Noelia 20💙
—¿Qué te ocurre?
Gabriel me ha visto colgar el teléfono a Elisa y creo que mis lágrimas de impotencia lo han alertado.
—¿Es que Samuel está peor?
—No, él está bien, pero ha perdido su empleo por la pelea de anoche.
—¿Y Candela?, ¿qué ha pasado con ella?
Lo miro sorprendida, ¿qué más prueba quiero que esta? Él sabe más de mí y Candela de lo que pensé anoche.
—Puedes verme, ¿verdad?
—Sí, y eres preciosa —dice riendo.
Sonrío avergonzada por primera vez en mi vida al oír que me dicen tal cosa. Supongo que mi alma ha sentido la sinceridad con la que Gabriel habla.
—Bueno, Candela también está despedida. Pero ella no me preocupa, no creo que quiera conservar el trabajo una vez que se una a Asier.
Gabriel parece descolocado por la información que le doy de él, pero aun así continúa hablando:
—Era de esperar que el hotel tomase esa decisión con lo ocurrido.
—Ya, pero podían haber esperado al menos a que Samuel saliese del hospital para darnos la noticia.
—Piensa que ha sido lo mejor para que no volváis a pisar aquello —dice abriendo sus brazos en los que no dudo en cobijarme—, un proyecto común no se deja ver entre las sombras del pasado.
Se está tan bien en los brazos de un padre, aunque no sea el mío, que no me había dado cuenta esta vez de lo contrario. Gabriel se ha duchado, afeitado y perfumado, y por supuesto se ha vestido con ropa de su hijo.
Me retiro de su hombro para no ensuciarlo ahora yo con mis lágrimas.
—¿Lo dices por Sarai?, ¿porque de seguir Samuel en el grupo flamenco, ella estaría a su lado?
—Eres muy intuitiva..., ¿cuál es tu nombre? —pregumta sonriendo.
—Me llamo Noelia.
Gabriel sonríe, y no parece que sea yo la única preciosa aquí, su sonrisa también lo es.
—Yo voy ayudarte con eso, Noelia, no tienes de qué preocuparte, solo encárgate de comenzar a creer y Sarai desaparecerá.
—Lo sé, Gabriel. ¿Y esto es normal? No digo eso de creer, para desterrar esa sombra que me impide ver la unión con Samuel, hablo de ti, ¿es normal que tú me veas a mí, así como soy?
—Supongo que una vez que he conocido la verdadera unión esta no tiene secretos para mí.
—¿Lo dices en serio? ¿La madre de Samuel fue tu gemela? —pregunto de lo más intrigada. El asiente con la cabeza, pero le cuesta sonreír.
—Mi alma se fue con ella.
—Lo siento, Gabriel.
—Pero…. —dice repuesto ya de sus recuerdos dolorosos— parece que tengo la oportunidad de transmitir mi sabiduría y felicidad a un alma dividida. —Y ahora me guiña el ojo.
—¿Te apetece comer conmigo y me cuentas todo eso? María no hizo más que confundirme el otro día.
Aunque también lo hiciese el alcohol, no se lo diré.
—Esa bruja de María, siempre liándola —dice riendo feliz.
—Vamos, te invito, que yo también tengo que contarte de Candela y Asier.
Gabriel acepta mi invitación, pero antes nos aseguramos de que Samuel duerme de nuevo.
💙
—Deberías llamar a Candela. Pobre niña.
Vuelvo con Gabriel a la habitación de Samuel, ha sido una hora y cuarto de lo más aprovechada, en la que nos ha dado tiempo de hablar también de Asier y Candela, como yo quería. Y como me temía, el hombre ha alucinado de la coincidencia que se ha dado entre nosotros cuatro, del cruce extraño de almas y del embrujo de los colgantes.
De ahí que preguntase por ella en cuanto me ha visto hoy, porque la primera vez que le hablé anoche veía el rostro de Candela, pero por lo visto fue desapareciendo como un espejismo para mostrarle el mío sin dobles “caras”, justo antes de irse.
Me pasa a mí esa escenita del cambio de caras, y no hay pasillo del hospital que no recorra a gritos, diciendo que he visto un fantasma y que por favor me internen en psiquiatría.
—Me da cosa hablarle de la sombra que acecha su unión. Nunca soporté a esa mujer.
—Ya sabes por qué no lo hacías, porque fuiste capaz de ver la sombra de Asier en vuestra relación, y eso que no eras su alma gemela. Su desprecio nunca fue por ti, tú eres adorable, cariño.
—No seas adulador, Gabriel, que aún no me has visto partir manos.
—Pobre José.
Las carcajadas que soltamos son también acalladas por el otro para que no nos llamen la atención.
Y mi teléfono suena interrumpiendo este ratito tan bueno con él.
—Es Candela —le digo como si mi unión de almas estuviese siendo transmitida en directo las veinticuatro horas en un reality y me pusieran a prueba con la llamada que no quiero hacer.
—Cógelo, no puedes negarte, quizás lo esté pasando mal con su suegra.
—Pero ¿qué le digo?
Me pongo nerviosa, no creí que me llamase ella, ¿qué querrá?, ¿tendrá razón Gabriel y puede que lo esté pasando mal?
—Candela —le digo pillada en mi descuido.
—Hola, Noelia.
—¿Estáis bien? No me asustes —le digo sin poder evitarlo, y es que Gabriel ha sido muy convincente con eso de Estela.
—Sí, no te preocupes, ¿y vosotros?
—Podríamos estar mejor. —“Con Samuel en casa sano y salvo y yo en su cama” , pero me callo—. Estaba por llamarte, es como si me hubieras leído el pensamiento.
—No me jodas con eso, Noelia, que ya tengo bastante con la conexión que existe entre Asier y yo. ¿Y qué querías decirme?
—¿Qué querías tú? —Quizás no tenga que hablarle de Estela si me da una pista de su llamada.
—Pues mira, sobre todo llamo para desahogarme contigo, que me tenías que haber dicho que tienes una suegra para ponerle un sello y mandarla al infierno que pertenece, sin devolución, que menudo demonio está hecho la señora…
Lo sabe, menos mal, me quita un peso de encima.
—¿Has estado hablando con Tximo? —sonrío, solo él llama así a Estela.
Miro a Gabriel, sonriendo a mi lado. Coño, ¿Tximo es el maestro de su unión? De esta acabo siendo una experta y destrono a María en el arte de las Almas Gemelas.
—¿Se nota mucho? —Y termina por reír.
—Siento que Estela te esté dando problemas.
—Eso es lo de menos, la tengo controlada, escucha...
Y me cuenta lo que ha tenido que sufrir con ella, haciéndome reír incluso. Pero de pronto ya no me apetece.
Que Candela me haya hablado de la firma de mi contrato incluso del primer casting de la película que haré con Asier, mi trabajo, el que ya echo de menos, me hace recordar que Samuel no tendrá dónde tocar la guitarra cuando salga de aquí.
—¿Qué te pasa a ti que te siento tan distraída?
—Pronto vamos a necesitar dinero, Candela. Anoche hubo movida en el hotel y nos han despedido a Samuel y a mí.
—¿En serio? ¿Samuel no va poder tocar más allí?
Me alegra que ella se preocupe así por él, miro su habitación a pocos pasos de mí.
—No creo que piense en eso ahora precisamente…
—¿Por qué?, ¿qué le pasa?
—Está en el hospital.
—Joder, Noelia. ¿Y cómo me lo dices así?
—No era como lo tenía pensado en un principio. —Yo ni siquiera se lo hubiera dicho. —Iba a llamar y a decirte: Hola, Candela, chocho, mira, estamos sin currelo porque anoche nos peleamos con unos gilipollas en el bar del hotel, yo le partí la jeta a uno de un golpe en la barra y Samuel recibió un navajazo por defenderme, y ¿sabes qué? la culpa de todo la tuvo José. Sí, José, porque adivino que te has quedado con la boca abierta como cuando lo supe yo.
—Ups, lo siento.
—Sí, ups, Candela. Yo también tengo aquí mis demonios, ¿me entiendes?, pero no tengo dinero para ahuyentarlos, ni puedo ponerles un sello de vuelta.
La tensión acumulada por la situación de Samuel, tanto de salud como laboral, se me agarra a la garganta, provocandome un llanto que no puedo controlar.
—Has aprendido muy pronto a hablar como yo, ¿no?
—Eres tonta. —Consigue que sonría de nuevo, me gusta Candela, la unión de nuestras respectivas almas nos hace afines, lo sé.
—Os haré una transferencia con el dinero que me digas, es tuyo, no tienes ni que excusarte por pedirlo.
—Gracias, eso te hace muy noble, y significa mucho para mí. Pero ponlo a tu nombre, por favor, no quiero que Samuel se entere.
—Sí, sí, ahora mismo lo hago, en cuanto cuelgue.
—Candela, hablé con María de ti.
Lo suelto sin consideración, que me perdone, pero es otra preocupación que quiero quitarme de encima.
—No quiero saberlo, Noelia, lo que menos necesito es cargar con un nuevo problema.
Me deja callada con su petición, no soy quién para insistir.
—Respetaré tu opción, y solo me queda desearte suerte con ella. Estoy en esto gracias a ti y jamás podré reprocharte como quieres conquistar a Asier. Ojalá pudieras darle un beso de mi parte. Adiós. Cuídate.
Cuelgo. Gabriel me da su apoyo con una sonrisa. Sé que he hecho bien en respetar su decisión.
Continuamos hacia la habitación de Samuel.
—¿No entras?
Tengo el picaporte en la mano, solo espero a que él me diga que sí y me aparto de la puerta.
—Hace años que no veo a mi hijo.
—Si temes que te rechace, déjame decirte que no se lo permitiré así acabemos peleando.
—Y lo peor es que sé que lo harías —me dice sonriendo—. Pero no puedo hacerlo.
Cierro de nuevo la puerta para que Samuel no pueda oírnos, no estoy segura de que aún duerma. Este pasillo solitario es un lugar idóneo para nuestra conversación de ahora.
—¿Quieres que hable antes con él?
—No servirá de nada, Noelia, pude acercarme tantas veces a él, que no entenderá que no lo haya hecho hasta verlo en un hospital.
—Como quieras, pero déjame decirte algo: A veces hay que arriesgar para ganar, si no mírame a mí, que me quedé aquí en Granada sin saber lo que hacía.
—Tenías un gran motivo. Lo hiciste por tu alma gemela.
—Ahora que lo sé y he conocido a Samuel, sí, pero créeme que el jueves estaba tan asustada como lo estás tú ahora. ¿Y no es mejor razón hacerlo por un hijo?
—Esto no es una aventura en la que tenga que conquistar su alma.
—Pero sí su corazón, Gabriel.
—No insistas —me dice falto de argumentos ya—. No puedo.
—Está bien, lo entiendo —le digo sonriendo, y estoy de acuerdo en que dejemos de hablar—. Regresa a casa, que yo te llamaré cuando pase el doctor a hablar conmigo —me despido de él, y le doy un beso en la mejilla.
Veo cómo se marcha abatido. Gabriel se merece una oportunidad con su hijo, y yo voy a conseguírsela. Llámame maestra o terapeuta familiar, los mismo es, yo uniré a ambos.
💙
Samuel abre los ojos y me sonríe, tanto, que me levanto del sillón en el que estaba frente a él y le doy un beso en los labios.
—Vaya, sigues aquí, ¿eso es que te has a dado cuenta de que sin mí ya no puedes vivir? —pregunta con una sonrisa burlona, todavía terminando de abrir los ojos.
—No es eso, engreído Me he mudado a esta habitación porque ese sillón es más cómodo que la cama de casa —le digo riendo igual y me siento a su lado en la cama.
—Sí, ya va siendo hora de tirarla. Se ha quedado pequeña para tanto amor. —Y me besa la mano sin perder contacto visual con mis ojos.
—No sabes lo que me alegra oírte decir eso.
Y es que yo estoy pensando en Sarai y en su paso por ella. Cierro los ojos para que la supuesta imagen de ambos, sudados y entregados al sexo no me afecte demasiado, deseando además que ese amor que rebosa ahora Samuel sea por mí, la nueva Candela.
Samuel repara ahora en que estamos solos tras la cortina de separación descorrida, sin compañero que pueda oír o ver nada. ¿Sonríe demasiado feliz, o es lo que me lo parece a mí? Por lo visto está demasiado recuperado tras esa mirada ardiente.
—¿Y te alegras tanto como para agradecérmelo con un beso? —pregunta él.
Abro los ojos y lo veo ya preparado para que se lo dé. Sonrío al verlo ponerme morritos.
Me acerco y él ya me toma de la nuca con la otra mano. Le invito a que se haga con mi boca, con un roce sutil de mis labios con los suyos, y me deshago rápido de pensamientos oscuros, de sombras malintencionadas y de novias que ya no están.
Samuel besa con ternura cada rincón de mis labios, dejando asomar su lengua para que yo abra mi boca. Nuestro beso es tierno y silencioso, pero demandante en deseo y gemidos. Sí, tengo que acercarme más a él para que mi cuerpo calme su calor en contacto con su pecho, sus brazos ya me abrazan dándome cobijo.
—Te prometo, cariño, que no habrá nada que se interponga entre tú y yo —me dice retirando el pelo de mi cara y mirando fijamente mis ojos.
No parece identificarme en ellos, no verá un tono distinto que no sea el verde de Candela, pero solo con ver yo el brillo de los suyos me basta.
Y para sellar su promesa Samuel me besa esta vez la mejilla, accediendo pronto a mi oreja, en la que atrapa el lóbulo entre sus labios para enredar su lengua en él. Inclino el cuello al otro lado, para facilitarle el proceso. Me hace cosquillas y me río. Su lengua juega conmigo, describiendo un recorrido húmedo y excitante por toda mi cuello.
—¡Samy!
Pego el salto de la cama al oírla tan cerca de nosotros. María no ha dejado que me pusiera de pie y se ha metido ya entre Samuel y yo para besarlo por todo el rostro.
—Niño, esos sustos no se pegan, coño, ¿o pretendes mandarme tan pronto a criar malvas?
—Hola, María.
—¿Hola?, ¿eso es todo lo que se te ocurre decirme?
—Aquí no me dan de comer, ¿me has traído café?
Y todos nos reímos.
Teniendo en cuenta la ausencia de su padre por tantos años y que María es una abuela para Candela, me gusta saber que Samuel tiene a alguien a quien considerar familia. Esa confianza de ambos me gusta, pero no tanto la confianza que María se toma para sacar de su bolsa de algodón un termo de café y tres vasos desechables. ¿Qué dirán las enfermeras… ?
—Las tengo controladas, niñas, deja de preocuparte y bebe.
Pues que ella deje de leerme la mente antes. No puede hacerlo así como así, y mucho menos cuando acaba de besarme Samuel y en lo único que pienso es en una cama nueva, grande y cómoda que permita que hagamos…
—Tómate el café, Candela, no tiene hielo pero te calmará, créeme.
Será arpía… Y definitivamente dejo de pensar cuando Samuel me sonríe con su vaso ya en las manos.
Nunca pensé que los brebajes de María estuvieran tan buenos, sabe a canela o a vainilla no lo distingo. Su aroma me es muy familiar.
—¿Te gusta? —me pregunta Samuel.
Veo sus ojos a través del humo de su vaso, pícaros y juguetones.
—Sí, es diferente.
—Pues solo lo hago para mi Samy —dice María acariciando la nuca de Samuel—. Es su sabor adictivo.
—¿No habrás querido decir preferido?
Y puedo distinguir sus sonrisas un tanto perversas. Me froto los ojos porque no distingo tampoco sus caras.
—No, tan adictivo como puede resultar el propio Samuel.
Él se ríe, pero me mira preocupado.
—¿Te encuentras bien? —me pregunta.
—No lo sé. Creo que estoy cansada.
—Bien, pues termina el café y duerme un poco —me dice María, a la que solo le ha faltado empujar la taza con sus dedos para que toquen mis labios.
—Espera, María, no la agobies —alcanzo a oír de Samuel.
Estoy desorientada y no puedo negarme a beber todo el vaso. Eso sería tener que escuchar un sermón, que ahora, francamente, no me apetece oír porque se me cierran los ojos.
—Voy a sentarme.
Y no lo digo cuando ya estoy sentada en la cama de Samuel y busco su calor mientras me tumbo a su lado.
—Buenas tardes, cariño. Sueña conmigo.
A sus buenos deseos le ha seguido un beso en mi frente.
No sé si sueño, si recuerdo o si estoy despierta, pero les oigo hablar.
—Se te ha notado mucho, María. ¿Adictivo?
—¿Es que no lo eres para ella?
—¿Estará bien?
—Mejor que nunca.
Y noto una sonrisa formarse en mi rostro tanto por la preocupación de Samuel como por la respuesta acertada de María. Aquí a su lado dormiré mejor que nunca.
Ya está encaminada la unión de Noelia y Samuel... Si dijiste lunes, como día especial, aún tienes posibilidades de acertar, jajajaja, o no. 💙
💙Llegamos a la mitad de la semana, a la mitad del libro, a la interacción de ambas protagonistas. Ojalá, continúes para ver quién lo consigue antes💙.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro