
Capítulo 46: "El titiritero y el carnicero"
Ruidosos quejidos de conmoción resonaban desde el interior de la abadía y poco a poco desaparecieron como si cada persona dentro fuera hechizada por Morfeo, en cada pasillo y habitación habían sacerdotes en el suelo, inconscientes.
La persecución de Emily continuaba, y cada persona de vestiduras blancas que se cruzase con ella terminaba en el suelo. Repentinamente, notó que el espacio iba estrechándose progresivamente. Inmediatamente dedujo que la abadesa le guiaba a un lugar cuya configuración no le permitiera el libre uso de su espada. Pese al conocimiento de este hecho desventajoso, no temió.
"Quizás pueda hacer uso de esta nueva habilidad que he practicado"
Oteando con sabia vista a su alrededor, le pareció extraño la ausencia de personas desde unos pasillos atrás. Sin embargo, que no pudiese ver a nadie no significaba no hubiese nadie. Un gemido de dolor proveniente de alguna parte alcanzó sus oídos, sin embargo, sin importar cuánto agudizó su vista, su vista no encontró a una sola persona. Entonces la abadesa empujó una pared y está giró, desapareciendo y dejando a Emily a solas en el corredor.
Apresurose a alcanzarla y tras empujar con fuerza logró activar el mismo mecanismo de pasadizos, y lo que vio la sorprendió, una condenadamente enferma chica en una cama tosía miserablemente. Aquella pequeña sala húmeda y oscura no era un sitio en el que pudiera recomponerse jamás.
–Abadesa... ¿es usted?
–Sí, soy yo.
La señora vestida de blanco miró a Emily, y alzando su mano hasta sus labios hizo un gesto indicando silencio que semejó la espeluznante expresión de un fantasma, y, antes de siquiera poder pensar en moverse, sintió su cuerpo entumecerse y congelarse su capacidad motora.
En este punto los análisis de Emily se revolucionaron ante la impiedad de los próximos sucesos, ella sabía que un nigromante poseía cadáveres sin embargo no podrían influir en cuerpos vivos, por más devastados que estos estuvieran. Transcurrieron cinco segundos para que volviese a moverse, pero ya era muy tarde.
–Mi niña, ¿recuerdas que te prometí que volverías a caminar y a usar magia? Pues hoy es el día en que serás recompensada por tu fe.
Emilyette, como predijo, vio, sin poder impedirlo, como la abadesa sacaba un puñal de sus vestidos y apuñalaba con él el cuello de la chica, degollándola. Presenció como el tono de su piel se tornaba azulado y desprendía un aura negra y sus ojos brillaron con lacónico destello: la chica ya no estaba enferma ni estaba viva, pero tampoco estaba enteramente muerta.
—Sabes? Esta chica era una maga genio del elemento agua.-empezó a mover bruscamente sus dedos-.
La joven golpeó el aire con su brazo, como una espada, y una hoz de agua se arrojó en la dirección de Emily. Esquivando, observó como la hoz, continuando su camino, cortó la columna de mármol detrás de sí en una ejecución impecable. El agua de un balde cercano se alzó desafiando las leyes naturales, y como una ráfaga fue lanzada con velocidad hacia ella. Desenvainando su espada bloqueó el ataque pero el fuerte impacto la empujó hacia atrás, haciéndola chocar contra la pared, la cual giró arrojándola al pasillo.
Se levantó del suelo apresurada, y al no poder ocupar su espada adecuadamente la colocó como escudo frente a sí. La abadesa y su títere no tardaron en aparecer y en un nuevo ataque convirtieron el líquido en puntiagudas lanzas de hielo. Desplazándose hacia atrás y esquivando habilidosamente la ofensiva, logró encontrarse en un espacio más abierto y apto para blandir correctamente la espada. Algunas lanzas de hielo persistentes arremetieron contra ella y las cortó en dos, en tres y en cuatro pedazos hasta que la diminutez de su tamaño las volviese inofensivas. Con una impresionante velocidad se acercó al cadáver maniatado y con un movimiento de su espada logró cortar con profundidad su brazo, sin embargo, no logró desprenderlo. Súbitamente el músculo y tejido herido empezaron a regenerarse. Volvió a blandir la espada, esta vez, logrando arrebatarle el miembro y quedó a la espera de que volviera a crecer el brazo, pero esto no sucedió, con esta observación empezó a conformar mentalmente una teoría sobre la nigromancia, que no aparecía en los libros de estudio.
"Conque el límite de su regeneración es un miembro perdido..."
Ante un nuevo ataque como respuesta a la herida que le había causado, retrocedió y esquivó para continuar analizando las capacidades del oponente. Como se podía esperar de una genio maestra agua, sus habilidades con la magia eran sorprendentes; pero de alguna forma los movimientos de su cuerpo eran débiles, lentos y con extrañas contracciones.
Reescribiendo su estrategia, supo que para acabar con la técnica de nigromancia debía acabar con el nigromante, pero cuando el cuerpo en posesión era experto en combate a larga distancia no quedaba más opción que acabar primeramente con el títere.
Volvió a acercarse con su admirable agilidad y blandiendo su espada en una semi-órbita intentó cortar el cuello, sin embargo, bajo la astuta manipulación de la abadesa, la joven protegió esa zona con varias capas de hielo y su espada rebotó dejando una pequeña ranura en el mismo. Con el impulso obtenido por el impacto, repitió el movimiento con el triple de fuerza y destrozó la armadura improvisada. De nuevo, realizó el mismo ataque por tercera vez e impulsada por la brutal fuerza de Emilyette la cabeza se estrelló con la pared y luego cayó al suelo, rodando. Del cuello de la muñeca rota empezó a brotar una sangre espesa como si hubiera coagulado y de color verde oscuro. Contrario a lo que creía, el cuerpo pudo seguir moviéndose incluso decapitado.
El fenómeno sin cabeza frente a ella recogió el agua desperdigada por el suelo y la juntó en una enorme esfera, que después fue lanzada como la corriente de un río. Interponiendo su espada como escudo, Emily logró dividir en dos las aguas y empezó a caminar dirigida a la fuente del ataque, con pasos esforzados logró hacerle resistencia a la presión del agua para avanzar y sintió como la misma se iba fortaleciendo progresivamente. Cuando sintió que el agua se detuvo, cortó con celeridad desde la palma de la mano hasta las muñecas del oponente, pero no se detuvo allí, aplicando más fuerza desgarró en dos todo el brazo hasta encontrarse con el hombro, en el cual cortó el miembro que cayó al suelo dividido en dos mitades. Continuando con su ofensiva, cortó y desmembró todo el cuerpo con una habilidad que pareciese basada en la experiencia. El torso, el vientre, las piernas, todo estaba esparcido por el suelo emanando asquerosa sangre.
De la armadura y rostro de Emilyette escurría aquel líquido verde casi negro. Repugnada, buscó a su alrededor con que limpiarse. Sus ojos recorrieron la sala de oraciones y encontraron una mesa cubierta por un mantel sobre el que reposaban ofrendas de incienso junto a pequeñas estatuillas de distintos dioses. Se acercó y con descuido barrió todo aquello para limpiarse con el mantel de blanco puro, en el proceso todos los dioses de madera y porcelana cayeron al suelo, a excepción de uno que curiosamente resistió el tirón del mantel y quedó sobre la mesa, provocando un ruido seco.
Sacudió su gran espada y la sangre salpicó sobre el rostro de la abadesa, quien anonadada por un momento –incapaz de pensar- se quedó estática y con el rostro lívido, viéndola hacer aquella irreverencia. Al caer en sí, se dio a la fuga. Divisó unos cuantos cuerpos de sacerdotes en el suelo, y sonriendo con cinismo trató de controlarlos. Sin embargo, no pudo.
—Cómo?... Mi poder...
—No están muertos.-le dijo Emilyette, y antes de que la abadesa pudiera intentar matarlos deslealmente, estampó un feroz puñetazo en su cara-.
La abadesa intentó, en vano, mantener el equilibrio y terminó cayendo al suelo. Emily se acercó como un Ángel de la Muerte y alzó su espada dispuesta a asestar el golpe final..
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