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Aquí estoy de nuevo, volviendo a mi peligroso lugar seguro.
Pensé que las cosas se verían a color ahora, pero no, aunque el volumen de la música estaba a tope, y los LEDs brillaban, el filtro amarillento de siempre, tiñe todo.
–Ya estoy dado de alta....
–¿Trajiste pastillas que me sirvan?– dices sin despegar la vista de la televisión.
–No, ésta vez pienso tomarlas como dice la prescripción.
–Entonces deja de molestar, mi serie es más interesante que tu doctor.
Solo sale un suspiro de mi boca antes de dar media vuelta.
Un pequeño atisbo de optimismo sigue en mi mente.
Tomar una ducha caliente es algo que extrañaba desde hace semanas, los hospitales psiquiátricos no son una mansión de terror, pero tampoco son un 5 estrellas.
Mis brazos y piernas ya no arden, los cortes, han cicatrizado.
El vapor tan relajante, el agua tibia y ¿Tus brazos?
–Pensé que estabas haciendo maratón de Euphoria–digo antes de besarte.
–Fezco no es real, y a tí si. te puedo tocar –dices mientras tus manos recorren mi cuerpo.
Después de un rato salimos de la regadera.
–Continuemos la celebración en la cama –dijiste antes de cerrar la puerta y dirigirte a la cama.
–Amor.... – te llamé al no encontrar mis pastillas.
–Ya te estoy esperando y no necesitas pijama si eso es lo que buscas ~
–No, yo recuerdo haber dejado aquí mi medicina.–respondí miebtras buscaba.
–Has sobrevivido sin ellas, ya ven.
–No, ésta vez pienso tomarlas, y sí, solo he sobrevivido y de milagro sigo aquí.
Fuí hacía ti desesperado y tú escondiste algo.
No, no quería que fuera real.
–Te dije que no te daría.–te extendí la mano con firmeza para que me la devolvieras.
–¿De qué hablas? Yo no tengo nada.
–Por favor, dámela –insistí.
Solo abriste el frasco en un acto impulsivo y te tomaste un puñado de pastillas.
–¡Estás loca!
–¿Yo? –reíste mientras te atragantabas– Tu eres el que estuvo encerrado en el asilo.
Solo pude arrebatarte el frasco antes de irme.
Las semanas de tratamiento habían sido en vano, ahora estaba en el sofá llorando, con una botella en la mano y una navaja en la otra.
Aquí estoy otra vez, sumido en ésta miseria.
Pero no conozco nada más, tú eres mi ángel, si, solo mío.
Y lo peor, es que aunque me vuelva a ir, tú siempre serás mi número de emergencia.
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