Capítulo 24
—Si yo te gustara no me tratarías mal todo el tiempo, por lo menos buscarías ser amable conmigo o no lo sé, tratarme como a una princesa, digo, eso es lo que me gusta —dije con obviedad, moviendo mi mano en ejemplo.
Él me miró con una expresión deseosa como si fuera lo menos que le importara.
—¿Ah, sí? ¿Estás segura de que no se te mojarán las bragas si te beso? —murmuró en un tono sensual que me estaba haciendo perder los estribos.
No sabía qué estaba tramando Jacob, pero no era nada bueno, mucho menos para mi pobre corazón de pollo que en el fondo también lo deseaba a él, como dije, el beso con Axel me había incitando a querer tener el mismo contacto con Damián y el chico que estaba frente a mí en la cama.
—Jacob, esto no es propio de ti —titubeé nerviosa, intentando que volviera a ser el mismo.
El mismo chico que me odiaba, que no trataría nada más allá que evitarme. Pero no funcionó, él se pasó mi comentario por el culo y se siguió acercando sin importarle mi opinión, retrocedí con mis manos, arrastrándome en el colchón hasta chocar contra la pared, quedando acorralada como una oveja por el lobo feroz. Me trajo un agrio recuerdo de cuando llevábamos poco tiempo conociéndonos.
—¿Estás nerviosa? —susurró en mi oído.
Un escalofrío se presentó en mí provocando que cada vello de mi piel se erizara al instante. Era una sensación que me hacía querer huir, peor al mismo tiempo quedarme y saber lo que me haría.
—Jacob, en serio. Pueden entrar en cualquier momento —dictaminé con la voz ahogada.
Podía jurar que ya yo estaba jadeando ante su ligero contacto, él estaba acorralándome contra la pared encima de la cama, colocando ambos brazos en mis extremos para que no escapara. Estaba siendo prisionera de sus impulsos, lo que más temía era que nos encontraran así.
—Le metí seguro a la puerta antes de hablar contigo —informó, seguía hablándome muy cerca del pómulo de mi oreja—. Dime, Emily. ¿No te gustaría experimentar algo nuevo? —agregó viéndose sexy.
La saliva se atoraba en mi garganta por lo acelerado que estaban mis latidos, intentaba respirar lo más calmada que podía, cosa que no lograba por su culpa. ¿Se me estaba insinuando? Y peor aún ¿Yo me dejaría hacer lo que él quisiera? Ya había tenido suficiente con Axel ese día, no estaba segura en sí podía aguantar a otro de ellos...
Me tenían mal, muy mal.
Tanto mental como físicamente, mi cuerpo se estaba desgastando de tanto sufrir espasmos y alborotos hormonales, ya empezaba a desear otras cosas que jamás pensé que iba a necesitar. Sentir le contacto de otras pieles, era algo que consideraba malo, impuro, pecaminoso.
Pero, mis impulsos eran más fuertes que mi pensar.
Y sin dudar más, imaginé que estaba en un sueño y que debía aprovechar el momento. Dejé el miedo de lado para tomar el valor que necesitaba, sin importar lo arrepentida que estuviera después.
Sin más preámbulos, me abalancé sobre Jacob, lo tomé del rostro para que se separara de mi oreja y quedara cara a cara conmigo para así plantarle un largo beso. No sabía quién carajos me estaba poseyendo para hacer tales barbaridades como besar a dos chicos el mismo día.
Entre abrí los ojos para notar que Jacob tenía los suyos bien abiertos por la sorpresa. Estaba segura que él solo me quiso molestar, pero lo que no esperaba era que yo lo iba a contraatacar de una manera mucho peor. Así es, me estaba besando con el tipo que odiaba al inicio.
Con el que me caía mal por su forma de ser, pero era el más sexy de todos, no podía evitar sentirme extasiada con el contacto de sus carnosos labios chocando contra los míos. Lo que más me asombró fue le hecho de que Jacob me correspondió. Posó sus manos en mi espalda para profundizar el momento, pero él fue más atrevido que Axel y no dudó en meter su lengua con salvajismo.
Nuestras salivas estaban siendo intercambiadas en un beso salvaje y sensual, era una situación desenfrenada, como si ambos nos necesitáramos, queríamos estar más cerca el uno del otro, me apegaba más a su cuerpo por más que no se pudiera. Era increíble la sensación.
El brote de flores que crecían de mi interior, lo excitante del momento solo hacía que una punzada llegara a mi vientre de forma puntual, una cosa que jamás había sentido hasta que decidí meterme con ellos. ¿En qué me había convertido? ¿En una cualquiera? ¿Qué dirían mis padres si supieran?
Las manos de Jacob quisieron bajar más hasta llegar a mis caderas y de ahí recorrieron toda mi zona, pero poco a poco se adelantaron hasta mi vientre, yo sabía que él era mayor que nosotros, que posiblemente era el más experimentado y sabía qué hacer después de un beso de tal magnitud. Estaba asustada por lo que había desencadenado debido a mi impaciencia.
Pero, por desgracia y suerte, tocaron la puerta provocando que nos separáramos a toda velocidad. Ambos nos miramos con sorpresa por el caliente momento que tuvimos. Mis ojos bajaron un poco cuando noté algo desconocido en el pantalón de Jacob, justo debajo de su vientre estaba sobresaliendo un bulto enorme que me dejó boquiabierta. Había olvidado por completo ese detalle que podía causar la mujer en el hombre.
Él de inmediato se percató de mi expresión y llevó su mano a mis ojos para que no viera.
—¡Ni se te ocurra hablar sobre esto! ¿Entiendes? —susurró amenazante.
No podía verlo debido a su mano. Pero asentí de forma rápida dándole a entender que yo tampoco quería que los demás lo supieran.
—¡Boca cerrada! —hice un ejemplo llevando mis dedos a mi boca como un cierre.
Mi visión volvió. Él estaba acomodándose la ropa para simular que nada había pasado porque entre tanto salseo se le había arrugado cada prenda, sobre todo el pantalón que lo tenía desordenado, pudiéndosele notar parte de su bóxer negro.
De verdad que la había cagado.
Primero Axel, luego Jacob, qué faltaba ¿Acaso mis hormonas eran tan fuertes como para buscar meterme con el pobre Damián? Me estaba dejando llevar demasiado, eso podía traerme graves consecuencias y yo no era así.
Volvieron a tocar con desespero.
—¡Emily! ¿Está Jacob adentro? Necesito su ayuda —habló mamá desde el otro lado.
Mi corazón seguía acelerado, pero me limpié el rostro para evitar cualquier posible prueba de saliva que me pudo dejar el pelinegro.
—Acuéstate, diré que estabas dormido —le susurré.
Él me hizo caso y se hizo el dormido, cerrando sus ojos plácidamente.
Abrí la puerta.
—Mamá. Creo que está dormido, él solo llegó y se acostó sin decirme nada —inventé una excusa.
Ella me miró de pies a cabeza, luego pasó su vista por encima de mi hombro para contemplar al muchacho.
—¿Y por qué la puerta estaba cerrada? —interrogó extrañada.
—No lo sé, tal ves él la cerró antes de entrar —mentí.
Por suerte me creyó, porque mamá sabía que yo siempre le decía la verdad. Me sentí la peor hija que pudo tener, pero era por una buena causa.
(...)
Un nuevo día había llegado, mis nervios seguían a flor de piel por los acontecimientos del día anterior y estábamos todos en Maravilla, incluyendo a Camila porque Damián se puso insistente en que debíamos llevarla, y eso que él era el que menos quería enseñar su lugar favorito a más personas.
Camila estaba sentada a mi lado en el frío césped de lugar. Damián estaba apoyado en el árbol mientras compartía algunas palabras con Axel, Jacob estaba como siempre en solitario, cerca de una ardilla, no parecía alguien al que le gustaran los animales. Las mejillas de Camila captaron mi atención, estaban más rojas de lo que acostumbraban y su vista se fijaba en Damián.
¿Acaso planeaba...?
—Es hora, ya sé exactamente lo que le voy a decir, si espero más tiempo se me puede olvidar o terminaré arrepentida —comentó decidida, el asombro se hizo presente en mi rostro.
—Estás completamente segura? —pregunté.
Yo en su lugar no lo estaría ¡Camila, eres una niña!
—Es ahora o nunca —se levantó asintiendo, no podía creer lo que estaba a punto de hacer y la determinación en su rostro.
¡Quería confesarse! ¡El chico que le gustaba era Damián! El único al que yo no había besado... ¿Cómo reaccionaría? Mordí mi labio inferior a la espera de ver qué sucedía porque me sentí con impaciencia, Camila se acercó al árbol en donde se encontraban Damián y Axel, no estaba muy lejos de ellos, podría escuchar la conversación con facilidad.
Imposible, aún no me lo creía ¿Cómo tenía tanta confianza en sí misma? Supongo que no le importaría ser rechazada.
—Damián, necesito decirte algo —la niña jugó con sus dedos y evitó la mirada de su enamorado.
Axel la vio con curiosidad porque ya había captado lo que estaba a punto de suceder con ellos.
—Eh, de acuerdo, soy todo oídos —contestó llevando ambos dedos índice a sus propias mejillas.
—A solas —dijo entre dientes fulminado a Axel.
—Claro, claro, ya me voy —inquirió el castaño sacudiendo ambas manos.
Ella llevó su mirada a distintas direcciones, me preguntaba si se había arrepentido o no encontraba las palabras adecuadas, sus mejillas aún poseía ese intenso color rojo como el tomate, Damián parecía empezar a confundirse ante los gestos y la expresión que tenía Camila, ella suspiró y llevó una mano a su pecho sin dudar más.
—M...me gustas, desde la primera vez que te vi, sentí algo por ti, si no sientes lo mismo, está bien, solo quiero que lo sepas —confesó, tartamudeó al principio, pero luego continuó con normalidad.
Me imaginé lo nerviosa que debió de tener. Lo hizo, Camila acabó de confesar lo que sentía y por un lado me sentí feliz por ella, porque logró algo muy difícil. Busqué con la mirada a Jacob y sin darme cuenta estaba cerca de mí, se veía entretenido con la escena que sucedía no muy lejos de nosotros, cruzó sus brazos a la espera de que Damián diera una respuesta. A él también los estaba espiando sin que se dieran cuenta detrás del árbol.
—Verás, no quisiera lastimarte, te aprecio como una gran amiga y agradezco mucho tus palabras, tus sentimientos hacia mí son un gran halago —se rascó la nuca con nerviosismo, dudó en si debería seguir hablando—. Pero para serte sincero, me gusta una chica desde mucho antes de conocerte, lo siento.
Camila mostró una cariñosa sonrisa, no parecía estar lastimada en lo absoluto, pero algo en mi interior me decía que estaba destrozada por el rechazo, es que hasta a mí me dolió que Damián le dijera eso, fue como una fuerte punzada en el corazón, Jacob también soltó un: auch.
Alto, él acabó de decir que le gustaba una chica... ¿Pero quién? ¡Que inesperado! La situación que menos pensé que sucedería, estaba pasando ante mis ojos. ¿Cómo era que Damián se enamoró antes de conocer a Camila y nunca me lo dijo? ¿O acaso fue de alguien que conocía en la ciudad? No estaba segura, luego se lo preguntaría, pero de todas formas me dolía saberlo.
—No te preocupes, acabo de quitarme un gran peso de encima —resopló ella con un dulce tono de voz, sin tristeza—. Pero no cambiaré mis sentimientos por ti, es decir; intentaré enamorarte —sacó su lengua de manera divertida.
Damián se rio por su acción.
—No te detendré. Admiro tu valentía a pesar de tu edad —le colocó una mano en el hombro en señal de apoyo.
—Cambiando un poco el tema. ¿Quién es esa chica? —habló ella, la vergüenza en Damián se hizo presente.
Yo también quería saber.
Él se acercó a su oído con la intención de contarle su más profundo secreto ¿Se lo contaría a Camila? ¡Pero yo era su mejor amiga! Debía decírmelo a mí también, no era justo, pensé que la relación que tenía con Damián no era para tener secretos. La curiosidad me estaba atormentando, pude notar que hasta Axel logró escuchar lo que le dijo Damián porque una expresión de molestia se hizo presente en su rostro.
¿Les gustaba la misma chica? ¿O Damián estaba enamorado de una conocida de Axel? Porque el castaño se molestó tanto que se alejó de ellos hasta la orilla del acantilado, con las manos en los bolsillos. ¡No los entendía! ¡No sabia qué hacer! Jacob y yo fuimos los únicos que no logramos escuchar.
Camila abrió los ojos de par en par, llevó una mano a su boca en cuanto Damián le confesó su secreto. Pude notar que me dio una ojeada, pero la simuló.
—¿Quién crees que le guste? —le pregunté al chico a mi lado.
—Tú, sin dudas —soltó de brazos cruzados.
Lo miré horrorizada y con las cejas levantadas por lo que acabó de insinuar.
—¿De dónde sacas eso? —pregunté atontada.
—Simple intuición, no me creas si no quieres —comentó de brazos cruzados, suspirando y alejándose de mí.
Idiota.
Quién diría que nos habíamos besado de una forma tan salvaje como si fuéramos bestias, de recordarlo solo me hervía la sangre, pero no por molestia, más bien porque tenía ganas de repetirlo. Pero alejé esos deseos sexosos y volví a la realidad.
No aguanté con la presión y me dirigí hacia ellos para unirme a la conversación y saber quién era la afortunada chica. Dejaron de susurrar entre sí para prestarme atención. La chica bajó la mirada en cuanto me vio.
—Camila ¿Estás bien? —coloqué ambas manos en sus hombros.
Las quitó sin mostrarse cortante, pero de alguna forma me sorprendió su gesto. Asintió sin decirme nada.
—Deberíamos volver —propuso Damián con un leve y notorio sonrojo.
No querían incluirme en la conversación.
—Damián ¿Quién podría gustarte tanto para rechazar a la hermosa Camila? —me atreví a preguntar de brazos cruzados.
Él se tensó.
—No es importante —dijo nervioso.
—No me quieres decir, entiendo —me sentí decepcionada y al mismo tiempo frustrada porque no confiaba en mí. Pero después de todo, es algo privado—. Será mejor irnos, la señora Teresa estará preocupada por su nieta —zanjé.
Caminé hasta el túnel que nos guiaba a la salida sin importar si me seguían o no. La decepción me recorría. Noté que los ojos de Damián estaban melancólicos a mi lado, todos me siguieron mientras yo iba a la delantera, nadie sacó el tema o trató de hacer conversación en el trayecto. Nos despedimos de Camila luego de dejarla en su hogar.
¿Por qué me sentía de esa manera? No debía obligar a Damián a nada y mucho menos preocuparme por cosas que no tenían que ver conmigo, definitivamente era un caso perdido al querer entrometerme en los sentimientos de los tres. Las flores que adoraban el frente de mi casa empezaban a tornarse marchitas, estaban así desde hace unos días, igual que mi corazón. Supuse que las cambiaría en cuanto me sintiera mejor. ¿Por que tenía un nudo en el estómago?
¡Era frustrante!
Abrí la rústica puerta principal para abrirme camino hacia la habitación, no tenía ánimos para hablar con alguno de los chicos y mucho menos con mis padres, dejé caer mi cuerpo en el cálido colchón que debía lavar pronto porque a veces se podía percibir el polvo.
¡Se suponía que éramos amigos! ¡Sin ocultarnos secretos! ¿No?
Basta, Emily, deja de pensar con egoísmo y mantén la concentración en tu objetivo principal.
No podía mezclar el amor con la misión que se me había otorgado.
Tenía que ayudarlos a comprendernos mejor, a no tratar con disgusto a personas con un menor rango ¿Qué habían aprendido en todo ese tiempo? ¿A besarse conmigo? Mierda, de verdad la había cagado.
Una idea se generó en mi cabeza, hasta pude sentir el bombillo alumbrando encima de ella, tenía que ignorar las emociones que me consumían y volver a mi trabajo como profesora para ellos.
En cuanto empezaran las vacaciones (que serían en más o menos una semana) planeaba hacerles un examen en donde preguntaría qué pensaban sobre cada ciudadano de pueblo Esperanza, a parte de también colocar otras preguntas que se me ocurrirían a medida que pasara el tiempo y que tuvieran que ver con el tema. La verdad es que desde que ellos llegaron al pueblo, sus padres habían ayudado demasiado a los míos para no tener una vida tan mediocre como la teníamos antes de su llegada. Por lo que no debía decepcionarlos.
Sí, anteriormente vivíamos mucho peor como ya se sabía, recordé que una vez llegué a comer una sola vez durante todo el día, prefería no pensar en aquel trágico momento. El punto era que me habían ayudado mucho (al pueblo, en gran parte, pero eso me incluía) y por ello, pondría a prueba lo que habían aprendido gracias a mi persona, si es que habíamos progresado, claro.
El chirrido de la puerta siendo abierta resonó en la silenciosa habitación, estaba boca abajo con el rostro en la almohada, aunque aún podía respirar. Quien sea que haya entrado, se marchó inmediatamente al creer que estaba dormida. Era buena actuando ¿eh?
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