✯ Capítulo VII ✯
Con la boca abierta por la impresión, Reigen miró a la chica y después a Mob. Observó que éste, con ojos brillantes, las mejillas arreboladas y una expresión de intensa alegría muy mal contenida, no dejaba de observar a la chica que tenía frente a él. Su pupilo se hallaba deslumbrado.
Y no era para menos. Emi se veía hermosa, radiante y muy pulcra. Con el cabello atado en una cola de caballo, la blusa de lunares y el short (que le llegaba justo hasta la mitad de muslo), dejando ver el resto de sus bien formadas piernas, Emi tuvo el poder de aturdir al chico por unos segundos.
«No puede ser... —pensó el hombre—. ¿Ella es su novia? Tenía entendido que solo eran amigos o algo así...»
Por supuesto, aunque sólo fuera de vista, Reigen supo que conocía a esa chica. La había visto un par de veces y, en el pasado, Mob siempre solía hablarle de ella refiriéndose a ésta como una "gran amiga". Pero, obviamente, ésto ya no era así, ¿verdad?
—Buenos días —saludó Emi, dando una reverencia y demostrando su educación. Al erguirse nuevamente, la chica sonrió—. Usted debe ser el señor Reigen, ¿no?
—Sí... sí, soy yo. —afirmó el mencionado recobrando la compostura—. Y...tú debes de ser Emi, ¿cierto?
Ante la pregunta, la chica fijó sus ojos en él con algo de curiosidad.
—¿Cómo es que sabe mi nombre? —ladeó la cabeza—. No recuerdo haberle visto antes.
—Éso es porque Mob siempre me habla mucho de tí. —aclaró.
—¿Ah, sí? —inquirió ella y luego miró a su chico con ternura—. Es algo muy propio de él.
«En realidad, es la primera vez que me habla de ésto —pensó Reigen—. No nos hemos visto mucho últimamente porque Serizawa se encarga de la mayoría del trabajo mientras Mob estudia. Así que no he podido hablar mucho con él durante el último mes, por ende, ahora es que me estoy enterando de que ustedes dos son pareja».
—Nunca nos hemos presentado oficialmente —prosiguió Reigen—. Pero, imagino que Mob también te ha dicho muchas cosas sobre mí —de repente, el rubio se sintió confiado. Tomando una postura que denotaba su ego, se dejó llevar en lo que estaba diciendo—. ¡El más grande, el más fuerte y el más poderoso Psíquico del mundo. ¡Nada más y nada menos que... —hizo una pausa con el fin de darle más dramatismo—. ¡Yo! ¡El gran Reigen-sama!
—Sí, él también me ha hablado mucho de usted. —dijo ella con cautela, sin parecer un poco impresionada. Más bien, lo observaba con una mezcla de extrañeza y recelo.
Al notar la forma en la que la chica lo estaba mirando, Reigen decidió regresar a su postura normal y ver en qué acababa aquello.
—Dejando de lado las formalidades, ustedes dos se conocieron hace dos años, ¿no? —indagó el autoproclamado Psíquico—. Me había dicho que eras una buena amiga...
—Yo ya no soy su amiga. —interrumpió ella y luego miró al chico, quién todavía seguía observándola en silencio—. Soy su novia.
«De manera que es verdad. Vaya, aún sabiendo que Mob nunca me diría mentiras, igual acabé dudando de él. Supongo que, en equivoqué»
—Mi error. —se disculpó Reigen—. Cierto que él ya me había mencionado algo al respecto.
—Emi —habló el chico por primera vez desde que la viera en la puerta de la oficina de su maestro—, ¿qué haces aquí?
—Vine a buscarte —entrelazó ambas manos y mientras miraba el piso—. Tenemos una cita, ¿recuerdas?
—S-Sí, es cierto...eh, lo que quiero saber es, ¿cómo llegaste? Ya que no recuerdo haberte traído alguna vez.
—Oh, fue simple. Pasé por tu casa y no estabas. Así que decidí preguntarle a tu hermano y me dijo que estabas aquí. —tomó entre sus dedos un mechón de su cabello y comenzó a retorcerlo, mientras desviaba un poco la mirada—. Cómo no sabía la dirección exacta, le pregunté si podía traerme y, muy amablemente, aceptó hacerlo...
—¿Ritsu te trajo? —después de formular aquella pregunta, tanto Mob, como Reigen, cayeron en cuenta de la presencia del segundo esper. Éste se encontraba de pie, apoyado en la pared y casi oculto por ésta.
Al saberse observado, el menor de los Kageyama optó por hablar.
—Nii-san, Señor Reigen, buenos días. —saludó con una mano.
—Buenos días. —respondieron a coro los aludidos. Luego, Mob volvió a dirgirse a Emi.
—Escucha, Emi. Hay algo que debo decirte... —suspiró—. Sé que te dije que hoy tendríamos una cita, pero...
—No te preocupes, Shigeo. —lo interrumpió su novia—. Escuchamos parte de su conversación y ya pensamos en algo...
—¿Ah, sí? —intervino Reigen—. ¿De qué se trata?
—El hermano de Shigeo también tiene poderes —respondió ella con simpleza—. Él se hará cargo.
—Es cierto. —dijo Mob, chocando su puño derecho contra la palma de su mano izquierda, en señal de haber caído en cuenta acerca de éste hecho. ¿Por qué no lo había pensado antes?
—Sí, Nii-san. —afirmó Ritsu—. Yo me encargo. Tú ve y disfruta de tu cita —le guiñó un ojo mientras sonreía con complicidad.
—¿Seguro? —inquirió Mob.
—¡Por supuesto que sí! —el menor le palmeó el hombro. Para hacerlo, tuvo que levantar la mano hasta casi la altura de su propio rostro. Mob si que había crecido, ahora Ritsu le llegaba hasta el hombro—. Tú también te lo mereces, ¿no?
—Ritsu... —murmuró el mayor al borde del llanto.
—No hace falta que te pongas sentimental ahora, Nii-san. —se acercó a él—. No querrás que tu chica te vea llorar, ¿cierto?
De inmediato, Mob recuperó la compostura y su expresión de vacía seriedad estuvo de vuelta.
—Tienes razón, Ritsu. —sonrió—. Cuento contigo entonces.
—Yo me encargo.
—De acuerdo. —finalizó el esper de mayor poder y luego caminó hacia Emi.
Al acercarse a ella y sentir el dulce aroma del perfume que ella utilizaba, el chico no pudo evitar ampliar sus fosas nasales e inspirar profundamente. Por supuesto, hizo todo ésto de la forma más discreta posible, de tal forma que ni siquiera su novia se diera cuenta. Lo que menos quería era en parecer algún tipo de pervertido o algo así.
»Emi, ¿aún tendremos la cita? —quiso saber el esper.
—Éso no se pregunta, Shigeo. —se acercó a él y lo tomó por un brazo, consiguiendo que éste enrojeciera por enésima vez en lo que llevaban de relación—. Vamos, se nos hace tarde.
—Sí. —y ambos salieron de aquella oficina.
Al ver como se alejaban, Reigen sintió como un agradable y cálido sentimiento se gestaba en su pecho. ¿Orgullo, tal vez? Sí, era lo más probable.
—Crecen muy rápido. —murmuró el Psíquico mientras se limpiaba una lagrimita—. Y pensar que yo lo crié...
—¿Qué? —preguntó Ritsu con una ceja levantada.
Ah, cierto. Se había olvidado por completo de la presencia del hermano menor.
—Nada. —respondió el hombre tan rápido como pudo—. ¡Muy bien, Ritsu! —exclamó, para desviar la atención—. ¡No hay tiempo que perder! ¡Andando! ¡Esos fantasmas no se van a exorcizar solos!
—¡Sí, señor Reigen!
De esa forma, Reigen y Ritsu se fueron a completar aquella misión...
Continuará...
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