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Capítulo 14: Un favor


Emma subía los peldaños despacio sin saber si era seguro volver a quedarse a solas con el hechicero. Cierto que ahora eran aliados, pero él ni siquiera había tenido tiempo de demostrar su lealtad. Realmente era una temeridad y a cada paso que daba se arrepentía más de no haber pedido a Alec que fuese él quien le pidiese al hechicero que borrase la memoria de las chicas.

Cuando llegó arriba, lo buscó en cada habitación, pero no lo vio por ninguna parte. Empezó a preguntarse si tal vez no se había marchado y sintió una mezcla de decepción y alivio. Entró en su habitación y se estremeció cuando notó que se le erizaba el vello. Se giró rápidamente al percibir una presencia detrás de ella y vio al hechicero observándola con el ceño fruncido.

—¿Me buscabas? —dijo sin apartar sus fríos ojos de ella.

—Sí... —Emma bajó la mirada, pero no quería parecer débil delante de él, por lo que alzó la cabeza y se mantuvo firme. —Necesito que me hagas un favor.

—¿Un favor? —se rio. —Yo no hago favores a cambio de nada.

—Lo entiendo y... —Emma tomó aire antes de decir las siguientes palabras, con la sensación de que acabaría por arrepentirse. —Tendrás algo a cambio.

—¿Cualquier cosa? —insistió Eirian interesado.

—Cualquier cosa que no implique algo que sea perjudicial para Alec o para mí.

—Ya veo. ¿Y cuál es ese favor que requieres de mí?

—Necesito que mis amigas olviden todo lo que han visto aquí. Ellas no saben nada sobre Koh y prefiero que eso siga así.

—¿Esas son tus amigas? —se rio de nuevo. —¿Y cómo son entonces tus enemigos?

Emma torció el gesto, pues él mismo había sido un enemigo hacía escasos minutos, en cambio ahora se consideraba aliado. Eso la llevó a preguntarse dónde estaba la línea que separaba un bando del otro.

—Lo único que quiero es que no anden metiéndose en mis asuntos.

—Entiendo. ¿Y quieres que yo te solucione ese problema haciéndolas olvidar? —El hechicero alzó ambas cejas con interés. No le resultaría difícil manipular recuerdos tan recientes en unas mentes tan volubles como las de esas niñas y, a cambio, podría lograr la información que deseaba de Emma.

—Por favor... —suplicó la pelirroja.

A Eirian empezaba a gustarle la sensación de tener cerca a aquella chica de apariencia frágil, pero muy capaz. Era curioso que ni siquiera ella misma sabía de qué era capaz. Le interesaba descubrir todo lo que pudiera sobre ella, pero sobre todo, le divertía lo fácil que resultaba provocar su enojo y ver sus reacciones reflejadas en un rostro que jamás había conocido el sufrimiento verdadero. Era una muchacha ciertamente inocente.

—No estoy seguro de querer hacer algo así. Creo que el trato no es beneficioso para mí —sonrió.

Emma gruñó hastiada. No podía soportar la arrogancia del hechicero y en vista de que jamás conseguiría apelar a su inexistente compasión, decidió intentar una estrategia diferente.

—¿Acaso no eres capaz de hacerlo? Creí que eras un hechicero poderoso —trató de provocarlo.

—Soy un hechicero poderoso. Simplemente, no estoy interesado —respondió con aire distraído mientras salía a paso lento de la habitación.

Emma bufó exasperada. Estaba claro que Eirian no era una persona confiable, pero necesitaba ese favor.

—¿Hay alguna manera de que consiga convencerte?

Eirian se detuvo y volvió a sonreír. Podía percibir con claridad la frustración de la chica y le parecía curioso que no fuera el gato, aparentemente tan poderoso, quien borrase la memoria de las jóvenes. Después de la conversación que había tenido con él, le había quedado claro que era su protector, sin embargo, ella no parecía saber mucho sobre el gato, pues ni siquiera sabía que ese cuerpo felino no era más que un escondite. Probablemente, se había mantenido al margen de la vida de la chica hasta ese momento, cuando ella se había visto expuesta de nuevo al mundo de Koh y a las garras de Glynn.

Se giró y la observó con curiosidad. De nuevo se preguntó ¿Quién era ella en realidad? ¿Por qué la protegía ese poderoso ser? Había muchos interrogantes y deseaba descubrirlos. Ella no parecía sólo una simple portadora. Había mucho más de lo que ni siquiera ella misma era consciente.

—Está bien. Lo haré —dijo inclinando la cabeza hacia un lado. —Es más, te diré qué quiero a cambio.

Emma tragó en seco. No esperaba ese cambio de opinión repentino y empezó a temer que las consecuencias del pequeño favor fueran peores que el problema.

—Creo que voy a arrepentirme de esto —musitó. —¿Qué quieres a cambio?

—Quiero saber qué clase de magia es la que te envuelve. Conocer todos los recovecos de tu ser. Quién eres, quién fuiste, quién serás... todo. De ese modo podré juzgar si merece la pena permitir que os unáis a mí en mi cruzada contra Glynn. Lo último que quiero es que entorpezcáis mi gloriosa misión.

—Ah... pues, claro —respondió desconcertada. No esperaba que fuera una petición tan sencilla. —Pero no sé qué puede haber de interesante en mi vida. Aunque es probable que haya muchas cosas a las que no sepa responderte, porque no las entiendo ni yo misma.

—No se trata de un juego de preguntas y respuestas, pequeña humana. Ni siquiera será necesario que tú retengas esa información en la parte consciente de tu mente.

—Creo que no lo entiendo. ¿Vas a leer mis pensamientos? —se alarmó la muchacha.

—No poseo tal habilidad, aunque sí algo similar. Se trata de una magia antigua que transmitirá a mi interior todos los conocimientos que hay en ti, incluso aquellos que están ocultos.

—De acuerdo. ¿Y qué tengo que hacer?

Eirian sonrió satisfecho, aunque había resultado decepcionantemente fácil. ¿Realmente no tenía nada que ocultar? ¿O por el contrario sabía ocultarlo tan bien que creía que él no podría encontrarlo? En cualquier caso, no existía barrera que fuera capaz de resistir la transmisión de conocimientos de los Ikkis.

—Sólo quédate muy quieta —susurró dando un paso hacia la muchacha.

Se paró frente a ella y colocó sus manos en las mejillas. Eran cálidas y Emma se estremeció al sentir el tacto sobre su piel. El hechicero comenzó a acortar la distancia entre ellos y Emma, aterrada, se apartó.

—¡Espera un momento! ¿Qué crees que estás haciendo? —exclamó alarmada.

Eirian, desconcertado, demoró unos instantes antes de responder.

—Sé que es un poco incómodo, pero...

—¿Incómodo? ¿Intentas besarme?

—¿Besarte? Oh, claro... parece un beso. —Eirian se rio ante la inocencia de la muchacha. —Para poder realizar la transmisión, es necesario unir nuestros orificios faciales. El más rápido y eficaz es la boca, pero no te preocupes, humana. No habrá sentimiento. Sólo cierra los ojos y yo haré todo lo demás.

—¡Olvídalo! Tampoco era un favor tan importante. Esas urracas no merecen un sacrificio tan grande.

Emma trató de salir de la habitación azorada y sintiendo el calor bullir en su interior. No era el momento de provocar una nueva explosión con todas aquellas personas en la casa.

Eirian se adelantó a ella y le cortó el paso justo delante de la puerta.

—¿Un sacrificio tan grande? Me ofendes.

—Déjame salir.

—¿Entonces quieres cancelar nuestro trato, humana?

—Mi nombre es Emma. Y sí. Jamás sería capaz de besar a alguien como tú.

—Emma...— Eirian se quedó pensativo. Al parecer, la inocente muchacha no veía aquello como un intercambio de información, sino como algo más. Su bochorno le pareció divertido y no pudo resistir seguir burlándose de ella un poco más. —Tengo riquezas, poder y estoy seguro que me encuentras atractivo. Para una humana debería ser suficiente.

Emma abrió los ojos con una mezcla de asombro y asco que hizo reír al hechicero. Hacía tiempo que no se lo pasaba tan bien.

—Eres un engreído, pretencioso, arrogante y petulante. ¡Nunca serías suficiente! ¿Qué te has creído?

—Uh... me ofendes de nuevo —se burló.

—Olvídalo —gruñó la joven con las mejillas sonrosadas por la vergüenza que le producía aquella extraña situación. Trató de salir por la izquierda y luego por la derecha, pero siempre se encontraba con la oscura capa del hechicero cortándole el paso.

—Oh, vamos. No es para tanto. Ni siquiera es un auténtico... — Eirian se detuvo y la miró sorprendido. Acababa de darse cuenta de la razón por la que la chica era tan reacia y de nuevo se rio. —Ah, ya lo entiendo. ¡Nunca has besado a nadie!

La verdad en las palabras del hechicero avergonzaron más a la joven, que se detuvo en seco y bajó la mirada. Aunque el hecho de que hubiera explotado cuando tuvo la oportunidad de besar a alguien fuera la excusa perfecta, no le gustaba que Eirian lo mencionase como si fuera algo de lo que burlarse.

—Eso, hechicero, no es asunto tuyo —musitó con la voz apagada.

Empujó a Eirian para abrirse paso y se fue corriendo escaleras abajo. Sentirse tan expuesta ante el hechicero le había afectado bastante más de lo que debería. Sintió rabia de que se hubiera burlado de ella y, por primera vez, deseó que Alec hubiera tenido su espada a mano para darle una lección.

Cuando llegó al salón se sorprendió al ver a las chicas charlando tranquilamente con Alec. Volvieron la vista hacia ella y, para su asombro, sonrieron al verla aparecer.

—¡Emma! —exclamó Lisa, que sostenía una gasa esterilizada sobre su mejilla. —Lamento el espectáculo. No debí acercarme tanto a tu gato.

—Mi... ¿gato? —repitió confusa.

—Una vez me arañó el gato de mi abuela —dijo Laura alzando la manga de su jersey y mostrando unas cicatrices antiguas. —Son la encarnación del diablo en la tierra.

—No seas exagerada —se rio Loreen. —Yo creo que son adorables, pero hay que tener habilidad para tratar con ellos.

—¿Qué dices? ¿Es que no has visto nunca la maldad en sus ojos? Y esos sonidos que hacen cuando están enfadados... —Laura se sacudió con un escalofrío, provocando la risa de Lisa y Loreen.

Emma las observaba desconcertada y un pensamiento perturbador le pasó por la cabeza. Tal vez el caprichoso hechicero había borrado los recuerdos de las chicas para volver más adelante a cobrarse el favor.

—En fin, creo que ha llegado la hora de marcharnos —dijo Lisa poniéndose en pie. —Empieza a hacerse tarde y mi madre no sabe que hemos venido aquí.

Las demás la imitaron y Loreen se miró el reloj sorprendida.

—¡Vaya! ¿Cuándo se ha hecho esta hora? El tiempo ha volado. En media hora he quedado con mi novio para ir al cine.

Alec las acompañó hasta la puerta de salida y tras una breve despedida, la puerta se cerró de golpe. Las miradas de Emma y Alec se encontraron, ambos con preguntas para el otro.

—¿Qué ha pasado? —preguntó ella primero.

—No lo sé. Estaban hablando entre ellas sobre lo asustadas que estaban y que querían llamar a la guardia, o algo así. Pero de repente tuvieron un momento de blanco y cuando volvieron en sí, actuaban como has visto ahora. No había miedo y tampoco la hostilidad de antes del incidente.

Emma tragó saliva. Todo eso sonaba a que Eirian sí había cumplido con su parte del favor, y ahora vendría reclamando su pago.

—¿Qué hay de ti? Estás pálida. ¿Ha ido todo bien con ese brujo de pacotilla?

—¿Qué? —respondió con la voz más aguda de lo normal. Alec frunció el ceño extrañado por la reacción. —¡No! Ha ido bien... Todo genial. Estoy... estoy bien.

—¿Te ha hecho algo? — inquirió con rabia, estrechando los ojos en una fina línea. Estaba esperando cualquier excusa para poder devolverle los golpes que le había dado antes, pero Emma se limitó a negar con la cabeza.

—Nop. Nada de nada.

Los ojos de la muchacha se fueron hacia la escalera, donde un tranquilo Eirian descendía parsimonioso. Inmediatamente, ella se sonrojó y apartó la mirada, levantando sospechas en Alec.

—¿Me he perdido algo? —inquirió suspicaz mirando a Emma y luego al hechicero consecutivamente.

—¡Maldita sea! ¡NO! —Emma alzó la voz y, aunque Alec se sorprendió de que la joven estuviera tan alterable, Eirian parecía demasiado tranquilo y eso le daba mala espina.

—Debemos volver a Koh —dijo el hechicero una vez llegó a donde estaban ellos. —¿Cuál es vuestro método de viaje?

Emma y Alec se miraron sin saber qué responder.

—En realidad... llegamos aquí por accidente —afirmó Alec encogiéndose de hombros. —Ella ha hecho varios viajes entre Midos y Koh, pero no sabe cómo controlarlo, así que estamos esperando que la suerte vuelva a estar de nuestro lado.

—¿Suerte? —Eirian miró a la muchacha con el ceño fruncido y negó con la cabeza. Con un poder tan intuitivo como el de Yosid con el que se podían abrir portales sin dificultad alguna, ¿Esperaban a la suerte para volver a Koh? ¿Qué clase de aliados eran los que tenía? —Eso significa que necesitas otro favor.

Emma se encogió cuando entendió lo que quería decir. Como sospechaba, había sido él quien había borrado los recuerdos de las chicas y, en algún momento, querría cobrarse su parte.

—¿Otro favor? ¿Qué favor te hemos pedido? —inquirió Alec molesto por la afirmación.

—Yo... pedí a Eirian que borrase los recuerdos de las chicas y a cambio... —Emma no sabía por dónde empezar a explicar la situación incómoda en la que se había visto envuelta, por lo que el hechicero siguió hablando por ella.

—A cambio solicité toda la información posible de ella. Opino que no ha sido para tanto —se encogió de hombros.

—¡Querías besarme! —replicó Emma resentida.

—¡No quiero besarte! Ya te he explicado de qué se trata —Eirian gruñó exasperado. —¿Es siempre así de mojigata?

Alec se rió y asintió, haciendo enfurecer a una ofendida Emma.

—¿Entonces tú podrías llevarnos de vuelta a Koh? —preguntó Alec.

—Por supuesto que podría, pero los favores empiezan a acumularse —Eirian lanzó una mirada divertida a Emma, que volvió a sonrojarse.

—Si es por los conocimientos, me da igual —exclamó Emma haciendo aspavientos. —¡Puedes rebuscar lo que quieras en mi cabeza! Pero jamás me toques. ¿Lo has entendido?

Eirian sonrió con algo de desconcierto. Jamás hubiera imaginado que una persona pudiera proteger su espacio vital antes que sus secretos, pero el mundo estaba lleno de gente interesante y, por todos los reinos, que esa joven lo era.

—¿Qué propones entonces? —El hechicero se cruzó de brazos a la espera de una solución, mientras observaba entretenido cómo la joven pasaba un mal rato.

—Pues...

Emma deseó que la tierra se la tragase. Eirian la miraba expectante a la espera de que ella le permitiera explorar sus adentros, mientras, Alec los observaba impaciente. Ella sabía que él quería volver a Koh para recuperar su dichosa espada, y por lo visto, permitir que el hechicero la besara era la única manera de conseguirlo. Se sentía un poco decepcionada. Por un momento había pensado que estaba surgiendo algo entre ellos, pero acababa de darse cuenta de que todo ocurría únicamente en su cabeza.

Tampoco podía pasar por alto el hecho de que, si el hechicero llegaba a besarla, podría lanzarlo por los aires. Mientras estaban en la habitación, ya había sentido un atisbo del calor interior que auguraba una de esas explosiones. ¿Qué hubiera pasado si la hubiese llegado a tocar?

Si al menos la puerta apareciera otra vez, no tendría que pasar por ese trago. Si, como había dicho Alec, ella era quien abría los portales, ¿Por qué no se abría uno en ese momento que tanto lo necesitaba? Estaba frustrada y confusa.

El hechicero vio un leve resplandor en la frente de Emma y frunció el ceño sorprendido. Yosid se estaba activando, sin embargo, la expresión de desazón de la muchacha le indicaba que no parecía ser ella quien hacía uso de su poder. En cambio, era como si la gema estuviera actuando por sí misma, sin que ella fuera consciente de que lo hacía.

Junto a ellos, en la pared que había en la escalera, comenzaban a aparecer los primeros indicios de un portal. Luces y chispas en un tono verdoso se arremolinaban en un epicentro formando una espiral que iluminaba la estancia.

Emma vio cómo el portal iba creciendo de tamaño y se sintió esperanzada. Lo había conseguido. No sabía cómo, pero lo había hecho. Lanzó una mirada triunfal a Eirian y sonrió.

—Deja tus besos para quien los quiera —dijo mientras corría en dirección al portal.

Alec vio venir lo que ocurría, pero no tuvo tiempo de reaccionar. Tan pronto como Emma cruzó el portal, se cerró y ninguno de los dos pudo ir tras ella.

—¡NO! —exclamó Alec, que golpeó la pared furioso. —Maldita sea. ¿Por qué siempre actúa sin pensar?

—¿Esto lo hace a menudo? —preguntó Eirian con curiosidad.

—Cuando vinimos a Midos, pude seguirla por poco. Es como si los portales reaccionasen a sus emociones y cuando está agobiada y quiere ir a otro lugar, aparece el portal para llevarla. Lo peor es que en esos momentos de estrés no piensa con claridad y acaba por lanzarse, como ha hecho ahora.

—Entiendo —fueron las únicas palabras del hechicero.

—Tenemos que encontrarla. Es tan torpe que seguro que la matan en cuanto llegue—Alec sonaba frenético. No podía creer que la hubiera perdido así. Si Kai se enteraba, le daría una reprimenda importante. De hecho... no. No le importaba la reprimenda de Kai. Simplemente deseaba que ella estuviera a salvo.

—Ven conmigo. Te llevaré hasta la brecha que me trajo hasta aquí. Una vez que estemos en Koh, encontrarla será fácil. —El hechicero salió de la casa, seguido de un nervioso Alec.

De repente, el muchacho sintió cómo la magia del hechicero caía sobre él y, desconfiado, se detuvo.

—¿Qué haces? —inquirió molesto.

Eirian sonrió engreído y Alec miró en otra dirección para reprimir las ganas de golpear su rostro presuntuoso hasta transformarlo en una masa amoratada y ensangrentada. No soportaba los aires de superioridad que se daba sólo porque le había vencido en una clara desigualdad de condiciones.

—Calma, princesito. Sólo nos he ocultado de las miradas ajenas. Tú puedes pasar desapercibido con esa ropa de Midos, pero mi apariencia llama la atención en este mundo —explicó el hechicero. —La brecha está cerca. Fuera quien fuese el que la creó, quería vigilar a Emma.

Alec siguió al hechicero preocupado. No podía evitar pensar en las otras veces que Emma había cruzado hacia Koh. La primera vez, habría muerto en las garras de un estúpido Botse de la montaña si él no hubiera estado allí. La segunda, apareció moribunda en medio del bosque. ¿Con qué sorpresa se encontraría esta vez?

Llegaron a una callejuela sin salida que estaba a escasos metros de la casa de Emma y Eirian empujó un contenedor de basura. Detrás de éste había un agujero oscuro y de apariencia sospechosa.

—Entra tú primero —dijo Alec desconfiado.

—Como gustes —se rio el hechicero.

En un abrir y cerrar de ojos, Eirian se aproximó al agujero y fue absorbido por una fuerza invisible, haciéndolo desaparecer ante la mirada sorprendida de Alec. Ahora era su turno. No podía esperar para encontrarla. No ahora que se había dado cuenta de lo importante que era para él.


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