ж Capítulo XVII: Los lazos que nos unen (I) ж
Cuando Emerald despertó, se hallaba sola en su habitación. Al sentarse sobre el colchón, un punzante dolor en la cabeza la embargó.
No recordaba qué era lo que había pasado. La última imagen que vino a su mente fue la de Greyslan diciéndole que no podría ir a casa en el receso y que se habían llevado las cenizas de su hermano. Luego de eso, había un enorme vacío en su memoria.
Esa misma noche, Greyslan volvió a ver si ella se encontraba bien. En cierta forma lo estaba, pero aquella laguna mental que se había formado era algo que no la dejaba tranquila.
—Diamond —su tutor depositó algunos platillos que había traído en la cómoda que se hallaba al lado de la cama—, el padre de Julian dispuso su castillo para que puedas ir durante el receso.
—De acuerdo —respondió sin mucho ánimo de seguir entablando una conversación.
Greyslan, al percatarse de ello, se levantó con parsimonia del lugar donde se había acomodado y salió nuevamente del dormitorio, dejándola a ella en la completa oscuridad.
Desde ese momento, los días pasaron con rapidez, como si todo se moviera en un parpadeo. Para cuando se dio cuenta, era el día de la excursión. Los grupos ya se habían formado y ahora estaban frente a la entrada del castillo, aguardando a que los maestros los separaran y los hicieran subir al transporte.
—¿Qué animal es ese? —preguntó Draven mientras se paraba frente a la criatura.
Se trataba de una criatura alada blanca y delgada, de gran tamaño y con una larga trompa. El animal lamió la mano de Draven en cuanto estuvo cerca de él y el muchacho, quien hizo un gesto de asco por la baba que le había dejado, se limpió en la tela de su pantalón.
—Es una citreica —contestó Julian y se cruzó de brazos—. Son animales dóciles y juguetones, en algunos reinos se usan para tirar los carruajes.
—Pensé que usarían caballos esta vez —dijo Emerald desde atrás.
—Las citreicas tienen más resistencia que un caballo por su tamaño.
El cochero de la escuela, luego de saludar a los alumnos, tomó al animal de la correa que traía en el cuello y lo enganchó a la carroza donde los transportaría.
En cuanto estuvieron listos, Emerald y su grupo ingresaron a uno de los vehículos de color negro. Como era de esperarse, el espacio dentro era por completo diferente a lo que uno podía imaginar. El lugar había sido modificado con magia para que fuera mucho más amplio, lo suficiente para que al menos unos treinta alumnos cupieran dentro, |estaba decorado de forma sencilla y relucía de limpio.
—Te guardé un lugar —dijo Julian señalando un asiento a su lado, Emerald le sonrió y se ubicó allí—. Delante de nosotros estará Draven —susurró con diversión.
Tal y como dijo, el castaño no tardó en hacer acto de presencia. Greyslan, diligente como era, se encargó de prácticamente obligarlo a sentarse justo adelante de Emerald, pero él en ningún momento volteó hacia atrás para poder verla. Claro que ella tampoco hizo el intento de dirigirle la palabra.
—Descuida, está todo arreglado —volvió a susurrar Julian y ella se limitó a asentir.
Cuando ese carruaje estuvo lleno, Greyslan dio la orden de que partieran. Eran el último grupo, por lo que tardarían un poco más en llegar al lugar designado.
La citreica emitió un fuerte grito y comenzó a aletear. El vehículo se movió con cierto traqueteo por las piedras propias del camino y, al cabo de unos segundos, todos sintieron un vacío dentro del estómago en cuanto aquel animal alzó el vuelo.
No había mucho que mirar dentro. Emerald y Julian estaban ubicados en medio y tan solo alcanzaban a ver las nubes pasar, pero, gracias a las descripciones que brindaban sus compañeros, podían imaginar que los paisajes por los que pasaban serían algo maravilloso.
Durante todo el camino, la mayoría de los estudiantes fueron cantando, riendo y conversando entre sí. Julian, en cambio, por ser alguien que fue criado para ser más maduro que el resto, continuó leyendo el diario de Cuervo mientras realizaba algunas anotaciones. Cada cierto tiempo, le hacía algunas acotaciones en voz muy baja a Emerald, y esta, gracias a lo que ya sabía por sus visiones, terminaba atando cabos para completar algunos pasajes que había allí.
Las dos horas de viaje pasaron volando. Cuando volvieron a sentir el traqueteo de las piedras en el suelo, más de uno brincó del asiento emocionado, aunque por motivos de seguridad Greyslan les pidió que permanecieran sentados.
Al abrirse las puertas, un hermoso paisaje apareció ante ellos. Se hallaban frente a un pequeño pueblo; era muy rústico y las edificaciones eran tan pequeñas que sería muy difícil que una familia numerosa pudiera vivir allí. Parecía más una aldea que estaba a punto de volverse un lugar fantasma.
—¡Bienvenidos a Bailef! —Un hombre de baja estatura, calvo y con ropa muy modesta sonrió con algarabía.
Los alumnos estaban más que encantados, aunque, claro, esto aplicaba más para la clase de los guerreros. Los nobles y virtuosos miraban con desdén aquel lugar tan alejado de sus estándares.
—Es un enorme placer que nuestro pueblo haya sido elegido este año por la escuela de magia. ¡No sabe cuán felices nos encontramos! —El hombre sujetó las manos de Greyslan y comenzó a moverlas de arriba hacia abajo.
—El placer es nuestro. Es lindo regresar aquí luego de tanto tiempo.
—¡Y que lo digas, muchacho! —La sonrisa del adulto era la más amplia que alguna vez Emerald pudo ver—. La última vez que viniste aquí, tú eras el estudiante.
—¡Perdón, olvidé presentarlo! —exclamó enseguida Greyslan mientras observaba a los alumnos—. Él es Nenium Roseti, es el encargado de la aldea de Bailef. Para quien no lo sepa —dijo, alzando un poco más la voz—, Bailef queda dentro de la nación de Delia; es uno de los principales productores de ganado. La reina Agatha nació aquí, este es su pueblo natal.
—Bonito lugar —exclamó Trellonius con sarcasmo, lo suficientemente alto para que Emerald lo escuchara—. El príncipe mediocre tiene sangre de ganadero, qué bonito.
Pese a la provocación, ni siquiera volteó a observarlo, estaba más interesada en saber acerca del pueblo que vio nacer a su madre. Ella no sabía nada sobre su progenitora.
—¡Pero a quién tenemos aquí! —Nenium se acercó con prisa hasta Emerald e hincó una rodilla en el suelo—. Su Majestad, es un placer recibir a un hijo de Bailef por aquí.
—El placer es mío —respondió con cortesía—, pero no es necesario que hinque la rodilla.
—Definitivamente usted tiene la sangre del rey Cornellius corriendo por sus venas. —Nenium hizo el ademán de decir algo, pero prefirió callar mientras observaba a Emerald con cierto brillo particular.
—¡Bien! —Greyslan alzó la voz para que pudieran prestarle atención—, tienen una hora para dar una vuelta por el pueblo. Luego de eso, tendrán que reunirse en la entrada del bosque para comenzar con la prueba. Procuren no dispersarse.
Haciendo caso omiso a lo que el profesor acababa de decir, más de uno salió disparado hacia el lugar para poder ver qué era lo que había allí.
Los comercios eran pequeños y no poseían gran variedad de cosas, pero la calidad de la comida que había en Bailef era innegable. Ni siquiera algunos que tenían chefs particulares habían experimentado tal mistura de sabores. Al ser un pueblo ganadero, la calidad de la carne era de primer nivel. Los lácteos, los quesos e incluso las verduras tampoco se quedaban atrás.
—¡Esto es exquisito! —Emerald escuchó como Draven gritaba mientras engullía el tazón de estofado de carne que acababa de comprar en un puesto chico.
—¿No quieres dar una vuelta? —preguntó Julian al ver que ella no parecía muy interesada en turistear.
—Estoy más interesado en hablar con el alcalde.
—¿Sobre tu madre? —Ella asintió.
—No sé nada acerca de su familia, tal vez... aún tengo a mis abuelos vivos aquí.
—Supongo que no pierdes nada intentando. Te acompañaré a verlo, pero te dejaré con él para que puedas preguntar lo que te plazca.
Emerald y Julian comenzaron a buscar al alcalde, lo cual no estaba siendo nada fácil, ya que el hombre parecía haberse hecho humo. Para cuando por fin lo encontraron saliendo de un puesto de telas, solo les quedaba media hora de recorrido; ella esperaba que aquel tiempo bastara para que él pudiera dispersar todas las dudas que tenía.
—¡Hola, príncipe Diamond! —Él la saludó como si fuera la primera vez que la veía.
—Disculpe, señor Nenium, quería saber si tiene algo de tiempo. Me gustaría realizarle algunas preguntas.
—Desde luego. Vengan, acompáñenme a la plaza.
—Si me disculpan, me iré adelantando. Te veo en el punto de encuentro, Diamond.
Julian dejó a aquel par y comenzó a caminar hacia la entrada del bosque. Emerald y Nenium, por su parte, se fueron hacia la izquierda para dirigirse a la plaza central, que se hallaba vacía.
—Bien —Nenium tomó asiento en una banca de madera y colocó ambas manos sobre las piernas—, ¿qué desea saber, príncipe Diamond?
—Quería preguntarle... acerca de mi madre y de su familia.
—Oh, bueno... —respondió con incomodidad—. La reina Agatha, como lo dije antes, vivió aquí hasta que tuvo edad para ingresar a la escuela de magia.
—¿Ella siempre fue prodigiosa con la magia?
—En realidad, ella no demostró poseer magia hasta cierta edad. Ella era una niña miedosa y temerosa que no poseía confianza en sí misma. Su hermana gemela, por el contrario, siempre demostró ser un prodigio para los dotes mágicos y, como entenderá, para este que es un pueblo pequeño, pues, representaba algo asombroso.
—¿Su hermana? —Emerald parpadeó un par de veces para tratar de asimilar la noticia—. No sabía que ella tuviera una hermana.
—Bueno, no es algo de lo que la reina Agatha hable mucho.
—¿Ella sigue aquí en Bailef? ¿Cómo es ella, se parecen mucho? ¿Puedo verla? ¿Y mis abuelos? —Lanzó las preguntas tan rápido que incluso Nenium se sintió mareado.
El anciano se vio en la obligación de alzar ambas palmas para que ella entendiera que debía detenerse por un instante. Cuando ella hizo caso, él sujetó sus manos y emitió un pesado suspiro. No representaba algo alentador.
—Los padres de ellas nunca se hicieron cargo de las gemelas —respondió él con un deje de tristeza al ver como la mirada de ella se ensombrecía—. Una noche, una caravana pasó por las afueras del pueblo y dejó a ambas bebés allí, justo debajo del letrero. Fueron los llantos descontrolados de ambas los que nos alertaron. Como entenderá, nosotros nos acostamos temprano, ya que nuestras labores comienzan incluso antes del alba, así que no vimos a quienes las dejaron, tan solo escuchamos el eco de las ruedas que sonaban producto del camino pedregoso.
Como si se tratara de una anécdota un tanto agridulce, Nenium sonreía cada tanto al recordar ese pasado de ambas hermanas.
—Nosotros las acogimos, las vimos crecer y les dimos un hogar donde pudieran vivir, pero... bueno...
—¿Mi tía sigue viviendo aquí? —El anciano negó.
—Joan murió cuando tenía tu edad, ni siquiera llegó a la adultez.
—¿Murió? —Emerald sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
—La asesinaron —se rectificó el hombre mientras sujetaba su nuca—. Había gente que... creía que Joan era la reencarnación de la reina Marie, por eso la asesinaron. Como le dije, príncipe Diamond, este es un pueblo pequeño. Ninguno de los que nos hemos criado toda una vida aquí hemos tenido gente que vaya a la escuela de magia, ya que ninguno ha desarrollado tal talento. Imagino que el ver que Joan era tan diestra despertó el pavor en algunas personas.
—¿Se llegó a saber quién lo hizo? —Emerald sentía una espina dentro de su corazón. El miedo y el rechazo que sentían por la reina Marie provocaba que mataran a gente inocente.
—Nunca lo supimos. La única testigo del asesinato fue la misma Agatha, pero le borraron la memoria. La pobre niña estaba hecha un manojo de nervios. Tardó tres meses en volver a hablar. No sé qué le hicieron, pero lo que sea que haya pasado no fue algo bueno.
—Sigo sin entender por qué la asesinaron... No lo merecía.
—Los gemelos son algo raro —respondió el anciano para darle más luces al asunto—. Desde que la reina Marie murió... Por los dioses, es que suena hasta vergonzoso decirlo. —Nenium se vio obligado a aclararse la garganta antes de continuar—. En cada reino o poblado donde nacen gemelos o mellizos, y más si uno de los bebés es mujer, lo... erradican. Imagino que fue por eso que los padres de ambas las abandonaron. No quisieron matarlas, pero sí se deshicieron del problema de otra manera. «La maldición de las dos caras» es lo que se dice al momento del nacimiento de esas pobres criaturas.
—¡Pero es que todo es absurdo! —Emerald sentía deseos de llorar de la impotencia.
—Entiendo que con su hermana pasó lo mismo... Lo lamento.
Los ciudadanos, guiados por aquel miedo de que la reina regresara, eran capaces de asesinar o abandonar a sus hijas de forma totalmente fría. Su hermano tuvo que pagar por ese mismo estúpido miedo y ella estaba sufriendo en carne propia la consecuencia de su nacimiento. No tenía a nadie. Su madre la detestaba, su mejor amigo ya no quería ni hablarle y no tenía más familia a la cual acudir. Era hora de que lo aceptara, estaba sola.
—Le seré franco, príncipe Diamond —el anciano observó de forma paternal a la muchacha—, cuando supimos que la reina Agatha iba a tener dos hijos, nos preocupamos. No supimos cómo reaccionaría, y más aún cuando nos enteramos de que uno de los bebés era mujer, pero fuimos felices al saber que ambos niños venían creciendo. Nos devastó saber lo que pasó con la pobre Emerald, no puedo evitar pensar que hay algún tipo de organización o secta detrás... Es demasiada coincidencia que tanto Joan como Emerald murieran a la misma edad y en circunstancias similares.
La princesa asintió y volvió a tomar asiento. Nenium sujetó otra vez sus manos con firmeza y luego acarició con gentileza la cabeza de la joven.
—Usted tiene aquí un lugar a donde volver —le dijo al intuir qué era lo que ella pensaba—. Puede que no seamos su familia directa, pero créame cuando le digo que nosotros quisimos a su madre y a su hermana como si fueran nuestras propias hijas.
—Muchas gracias —respondió ella sintiendo un nudo dentro de sí.
—Ojalá su madre vuelva algún día, la extrañamos.
—¿Ella nunca volvió? —preguntó.
—Luego del accidente, Agatha desarrolló sus poderes mágicos y se marchó a la escuela. Desde ese día jamás regresó.
El hombre se puso de pie y extendió su mano para que ella pudiera caminar justo a la par de él. Siguieron el camino hasta una zona un poco más alejada de la plaza durante algunos minutos y luego se pararon frente a una pequeña cabaña que tenía un jardín repleto de flores, bien cuidado y colorido.
—Mantuvimos este lugar tal y como Agatha y Joan lo dejaron. —Ambos caminaron hasta estar frente a la puerta y una vez allí, Nenium dirigió las manos a su cuello. Debajo de su ropa traía una cinta marrón que al final tenía atada una llave—. Este es su lugar, príncipe Diamond. —Tras decir esto, depositó el pequeño objeto en las palmas de la muchacha—. Estaremos más que encantados de que venga a visitarnos de vez en cuando, nosotros seguiremos cuidando su hogar.
Nenium se marchó y dejó a la princesa en el umbral. Emerald observó el picaporte y los tablones de madera. El lugar se veía algo viejo, pero estaba impecable; los habitantes de Bailef lo había mantenido bien cuidado.
Introdujo la llave dentro de la cerradura y sintió que su corazón comenzaba a palpitar más rápido. Al abrir la puerta, las bisagras rechinaron un poco y el aroma a guardado golpeó su nariz.
Caminó y observó cada rincón de la cabaña. No había muchas cosas, pero cada objeto que estaba allí tenía un aura diferente, como si todo hubiera aguardado a que Agatha o Joan retornaran.
—Así que este fue tu hogar un tiempo —dijo ella mientras se dirigía a las recámaras.
Solo había dos habitaciones: una que tenía tallado en un tablón de madera el nombre de su madre y otra con el de su tía. Optó por ingresar a la alcoba de su tía. La recibió una habitación simple con apenas un cuadro colgado en la pared. Se sentó en la cama y al observar la imagen en la pintura moverse, vio a su madre y a su hermana abrazadas y sonriendo.
—Eran como dos gotas de agua —dijo y no pudo evitar pensar en su hermano.
Lo que los diferenciaba, aparte del color de ojos, era el largo del cabello, porque al no haberse desarrollado todavía tenían incluso tonos de voz casi iguales.
Según lo que podía ver, su madre se veía como una persona completamente diferente. No traía aquel gesto desdeñoso ni esa mirada fría que la caracterizaban. Se vería relajada y hasta feliz.
Antes de que pudiera seguir divagando, escuchó unos fuegos artificiales a lo lejos. Observó por la ventana y vio como una humareda con los colores de cada clase se desvanecía por el viento.
—¡La prueba va a comenzar! —gritó y de inmediato se apresuró a marcharse. Al salir de la cabaña, se encargó de cerrar con llave a pesar de su apuro.
Corrió lo más que pudo para llegar a tiempo y para cuando estuvo en el punto de encuentro le faltaba el aire. Julian se acercó con prisa y la haló hacia donde estaban los grupos, ya que todo estaba a punto de comenzar.
Tal y como se lo había prometido, él se las arregló para que todos estuvieran en el mismo grupo. Draven, al darse cuenta de esto, pidió que lo cambiaran, pero tras recibir una negativa por parte de Greyslan, no le quedó más que callarse y aceptar estar junto a Emerald, Julian y otros dos muchachos de su clase de Clarividencia: Eugene, quien se ponía nervioso cuando Emerald le hablaba, y Privai, una muchacha que se mostraba tan maravillada como el otro.
—¡Chicos, su atención por favor! —Greyslan se paró encima de un montículo de tierra y comenzó a agitar los brazos para que sus alumnos le prestaran atención—. Voy a explicar las reglas de esta excursión, así que presten mucha atención a lo que les voy a decir porque quien incumpla una norma, ya verá lo que le pasa.
»En primer lugar, deben tener presente que durante cuarenta y ocho horas estará estrictamente prohibido el uso de magia. Voy a ponerles un brazalete a cada uno que medirá los niveles de magia de su cuerpo. Si el color llega a rojo es porque usaron algún hechizo y de forma automática recibirán un castigo.
»La tarea de este año consiste en demostrar sus habilidades de estrategas para encontrar a un mineurus. —Greyslan extendió un pergamino en el cual se veía a una criatura pequeña de ojos redondos, orejas caídas y patas grandes, era como una especie de ratón gigante—. Como sabrán, los mineurus son criaturas muy miedosas, no les gusta que los humanos entren en sus tierras. Su tarea será capturar uno con vida, y hago énfasis en esto para que lo tengan muy presente. No pueden lastimarlo, no pueden golpearlo; solo deben meterlo dentro de la jaula que les daremos y, en cuanto lo hagan, deberán romper esta bomba de humo azul. Enseguida uno de los docentes irá a evaluarlos.
»Los equipos que terminen primero obtendrán mejor puntaje porque esto significa que prestaron atención a mis clases. Los que lleguen últimos dentro del plazo de las cuarenta y ocho horas deberán llevar tarea adicional, y créanme que los haré estudiar de verdad.
»Únicamente usarán la bomba de color rojo si se encuentran en peligro. Si alguno se lastima o se siente en una situación donde algo malo pueda llegar a pasar, no dude en activar la bomba y usar algún hechizo para esconder su presencia. Pero solo si la situación lo amerita. Recuerden que las pulseras estarán monitoreando no solo el uso de magia, sino también sus latidos cardíacos.
Tras brindar las indicaciones, todos los alumnos se pusieron en filas y se les fueron colocando uno a uno los brazaletes para que pudieran ingresar por grupos al bosque.
—¡Buena suerte! —gritó Greyslan cuando el grupo de Emerald ingresó.
—Acabemos con esto rápido —dijo Draven al tiempo que tomaba la delantera.
—¡Espera, no debemos separarnos! —Privai y Eugene comenzaron a acelerar el paso para poder alcanzarlo.
—¿Descubriste algo interesante con Nenium? —preguntó Julian.
—Prepárate para lo que vas a escuchar, porque no lo vas a creer.
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