
Capítulo 36: "La rosa, el iris y la gardenia"
Tras haber alcanzado el cenit de la conversación, la misma fue abandonada. Aún hablando en susurros y lenguas desconocidas, que alguien escuchase e interpretase no era una opción descartable. Finalmente, Emily degustó el pastel frente a sí, la dulzura sorprendentemente amarga colmó su paladar y le fue grato.
Ella comió gustosa, sin embargo, le fue imposible sentirse satisfecha. Jamás había experimentado tal placer al comer y aquel profundo abismo que sentía en su estómago. Y comprendiendo que lo que en estas instancias necesitabas era precisamente comer, no le pareció tan mal. Repitió la torta de chocolate tantas veces que sus maneras nobles a la mesa eran opacadas por la vulgar cantidad de platos vacíos.
—Emily, será mejor que te detengas. Demasiados carbohidratos y azúcares por hoy.
—Tienes razón, disculpa mi escasa educación.
El duque y su hija salieron del establecimiento. Caminaron por la transitada calle comercial. Naturalmente, era inevitable ver la mercancía de los comerciantes y comprar algo. Emily observaba con indiferencia, pero todo aquello que lucía apetitoso acababa en sus manos y posteriormente en su boca.
El duque sonrió al ver a su hija más hiperactiva que nunca, ella sostenía en sus manos una bolsa de comida cuyo peso no variaba; después de todo aquello que salía para se devorado era remplazado por cualquier otra cosa que ella reconociera como suculento. Con este ritmo tan desenfrenado, ella lograría recuperar su peso normal en dos días. Además, contradictoriamente, sus infladas mejillas -debido a la boca llena- y su modo impetuoso y suave de masticar le hacían ver adorable; por primera vez podría ser comparada con una tierna presa, quizá con una ardilla rellenando su boca con bellotas para el invierno.
Mientras la joven señorita caminaba, con su mirada despreocupada observando a su alrededor, fue empujada por un transeúnte. Ella iba caer al suelo, se mareó al ver como todo giraba. No habría podido
Sostenerse de no haber sido por aquella persona, con cuya espalda chocó y se logró estabilizar; sin embargo, esa persona sí sufrió la caída que el peso de Emily y el impulso de su cuerpo, como empujón, le hicieron flaquear.
—Discúlpeme. -dijo y reparó en la persona que había sido afectada por aquel inesperado efecto dominó, quien estaba cubierto por una túnica negra-.
Sus ojos se agudizaron y analizaron cuidadosamente la figura que reflejaban. Observó con frialdad la criatura que se hallaba a sus pies; y aún con aquella aura de oscuridad, acercó una brocheta de carne a sus labios y comió con sigilo. Su padre, quien andaba unos cuantos pasos retrasado, se apresuró a llegar a su lado, empujando a todo aquel gentío, al ver que ella se había detenido; y junto con él se acercaron los acompañantes.
—Qué sucede? -indagó, entonces sus ojos defendieron al suelo y su expresión no fue muy distinta a la de Emily-.
La persona en el suelo intentaba levantarse, pero tan solo sentir aquellas vibras que irradiaban los Di Ivilliom la intimidó. Hizo un esfuerzo sobrehumano, oponiéndose a aquella atmósfera de rechazo y logró estar en pie. Retiró lentamente su capucha y exclamó:
—Eso dolió!
Al mostrarse la apariencia de aquella persona la expresión de sus vigilantes se relajó casi instantáneamente.
—Karina...-dijo en un tono casi decepcionado- Qué haces aquí? Por qué te ocultabas?
—Emilyette! Qué grandiosa noticia! Despertaste! ... Yo buscaba una herramienta mágica y no quería llamar la atención. -posó sus ojos en la bolsa en manos de la otra joven-. Y tú qué haces?
—Como. -respondió sin miramientos y con su característica mirada-.
La rubia observó con intensidad a Emily, algo era diferente de su último recuerdo de ella. Estaba segura. Pero su poca atención a lo común retardó su identificación de aquello que no concordaba entre la imagen de sus recuerdos y la que se vislumbraba frente así. Observó con especial atención su cabello, su porte, su expresión, nada de esto había variado ni un poco. Qué era pues?
"Será que hoy luce más atavíos de lo normal" -pensó-.
No, eso no debía ser, corrigió sus pensamientos y repasó cuidadosamente su cara y brazos, y entonces como un destello fugaz la respuesta le invadió. Sí, eso debía ser...
—Qué delgada estás!
—Ella agarró su mano y la arrastró con su locura y carencia de sentido común, le compró mucha más comida. Tanta que Emily empezó a dudar de realmente poder comerla toda. Tantas bolsas repletas con exageración que Dianne y Claudia que las llevaban, no podían ver adecuadamente el camino.
—Karina, detente, no compres nada más. Mis doncellas no podrán con la carga, y cuestiono la posibilidad de que tú te ofrezcas a llevarla.
—Necesitas comer mucho, ahora mismo eres demasiado débil. Estás tan flaca como un perro desgraciado, incluso yo soy más fuerte que tú.
—No subestimes mi memoria muscular-sentenció la castaña con simpleza-.
—Cómo me atrevería, señorita? -canturreó burlonamente, mientras le empujó entre los labios una empanada recién comprada-.
La joven castaña masticó sin remordimientos, y así fue cuando Karina siguió haciendo lo mismo. Aún sus ojos mostraban desinterés, pero su ceño fruncido era invisible. La concentración que empeñaba en comer le otorgó una tranquilidad excepcional y una extraña docilidad.
"No me ha privado del brazo... eso es bueno, no? Supongo que para mí representa un alivio. Ella está más... normal?... Qué adorable! Come como hámster!" -meditaba entretenida la joven Metharkas-.
Inesperadamente, la situación se había tornado en una reunión de amigas cercanas, aunque realmente ese no fuese el caso. Por tanto, el duque se retiró; para Emily fue sorprendente que no dejara un guardia, y selló sus cuestiones creyendo que se debía a la confianza que su padre depositaba en su fuerza, sin embargo, no era esta la razón, sino que Dianne se encontraba allí, otro caballero era innecesario.
Aquella gran muchedumbre observaba a las muchachas como si fuesen raras, una desconocida expresión poseía sus rostros ; esto debido a ciertas damas que, a juicio suyo, querían engordar como cerdos. Estaban ellas sentadas en una banca de la plaza, Temo que es prescindible la mención de sus acciones. En ese momento, las personas empezaron a causar revuelo, , chocando unas con otras para apartarse del camino de una sola entidad. Karina y Emily observaron a aquella persona , que tan orgullosa estaba del trato de los demás para con él. Vestía pantalones blancos y un saco del mismo color con bordados y botones dorados. Portaba insignias en el lado izquierdo del pecho y un brillante broche, con un rubí refulgente como las llamas del Seol, en el cuello de la camisa. Una capa colgaba de sus hombros y era azotada por el viento.
—Salutaciones. Qué hacen aquí?
Respondiendo a esta pregunta, Emily hizo contacto visual y regresó, luego, su vista a la manzana que mordía. Sin profesar palabra alguna, Karina le vio con ojos cuestionadores.
"Es que, acaso, su alteza no ve?"
Xavier, el príncipe, no comprendió la poca atención que acababa de recibir. De Emily... era natural esa indiferencia, pero Karina!... esto era una burla al poder imperial! Traición!...según él.
Decidió ignorar ese aspecto, por ahora, y acercó su mano a la bolsa de comida de Emily. Los bellos ojos de la chica se alzaron, y un escalofrío recorrió la espalda del joven.
—Su alteza Xavier, qué hace?
—Solo quiero probarlos, deben saber bien.
—Tiene razón, son deliciosos. -levantó su delgado brazo y señaló un punto en particular- los venden allá.
—Qué? Solo quiero uno. -cuestionó con indignación-.
—Pues entonces, compre uno.
—No me puedes compartir de los tuyos, tienes como... la tienda entera!
—Su alteza, como puede ver, su humilde súbdita acaba de despertar de 4 meses de profundo sopor y se encuentra tan escuálida como un perro en desgracia -citó las palabras de Karina-. No intentará arrebatar la comida de una pobre enferma, verdad? -mencionó estas lastimeras palabras en un tono muy peculiar, sin embargo, a pesar del tan bien calculado discurso, su expresión se encargaba de acabar con cualquier tipo de sensibilidad que el mismo pudiese evocar.-
"Qué sucede con esta situación tan ridícula? Cuánto le cuesta un churro? Ella tiene como treinta" -refunfuñaba mentalmente, peinando su cabello hacia atrás en un intento de relajarse-.
—Karina, puedes comprarme unos?
—Debo declinar, su alteza. Por qué debería hacer cómo dice?
—A qué te refieres con "por qué"? -imitó graciosamente la voz de la dama-. Porque yo te lo pedí.
—Entonces era una orden.
—No es que lo sea.
—Siendo así, me rehúso. Su alteza tiene piernas y sirvientes que se arrojarían al lodo si usted se los pidiese.
—Por qué eres así? Normalmente lo harías gustosa.
—Las personas tienden a cambiar.
—Pero tu corazón no puede cambiar. Es impensable e imposible! Siempre me saturas con tus encomios, eso es inolvidable.
—Y usted siempre me vejaba por mi comportamiento. No debería contentarse con mi nueva actitud?
—Estupideces! Esto es hipocresía! Solo tratas de atraer mi atención, otra vez. Esta es una nueva artimaña tuya.
—Madurar no es ser hipócrita, su alteza, y en cuanto a su atención, si tanto le disgusta dársela a esta dama, entonces abandone esta discusión.
Sus exclamaciones se volvían mas acaloradas y el contenido de las mismas se iba agraviando. En cualquier momento aquello se volvería un violento pugilato. Tantas palabras de acusación, tanta terquedad de ambos, tantos trapos sucios colocados en la mesa de apuesta, molestaba los oídos de Emily y su tranquilidad.
—Karina, Xavier -les nombró sin utilizar honoríficos- Arreglen su matrimonio en otro lugar, no me permiten comer en paz.
Ambos contendientes enrojecieron de rabia y furia, reclamaron al unísono con negaciones a la afirmación anterior:
—Estamos comprometidos, no casados.-sentenció Xavier-.
"La misma historia, estúpido." -pensó la Di Ivilliom-.
—Matrimonio! Cómo podría casarme con este niño?
—Tenemos la misma edad, amargada!
—Cómo me has llamado, truhán?
Ambos se dirigieron a Emily y alegaron la poca cordura de esta por juntarlos maritalmente, sin embargo, si algo había estado mal en su justificación fue haberle gritado a Emily.
—Me importa muy poco si son o no un matrimonio. Pero no vuelvan a alzar su voz contra mí, las doncellas de esta débil chica no tendrán problemas en ocultar un par de cadáveres.
—Cómo puedes decirle eso a un miembro de la familia imperial? No, más que eso, cómo puedes hablar así a un viejo amigo?
—Mi postura es idéntica a la tuya. Cómo puedes gritarle a la heredera del ducado Di Ivilliom, una chica indefensa y enferma?
"Indefensa? No estabas orgullosa de tu memoria muscular aún en este estado?... Tan manipuladora como siempre" -pensó mientras desechaba sus reclamos en un suspiro-.
Ante los efectos de la imposición de Emily, Xavier y Karina se calmaron; y como un corte al ambiente tenso y un toque de locura Xavier se empezó a reír.
—Esto recuerda a nuestra niñez.
...
...
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