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Capítulo 50: "El fin del principio: Ejecución"

-una semana después-

El Sol salía lentamente, guiando a todos aquellos que caminaban la calles a esa hora: nobles y plebeyos dirigiéndose a la plaza de ejecuciones. A pesar de la temprana hora, había mucha gente en las calles.

En la plaza, sobre la plataforma de madera ubicada en el centro, Se encontraba Emilyette, un verdugo, y el líder de los Antiguos, el único con el poder de juzgar después de los emperadores. En el balcón del Palacio de Justicia, justo detrás de la plaza, estaba la familia imperial, a excepción de las princesas, y el duque Di Ivilliom junto a la archiduquesa de Gallyand.

El líder del Consejo abrió un pergamino y leyó en alta voz:

-A mano del ducado Di Ivilliom y de la orden de caballeros imperiales, han sido apresados y juzgados los miembros del templo. -sin dejarse intimidar por el murmullo, continuó- Gracias a una investigación realizada por la joven duquesa Di Ivilliom, se ha descubierto que la abadía escondía crímenes gravísimos como haberse aprovechado de la fe de nuestro imperio para empoderarse, intentos de asesinato a la familia imperial y al ducado Di Ivilliom y atrocidades innombrables, siendo que la abadesa era una nigromante y asesinó al abad. Sin embargo, la memoria del abad tampoco está libre de cargos, se ha descubierto que estaba implicado en la desaparición de niños plebeyos. Asimismo, el resto de templos han estado involucrados en los mismos crímenes, por tanto, todos los miembros de la iglesia de nuestro imperio están siendo ejecutados en este mismo momento.

Al haber terminado de hablar, los murmullos se acrecentaron, llenos de desesperación e incredulidad, pero fueron silenciados cuando el emperador se alzó de su asiento en el balcón y dijo:

-Capital de Eberhard, sé que sin la guía de la diosa se acercan tiempos muy difíciles, pero confío en que podremos resistirlos. Lo que han escuchado hoy significa que nos hemos liberado de los engaños de los supuestos santos, desde ahora podremos mirar al futuro sin la visión nublada. Mientras creamos en la diosa, no necesitamos una abadía ni un abad.

La gente gritó emocionada en respuesta al discurso del emperador, quien había logrado animarles con sus sabias palabras, o quizás su labia política. Cuando las voces enardecidas se calmaron, volvió a hablar el líder de los Antiguos:

-A Claire de Kipnur, ex-abadesa y a la señorita Sellya Dellvag se les atribuye, sobre otros cargos, el planeamiento del asesinato del príncipe a la corona Xavier Eberhard y el intento de asesinato en múltiples ocasiones de la señorita Emilyette Esteban Di Ivilliom.

Entre todos los susurros se alzó una voz gritando con potencia:

-¡Mentiras! ¡Calumnias! Jamás he intentado matarte, Xavier -se dirigió al príncipe en el balcón, junto al Emperador- Yo solo quería casarme contigo, porque siempre hemos estado destinados a amarnos.

Xavier le observó con decepción e incredulidad, dudando de que su vieja amiga fuera a quien veía frente a sí. Sellya, a pesar de los grilletes en sus pies y con la dificultad del poco equilibrio que le ofrecía su ausencia de brazos, se puso en pie.

-Debes creerme, por favor, debes hacerlo.

- Vuelve a arrodillarte, niña. Este es el fin, no habrá perdón. La hija de la bruja no lo permitirá.

-¡Te odio! -voletó con frenesí hacia Emily- ¡Tú! ¡Sucia bruja!

Una bofetada le regresó el rostro de vuelta a Xavier, Emily dijo con desprecio:

-¿Cómo te atreves a insultar a la nobleza y dirigirte sin permiso a su alteza?

Sellya iba a gritar, pero la detuvo la voz de otra persona.

-A la abadesa se le condena a tortura y decapitación, al resto de servidores de la abadía se les condena a decapitación y a Sellya se le condena a decapitación -hizo una pausa antes de continuar- se le concede el derecho de ejecución de Sellya Dellvag a la señorita Di ivilliom.

Emilyette, tras ser nombrada se inclinó hacia las pecadoras y susurró:

-No me detendré hasta acabar con La Hiedra.

El rostro de Sellya se desfiguró, iracundo, mientras voceaba:

-Si no estuviera reprimida te extrangularía con mis propias manos.

Una carcajada, rápidamente apagada, se escapó de los labios de Emily:

-Jajaja... Parece que se te ha olvidado que yo misma te corté los brazos.

La joven duquesa de ojos cárdenos volvió a erguirse con dignidad.

-No me gustaría decapitar a la pecadora siendo que yo no fui la más afectada por sus mentiras; este derecho debería concedérsele a su amante: su alteza imperial.

Un murmullo cargado de chisme se alzó entre el pueblo al oírse esta declaración inesperada.

Tomando la espada de manos del verdugo la extendió hacia el príncipe.

Xavier quería negarse, lo iba a hacer, él sería incapaz de dañar a Sellya, pero la mirada de sus padres lo detuvo de hacerlo. Su romance había sido desvelado y junto con él su infidelidad y engaño, características que no deberían atribuirse al heredero al trono. Sí, había cometido un error y este era el momento de arreglarlo.

Mientras bajaba a la plaza de ejecuciones escuchó al pueblo gritar:

-¡Ejecútela, su alteza! ¡Ejecútela!

Reprimió el malestar que se asentó en su estómago y rápidamente escaló hasta su garganta. Tragó con fuerza y dificultad. Él es el futuro del imperio, el próximo emperador, no podía ser débil. Tomó la espada de manos de Emilyette, dedicándole una mirada de desprecio, porque fue ella quien le obligó a esto y, antes de dejar que Sellya pronunciara las palabras que sabía que le destrozarían y mostrarían su carácter blando frente a todos, blandió la espada...

La cabeza de Sellya rodó por la madera con una espantosa expresión de tristeza.

Los emperadores miraron a Emilyette con una emoción extraña en los ojos, una silenciosa.

Después fueron ejecutados, a manos del verdugo, la abadesa y el resto. Ese día muchos padres, nobles y plebeyos, vieron a sus hijos, hermanos o primos ser decapitados con brutalidad. Ese día, Xavier terminó de perder a sus amigos y descubrió las dificultades que conllevaba ser un gobernante.

...

Durante una semana entera, la cabeza de Sellya y Claire de Kipnur fueron colgadas en la plaza. Esa misma semana, se descubrió en la mansión Dellvag que los marqueses y la hija menor se habían suicidado, dejando el título al último pariente: un campesino que muy afortunadamente era un primo lejano.

El imperio Eberhard recordaría ese día por la infinidad porque, aunque era el final del templo, era el principio de una nueva era oscura y de una nueva historia, la cual alcanzaría a todas las civilizaciones del mundo y sería narrada de boca en boca, una nueva leyenda que sería recordada hasta el fin de los tiempos...

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