Noelia 15💙
Cuando caminaba por la calle varios hombres se han acercado a mí, dejándome encerrada en un círculo estrecho. Alguno me roza demasiado, pero solo uno de ellos es el que me sujeta.
—Vaya, Candela, hasta que te encuentro sola. Creí que Samuel no te dejaría verme.
Está demasiado cerca. No puedo entrar en pánico o me quedaré bloqueada y no podré defenderme. Estos hombres no me harán nada a la luz del día, no se atreverán, ¿verdad? Todo el que está pasando a nuestro lado lo vería.
Ser Candela es lo que me ayuda a reponerme.
—Samuel no tiene que prohibirme nada —quiero soltarme, pero me retiene más fuerte.
Aprovecho que no me inmoviliza del todo, y con la mano libre atrapo el colgante para que me diga quién es este tipo. Me da asco, no hace más que mirarme con deseo.
—A lo mejor solo tengo que refrescar tu memoria. ¿Por qué no me das dos besos y lo comprobamos?
No espera a mi consentimiento y me agarra las mejillas para exponer mis labios. Yo tuerzo la cara al lado contrario en un acto defensivo.
El resto de su grupo se ríe de él.
Como he debido de herir su orgullo de macho rancio y pervertido, delante de sus amigotes, me agarra ahora del nacimiento del pelo para darme a la fuerza esos dos besos que le he negado.
Solo que él se cobra un único beso asqueroso de mi boca cerrada.
Y el destello en mis ojos es fulminante.
No se trata de mis propios recuerdos con el cerdo de mi padre, y aquella noche de hace diecinueve años en la que mató a mi madre, sino de la propia Candela, puesto que todavía mantengo el colgante en mi mano.
Este hombre está enamorado de ella desde que era un crío, visto lo que me está haciendo ahora yo diría que está obsesionado, más bien. Y encima alberga esperanzas de hacerla su mujer después de...
¿Pero qué coño…? ¿Ella se acostó con él?, ¿dos veces además?
Mierda, pero... ¿qué entienden por pareja, Candela y Samuel? Eso no es una relación abierta, es engaño, ¿por qué estaban juntos siquiera si no se iban a respetar?
Esto no vale, estoy en desventaja, ella no tendrá que estar preocupada por otras mujeres u hombres que quieran meterse en medio de su unión con Asier, porque él me fue siempre fiel, y yo, incluso en mi frialdad, seca y distante con él, también se lo fui.
«Candela, tú y yo tenemos que hablar muy pronto»
El tal José, que así sé ya que se llama este hombre que me ha besado sin mi permiso, les dice a sus amigos que lo dejen a solas conmigo.
De eso nada, yo no quiero estar a solas con él, ni siquiera lo estaré acompañada. Me voy también de aquí.
Pero José aprieta su agarre en mi muñeca, no está por la labor de dejarme ir ahora que puede estar con Candela sin que Samuel se lo impida.
Claro, que yo no soy ella.
Guardo mi teléfono en el bolsillo trasero del pantalón y giro mi cuerpo, como me han enseñado en las clases de defensa personal que tomo desde los quince años, hasta retorcer el brazo opresor de José. Cuando consigo que me suelte soy yo la que agarro su mano y estiro sus dedos, tanto que llegan casi a tocar su antebrazo. Él intenta buscar alivio y cae de rodillas para conseguirlo. Peor, puedo pisarle la cabeza si me lo propongo.
—¡Candela, suéltame! ¡Por favor! —el grito de ruego se convierte en uno de auxilio.
A sus gritos de dolor acuden sus amigos, esos que no iban muy lejos cuando ya se iban, y encima se detiene la gente que pasaba por la calle.
Vaya, para defender a una mujer bien que agacharon todos la cabeza y siguieron su camino como si no ocurriese nada, pero para divertirse con un tío llorando y suplicando por su mano rota no se lo piensan dos veces y se acercan a ver cómo de mal lo pasa. Solo espero que no graben con sus teléfonos móviles.
—No vuelvas a tocarme sin mi consentimiento, pedazo de mierda, ¿te queda claro? —le digo al oído. Creo que no me oye, sus gritos se elevan por encima del murmullo del gentío.
—Está bien, lo pillo. Ahora, suéltame —Mira, parece que aún le funciona el oído.
—¿Qué está ocurriendo aquí?
La policía aparece entre la multitud que nos miraba a José y a mí mientras manteníamos nuestra particular charla.
Y antes de que me entere de nada, o pueda evitarlo, me veo levantada en peso por la espalda, apoyada sobre el capó de un coche y arrestada. Y todo ello entre abucheos de la gente a la que se le ha acabado el show. Lo mejor de todo, a José también lo arrestan, pero antes se lo llevan al hospital para verle el daño de la mano. Lo peor, no me dejan llamar a Samuel que esperaba impaciente a que subiera a su casa.
💙
Entro al coche de Rocío, sigo callada. Todo lo que tenía que decir ya lo he dicho en mi declaración, no quiero continuar con esto, pretendo olvidarlo cuanto antes.
Pero no veo yo a Rocío con ganas de dejarlo estar sin más. No cuando ha empezado a reírse mientras salíamos a la calle después de abandonar la comisaría, con ganas de llamar a Elisa al hotel y contarle ella primero, antes de que la noticia vuele por el barrio y le revienten la exclusiva de contárselo en persona.
—¿Y es cierto lo que dicen, que José estuvo a punto de llorar?
Me acuerdo del quejido de ese tío, de su súplica y sus ojos empañados de lágrimas, y por mucho que haya pagado con él tantos años de frustración por lo que me hizo mi padre no siento satisfacción ahora, lo que me causa es risa, pobrecito.
Estallo en carcajadas con Rocío que ya pone el coche en marcha.
—Tendrías que haberlo visto, no volverá a molestarme.
La policía ha entendido que solo me estaba defendiendo, por supuesto tenía la opción de poner la denuncia por agresión de género, pero no soy Candela y no me corresponde a mí decidirlo por ella. Así que espero que lo que yo le he hecho a José le haga recapacitar y no vaya por ahí besando a mujeres que no quieren nada con él.
—¿Por qué no has querido decirle la verdad a Samuel?
—No quería que se preocupara por nada.
—¿Y no se te ha ocurrido mejor historia que hacerme pasar por enferma, cuando esta noche me verá en el hotel?
—Me puse nerviosa, entiéndelo. José y él como que no se llevan bien, no podía decirle que estaba detenida por su culpa.
Eso no es del todo cierto, Samuel y José se llevan a matar, tanto, que el colgante me ha mostrado lo que Candela ha visto de ellos cuando se encuentran. José no tendría inconvenientes de entrar en prisión si apuñalase a Samuel.
—¡Qué diplomática eres! Tu novio y José se odian, eso lo sabe todo el barrio, todo el Zaidin y todo Granada.
—Entonces, no he hecho tan mal en ocultárselo, ¿no?
—Ay, Candela, hija, que pareces nueva. Da igual que lo hayas hecho, Samuel va a enfadarse cuando se entere de la verdad.
Rocío me ha dejado preocupada, ¿qué sería capaz de hacer Samuel, buscar a José en el hospital, quizás, y tomar revancha?
Subimos al piso de Rocío, quien se compromete ahora a prepararme un enorme bocadillo para el almuerzo que reponga la energía que haya podido gastar en mi “lucha personal” con José. Idiota, me hace reír, aunque aún no se me quite esa imagen de ambos hombres peleándose por Candela.
Eso sí, cuando le he pedido que mi bocadillo no tuviese nada de carne procesada, creo haber metido la pata al ver su cara de chiste. El colgante me revela que Candela odia lo verde y adora lo rojo, ¡vaya!, a partir de ahora no podré comer delante de nadie, porque con mis principios vegetarianos no pienso negociar.
—Abre tú —me dice a gritos para que la oiga desde la cocina. Han llamado a la puerta.
Abro con la confianza que Rocío ha depositado en mí.
El problema con José, mi consiguiente paso por la jefatura de policía y el pánico que Rocío me ha provocado han sido bastantes distracciones para hacerme olvidar lo que siento cada vez que veo a Samuel. Cómo mi cuerpo se excita o mi alma vibra de alegría.
Y como ya todo eso ha pasado y él está frente a mí, sano y salvo, mi atracción por su alma despierta enardecida.
—¿Estás bien?
No espera a oír mi respuesta cuando ya me tiene espachurrada por sus brazos, dándome el consuelo y el apoyo que cree que estoy necesitando, con besos que dejan un reguero de sensaciones por mis mejillas y que me hacen sonreír. Todas son buenas, todas cosquillean mi vientre.
Alucino con mi reacción, nada me hace rechazarle así sea Samuel un hombre buscando mis besos y mis caricias.
Y mucho menos siento repulsión o la necesidad de dar golpes para apartarlo de mí después de lo que me ha hecho José. Comprensible siendo mi alma gemela, ¿no?
Sonrío, tras la charla de ayer con María, mi alma lo reconoce al fin, lo acepta y busca con él su unión definitiva.
La otra mañana ya obtuvo de mí un acercamiento, el abrazo que nos dimos en su habitación de ensayo. Pero este nuevo abrazo es distinto, más que acercarnos, nos funde en el otro.
—¿Quién es? —grita Rocío desde la cocina.
—Yo, Samuel.
La cabeza de nuestra amiga aparece por el pasillo, parece levitar en el espacio y nos hace reír a los dos aunque ella parece que haya visto un fantasma.Samuel nos ha cogido en nuestra mentira.
—¿Te apuntas a comer, Samy? —pregunta sin sacar el tema de su supuesta enfermedad.
En lugar de contestar a Rocío, Samuel me mira esperando mi reacción:
—¿Me quedo?
No puedo negarme mientras me miren esos ojitos ámbar.
—Se queda, Ro —grito yo para que vaya haciendo otro bocadillo.
Cuando la cabeza de Rocío desaparece de nuestra vista, Samuel no tarda en mostrarse preocupado de nuevo.
—Lo siento mucho, Samuel, debí decírtelo.
El pone su dedo en mis labios y niega con la cabeza.
—Eso ya no importa. No te ha pasado nada, ¿verdad? Tienes que ser sincera.
—No, estoy bien.
Samuel parece no querer oírme, o le está costando creerme. Necesita comprobar lo que le digo por sí mismo cuando me mira por todo el cuerpo, dándome vueltas para asegurarse de que sea cierto que José no me ha hecho nada.
—Cuando me lo han dicho he querido matarlo, te lo juro. Si llega a hacerte algo, si te aparta de mí…
—Ya pasó, no pienses en él —digo acariciando su rostro.
Samuel pone su mano sobre la mía, cierra los ojos.
—No sabes lo que he sentido, ha sido como si mi pecho se quebrase al pensar que te hacía daño.
—No será para tanto —le digo yo retirándome de la puerta para que pase conmigo al interior.
—¿Crees que exagero? —Y agarra mi mano y se la pone sobre el pecho—. ¿Lo notas?
Ya lo creo que lo noto, joder. Incluso lo oigo palpitar si me concentro lo suficiente.
Y para colmo, el pulso en mi mano late al ritmo que lo hace el bombeo de sangre en el corazón de Samuel. No estoy segura, pero ¿puede que nuestras almas estén conectándose entre ellas ahora mismo?
Tengo tantas dudas con nuestra unión, que no me aclaro, ayer me puse a beber con Maria y olvidé hacerle muchas preguntas.
Nos hemos quedado petrificados en el pasillo de entrada. Yo oyendo ese bello sonido de su alma, él intentando ver la mía a través de mis ojos.
—No volverá a ocurrir, puedes estar tranquilo —le aseguro convencida de haber ahuyentado a José, no me hará nada. Y espero que a él tampoco.
Yo seguro que estoy a salvo, pero no puedo dejar de pensar en Samuel y su propia seguridad al saberlo lejos de José, si he de mantenerlos lejos, lo haré.
—Me gusta tu arrojo. —Samuel me sujeta por la cintura. Gracias, de proponérselo mi boca no necesitaría oxígeno porque ya respiraría a través de la boca de Samuel, a tan corta distancia que estoy de él—. Pero por favor, procura no hacerte la valiente otra vez con José. No es de fiar.
—Lo haré, pero solo cuando no crea que le puedo ganar —le digo sonriendo.
Pregunta para María en nuestra próxima charla:
«¿Las almas tienen decisión?, ¿pueden actuar por sí solas sin la orden de un cerebro?»
Lo digo porque me estoy dejando besar al fin por Samuel, y no sé si lo he permitido yo o la cachonda de mi alma, que quiere entrar en contacto con la de Samuel a como dé lugar.
Lo que sea, hace del beso algo delicioso, único, y si me apuras, incomparable a otro que recibiese hasta ahora.
El beso se intensifica a mediada que su lengua saborea mis labios, o los suyos absorben mi aliento. Oír su gemido hace que la temperatura de mi rostro tome ejemplo y aumente al roce de sus manos en mis mejillas. Yo sujeto su cintura, y sé que soy yo la que quiere que se pegue más a mí, no mi alma. Quiero con ello que me devuelva la confianza en un cuerpo masculino, capaz de hacerme sentir viva cuando me posea.
Tan viva como su erección lo está por mí.
—¿En serio? —le pregunto mirando hacia abajo. Él se sonroja y encoge sus hombros. Yo me sorprendo de nuevo por mi osadía, mi desvergüenza.
—No lo he podido impedir. Ya sabes como va esto, cariño. Soy tuyo.
Ojalá, y pueda creer que me lo dice a mí.
—¿Mucho tiempo sin mojar, quizás?
El cristal verde es bueno al darme una fecha de hace tres semana entre ellos. Samuel se ríe a carcajadas y me abraza mucho más fuerte.
—Eso, y que al fin hemos conectado tú y yo.
—¿Cómo que hemos conectado? —pregunto desde el punto de vista de un alma gemela en busca y captura de su otra mitad, y que se aferrará a cualquier cosa que le diga para comenzar la unión. ¿Qué sabe él de la leyenda, de su veracidad?
—Me refiero a esto. Tú me la pones dura.
¡No puede ser cierto! Samuel me sujeta por el culo y posiciona mi pubis encima de su bulto. Ríe mientras ve la vergüenza que me provoca su actitud, he mirado el pasillo por donde puede aparecer Rocío en el salón. Vale, se refería a esa conexión tan primitiva. Por supuesto, que no lo dude, desde que lo vi tocando la guitarra por primera vez deseo esto con él.
—Gracias por haber llegado a mi vida, preciosa.
Me gusta su declaración de amor a Candela, es bonita, toda una vida por delante en una sola frase. Ojalá y pronto la pueda hacer mía. Claro que si quiero que eso pase, tendré que tener mi respuesta preparada.
—Gracias a ti por dejarme llegar hasta ti.
Y Samuel me vuelve a besar haciendo que mi alma sienta que al fin está en el lugar que le corresponde, con su otra mitad. Mi sombra comienza a clarear.
Noelia al fin parece dispuesta a perder el miedo al contacto de los hombres💙, ser Candela le da una fuerza inesperada. ¿Tan inesperada será su Unión con Samuel? 💙
¿Quedará poco? 💙
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro