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Capítulo 16: Indra


Emma caminaba arrastrando los pies como si estuviera hipnotizada. La voz la llamaba con suavidad, atrayéndola como una sirena a su presa. Llegó a la orilla del lago, a una distancia lo suficientemente apartada como para no ver la pequeña hoguera que había encendido Alec en el campamento y sumergió los pies en el agua. El frío la hizo estremecer, pero permaneció allí parada escuchando la voz llamando su nombre.

"Emma... ven a mí..."

La joven intentó seguir avanzando, pero sus pies dejaron de moverse. Frunció el ceño y miró hacia abajo. No se veía nada, excepto sus pies descalzos dentro del agua. 

"Emma, todo irá bien. Ven conmigo."

—Lo siento, pero mis pies no quieren moverse. ¿Podrías venir tú? —preguntó al aire, como si realmente estuviera hablando con alguien.

Escuchó una suave risa y fijó la vista en dirección al fondo del lago, de donde parecía emerger algo. Dio un paso hacia atrás al ver que la figura de una mujer salía del agua y comenzaba a caminar sobre la superficie del lago en dirección a ella.

—¿Eres una sirena? —preguntó Emma asombrada.

—No. Mi nombre es Indra y soy la encargada de preservar la paz de estas aguas. —La mujer sonrió con dulzura y, a pesar de la oscuridad de la noche, Emma pensó que era la mujer más bella que había visto en su vida.

—No estás mojada —observó la joven con extrañeza. —¿Eres acuifuga?

Indra se rio de nuevo y Emma, a pesar de no saber muy bien por qué lo hacía, también empezó a reír, aunque con bastante menos sofisticación.

—¿Te importa si soy yo quien hace las preguntas? —preguntó con amabilidad inclinando la cabeza.

Indra siguió andando hasta salir del agua. Vestía una túnica blanca de seda que caía sobre su piel marcando cada curva y cada hueco.  Emma no estaba segura si se trataba del resplandor de la luna, pero su piel tenía un brillo perlado, como si fuera de nácar. Su cabello, dorado como el oro, caía ondulado por sus hombros y le cubría toda la espalda. Caminó con sinuosidad alrededor de Emma, observándola de arriba a abajo y ésta se sobresaltó al sentir que le pasaba la mano por el hombro, deslizando un dedo por su espalda hasta llegar al otro hombro.

—Veo que has consumido una gran cantidad del agua de Shiza.

—¿Tú también crees que es interesante que haya bebido agua? —Emma frunció el ceño algo cansada del interés de todo el mundo por su sed.

—Ciertamente. He conocido a poca gente que se haya aventurado voluntariamente a algo así y, créeme, he visto muchas cosas en mi vida.

—¿Has sido tú quien me ha llamado usando la voz de mi madre? —dedujo Emma al darse cuenta de que había dejado de escuchar la voz.

—Ignoro lo que has oído, pero sí, yo te llamé. Porque bebiste de mis aguas, mientras dure el efecto tengo control sobre ti.

—Eso no está bien —respondió haciendo un mohín. —¿Tú eres una mala persona?

Indra se echó a reír de buena gana, pero esta vez Emma frunció el ceño incómoda. 

—No hay nadie que sea totalmente bueno o totalmente malo, querida. Tómalo como un consejo. Te vendrá bien en la vida.

—No quiero tus consejos. Me das escalofríos.

Indra inclinó la cabeza y fijó la vista en la muchacha. Por alguna razón, su hechizo de hipnosis se había visto comprometido y no sabía por qué. Una vez que alguien había consumido el agua de Shiza, ésta se esparcía por todo su cuerpo, creando una vulnerabilidad mental que ella podía controlar con su poder. Cuando esa persona era llamada a través de la hipnosis, en su mente escuchaba lo que necesitaba oír para ser atraído hacia el agua. Lo natural era que Emma hubiera seguido caminando hasta sumergirse y ser atrapada, pero se había detenido. Mejor dicho, algo la había detenido e Indra quería descubrir el qué.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Indra parándose frente a ella.

—So... soy Emma —murmuró la muchacha mirando embobada a la bella mujer.

—¿Y de dónde vienes, Emma?

—Ah... espera, esta me la sé... —la joven se dio un par de toquecitos en la frente mientras trataba de recordar el nombre con el que habían llamado a la Tierra. —¡Midos! Soy de Midos.

—¿Midos? —Indra observó a la muchacha con un nuevo interés. —¿Y qué se te ha perdido aquí en Shiza, Emma de Midos?

—Llegué por accidente —respondió inclinando la cabeza. —O eso creo... 

—Explícate, por favor.

Emma tomó aire y comenzó a contar la historia de cómo llegó a Koh por primera vez, cómo conoció a Alec y Eirian y, sobre todo, cómo le preguntaban constantemente por la Dévola. La expresión de Indra se turbó ligeramente pero en seguida sonrió de nuevo.

—Vaya... es una historia cuanto menos interesante. Pensé que encontraba a una niña perdida y frente a mí tengo nada menos que a la portadora de la Dévola.

—¿Tú también quieres que te la dé? —Emma dio un paso hacia atrás preocupada, pero Indra la tranquilizó.

—Aunque es un ofrecimiento tentador, creo que yo no podría cargar con un poder como ese —rechazó con delicadeza. —¿Y cómo está Eirian?

—Ah... ¿Lo conoces?

—Sí. Fuimos... conocidos —inclinó la cabeza con una dulce sonrisa al decir esa última palabra.

—Oh... eso suena a historia interesante —Emma se rio esperando a que Indra siguiera hablando.

—Es probable, pero no seré yo quien te la cuente. ¿Dónde está él?

 —Oh, está con Alec. Ahora están construyendo un campamento por... —Emma se dio la vuelta en busca de Alec y Eirian, pero sólo vio la oscuridad del bosque. —Oh. No sé dónde están. 

Indra percibió que alguien invadía su espacio. Al parecer estaban buscando a Emma. Tal vez no era buena idea seguir con el interrogatorio de momento. Aunque algo dentro de ella se había removido al escuchar el nombre de Eirian, sabía que era mejor permanecer oculta.

—No temas, Emma. Pronto los verás —le susurró al oído. 

La joven se quedó paralizada e Indra volvió al agua. No fue hasta que se sumergió del todo que parpadeó y pudo reaccionar. Dio dos pasos hacia atrás asustada y al haber pasado tanto tiempo con los pies en el agua, éstos se habían entumecido y tropezó, cayendo al agua.

—¡Emma! —Alec apareció corriendo y se arrodilló a su lado. —¿Qué ha pasado? ¿Qué demonios estás haciendo aquí? ¿Sabes el susto que me has dado? ¡¡No vuelvas a irte así!!

—No hace falta que grites...

La joven lo miró entrecerrando los ojos con disgusto. A su parecer no había hecho nada malo y no entendía por qué se había enfadado tanto. Volvió la mirada hacia el otro lado y vio que Eirian también había ido a buscarla, sin embargo él permaneció parado con la mirada fija en el agua.

—Ven, volvamos al campamento. —Alec volvió a llamar su atención. —Estás toda mojada. ¿Qué estabas haciendo en el agua?

—Había una mujer... —murmuró Emma esforzándose por recordar. —Me estaba preguntando... cosas...

—¿Una mujer, dices? ¿En el agua?

—Vámonos —apuró Eirian. —Será mejor que no estemos cerca del lago.

No podía decirlo con certeza, pero Eirian estaba casi seguro de saber de quién se trataba. Y si de verdad era ella, debían alejarse cuanto antes. De nuevo, se vio inmerso en recuerdos del pasado y su corazón se encogió con un dolor que creyó haber enterrado muy profundo, donde jamás volvería a atormentarlo. Pero estaba equivocado. Ese dolor sería su compañero hasta el final de sus días.



Emma se echó sobre algunas hojas que habían preparado mientras la capa de Eirian se secaba al calor de una fogata. Aunque estaba cansada y quería dormir, no conseguía desconectar su mente. Cerraba los ojos, pero era demasiado consciente de todo a su alrededor. La respiración de Alec al dormir, el crepitar del fuego, el susurro del agua, el ulular de algo que no parecía exactamente un buho... Se giró hacia un lado y otro, pero nada parecía funcionar. Abrió los ojos hastiada, se sentó sobre las hojas y se sorprendió al ver que el hechicero estaba sentado a su lado.

—¡Eirian! Me has asustado... —se rio.

—Todavía estás bajo el efecto de Shiza —afirmó con disgusto.

—¿Qué es el efecto de Shiza? ¿Por qué estáis todos tan preocupados por el agua?

—Es un agua que te obliga a decir la verdad. 

—¿Y he estado diciendo la verdad hasta ahora? —frunció el ceño disgustada. —¿Cuánto tiempo va a durar esto?

—Al menos hasta que expulses todo el agua de tu interior.

—Oh... vaya. ¿Y cómo funciona? Hazme una pregunta que no quiera responder...

Eirian sonrió. Jamás habría pensado que alguien le ofrecería algo así.

—Cuéntame tu secreto mejor guardado.

—Pues... creo que me gusta Alec... —Al darse cuenta de lo que había dicho en voz alta, se cubrió la boca con ambas manos y Eirian se echó a reír.

—¿Ese es tu mayor secreto? Qué decepción. Creí que tendrías algún pasado oscuro y misterioso, pero supongo que si tú misma no lo conoces, no puedes hablar de él.

—¿Un pasado oscuro? Creo que... hay algo. No se si es mi pasado, pero a veces, cuando duermo, veo gente que huye en todas direcciones aterrada. Siento que yo soy la culpable de su dolor. Me siento culpable. Me duele el corazón... —Emma tenía la mirada perdida, como si evocara recuerdos inconexos que no sabía muy bien de dónde venían. —La gente muere. Gritan. Las voces no cesan. Pero yo tengo que obedecer. Debo...

—¿De qué estás hablando? —interrumpió Eirian interesado y preocupado a la vez.

Emma salió del extraño trance y lo miró sobresaltada. Parpadeó con lentitud y luego volvió a sonreír con calma.

—No lo sé. Son cosas que me pasan a veces por la mente.

—¿Te ocurre a menudo?

—No. Estoy segura de que no fue más que una pesadilla... —Emma bostezó agotada. —Ahora te toca a ti. Cuéntame por qué pones esa cara cada vez que miras al agua.

Eirian se sorprendió de que la joven se hubiera dado cuenta de algo así. Por lo general solía mostrarse impasible, pero la proximidad al lago le habían devuelto a aquel pasado que se había esforzado tanto por olvidar.

—No es asunto tuyo.

—¿Qué? ¡Acabas de aprovecharte de mí mientras estoy débil y has profundizado en mis secretos! Al menos podrías abrirte un poco y contarme algo sobre ti.

Eirian frunció el ceño con disgusto. 

—Yo no tengo por qué hablarte de mí.

—Por favor... —suplicó la joven.

—No.

—Por fi... —esta vez lo agarró del brazo y apretó su mejilla contra el hombro de Eirian.

—He dicho que no. —Miró a Alec incómodo, pero por suerte, estaba dormido y no lo irritaría con sus celos infantiles.

—Vamos... no se lo voy a contar a nadie —Emma se puso de rodillas frente a él y lo tomó de las mejillas para que la mirase fijamente a los ojos. —Lo prometo. Y sabes que ahora no puedo mentir.

Eirian suspiró cansado. Si no le contaba algo, probablemente estaría molestándolo sin parar, así que decidió contar algo, ya que, tan pronto como el efecto del agua pasara, olvidaría todo lo ocurrido.

—Está bien. Pero suéltame...

La joven dio un gritito triunfal y se sentó junto al hechicero con impaciencia.

—Hace mucho tiempo yo viví en la ciudad de Shiza.

—Oh... ¿Tenías una novia? —preguntó con una sonrisa traviesa.

Eirian, al principio se sorprendió de que fuera tan directa, pero luego sonrió también.

—Llamémoslo así.

—Vaya, nunca hubiera imaginado que fueras capaz de querer a una chica con esa cara de agrio que tienes siempre. —Emma se puso de rodillas y observó a Eirian impaciente. Él, ligeramente ofendido por su comentario, decidió no darle más importancia. Después de todo, el efecto de Shiza obligaba a decir en voz alta todo lo que pasaba por la cabeza, aunque fuera un pensamiento pasajero.

—Sí... en resumidas cuentas, ella decidió que yo no valía la pena y un día me traicionó de la forma más ominosa posible. Así que dejé de preocuparme por el amor y decidí centrarme en destruir a Glynn y vengar a mi pueblo.

—El amor es un asco —musitó Emma, sintiéndose identificada con el dolor de Eirian. Él sonrió. —¿Era Indra?

—¿Cómo...? —Eirian no terminó de formular la pregunta. Estaba claro que se trataba de ella, aunque en el fondo hubiera deseado no tener que lidiar con eso. —¿Era la mujer con la que habías hablado en el lago?

—Sí... Me preguntó por ti.

—¿Le has hablado de mí? 

—Sólo de cuando nos hemos conocido... de hecho, has sido un cretino, ¿sabes? ¡Querías matarme y luego besarme! ¡No hay quien te entienda!

—No iba a hacer ninguna de esas dos cosas... ah, no sé ni para qué sigo intentando convencerte—Eirian negó con la cabeza hastiado. —En cualquier caso, si vuelves a ver a Indra, no hables con ella. Quédate a mi lado, ¿entendido?

Emma asintió enérgicamente, pero Eirian se dio cuenta en seguida de que, probablemente tendría que repetir esa misma orden en cuanto la joven hubiera recuperado el control sobre sí misma.

—Deberías dormir —dijo el hechicero pasándole la mano por la cabeza y despeinándola, como si fuera un cachorrito.

—Lo intento, pero no consigo dejar de pensar, aunque tengo muchísimo sueño —se frotó los ojos agotada. 

—Debe ser otro efecto colateral del agua. 

—Este agua también es un asco.

—Supongo que lo es. Si quieres, puedo poner un hechizo de sueño sobre ti y...

—Eh... —Alec se giró y los miró malhumorado. —¿Os importaría bajar la voz? Estoy intentando dormir... 

—Oh, lo siento, Alec —dijo Emma cubriéndose la boca con ambas manos.

—No lo sientas. Sólo cerrad la boca y a dormir...

Alec se dio media vuelta y volvió a darles la espalda. No le gustaba escucharlos cuchichear mientras creían que él estaba dormido. No era que le importase lo que hacían, pero por alguna razón que se le escapaba, le hacía sentir molesto. 

Emma, preocupada por que Alec estuviera enfadado, se acercó a él y se arrodilló a su lado. Lo tocó con suavidad en el hombro y él se estremeció al sentir su contacto.

—¿Qué quieres? —espetó de mala gana. No entendía de dónde venía ese mal humor, pero por alguna razón, no quería hablar con ninguno de ellos.

—¿Estás enfadado conmigo? —susurró ella tan cerca de su oído que él se incorporó de golpe para apartarse.

—¡No estoy enfadado! Sólo quiero...

Alec no pudo terminar la frase. De repente, Emma rodeó su cuello con los brazos y apoyó la cabeza sobre su hombro. Se sentía bien. Alec era cálido y suave. Sus brazos la rodearon por completo y cerró los ojos, dejando que el sueño que le había resultado tan difícil de conciliar cayera sobre ella.

El muchacho se había quedado petrificado y no fue hasta que se dio cuenta de que ella se había dormido, que se echó a reír.

—Por fin, un poco de silencio —murmuró. —¿Has sido tú? 

Eirian asintió y se rio también. 

—Necesita descansar o estará agotada por la mañana.

Alec acomodó a Emma sobre la capa del hechicero, que ya se había secado, pero ella no soltó su agarre del cuello del muchacho. Más bien al contrario, se agarró más fuerte y empezó a murmurar en sueños palabras incomprensibles.

—Tendrás que dormir abrazado a ella... —se burló Eirian.

—¿Estás de broma? ¿Quién podría dormir así? —protestó Alec. 

Eirian alzó las cejas burlón. Cada vez estaba más convencido de que ese muchacho no tenía ni idea de cómo ser hombre, a pesar de que ya tenía edad suficiente.

—Descansa cuanto puedas. Yo permaneceré despierto para vigilar.

Alec suspiró derrotado y se echó sobre la capa junto a Emma, que dormía profundamente agarrada a él. Su corazón latía como loco y cada vez que respiraba, el suave olor de Emma le hacía estremecer. ¿Cómo esperaba el brujo de pacotilla que pudiera dormir así?


Todavía no había amanecido, cuando Eirian dio unos toques en el hombro de Alec, que, agitado, abrió los ojos de golpe. Se sorprendió al ver a Emma recostada sobre su pecho, pero entonces recordó la noche anterior. Se estiró, sintiendo cómo sus músculos se desentumecían. Jamás había dormido tan mal.

Eirian se puso un dedo sobre los labios indicándole que guardara silencio y luego hizo un gesto con la cabeza, señalando hacia arriba. Alec alzó la mirada y, sobre las ramas, divisó al gato, que los observaba agitando la cola de un lado a otro. Alec se incorporó sorprendido, pues no se había dado cuenta de que estaba ahí. Sin embargo, ahora que podía verlo, sintió la inmensidad de su poder sofocándolo. No podía entender cómo no se había dado cuenta antes. 

Emma, con la agitación, se despertó y se sentó, frotándose ambos ojos, como si intentara despegarse el sueño de encima.

Eirian observaba al gato con el ceño fruncido. Le molestaba no haberse dado cuenta ni siquiera de cuánto tiempo llevaba ahí. ¿Había estado con ellos todo el tiempo?

—Deja de esconderte, gato. Nos debes unas cuantas explicaciones —dijo el hechicero alzando la voz.

Al verse descubierto, Jutin bajó del árbol de un salto y cayó en medio de ellos. Se sentó y paseó la mirada entre los muchachos, que lo observaban en guardia, a la espera de saber qué quería.

—Oh, chicos... no había conocido a un grupo de jóvenes menos animado que vosotros —se rio. —Esperaba algo más de salseo, pero supongo que no hay nada que hacer...

—¡Gatito! —exclamó Emma volviendo a atraparlo entre sus brazos. —Te he echado de menos. ¿Por qué te habías escapado?

Los muchachos se encogieron sorprendidos, esperando una reacción agresiva por parte del poderoso gato, pero éste se limitó a suspirar hastiado, mientras Emma le demostraba todo su amor en un abrazo cariñoso.

—E- Emma... creo que deberías dejar al... gato —susurró Alec nervioso.

—¿Por qué? —inquirió ella reacia. 

—En fin... supongo que no hay más remedio... —musitó Jutin. 

De repente, una luz comenzó a emanar de su cuerpo, mientras iba haciéndose más grande. Su pelaje fue desapareciendo poco a poco y sus patas se volvieron más largas y fuertes. Para cuando Emma se fue a dar cuenta, estaba abrazando a un hombre grande y musculoso que estaba sentado sobre su regazo.

—¿¡¡QUÉ DIABLOS ES ESTO!!? —Exclamó ella apartándolo a golpes y retirándose a toda velocidad hasta esconderse detrás de Alec. —¿Quién eres y qué has hecho con mi gato?

El hombre se puso en pie con una carcajada y se sacudió la ropa. Vestía una túnica gris oscuro que le quedaba hasta las rodillas y su cabello, del mismo color que el pelaje que había lucido unos segundos atrás, era lacio y largo hasta la cintura. Sus ojos dorados observaban a Emma divertidos, mientras ella se esforzaba por reconocer en él a "su gato".

—Vaya... Hacía mucho tiempo que no volvía a mi forma humana —musitó mirando sus manos y su cuerpo. —Casi se me había olvidado lo guapo que soy.










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