ж Capítulo XII: El inicio de año escolar. ж
Conforme se acercaban al castillo, se dieron cuenta de que el frontis del lugar traía las puertas abiertas de par en par y que los escalones de mármol ahora poseían una alfombra de mimbre color rojo. Había algunos estudiantes de pie en la entrada señalando los alrededores con una radiante sonrisa plasmada en sus rostros.
Aquel par no pudo evitar sorprenderse: el lugar parecía un sitio completamente diferente. En ese instante comprendieron a qué se referían los trabajadores. Cuando el año escolar comenzaba, se podía percibir una energía diferente allí.
Se encontraron con algunos de sus amigos, que estaban jugando entre ellos un poco más adelante, pero no había rastro alguno de Greyslan o de los demás profesores.
Emerald y los demás siguieron el camino al interior, y a medida que se iban acercando al salón comedor comenzaron a oír una tenue melodía emerger desde el interior.
Al llegar a las puertas del comedor se quedaron anonadados por la belleza del ambiente.
Las mesas que habían usado hasta el momento siempre estaban en medio del salón. Ese día habían sido colocadas en diversas zonas, dando de esta forma la sensación de que el lugar era gigante. El candelabro de oro que colgaba del techo ahora giraba con magia sobre su propio eje y oscilaba entre los diversos colores del arcoíris. Las banderas representativas de las diferentes clases estaban colgadas justo arriba de sus cabezas; el bordado que poseían era sublime, los hilos parecían tener vida propia por la forma en que brillaban.
—Miren, han colocado un podio —señaló Draven y los demás voltearon en esa dirección.
—Me llaman mucho la atención los diferentes uniformes —dijo Emerald mientras observaba a los demás alumnos.
—No quiero sonar pretencioso, pero el uniforme de la clase luchadora es el más lindo de acá. —A medida que decía esto, Draven daba un paso delante de ella—. Mira, el rojo de la parte superior y los pantalones negros que tenemos combinan perfectamente. En cambio, los sanadores, hechiceros y encantadores tienen un feo color marrón en el saco superior. Ni qué decir de los virtuosos —él puso los ojos en blanco— con su horrible color plateado.
—En realidad, lo que más nos diferencia de los demás es la calidad de los trajes —añadió Marco—. El único que tiene un traje elaborado con los mejores materiales de los reinos es Diamond, aunque, desde luego, la reina nunca hubiera dejado que usara uno común y corriente como el nuestro.
Algunos estudiantes nuevos de la clase luchadora entraron por la puerta. Draven, quien se encontraba un poco más cerca, corrió a darles la bienvenida para incluirlos en su grupo.
Poco a poco, los demás también fueron separándose para saludar a algunos conocidos y Emerald se quedó completamente sola. Los de las clases mágicas la comenzaron a mirar, y ella con tal de no escuchar ningún comentario hiriente optó por situarse cerca de una de las esquinas. Al llegar allí, observó su traje y suspiró con resignación, pero luego volvió a adquirir la compostura que siempre debía tener.
Tras algunos minutos, Draven comenzó a buscarla. En cuanto estuvieron juntos, se encaminaron hacia una delas zonas laterales del comedor y se posicionaron a la derecha del podio.
Iban tan enfrascados en su conversación que ni siquiera se dieron cuenta de que Trellonius Spica ya había llegado. Este, al notar que Emerald se encontraba cerca, no dejó pasar la oportunidad de ir a molestarla.
—Que uniforme más feo —soltó, hiriente. Sus secuaces rieron por lo que dijo.
Aunque Draven estuvo a punto de responderle, Emerald, de forma disimulada, terminó tomándolo del brazo para que se movieran a otra parte. Trellonius era un tonto molesto, no valía la pena enfrascarse en una discusión sin sentido en la que tenían todas las posibilidades de perder.
—Vaya, qué sujeto tan indeseable —dijo Draven, quien se había aguantado las ganas de ir a golpearlo—. Sí que dejan entrar a cualquiera a la clase virtuosa.
—Y que lo digas.
—De buena fuente sé que el padre de Trellonius estuvo furioso el día de la prueba. Que Julian Ases hubiera completado las pruebas y saliera primero del portal, para él simbolizó algo denigrante y deshonroso.
—Julian es alguien muy hábil —reconoció ella de inmediato. Era cierto que el pelinegro era una persona muy rara, extremadamente rara, pero había que aceptar los increíbles dotes mágicos que poseía.
—Te doy la razón en ese sentido. —Emerald lo observó por sobre el hombro y vio como Draven colocaba sus manos detrás de su cabeza—. Pero para el padre de Trellonius, que es un clasista asqueroso, el que un muchacho perteneciente a una familia gitana fuera el primero no le hizo demasiada gracia —emitió un sonido burlón—. Imagínate todo el dinero que desperdició en los mejores magos diestros en cada arte para que le enseñaran, solo para que un gitano le ganara a su querido hijo.
—Jamás entenderé ese pensamiento tonto de aborrecer a las personas por no poseer linaje mágico.
—Pues, desgraciadamente, los adultos siempre se dejan guiar por los títulos rimbombantes.
—Es verdad —ella rio mientras paseaba la mirada por los presentes.
—Pero parece que tu madre no se deja guiar tanto por ese pensamiento.
—¿Lo dices por el compromiso de mi hermana? —Draven asintió—. No quiero ahondar demasiado en su relación —ella se vio obligada a carraspear al sentir un nudo en su garganta—, pero es probable que la comprometiera con él solo para no verla más en casa.
—¿Tan mala era su relación? —Ella se limitó a asentir.
Un pequeño chillido, como de un grito reprimido, proveniente de la clase Sanadora, los sobresaltó a ambos. Vieron allí a unas diez muchachas que cuchicheaban entre ellas mientras observaban a los virtuosos.
—Interesante... —lo escuchó decir. Y aunque ella trató de imaginar a qué se refería, no pudo darse cuenta.
—¿El qué? —preguntó luego de algún tiempo.
—Por lo general, las mujeres nunca, pero nunca desean ingresar a la escuela. Es algo tonto, lo sé, pero me sorprende ver más de una en alguna clase.
—Analizando la situación —dijo, tras un vistazo rápido, ahora que entendía a qué se refería—,parecería más bien que ingresaron por motivos ajenos a la magia. —En cuanto Trellonius notó que lo observaban, le guiñó el ojo a una de ellas, quien se ruborizó de inmediato.
—Ah, ya entiendo —Draven rio mientras dirigía la mirada al frente—. Están buscando prometido.
—Algo muy obvio, ¿no? —murmuró más para sí misma mientras seguía mirando el entorno. O quizás sería más justo decir que aquellos orbes buscaban a una persona en particular.
Luego de un largo rato, logró encontrarlo. El muchacho de cabellera negra y piel tostada estaba sentado en una de las bancas mientras leía un libro, parecía no disfrutar de la ceremonia.
Esta vez, a diferencia de los días posteriores, la argolla que traía en la oreja había sido reemplazada por un pequeño arete en forma de botón. Era probable que, según las normas, no tuviera permitido usar ese tipo de accesorios, pero Julian parecía una persona a la cual no le gustaba seguir las reglas al pie de la letra.
Cerca de él se encontraban las muchachas antes mencionadas. Una de ellas, poniendo en alerta el resto de sus amigas, señaló con la cabeza a Julian, y, al igual que con Trellonius, lo observaron y soltaron pequeñas risas nerviosas. Él, tras oírlas, tan solo esbozó una sonrisa de lado que dejaba a la vista uno de sus hoyuelos y volvió a su lectura.
Había algo de Julian que a Emerald no terminaba de cuadrarle y quizás el particular comportamiento que poseía, jamás terminaría de hacerlo. A solas era una persona completamente diferente con ella, pero si un tercero la nombraba, o mejor dicho a su hermano, su personalidad se deformaba de tal forma que se volvía irreconocible.
Le caía mal, mas no lo odiaba. Deseaba no verlo, pero, al mismo tiempo, lo buscaba de forma insistente con la mirada. Era una mezcla de sentimientos irracionales, estúpidos e ilógicos. No sabía qué le estaba pasando, no entendía por qué se sentía de esa manera. Recordaba la electricidad de sus manos al tocarse y aquella sensación la contrariaba.
Tal fue su ensimismamiento que no se dio cuenta de que ahora era Julian quien la estaba mirando a ella con disimulo. En cuantos sus ojos se cruzaron, Emerald sintió sus mejillas ruborizarse. El pelinegro aprovechó la situación y le guiñó un ojo, provocando que se pusiera nerviosa.
—Tenemos gente muy popular este año, me pregunto quién de los dos será el que mejor lleve las materias.
—¿Buscamos al resto? —le preguntó ella con tal de evadir el tema, prefería ignorar todo lo relacionado con ser el mejor de las clases, ya que nunca llegaría a serlo.
Draven y Emerald se unieron al grupo de sus amigos, conversaron un poco más sobre otras cosas, pero la conversación siempre terminaba yendo nuevamente hacia Julian, Trellonius o el mejor de todas las clases, así que prefirió mantenerse callada y no opinar.
Al cabo de unos minutos, las puertas fueron cerradas; las luces del candelabro descendieron, oscureciendo el ambiente, y algunos destellos plateados comenzaron a caer desde el techo como si se tratara de nieve y bañaron a todos los alumnos.
—¡Bienvenidos, amados estudiantes! —La voz del director provenía desde algún lugar del salón. Más de uno comenzó a buscarlo con la mirada, pero fue imposible ubicarlo.
De pronto, como si el ruego de todos hubiera sido escuchado, el director apareció en el podio en medio de una nube de humo con ciertos brillitos plateados. Los alumnos estallaron en aplausos, y él, sonriendo y asintiendo con la cabeza, agitó las manos en el aire. Los brillos plateados que hasta hacía nada habían caído cual nieve, volvieron a elevarse formando un pequeño tornado en la parte superior.
—Como bien saben, quizás por algunas cosas que padres o hermanos les han dicho, cada año hacemos una ceremonia diferente. Esta vez, decidí usar un espectáculo brillante. ¿Qué dicen, lo están disfrutando? —preguntó, e inmediatamente los estudiantes respondieron de forma afirmativa—. Este año tenemos caras nuevas. Los de primer año se incorporan a nuestra gran familia, y dentro de este grupo tenemos a la nueva generación de futuros reyes.
Los chicos del último año volvieron a aplaudir. Los de primer año, por su parte, inclinaron sus cabezas en señal de reverencia.
—Ahora, he de presentar a los maestros, quienes se encargarán de guiarlos durante este año escolar. —Los vítores continuaron, más de uno se mostraba emocionado por conocer a sus docentes—. El maestro a cargo de la asignatura de Estrategias de primero a cuarto año, y el líder de la clase Luchadora: Greyslan Carty. Un gran guerrero y estratega que ha participado en diversas incursiones contra las criaturas del abismo.
Giuseppe volvió a mover su mano en el aire y aquel pequeño tornado que se batía de forma inquieta se dirigió justo a su lado, materializando a Greyslan, quien ahora traía el uniforme de la clase guerrera. Su cabello se encontraba atado hacia atrás en una pequeña coleta y su barba de tres días había desaparecido, quitándole algunos años a su apariencia.
—¡Buenos días! Es gratificante ver tantas caras nuevas deseosas de aprender. —Hizo una pequeña reverencia, que fue correspondida por el resto. Las alumnas del último año chillaron de emoción y él sonrió apenado.
—Fanfarrón. —Emerald escuchó el murmullo de Draven, quien evitaba observar a Greyslan, así que optó por conversar con Marco, otro de los muchachos de su clase.
Tras la presentación, a la cual ni Emerald ni Draven prestaron demasiada atención, Greyslan dio un paso hacia atrás, dejando libre el lugar al lado del director. Nuevamente, Giuseppe agitó la mano en el aire y un nuevo profesor se materializó junto a él. Esta vez, una mujer de bata color celeste, tez oscura y trenzas pegadas a la cabeza.
—Tengo el gran placer de presentar a Madam Lilehart, la profesora de la clase de Clarividencia. Quizás algunos la conozcan. Como quizás otros no, les contaré que ella es una reconocida clarividente en nuestro mundo. Ha formado parte en diversas decisiones que competen a diferentes naciones y es muy buena en el arte curativo. Será la encargada de la clase sanadora este año.
—Mis amados alumnos —dijo con voz firme y una sonrisa que dejaba a la vista sus blancos dientes—. Es grato para mí formar parte de otro año escolar, esta vez a cargo de la clase sanadora. La clarividencia y las artes curativas son esenciales, ambas son materias muy poco valoradas, pero los curanderos jugamos un papel fundamental durante las batallas, y, está de más decir que, al poseer habilidades clarividentes, se nos asegura un mejor augurio... y menos desgracias. —Una pequeña risa nerviosa escapó de sus labios, pero los alumnos de otros años comenzaron a reír.
Al igual que Greyslan, la profesora dio unos pasos hacia atrás y comenzó a conversar con su colega.
—Se ve que es alguien buena —dijo Draven en voz baja y ella le dio la razón—, al menos sabemos que no será tan complicado cursar Clarividencia.
La siguiente persona en materializarse fue el profesor de Herbolaria, que era el mismo que los había atrapado volviendo de la habitación de la fantasma. Él traía puesta una túnica marrón, y al igual que aquella vez, llevaba sobre esta una especie de delantal de color amarillo con varios bolsillos donde guardaba algunos instrumentos de jardinería. Era un hombre mayor, las canas adornaban toda la superficie de su cabeza e incluso había un pequeño hueco que buscaba disimular con su peinado en la parte de atrás.
—El maestro Digoro Estefano viene acompañándonos cada año. Él es el responsable de mantener el entorno tan hermoso. Es docente de profesión y siempre ha sentido gusto por la enseñanza.
—Es grato ver caras nuevas. Y otras no tan desconocidas —dijo en cuanto posicionó sus ojos en Emerald y Draven—. Será un año interesante —exclamó mientras se cruzaba de brazos y los observaba a todos con las cejas alzadas.
Su presentación fue escueta y parecía que no todos le tenían demasiado cariño. Emerald pensó inmediatamente que Herbolaria sería una de las materias que más trabajo le costaría. No era muy diestra con el cuidado de las plantas, la hiperactividad y su poca paciencia generaban que en más de una ocasión hubiera sacado de quicio a sus tutores, quienes terminaban llevándole las quejas a su madre.
—Una concisa y corta presentación, ¡brillante! —Giuseppe comenzó a aplaudir y el resto lo imitó por no dejarlo solo en su celebración—. Ahora, he de presentar a una persona muy especial. Líder de la clase encantadora, diestro en el arte de la hechicería, un gran conocedor del campo de las artes de la luz y bastante erudito en las artes oscuras: Dindarrium Gregory.
Un sujeto muy alto, que aparentaba rozar los dos metros, apareció e hizo que el director se viera muy pequeño. Traía puesto un uniforme de color negro; su cabello estaba rapado a ambos lados y su larga melena, que llegaba hasta sus nalgas, estaba atada justo en la parte superior. Su piel era blanquecina, casi nívea, y una cicatriz adornaba el ojo derecho, que por su espectro celeste parecía carecer de visibilidad.
—Soy Dindarrium Gregory y seré su maestro durante este año —expresó con voz grave—. Como dijo el director, soy el encargado de la clase encantadora, y seré también su maestro de Hechicería. Espero grandeza de mis estudiantes —dijo cortante, nadie hacía ni él más mínimo ruido, era como si alguien hubiera lanzado algún embrujo para evitar que pudieran hablar.
Y, tras decir esto, el maestro partió junto a sus colegas. Los alumnos volvieron a aplaudir, más por miedo que por otra cosa, y cuando Emerald volteó a ver a Draven, notó que estaba más pálido que una hoja. Ambos se habían inscrito en la clase de Hechicería y este era el profesor que más los asustaba.
—Por último, pero no menos importante, quiero presentar al profesor encargado de la clase virtuosa. —Giuseppe hizo una breve pausa, lo que provocó que el ansia de los estudiantes aumentara; tras unos momentos, esbozó una sonrisa y prosiguió—: Luchó en las batallas de Azerot y fue un importante aliado del rey Cornellius Lagnes. —Los de la clase guerrera miraron de forma disimulada a Emerald, pero ella no se percató, ya que seguía observando al frente—. Clarividente destacado en su campo, hechicero y sanador consagrado. Con ustedes, Bristol Cabefort.
Esta vez la nube en la cual apareció el docente era dorada. Los vítores se intensificaron en cuanto lo vieron de pie en el podio, el uniforme de la clase virtuosa reluciendo. Era un hombre blanco, aparentemente risueño, y de estatura promedio. Su cabello era de color rubio, pero algunas canas ya se asomaban en medio de su vasta melena.
Bristol avanzó a paso firme hacia el frente y elevó ambas manos en el aire mientras sonreía ampliamente. El uniforme plateado resaltaba sus rasgos y lo hacía ver más atractivo.
—¡Es un placer estar aquí! —dijo e hizo una pequeña reverencia que fue correspondida por el resto—. Debo admitir que estuve muy feliz cuando la invitación me fue expedida. En todos estos años de trabajo nunca había tenido la oportunidad de ser docente, pero no se preocupen, prometo transmitir todos mis conocimientos lo mejor que pueda.
Y al terminar, volvió a elevar las manos en el aire. Los alumnos volvieron a aplaudir y el director se colocó justo al medio para que pudieran verlo. La emoción en el ambiente era palpable, los profesores parecían personas altamente calificadas para emprender sus labores.
—¡Espero que hayan disfrutado del espectáculo! —Giuseppe dijo con orgullo y los aplausos se intensificaron.
—Y quién no lo disfrutaría —dijo Marco en voz baja, sus amigos lo escucharon sin dejar de observar al frente—. El director es sorprendente, realizar un espectáculo de esta calidad año tras año es algo formidable.
—Bien, ahora que conocen a quienes les darán clases, debo repasar unas cuantas reglas de la escuela. No se preocupen, no son demasiadas —añadió el directivo y de a poco se fue haciendo silencio.
»Primero, está prohibido que salgan de sus dormitorios designados durante la noche. La fauna y la flora que hay en los bosques es algo salvaje con quienes no saben manejarla, y si las mantenemos aún aquí es para preservar a las especies. Los líderes de cada casa los acompañarán del dormitorio a este lugar, que es el comedor, durante la noche y viceversa. Procuren no separarse de ellos.
»Segundo, la biblioteca está a libre disposición de todos los alumnos. Sin embargo, solo los de tercer año podrán extraer el material de materias avanzadas con un permiso especial que poseen sus marcas. Como se habrán dado cuenta, algunas habitaciones poseen sellos especiales, si están colocados allí es por su protección, eviten abrir las puertas que están cerradas.
En cuanto dijo esto, Emerald sintió que el director se dirigía específicamente a ella y a Draven, incluso podía sentir que la estaba observando.
—La curiosidad es buena, sí. Pero en este lugar puede ser algo peligrosa.
»Tercero, en todo el castillo podrán toparse con duendes u otras criaturas. Esto lo aprenderán más adelante, pero la escuela es refugio para aquel individuo que haya perdido a sus seres queridos. Los duendes son criaturas traviesas y pueden hacerles alguna jugarreta de vez en cuando, pero son inofensivos, jamás harían algo que los lastimara.
»Cuarto, siempre estoy abierto a las preguntas, no teman ir a mi despacho. Si algún alumno perteneciente a otra clase desea estudiar una materia en específico para la que no fue seleccionado, se puede gestionar su ingreso a esa clase. El conocimiento nunca es un impedimento, muy por el contrario, es una bendición.
»De momento, no recuerdo ninguna regla más. —Giuseppe se cruzó de brazos y meditó brevemente, algunos alumnos reprimieron una carcajada—. Bueno, los líderes de cada clase se encargarán de darle los pormenores de sus hogares para que la convivencia sea algo más agradable —los polvos dorados y plateados comenzaron a envolverlo, generando que la túnica bajo sus pies ondeara—. No duden en ir a verme si surge cualquier imprevisto, estoy para ayudarlos.
Y diciendo esto, el director, al igual que había hecho con cada maestro, provocó una gran corriente de aire que contenía humo y destellos, y en un abrir y cerrar de ojos desapareció del podio. Los maestros, que se quedaron un poco más atrás, se acercaron al frente y comenzaron a llamar a los nuevos estudiantes de cada clase para poder darles un recorrido por toda la escuela.
Antes de que se separaran, Julian observó a Emerald y volvió a sonreírle. Ella desvió la mirada lo más rápido y disimulado que pudo, pero era obvio que estaba esquivándolo.
Greyslan se acercó a sus chicos y los guio por las afueras de los terrenos. Draven, quien se había quedado atrás, haló a Emerald del brazo y esta aguardó allí a que los demás salieran.
—Estamos en problemas —confesó luego de que el resto se adelantara—. Dindarrium Gregory nos va a hacer añicos en clases.
—Se ve alguien estricto, pero no creo que... —Ni siquiera ella podía terminar la frase, el ver a ese profesor había conseguido que todos los vellos de su cuerpo se encresparan al unísono.
—No, no —exclamó con desesperación—. No entiendes. Ni siquiera sé qué hace aquí, pero es peligroso. Bueno, Bristol no se queda atrás. ¡El director debe estar loco!
—Explícate mejor.
—Mira, está prohibido que los docentes sean gente allegada a los alumnos, ¿sí? —Ella asintió—. Dindarrium Gregory es un fiel aliado de la casa Ases. Es más, creo que fue quien preparó a Julian para el examen... Pero además es uno de los pocos hechiceros que se sabe hasta el momento que posee sangre híbrida.
—¿Sangre híbrida?
—Sí —él asintió—. Se dice que su madre era humana y su padre una criatura del abismo.
—¿Cómo sería eso posible? —preguntó ella con incredulidad—. Las criaturas del abismo son monstruos, los he visto. No poseen forma humana.
—Créeme que los hay. Te lo digo porque escuché a mi padre hablar sobre eso —exclamó con seriedad mientras sujetaba su nuca—. Hay criaturas que adoptan forma humanoide únicamente para mezclarse entre nosotros.
—Pero que tenga... bueno, ese tipo de rasgos no implica que sea alguien malo.
—No lo sé, Diamond. Desde la emboscada en la que murió mi hermana no le tenemos ni un poco de confianza a la familia Gregory. Él formaba parte del ejército, fue uno de los informantes que dio la ubicación del nido, pero coincidentemente ese día fue herido horas antes de ir a la misión, así que se quedó en la base —suspiró—. ¿Demasiada casualidad, no te parece? ¿Quién se atrevería a enfrentarse a un sujeto tan aterrador?
—¿Qué pasó después?
—Fue retirado del ejército, pero a diferencia de Greyslan, al no encontrarse pruebas de que tuvo algo que ver con el ataque, no fue tildado de traidor. Es más, en cuanto se fue del cuartel y le preguntaron qué haría, dio a conocer que la familia Ases lo había reclutado para ser el hechicero en jefe.
—¿Crees que tenga motivos ajenos a la enseñanza?
—No lo sé, pero es probable que algo malo esté por pasar. —Draven era considerado alguien un poco paranoico, pero la mala experiencia que había pasado con su hermana lo hacía cuestionar todo—. Lo otro es que Bristol Cabefort es el encargado de la clase virtuosa. Bristol jamás había aceptado este puesto, y es bien sabido que puede ser bastante discriminador con los gitanos, así que no logro entender por qué esta vez sí aceptó. Julian puede estar en peligro.
—¡Pero es el líder de su clase! ¿Cómo podría hacerle algo dentro de los terrenos de la escuela? ¡Debería estar loco para intentarlo siquiera!
—¡Solo te estoy dando mis impresiones! Quizás Julian sabía esto desde que llegó acá y por eso optó por no estar en los dormitorios de la clase virtuosa. —Hizo una breve pausa que le sirvió para respirar con más calma, pero lo siguiente que dijo no terminó de gustarle a Emerald—: Debemos mantenerlo a salvo, necesita estar con nosotros.
—¡Espe...!
—¡Oigan, Diamond, Draven! —Greyslan volvió a ingresar a la escuela y los encontró justo cerca de las escaleras. Aquel par volteó a observarlo y este con los brazos cruzados y un gesto de la cabeza les ordenó que salieran.
Lo que acababa de decirle Draven era, en cierta forma, alarmante. Dindarrium y Bristol eran potencialmente peligrosos. Y aunque ella no quisiera, deberían añadir a Julian a su grupo para evitar que algo malo pudiera pasarle.
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