✯ Capitulo IV ✯
Lo primero que Mob pudo vislumbrar cuando recuperó la conciencia fué el potente y blanquecino brillo, encegueciendolo por unos segundos, que emitía aquella lámpara retangular de la enfermería.
Se sentía algo pesado y tenía la boca algo seca. Respiró hondamente y espiró con calma.
Lo segundo que vió, una vez que sus pupilas se adaptaron a la luz, fue a su novia. Debido a la posición en la que ésta se encontraba y el ángulo en el que ingresaba a su campo de visión, Mob dedujo que estaba sentada muy cerca de la camilla en dónde él reposaba.
Con expresión preocupada, la chica lo miraba con fijeza. Al notar que reaccionaba, Emi sonrió con alivio y suspiró, liberando una buena cantidad de tensión con aquella simple acción.
—Shigeo... ¿Cómo te sientes? —preguntó ella con suavidad.
El chico no respondió de inmediato, más bien, se dedicó a mirarla en silencio durante casi un minuto, antes de hablar.
—No puede ser... —fue lo primero que dijo el chico, ignorando por completo la pregunta de su novia.
—¿Cómo? —preguntó Emi, algo confundida.
En realidad, Mob estaba a punto de hacer algo que, hace dos años, nunca podría haber hecho.
—No quería irme...tan pronto... —murmuró el chico con voz apagada y sin dejar de mirarla.
Emi parpadeó ante sus palabras.
—¿Qué? —alzó una ceja.
—Si, porque... estoy muerto, ¿cierto? —sonrió un poco—. ¿No es un ángel lo que tengo frente a mí? —preguntó, repentinamente animado.
Recordó que un día, Teruki le contó acerca de una vez en la que, por estar frente a una chica, no pudo utilizar adecuadamente sus habilidades psíquicas y acabó en el hospital. Ése pequeño piropo fue lo primero que el rubio le dijo a la chica que lo acompañara en ése momento, cuando despertó y la encontró sentada junto a él.
Ése pequeño recuerdo, que llegó en el momento preciso, fue lo que gatilló éstas palabras.
—Muy gracioso. —exclamó ella con alivio y mirándolo con ternura—. Tú no eres de los que utilizan mucho los piropos... —sonrió—. Fué bastante lindo.
—¿E-Enserio...lo crees? —enrojeció ante la mirada que ella le mandaba y se vió obligado a cambiar de tema—. Por cierto, ¿qué hago en la enfermería?
—Oh, cierto. Te desmayaste en la azotea y Goda-sempai me ayudó a traerte.
Afortunadamente, todo el club de fisicoculturismo cayó en la misma preparatoria en la que ellos se encontraban actualmente. Y Mob, tal cómo lo hiciera en secundaria, se había unido al club de fisicoculturismo de ése lugar.
—Ah, el capitán Goda... —murmuró el chico—. Menos mal que te ayudó, creí que lo habías hecho tú sola... Qué bien...
De un momento a otro, Emi pareció algo compungida.
—Dijeron que en lo que te despertaras, podríamos volver a casa. —comenzó ella, hablando en baja voz—. Que te habías desmayado por un ataque de ansiedad... —bajó la mirada con algo de tristeza—. La enfermera dijo que, por algún motivo, sentiste mucha presión... Creo que...uh...tal vez...si yo no te hubiese invitado... —no pudo continuar, debido a que se entretuvo jugando con sus dedos.
Mob, por mucho que se esforzara, día a día, en ser más humano, aún no era el ser más perceptivo del mundo, ni el más empático y, mucho menos el más deductivo. Pero, en ése momento, supo que Emi se sentía culpable de lo que le había ocurrido.
Y debía hacer algo, ahora mismo, no había tiempo que perder.
—Emi... —llamó él. De alguna forma, la voz del chico sonaba más grave y seria de lo normal.
—¿S-Sí? —levantó un poco la mirada. Sus ojos verdes se hallaban algo opacos.
—¿Sabes por qué me desmayé?
La chica lo miró con una ceja alzada.
—Acabo...de decirlo —intentó sonreír, pero no pudo—. Porque pasaste por un ataque de...
—No. —la interrumpió—. No fue por eso. Hubo otro motivo. Verás, cuando me pediste que tuviéramos una cita, no me sentí presionado o ansioso. —suspiró—. Sino todo lo contrario. Me sentí feliz, dichoso, emocionado por lo que acababas de pedirme. Y, me emocioné tanto, me sentí tan feliz que no aguanté y caí. —finalizó el chico para después reír nerviosamente.
Al mirarla a la cara, Mob supo que sus palabras habían tenido el efecto deseado. Percibió que su novia ya no estaba triste y, sin embargo, daba la impresión de estar al borde del llanto.
—¿Emi? ¿Qué...? —y la chica no lo dejó terminar, ya que se le lanzó encima y lo abrazó.
Sin decir nada más, Mob se quedó muy quieto y correspondió como pudo.
En silencio, ambos se quedaron un buen rato en aquella posición, sólo abrazados y disfrutando del calor que cada uno aportaba al otro.
Continuará...
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