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Noelia 28💙

¿No te pasa que comienzas por un leve cambio en tu vida, y necesitas darle un giro radical a todo? Es como cuando te cortas el pelo, que el cambio de imagen no termina ahí. Quieres ropa nueva, accesorios diferentes e incluso hábitos totalmente distintos. 

     Pues eso me ha pasado con la cama que compartiré con Samuel. 

     Llevamos tres horas dando vueltas por la sección de hogar de estos grandes almacenes. Yo pidiendo que todo nos lo lleven a casa y Samuel muerto de risa al ver mi entusiasmo con la tarjeta de crédito. 

     De ahí el cambio de imagen de la casa por completo y mi hábito nuevo a salir de compras personalmente. Tximo enloquecería al ver que no delego mis gustos en nadie. 

     —¿Qué me dices?  Podemos hacerlo, sería algo así como una inauguración de nuestra casa, celebrando además mi salida del hospital y… 

     Me ha llevado mucho tiempo decidir las cortinas del cuarto de ensayo de Samuel, he estado muy metida en mi papel de decoradora, y como es la habitación que más me gusta de la casa el tiempo empleado bien vale la pena. Por eso no me puedo creer que media hora después quiera seguir insistiendo en lo mismo. 

     —… y puedes celebrar también el cobro de tu finiquito. Que no, Samuel, olvídalo, tenemos que administrarnos bien. —¿Por qué me parece que soy la única que se preocupa por el dinero que no le sobra? 

     Samuel se ríe de nuevo. 

     —¡Pero si solo serán unas cervezas y unas pizzas!, ¿cuánto crees que nos va a costar eso? 

     —¿Solo? —Bueno, si es así podemos hacerlo.  

     —Cariño… —me dice cogiéndome de la cintura para besarme—, deja de preocuparte por mí. —Samuel acaricia mi entrecejo—. Ya me llegarán los contratos millonarios, cuando haga la canción que lo pete en todas las emisoras. 

     —Idiota. —Me hace reír. 

     —Guapa. 

     Así que con eso Samuel consigue que cambie la fecha de entrega de todas las cosas para mañana jueves. Hoy tenemos mucho que celebrar. 

     El inconveniente de no tener coche es tener que regresar a casa en una combinación de metro y bus, el placer de no tener coche, es regresar a casa caminando abrazada a Samuel. 

     Nos ha dado tiempo para llamar a Elisa y que cambiase su turno. Con Rocio y con Oliver ha habido más suerte, estaban libres hoy. Con los compañeros de Samuel del grupo de baile y cante es complicado cuando actúan de noche, solo asistirán dos, que tenían vacaciones. Por otro lado, hasta vecinos del bloque ha invitado él. 

     No,  no nos hemos olvidado de María. 

     Y ahora que salimos de la estación de metro, y puedo ver a una mujer pidiendo dinero para subsistir, mi alma se encoge al pensar en Gabriel. Hoy celebraremos gracias a  sus consejos, ¡qué menos que esté con nosotros!  

     Agarro el colgante para poder saber más de Candela y él. 

     —Samuel, ¿por qué nunca hablamos de tu padre?

     —No es algo que quiera recordar ahora, cariño, déjalo. 

    —Pero si vamos a celebrar que estamos juntos, bien y felices, creo que deberías buscarlo para… 

     —No voy a compartir mi felicidad con ese hombre. 

     —Es tu padre, por el amor de Dios, Samuel, llámalo así. 

     —Olvídalo. El perdió todos sus derechos conmigo el día que no quiso seguir a mi lado, además, eso es algo que no quiero hablar contigo. 

     Me separo de él, me mira enfadado. Sí, ni lo parece, ni lo finje, ni me lo imagino. Samuel está enfadado por tener que hablar de Gabriel porque intuye que yo no quiero dejarlo pasar sin más.

     —¿No quieres compartir conmigo algo tan importante para ti?, ¿me excluye de eso? 

     —¡Mierda! No he querido decirlo así. 

     —Pues bien que lo has dicho. 

     —¿Ves ?, al final ha sido Gabriel quien ha provocado todo esto. Perdóname —me dice queriendo coger mi brazo. 

     No puedo, lo esquivo. 

     —Me voy, si no quieres hablar conmigo no sé qué hago aquí… 

     —Lo estás tergiversando todo, y estás huyendo de nuevo. 

     No quiero volver con él a la casa, no cuando evita hablar conmigo, cuando me da a entender que estoy confundida. 

     Samuel corre hasta alcanzarme. 

     —Prometiste no huir. 

     —¡Pero tú no colaboras! 

     —Lo sé, y no tengo cómo remediarlo. Pero no puedes pedirme que llame a mi padre sin más, y olvide que no se quedara a mi lado para dejarme en el peor momento de mi vida. 

      —¿Tú lo buscaste? ¿Te procupaste alguna vez de él y de lo que sintió al perder a tu madre? Claro que no, pobrecito, te fue más cómodo llorar y lamentar que papá no te quiso lo suficiente para estar a tu lado. ¡Pero es de cobardes no luchar por una respuesta! 

     —¡Él me abandonó! 

     —¡Eras un hombre joder, asume tu parte de culpa en esa separación de los dos! 

     —¿Y lo harías tú al contrario? Venga, dime, ¿quieres hablarme del cabrón de tu padre y dejarte de culpar por lo que te hizo de niña?, ¿lo harás?, ¿me dirás los motivos por los cuales…? 

     Samuel cae de repente en algo, se calla. Veo cómo aprieta la mandíbula para no soltarlo. 

     —Sigue, anda, termina… —le exijo enfadada. Su alegato ha sido como si conociese la verdad de mi vida. Mi secreto. Y eso es algo que ni el mismo Asier supo nunca—. Sigue, Samuel, ¿los motivos de qué? 

     —Los… motivos… por los que tu madre nunca dijo su nombre. 

     Respiro aliviada, me da igual que lo note, él hablaba del padre de Candela. Y la vida me regresa al cuerpo. 

     Samuel me abraza y calma mi temblor, no he notado que estuviese así de nerviosa. 

     —Ese es otro hijo de puta del que mejor no hablamos —digo actuando de nuevo como ella,  como Candela. Y me acomodo al cobijo de su hombro, junto al latir de su alma desbocada. 

      —Lo que yo te decía. —Samuel me mira a los ojos, sonríe con tristeza esta vez—. Podemos ser felices sin ellos, no los necesitamos en nuestra celebración. 

      Me quedo callada, pero solo por el momento. Gabriel no se compara ni a mi padre ni al de Candela.

     Creo que ya empiezo a identificar mi función en todo esto para hacer feliz a mi alma gemela. He de hacer que ambos, padre e hijo, recuperen su relación, sin heridas de abandono por un lado, sin lamentaciones de acercamiento por el otro. 

La madrugada ha llegado y la celebración está en su mejor momento, deberíamos ir bajando la voz aunque la mayoría de los vecinos estén aquí dentro. 

     En cuanto vi que llegaban los invitados supe que no serían unas cervezas y pizzas, solo. Cada uno ha traído algo para picar y beber más, alargando la fiesta, así que hemos terminado improvisando la mesa del comedor como buffet libre. Me he divertido cuando se hacía todo, pensando en Tximo y el grito que pegaría al ver el resultado de semejante fiesta. 

     La hora que es, y la risas no cesan, ni los comentarios jocosos sobre nosotros como pareja tampoco, a ver, entiéndase por esa pareja a Candela y Samuel. 

     Es curioso oirlos. La que de verdad ha cambiado a ojos de todos ellos ha sido Candela, puesto que yo soy en realidad otra persona, pero nadie ha notado nada extraño en mi actitud, al contrario, ha sido Samuel quien ha tenido más diferencias en estos días que resaltar, y por lo visto nadie las ha pasado por alto y necesitan recalcarlas entre risas. 

     Si no, mira lo que están diciendo ahora mismo de Samuel. 

     —Nunca he visto a este gilipollas comer  tanta lechuga como ahora —dice uno de sus amigos mientras le da una colleja a Samuel. La mirada que le devuelve él nos hace reír más que el propio “chiste”. Todos aseguran que no tardará en volverse vegetariano si sigue así. 

     —Pues va a ser cierto eso de que comer aguacate te facilita las erecciones —me dice  a mí Rocío al oído.

     —¿Qué dices? —Nunca había pensado así, claro que yo no lo como para eso precisamente. Me río con ella. 

     Y no ha tenido que decirlo muy bajito, porque Elisa a mi otro lado lo corrobora:

     —Vaya que sí, mira cómo te está mirando el Samy, por Dios, va a conseguir que prenda fuego el piso si no lo hago yo antes. 

     —¿Oliver no te mira así? —le pregunto sonriendo. A Elisa se la ve muy interesada en su compañero. 

     —Con Oliver presiento que tendré que desnudarme y bailar, con dos ramitas de perejil en las orejas, para que me preste atención o no avanzaré con él —dice riendo, y finge abanicarse con la mano. 

     Las risas de sus amigos, a su lado, se centran ahora en la ropa de Samuel, la que está usando ahora. Al parecer es demasiado pija para como ha vestido siempre. Pero él no se ríe, no tiene ojos para nadie que no sea para mí, al otro lado del salón. 

     —La verdad es que está muy sexi con esa ropa, el condenado. 

     Rocío apuntilla cada comentario que oye con su particular expresión de deseo que bien podrían ser las mías, y no me importa. Sí que lo está con ese vaquero negro y esa camisa gris de coderas negras también, y yo le sonrío a él porque no deja de mirarme. 

     —Lo mejor fue la noche del sábado —suelta María cuando nadie pensaba que pudiera decir algo. Todos la miramos, incluidos Samuel y yo. Está sentada en un rinconcito del sofá, tal vez por eso pasaba desapercibida—. ¡Se pasó la noche en mi casa llorando porque la Cande fue a dormir con las niñas, después de una pelea!

     —¿En serio? No lo hubiese imaginado —dice Oliver sin parar de reír con Elisa, Rocío y el resto. 

     —Yo no lloré, María, y lo sabes —se defiende él volviendo a mirarme. 

     Yo le sonrío levemente, no como hacen todos por guasa, sino porque de algún modo lamentó mi ausencia aquel día. 

     —No echaste lágrimas, niño, pero te faltó esto —dice pellizcando su dedo índice con la uña del pulgar—. Y bien que dijiste que si después de esa noche te mandaba a freír monas, tú ya no querrías vivir sin ella. 

    —Eso te lo dije en secreto. 

     La conversación se centra en ellos dos, nadie queremos reír ya porque andamos de cotillas. 

     —Cuando has estado a punto de morir no hay secretos que valgan, niño. Esta mujer debe saber lo que tu dijiste de ella desde el primer día. 

     ¿María me está ayudando?, ¿quiere que vea que Samuel abre sus ojos para tratar de verme a mí? 

     —¿Sabes qué?, prefiero que estos capullos sigan riéndose de mí, al menos ellos saben guardar secretos. 

     —Como quieras —dice ella como si no le afectase saber que Samuel ahora esta incómodo. Se echa en el sofá, cualquiera diría que para dormir con el ruido que hay. 

      —Oh, oh, oh —dice alguien evitando el momento tenso que María ha provocado —. ¿Y qué me decís de esa canción nueva que estuvo ensayando el domingo? ¿Cómo se llamaba? —pregunta su compañero chasqueando los dedos para que el recuerdo le venga a la mente. 

     —“Gracias por encontrarme” —dice el  otro muerto de risa. 

     Yo lo miro más sorprendida todavía que por su reacción con María. 

     No sé si nuestras almas pueden mantener conversaciones en la distancia, pero la mía quiere saber si es cierto que en estos días, que anda tan extraño, además ha compuesto eso, porque… Bueno, ya sabes el porqué, esa canción sería para mí y no para Candela desde el mismo domingo. 

     Su alma debe estar escuchando el ruego de la mía, porque Samuel asiente sin palabras y deja a todos tirados, riéndose de él, para venir a mí. 

     Me toma las manos y me dice:

     —Solo tienes que pedírmelo y la tocaré para ti. 

     Yo adelanto mi cuerpo para poder acariciar su mejilla. 

     —¿Quieres de verdad que oiga tu nueva melodía? 

     —No hay nada que desee más. Y no es mía, es la primera de las muchas canciones que serán tuyas. 

     Sonrío cuando Samuel apoya su frente en la mía. 

     —Cuando estemos solos, para nadie más que para mí. 

     —Nadie más, cariño. 

     Pero claro, eso no significa que la fiesta acabe de repente para que yo pueda quedarme a solas con Samuel. Se termina por montar una juerga flamenca en su habitación de ensayo, que ríete tú del Cortés y la Baras juntos, donde descubro además que las paredes son insonorizadas por culpa del “tablao” y la caja. 

     Jamás pensé que me atreviese a levantar las manos y moverme como lo haría Candela. No tendré su mismo arte, pero mira, están todos tan a gusto con su puntito de alcohol que en vez de asombrarse de mi torpeza me jalean entre palmas y olés que a mi más me envalentonan. Las miradas de Samuel también me ponen “flamenca” para qué engañarnos, me queman y desgarran las entrañan con ganas de dar por finalizada la fiesta y estrenar la cama nueva. 


Se acerca el jueves, se acerca el final💙

Noelia tiene al fin su misión.... ¿Crees qué podrá con ella? 💙

     ¿Perdonará Samuel a su padre por haberlo dejado sin explicaciones, o al fin Gabriel encontrará el valor de dárselas?💙

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