese Samuel te atrapó, por lo que veo —agregó mi hermana.
—¿Cómo lo...
—¿Que cómo lo sé?, bueno, en el día de campo que organizó tu empresa hace unos meses te delataron esas miraditas y esas sonrisitas que le lanzabas.
El mayo pasado la empresa de seguros para la que trabajo organizó un día de campo en el que los empleados podíamos invitar a nuestras familias y me lleve a mis papás y a Paola. Durante el día de campo se organizaron una serie de juegos en equipos: el quipo amarillo y el equipo azul. Samuel y yo quedamos en el equipo azul y gracias a mis habilidades nos lleve a la victoria y cada vez que celebramos tal vez si le pude dedicar a Samuel una que otra mirada o alguna sonrisa, según yo eran disimuladas, pero ahora me doy cuenta que no.
—Deberías invitarlo a salir —sugirió mi hermana—. Creo que también le agradas.
—¡¿De veras?! —exclamé más emocionada de lo que me gustaría.
—Sólo hay una forma de averiguarlo, ¿no crees? —comentó Paola antes de irse.
Volví al chat con Samuel y le respondí que yo también tenía ganas de ir con él a los tacos. Al presionar "Enviar" comencé a pensar en lo que Paola insinuó. ¿Por qué me invitaría Samuel me invitaría unos tacos si no estuviera interesado en mí?, aunque puede ser en plan amistoso, claro. Pero como dice La Oreja de Van Gogh "cada tarde, como siempre, la esperanza dice quieta, hoy quizás sí".
Esa noche me fui a la cama contenta olvidando, aunque sea por un ratito, los nervios que tenía. Claro que regresarían al día siguiente cuando mi tío Plutarco tocó el timbre de nuestra casa. Él nos llevaría en su auto todo-terreno color rojo al desierto donde se llevan a cabo las peleas entre lobos y coyotes.
El tío Plutarco es hermano de mi mamá. Tiene su cabellera y su barba pelirroja que parecen estar en llamas cuando la luz del sol lo toca. Es alto y musculoso, sus ojos son oscuros y su piel es bronceada de tantos viajes que ha hecho a las playas dentro y fuera de México. Es soltero y no tiene hijos, aunque siendo bien sincera, creo que tendrá alguno por ahí regado. Mi tío es muy guapo y viaja mucho, ha contado que se ha ligado a más de una mujer en todos sus viajes y en los romances de una noche, todo puede pasar.
Para cuando llegó el tío Plutarco, ya estábamos listos para irnos al desierto de Chihuahua. Fue papá quien abrió la puerta y lo saludó con mucho gusto. Papá y mi tío siempre han llevado bien, pareciera que ellos son los hermanos.
—¿Cómo estás, cabrón? —saludó papá dándole una abrazo a mi tío.
—Aquí andamos. ¿Todos listos?
Mamá desde días antes había preparado nuestras cosas. Es costumbre acampar en el desierto así que empacó desde tiendas de campaña hasta bloqueador solar. Ella se aseguró que nada faltara en nuestras mochilas, así que sí, sí estábamos listos. Cada uno tomó su mochila y nos subimos al todo-terreno de mi tío.
Mi tío arrancó y al cabo de una hora y media ya habíamos dejado Ciudad Juárez atrás. Los edificio fueron remplazados por cañones, el asfalto por arena y los autos por cactus y plantas desérticas. A comparación de la ciudad, el desierto lo encuentro tranquilo y relajante. Lo bueno es que era noviembre y no hacía tanto calor en el desierto, ya me imagino cómo han de estar los que viven en la sierra.
México tiene muchos ecosistemas, pero hablando de Chihuahua, al ser un estado muy grande, tiene la fortuna de contar con zonas desérticas cálidas y zonas serranas tan frías que puedes encontrar nieve. Chihuahua tiene zonas, como las Barrancas de Cobre, que son tan hermosas que se deben ver aunque sea una vez en la vida.
Horas después, llegamos donde se asentaba el campamento de lobos. Mi tío detuvo su todo-terreno junto con los demás vehículos empolvados de arena para que nosotros bajáramos las cosas. Mamá empacó tres tiendas de campañas: una para mi tío y para papá, otra para Paola y para ella y otra para mí sola. Ser la elegida tenía sus ventajas.
Entre el tío Plutarco y papá armaron las tiendas mientras el sol del mediodía estaba encima de nosotros. Cada minuto que pasaba era un menos de espera para la lucha ancestral. En cuanto vi mi tienda armada me metí en ella para poder prepararme mentalmente para lo que me esperaba y así, tal vez, podría calmar mis nervios antes de que me comieran viva.
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