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Noelia 16💙

Sobrellevo el turno del restaurante lo mejor que puedo teniendo en cuenta que no tengo la cabeza puesta en la cocina ni en los  recuerdos de Candela para ella. Solo puedo pensar en Samuel. 

     La conexión que de alguna manera se ha dado esta tarde en casa de Rocío no me permite estar pendiente de si se quema algo o por el contrario lo retiro del fuego estando crudo. Nada ni nadie esta noche vendrá a cambiarme el humor, no se me quitarán las ganas de estar con Samuel a solas. 

      Rocío no dejó que nos fuéramos de su piso después de comer. No sé si Samuel se dio cuenta pero yo adiviné de inmediato el motivo de tanta insistencia en que viéramos el último estreno de Netflix con ella: Evitar que Samuel saliese de casa, por lo que José pudiera hacer contra él. 

     Y es que el propio Samuel nos contó cómo lo estuvo buscado por todo el barrio para darle, y hablo textual, la hostia de su vida para que no se levantase más. 

     Así que no tuvimos más remedio que sentarnos con ella a ver lo que quiso que viéramos, que poco le presté yo atención, la verdad, cuando Samuel comenzó a hacerme cosquillas en el brazo. Ponte en mi situación y acuérdate de esta alma cachonda que me domina. Él, de piernas abiertas en el cheslong, y yo acomodada de espaldas sobre su pecho, notando en ella lo que seguía duro y sobresaliendo del resto de su cuerpo. 

    Por eso no veo el momento de llegar a casa y disfrutar de nuestra tan ansiada intimidad. 

     —Menuda sonrisa tienes en la cara. —Elisa se acerca a mí en la cocina— ¿Noche loca a la vista con Samuel?

     —Solo te diré que esta noche no me verás por tu casa.

     —Ya me ha dicho Rocío la sesión de cine tan intensa que habéis tenido esta tarde. 

     La mato. 

     —¿Pero bueno, esa mujer no me va a dejar que yo cuente nada? 

     —¡Coño, Candela, parece que no la conocieras! ¿Quién crees que le dijo a Samuel que estabas detenida por culpa de José. 

     Niego incrédula a sus palabras, ¡si ella me siguió el rollo para ocultárselo! ¿Organizó después mi encuentro en su casa, con Samuel?, ¿el que tanto fruto me ha dado en la búsqueda de nuestra unión? 

     La amo, sencillamente la amo. 

    En mis recuerdos de cervezas de ayer puedo divisar las palabras de María al respecto de “Mi maestro”, —me sonó a coña  de teorías y aprendizajes y volví a brindar con ella y por “my soul teacher”—, esa persona que me hace ver más allá de lo que un principio pueda o no creer, para que mire de verdad mi interior y pueda hacer frente a mi sombra para que sanen mis heridas. 

     Joder, ¡y ha resultado ser cierto! ¡La tenía tan cerca!

    —Tendré que darle un beso enorme. 

     —¿Qué? 

     —A Rocío, tendré que ir a la sala de baile y darle las gracias por “la sección de cine” —y lo entrecomillo con mis dedos. 

      —Tú lo que quieres es ir a ver a Samuel. 

      —También, y hoy traigo ropa para cambiarme después, ¿qué me dices?, ¿te animas? —le digo ya a carcajadas—. Y ahora terminemos el curro o acabaré de los nervios.

    El resto del tiempo vuela. Creo que se debe más a mis ganas de volver a ver a Samuel que al propio reloj. Después de esas dos horas más de trabajo, la cocina ha quedado reluciente tras su limpieza. No estoy acostumbrada a limpiar, pero parece que cuanto más lo hago, más lo puedo mejorar. 

     Ahora sí que ya puedo decir que he terminado mi turno.

     Me deshago de la chaqueta del uniforme en los aseos, no quiero presentarme así otra vez en la sala de fiestas, donde cualquier turista con calcetines y chanclas viste mejor que yo. Acompaño el  pantalón de pinzas con un top de color blanco, para que resalte el oscuro de la piel de Candela, eso,  y que no he encontrado nada más discreto en su armario. Después, arreglo lo que puedo de mi pelo, algo grasiento de la cocina, y aunque no importe demasiado porque no me reconocerán, maquillo un poco mi cara de cansancio. Perfecta para ir a la sala, donde ya me espera Elisa en la puerta.

    —Vamos, nos costará encontrar un hueco. 

     —¿Tanta gente hay? 

     Y no tiene que contestarme, ya veo la sala abarrotada. 

    La actuación de Samuel y sus compañeros ya ha comenzado, todos aplauden. Me alegra que haya tanto público, pero no sé si podremos quedarnos, no vemos un sitio libre. 

     Elisa me agarra la mano y me lleva a la barra del bar con decisión. He de controlar mi desparpajo, al igual que ella yo también trabajo aquí y puedo echarle esa misma cara al asunto. 

     Nos sentamos en unos taburetes altos en el extremo de la barra que da al escenario y pedimos nuestras bebidas. Bueno, Elisa es la que pide a nuestro compañero por las dos. Me conoce para saber que quiero ron, o mejor dicho, que Candela lo prefiere. No la contradigo, creo que por un tiempo, mientras sea otra mujer, dejaré de beber vino blanco. 

     Desde este sitio, Samuel no puede verme. Mejor. No quiero distraerle.

     Pero la que si me ve a mí es Sarai, que está sentada a la mesa que mejor vista tiene de toda la sala. No creo que  haya sido casualidad con la de gente que hay, a qué hora no habrá llegado, antes de su propia actuación. 

          Agarro el vaso que ya me han puesto sobre la barra. Necesito una distracción y no pensar en el hombre que quema mis entrañas, el que con un solo de guitarra es capaz de despertar la fiera que duerme en mí. Esa fiera que defenderá su propiedad de quién haga falta. Porque nadie me pasará por encima, sombra o no, esta noche nadie oscurecerá mi unión. 

     Ni siquiera Sarai, la que ya se ha levantado para venir hacia nosotras. 

     Que Candela permaneciera indiferente a esa infidelidad no significa que yo vaya a hacerlo ahora, por mucho que me parezca a ella cuando me miran.

     Me gusta el sabor dulce del ron, el hielo me refresca. Observo mi copa y doy un nuevo trago, cuando a través del cristal, veo que Sarai ya llega a mí. Viste el traje típico de baile flamenco,  color azabache, y mueve sus volantes al ritmo de su caminar.

     —¿Tú, aquí? Parece que le has cogido el gusto a la sala de baile. No creo ser merecedora de tanto.

    Elisa me mira sin saber a qué se refiere. Yo sí. Candela jamás acudió a una actuación de Samuel que no fuese la noche de su aniversario. Y eso ya fue hace un par de días.

     —Pues ya ves, algo habrás hecho para merecerlo.

     —Samy está francamente guapo, ¿no crees? —me dice mirándolo sobre el escenario—. A lo mejor esa es la verdadera recompensa que me llevo hoy.

     Dejo el vaso sobre la barra. He estado a punto de reventar el cristal de este con un golpe seco. Elisa ha pegado un gritito del susto que se ha llevado. Me pongo de pie, no es posible a la altura de Sarai, porque ella lleva los zapatos de baile, pero le intento mirar a la cara poniéndome de puntillas. 

     Ahora que la veo con luz, no como el viernes ni tampoco en los recuerdos de Candela, tan peinada con ese moño bajo, es hermosa. Toda una belleza morena que puede cortar la respiración. Esos ojos tan grandes y oscuros resaltan más en su rostro, sin llegar a ser ordinarios con esa gran raya de rimel. 

     Comparando a ambas mujeres diré que Candela también es guapa, de once sobre diez incluso, y sus propios ojos verdes no tienen nada que envidiar a los negros de Sarai, pero he de reconocer que esta mujer puede hacer que Samuel enloquezca por sus huesos si yo le doy el mínimo espacio para meterse entre nosotros. He de hacer que Samuel vea pronto mi interior, o de lo contrario tanto exterior hermoso y deslumbrante no solo me hará sombra, sino que lo cegará para que no pueda ver mi verdadero yo. 

     —Lo único que te llevarás hoy será una tremenda desilusión al verme salir por esa puerta del brazo de Samuel, directos a nuestra casa y a nuestra cama. ¿Te ha quedado claro?

     Sarai hace una mueca absurda, se ríe de algo que no entiendo. Elisa tiene que coger mi brazo para que no le haga nada, ¿desde cuando me comporto de esta manera tan vulgar?, ¿es mi alma la que me obliga?

     Procuro respirar. Parece que ella solita me lo contará para que no tenga que preguntarle nada, o en el peor de los casos partir su mano como la de José. 

     Sarai se acerca a mi oído para que solo yo la oiga por encima del punteo de guitarra de Samuel. 

    —Te lo quité una vez y no me importaría hacerlo de nuevo, así que asegúrate bien antes de que esa cama te pertenece por completo.

     Sarai se marcha porque ya anuncian su actuación. Termino la copa de ron de un solo trago y pido otro. Elisa no me ha dicho nada, pero creo que intuye algo porque solo nos ha faltado mear encima de Samuel para marcarlo.

     No me avergüenza reconocerlo, me siento así con él por su culpa. Posesiva. Y no creo que esta noche pueda volver a casa de Samuel sin querer tirar esa ridícula cama por la ventana o tirársela a él a la cabeza directamente.

La intervención de Samuel en el escenario llega a su descanso y baja de él para reunirse conmigo, ¡y yo que pensé que no me había visto! 

     Ahora Rocío también se ha unido a Elisa y a mí, como buena maestra que es de mi unificación seguro que presiente algo.    

     Y no está equivocada. 

     Sarai ha conseguido sacarme de mis casillas. Ambas tratan de hacerme ver que ella solo quiere que me enfade con Samuel y aprovechar el disgusto para consolarlo, me piden que no procese esa información que me ha dado sobre la cama. Yo como buena “alumna" de la Unión de almas me dejo aconsejar, oiré primero lo que Samuel tenga que decirme.

     —¿Qué te pasa? 

     Samuel parece confuso, mira a las chicas a mi lado que no parecen querer decirle nada porque eso es algo que solo yo puedo hacer. Elisa se permite hasta darle un beso en la mejilla y Rocío un apretón en el hombro antes de marchase y dejarnos a solas.  

     —¿Qué les pasa a esas dos? 

     Yo lo miro callada. 

     —¿Vas a decirme algo, o voy a volver a tocar sin saber al final qué te ha ocurrido? 

     Puedo decirle que Sarai, su amiguita, me ha molestado. Puedo pedirle explicaciones de la cama y la de veces que la usado con ella, o puedo directamente hacerle llorar si agarro sus huevos con mi mano y le obligo a ponerse de rodilla delante de mí. Derramarle el cubata encima, irme de su vista tras empujarle, coger un autobús que me lleve de vuelta a Getxo… Tengo tantas opciones, que alucino con lo que termino haciendo. 

     Samuel me miraba con esos ojitos suyos que parecen ver mi interior, y a la verdadera Noelia, y yo no he hecho otra cosa que abalanzarne como una loca directamente sobre él para devorarlo, sin importarme que nos echen de la sala, o del propio hotel, por escándalo público. 

     Beso su boca con entrega, haciendo míos sus labios y correspondiendo a su pasión. Su lengua me excita en su recorrido impaciente por la mía, mientras sus manos se imantan a mi cara para que no se me ocurra parar. Me lame, me absorbe, me sonríe. 

     —Uf, no voy a poder subir al escenario ahora mismo, cuando lo que estoy deseando hacer es follarte hasta que me digas la verdad. 

     —¿Qué verdad? —gimo sobre su boca más que pregunto. 

     —Que me amas. Que te mueres por mí. —Y me besa de nuevo, esta vez más pausado, sin prisas, hasta humeder mis labios con sus muerdos suaves, y mis bragas con sus gemidos intensos. 

     —Para eso no tengo que esperar a tenerte encima.

     —Mmm… Vas a matarme de la espera. Dímelo ya, anda. 

     Pero antes de que su boca regrese a comerse la mía, alguien lo ha separado de mí de malas y bruscas maneras. 

     —Esto es un mensaje de José, Candela —dice el hombre que le da un golpe en la cara a Samuel desestabilizando sus pasos—. Si no eres suya, no lo serás de nadie. 

    Y antes de ver la navaja en su mano ya he pegado un grito que alerta al resto de los presentes en la sala de baile, parando el show de inmediato y desatando el caos. 

     La gente no sabe lo que pasa y comienza a correr entre ellos un rumor de pelea, quieren salir los primeros.
 
     Pero a Samuel no le da tiempo de coger mi mano y huir conmigo, porque entre dos tíos más lo agarran por sus brazos frente a mí. 

     Ese hombre del recado se atreve a tocar entonces mi cara con sus dedos sin que yo se lo permita. Lo peor que ha podido hacer. El olor de tabaco en ellos me repugna, así que tuerzo el rostro para el otro lado. El muy cerdo trata de asustarme, seguro y ordenado por José me pone de manera siniestra la navaja sobre la cara. Tiene que hacer que me entere de su amemaza.

     —Esta cara tan bonita puede dejar de serlo. 

     —¡Vete a la mierda! —Y acompaño mis palabras con un escupitajo en su cara que le molesta más. 

     Oigo que Samuel grita que lo suelten, que me suelten a mí. 

     —No seas tan orgullosa, Candela, haberlo pensado mejor cuando te metiste con José. 

     El griterío se intensifica, y veo cómo Elisa, apoyada por nuestro compañero de la barra, le parte en la cabeza a uno de esos tíos, que sujetan a Samuel, una botella llena de licor. Rocío por el contrario se lo toma con más calma, tira del pelo al otro hasta hacerle torcer toda la cabeza hacia atrás. 

     Samuel queda liberado y se enfrenta a mi oponente, al que da un puñetazo en los riñones antes de que ese filo me alcance la mejilla de nuevo.  

     Yo mr acerco a él y antes de que Samuel vuelva a intentar algo en su contra, soy yo la que le estampo la cara contra el borde de la barra. Veo cómo se retuerce de dolor, el muy asqueroso, en él veo el rostro de mi padre y sonrío de satisfacción por lo que debe de estar sintiendo en la nariz.

     Los otros dos, que ya se recuperan, no se quedan quietos mientras su amigo sangra delante de mí. Uno de ellos, por la espalda, rompe un vaso en la cabeza de Samuel. No he podido avisarle, pero menos mal que no le hace daño, puedo ver cómo él se gira y le golpea a cambio en el estómago a la espera de un nuevo ataque. 

     Los compañeros de Samuel están todos ya junto a nosotros, ahora están en igualdad de condiciones. 

     La pelea comienza a descontrolarse. 

     El público intenta salir del tumulto entre vasos, sillas y mesas que se rompen con los golpes. Ni en las mejores escenas de cine de acción que he rodado se podría dar una pelea semejante, y a mí me ha pillado en medio, sin extra que me guarde la espalda.

     —Dime que no te ha hecho daño ese animal.

     Samuel se me acerca para comprobar que sigo bien, me sujeta por los hombros para que le sea sincera mientras me mira a los ojos. Le sonrío. 

     —No, no. No lo ha hecho.

     Estoy bien, más que bien, no debe de preocuparse. Me encojo de hombros y le señalo al animal en cuestión, que se retuerce todavía encogido sobre sí mismo del dolor en la cara. Me río yo. Esta vez no ha sido una mano rota, este capullo tiene la nariz reventada como mínimo, al menos se la agarra chillando cual cochino en matanza. 

     Esta noche, ya no tendrá ganas de amenazar a nadie más.

     Cuando Samuel repara en él, que se cubre la nariz para contener la hemorragia, ya es demasiado tarde. El tipo se ha acercado lo suficiente para, a traición, utilizar su navaja contra Samuel, quien ahora cae al suelo delante de mí.

     La policía entra en la sala. Por fin. Claro que yo lo que estoy necesitando es una ambulancia porque Samuel sangra en mis manos. 

Era necesario para que Noelia termine de abrir los ojos, no me odies💙 después de todo, ¿quién cree de verdad en eso de las almas gemelas?

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