💙EL DESENLACE DE NOELIA💙
—Gracias por encontrarme.
Abro los ojos sobresaltada al oír la voz de Samuel, ya no sé si es un sueño o es realidad, de hecho no sé si el propio Samuel es auténtico.
Estoy tumbada en la cama, y no estoy sola en la habitación. Cuatro personas ahora me miran preocupadas, pero solo una de ellas ha corrido a arrodillarse junto a mí.
—Cariño.
No puedo dejar que me toque ahora mismo y aparto la mano que él quiere cogerme.
—Niña, ¿cómo estás? —María ha notado mi rechazo a Samuel e intenta que nadie más se dé cuenta.
Los miro a todos e intento descifrar cuál de ellos conoce la verdad del engaño de Samuel. Candela ha llegado a Granada hecha un mar de lágrimas, bastante tiene con su propia mentira a Asier. Gabriel acaba de recuperar a su hijo, no les ha dado tiempo de hablar, supongo que sobre mí, mucho menos.
Mis sospechas entonces recaen en María y en su manía de hacerme beber...
—No quiero café si estás pensando en dármelo.
Ella mira a Samuel, que se ha quedado pálido del todo. Eso confirma mi presentimiento, ambos están compinchados.
—Es tu sabor adictivo, ¿no es así, Samy? —le digo yo para que quite esa cara de asombro.
—No es lo que piensas, Noe, escúchame —agrega él, y puedo ver que traga saliva por la incomodidad que le provoca nuestra charla, por las explicaciones que me debe.
—Sí, sí es lo que piensa, niño, porque de ahí viene su desvanecimiento hace seis horas, debió tomarlo a solas —suelta María para que no me quede sin información. ¿Ahora quiere ser sincera conmigo?
Me incorporo y me siento en la cama, eso de las seis horas no me gusta nada, al menos antes jamás dormí como creía, ¿no?
—¿Me habéis estado drogando todo este tiempo?
—No —se apresura a decir Samuel—, jamás has estado inconsciente contra tu voluntad.
Parece afectado por la definición que le he dado a nuestros encuentros, los que teníamos tras tomar una taza de café, ¡esos que jamás fueron sueños!
—¡De no haber sido por ese maldito café, nunca sabré si hubiera querido estar contigo por voluntad propia!
—Pero recuerdas todo, cada palabra que te dije, cada caricia que hubo entre nosotros.
—Eso no lo puedes asegurar —argumeto al cruzarme de brazos, jamás le conté lo que creí que eran mis sueños.
—No me lo dices en serio —dice sin importarle que no estemos solos, bien, a mí tampoco me importa.
—¿Ah, no? ¿Has tomado alguna vez ese brebaje asqueroso de María para saberlo?
—Noe...
Gabriel trata de ayudar, pero se calla al ver cómo mis palabras han azotado la cara de su hijo, que ni dos hostias bien dadas podrían dolerle tanto. Samuel se levanta del suelo en el que permanecía de rodillas, me mira como si no me reconociera.
—Oye, niña, controla tu lengua conmigo —interviene la susodicha indignada.
Con esa actitud me recuerda a la María borde que conocí la primera noche, pero ¿sabes qué?, que aquella Noelia que la escuchó asustada, enamorada de un hombre desconocido y capaz de dejar su vida por creer en la Unión de almas gemelas, ya no es la misma Noelia que se siente triste hoy por haber sido engañada y manipulada por ellos dos.
—¿O qué?, ¿vais a drogarme de nuevo para hacer conmigo lo que os dé la gana?
Samuel no quiere seguir escuchándome, pretende abandonar la habitación, pero Candela, que todavía no ha dicho nada en su defensa o en la mía, lo retiene antes de que cruce la puerta.
—No, Candela, no voy a permitir que piense de mí que puedo ser como su padre.
Es lo último que oigo de él, y ni siquiera he tenido el valor de mirarle a la cara cuando se ha marchado.
Las tres personas que quedan en la habitación ya no pueden hacer nada por mí, he roto a llorar y no admito consuelo de nadie.
Pero no por ello María se apiada de mi sufrimiento, creo que tiene varias cosas que decirme.
—El café solo hacía que vieras a Samuel como persona y no como hombre capaz de hacerte daño. Pude darte cualquier cosa que te dejara en sus manos, tienes razón, pero mi Samy no quiso hacerlo mal contigo, quiso que vieras su corazón antes de que salieras huyendo al ver su pene.
—¡María! —El grito de Gabriel no logra calmarla y sigue hablando.
—Porque sí, lo quieras o no, Samuel tiene uno, y tienes que admitir que a ti te ha gustado como hombre.
—María, por favor. —Ni la misma Candela puede callarla, y yo no tengo manera para dejar de oírla que no sea tapándome los oídos.
Ella no ha terminado y me agarra las manos para que ni se me ocurra repetirlo. Se inclina sobre mí y escupe su rabia.
—Así que ahora deja de lamentarte y sal a buscarlo, porque lo que has vivido con él es lo único auténtico, bonito y duradero que has tenido y tendrás en tu patética vida. ¡Porque ni el Asier ese te quiso nunca!
—¿Qué?
Soy la única que ve los ojos desencajados de María y me alegro que ella haya sido pillada en sus patrañas. Los tiene muy abiertos, sí, pero no ve venir a Candela que la agarra para separarla de mí.
—¿Qué es eso de que Asier no quiso nunca a Noelia?
—Hija… yo no quería que te enterases así…
—¿Te he contado mi sufrimiento esta mañana, y tú me has dejado pensar que estaba equivocada? ¿Por qué no te has compadecido de mí?
—Creo que vosotras tenéis que resolver muchas cosas. —María me ha mirado para que sea yo quien le cuente la verdad de Asier a Candela. Mierda, está mujer es astuta, se libra de mí y de Candela en la misma jugada—. Gabriel, dejémoslas a solas. Te invito a un café.
Será… Y no espera a que el hombre le diga nada, se lo lleva del brazo para que nosotras hablemos.
No quiero permanecer en la cama, en el colchón que me une tanto a Samuel, no estoy enferma, puede que solo esté dolida, hecha un asco de llorar tanto y sin entender una mierda de lo que me ha pasado esta semana, pero enferma no estoy.
Pasan los minutos y ninguna habla. Es Candela quien se atreve.
—Samuel interrumpió algo que me querías decir de Asier, ¿verdad? —dice y se sienta en la cama, yo lo que hago es alejarme de ella, la ventana es buena opción para no tener que mirarle a la cara.
—Ibas a hablarme de vuestra boda, ¿no es así? Noelia, por favor, dime algo.
—La boda no fue idea de Asier, fui yo quien le propuso matrimonio, quien insistió en dar el paso —confieso antes de que se ponga a llorar, conmigo ya basta.
Candela me mira asombrada, sin creerlo del todo.
—Lo nuestro nunca fue amor, Candela, ni siquiera cariño o sexo como pudo ser lo tuyo con Samuel.
Me duele pesar en ellos, me duele pensar en que lo he rechazado a él.
—Pero Asier insistió en que solo te quiere a ti. —Candela interrumpe mis pensamientos negativos, yo trato de aliviar su negatividad.
—Empezamos como cualquier pareja en esto de la fama, buscando más una publicidad conveniente que una relación amorosa, luego sencillamente nos acomodamos al ver que nos gustaba estar juntos, no había que dar más explicacioes. Él tenía al fin a alguien a quien "querer" y yo tenía a alguien que me quisiera bien.
—Puedo comprender tu parte del compromiso, he visto a tu padre a través del colgante.
No puedo enfadarme con ella, cuando me presté a esto sabía que eso podía llegar a pasar, mi alma quedaba expuesta a sus ojos. Que yo no quiera hablar de lo que me pasó no significa que se pueda borrar de mi historia, bastante he luchado ya con periodistas que me sobornaban para dar o no la información en prensa, ya no quiero seguir luchando más.
—Un cerdo que ya no me hará daño nunca más —le digo sabiendo que he sanado de mis heridas. No quiero pensar que Samuel tuvo mucho que ver, con él sí sigo enfadada.
—De eso puedes estar segura, pero me preocupa lo de Asier. ¿Cómo es eso de que al fin él tenía a alguien a quien querer?
Sonrío. Me gusta Candela, es tan parecida a mí que las diferencia físicas entre nosotras es lo único que nos hace dos personas distintas.
—Ya conoces a Estela, no te descubro nada nuevo. Asier me eligió para molestar a su madre, una actriz porno era perfecta, porque cuanto menos me soportara ella menos se metería en la vida de su hijo, y más libre sería él.
—¿Y todo lo que me dijo ayer? Tú no oíste cómo te nombraba —me dice con la voz apenada.
—Eso sí que no lo sé, Candela. Pero no es porque él me quiera de verdad, créeme.
—¿Qué han sido esos gritos? —pregunta, y no estoy muy segura de que me haya oído. Y lo digo por el ruido que proviene del salón, que ahora sí lo oigo yo.
—Ha sonado un golpe, ¿no?
Salimos corriendo de la habitación, no tardamos en llegar a donde Samuel y Asier se está pegando.
Los golpes entre Samuel y Asier se suceden uno tras otro, sus cuerpos chocan con todo lo que encuentran a su paso. El ruido es ensordecedor, porque a los gritos de María y Gabriel, que les piden que paren, ahora se unen los míos y los de Candela.
Y es que Asier tiene doble ventaja y ella y yo lo sabemos; es cinturón negro en kárate.
Samuel está convaleciente de su operación, de ahí la preocupación de todos cuando podemos ver la sangre que mancha su camiseta.
—¡Asier! —grito mientras intento meterme entre ellos. Candela debería de hacer igual que yo, pero no puede, creo que trata de asimilar que su alma gemela está aquí en Granada, por ella, porque por mí ya le dije que no era.
Gabriel, al verme incapaz de controlar a estos dos trogloditas, es el que me ayuda. Sostiene a Asier por detrás, agarrando su estómago, y yo me agacho a cubrir el cuerpo de Samuel, que está encorvado y exhausto por la pelea.
Quiero asegurarme de que la herida no se haya abierto, pero él me lo pone difícil porque no deja de sostenerse el costado tapando mi visión.
—Estoy bien —me dice con la voz quejosa. Y yo no sé si es verdad, o solo quiere que no le toque.
De pronto el silencio nos envuelve a todos, es roto solo por nuestras respiraciones aceleradas. Como parece que Asier se ha dado cuenta de la gravedad de su ímpetu, se calma en brazos de Gabriel.
—¿Y tú, quién coño eres de las dos? —me pregunta el hombre que hasta hace menos de una semana era mi prometido, el que hoy se ve vulnerable ante un embrujo que ha dejado indefensa a su alma.
Es cierto que él no sabe si llevo puesto el colgante, o no, pero no dudo que lo sepa ya.
Por si acaso, lo miro, y si de verdad quiere a Candela sabrá que soy yo con solo mirar mis ojos zafiro. Noelia. El espejo de ellos dejará expuesta mi alma.
—¿Cómo has podido hacerme esto, Noe? Confié en ti.
—No podía irme contigo porque mi alma le pertenece a Samuel. —Y espero que mi excusa le valga, porque es la única que tengo.
Ojalá y María no tenga que intervenir para contarle nada, o acabará volviéndolo loco antes de tiempo.
—¿Tú también con esa estupidez de las almas gemelas? No sé con cuál de las dos estoy más decepcionado, si contigo por haberme traicionado y no decirme la verdad. —Asier busca entre los presentes a Candela hasta encontrarla—. O contigo por haber jugado con mis sentimientos con tus mentiras.
Esto último se lo ha dicho a Candela sin dejar de mirar sus ojos color esmeralda.
Sus palabras y el dolor que se esconde tras ellas han conmovido a Gabriel, quien afloja su agarre hasta liberarlo del todo.
—¿Tus sentimientos o tus miedos? —le dice ella sin un ápice de compasión en sus palabras—. Anda, ten el valor de admitirlo ahora que no está tu madre delante.
Candela está en posesión de la verdad, se fortalece ahora porque sabe que Asier no me amaba, que nunca lo hizo, que nuestra pareja no lo era de puertas para dentro de nuestra casa y que jamás lo fuimos en una cama.
Y es aquí cuando todos parecemos desaparecer para ellos y sus reproches, incluida María, que sigilosamente ha venido hasta mí para ver a Samuel.
—¿Eso es lo que necesitas? ¿qué diga delante de todos estos desconocidos que me he enamorado de un espejismo?
—Hasta que al fin ves tu realidad, Asier, tú me quieres a mí.
—¿Quererte? No. Es mucho más fuerte que eso porque sé que ya no podré seguir adelante sin ti, que he pasado las peores veinticuatro horas de mi vida con un vacío aquí dentro que ha sido insoportable —confiesa agarrándose el pectoral izquierdo con rabia—, y que si no te tengo de nuevo ya no quiero vivir.
Estoy tan pendiente de esta reconciliación tan bonita, tan sincera y emocionante, que no he reparado en que Samuel se ha puesto de pie con la ayuda de María. Debe de padecer horrores por la herida, su rostro está encogido, sus labios fruncidos.
—Samuel…
—Déjame.
Le dolerá mucho, pero bien que se ha apartado de mi mano que ya quería acariciarlo. Ahora esa cara ya no es de afligido, sino de asco.
—Candela, no los escuches. —La petición de Samuel cae como jarro de agua fría sobre mi alma—. Estos payos no saben lo que quieren con sus estúpidas vidas. Tú y yo joderemos al destino y demostraremos que eso de las almas gemelas es un camelo para críos llorones incapaces de salir a buscar el amor.
Candela se resiste, mira a Asier con ternura.
Nunca pensé que Samuel tuviera esas diferencias tan presentes, esos estereotipos de nuestra piel tan marcados en su subconsciente. Nunca pensé que me sustituyese por eso.
Para Asier no ha sido menos llamativa su actitud racista, solo que él en vez de estar a punto de llorar como yo, gruñe para dejar claro su condición de alma gemela de Candela.
—Niño, no creo que esa actitud sea la adecuada.
María ha sido la única en echarle valor, su padre, tan gitano como todos ellos, no reconoce las palabras despectivas de su hijo y calla como hacemos Asier y como yo.
Todos miramos a Candela, tiene esa última palabra que ningún otro le dice.
—Vamos, te llevo al doctor —dice ella, y atraviesa la habitación sin prestarnos atención al resto. ¿Se van?
—Candela…
—Ahora no, Noelia —me contesta sin mirarme a la cara, porque ya sirve de apoyo a Samuel.
Asier viene hacia mí y me sujeta antes de que me desvanezca, las piernas no me responden. Ahora que soy experta en la unión de Almas sé que la mía ha abandonado mi cuerpo por el rechazo de Samuel, y ya vacío de ella no tiene necesidad de continuar viviendo.
—¿Ves, mi negra?, tenía que ser así, este cruce siempre fue peligroso —oigo que dice Samuel antes de salir por la puerta sujeto a los hombros de Candela.
Que mi cuerpo no quiera vivir no significa que mi cerebro desconecte todavía.
¿Qué coño ha pasado?
Miro a Asier a través de mis lágrimas. ¡Que diga algo joder, que yo no puedo hacerlo y ellos se van! ¡No puede quedarse ahí mirando a Candela y perderla sin luchar!
—¡Un momento!
El tono de mi voz ha sido extraño, mezcla de dolor, confusión y rabia, pero al menos ha logrado su cometido, detener a las dos personas que iban a traicionarme.
Agarro del brazo a Asier y le hago caminar conmigo hacia la puerta, él no se opone, demasiado resentido anda con su alma gemela como para hacérselo ver.
—Los que se marchan son los payos —digo con mi mejor sonrisa hipócrita, lástima que mis ojos enrojecidos por las lágrimas no la haga muy creíble.
Estamos frente a frente. Somos cuatro personas que deben decirse muchas cosas, darse las explicaciones necesarias, solo que no veo yo que sea el mejor momento para hablar de nada porque la tensión se puede ver en los rostros de Samuel y Candela, se hace visible en sus mandíbulas. Por el contrario, Asier es menos evidente, pero yo noto todo su cuerpo rígido a la espera de golpear algo que no sangre.
—No hacemos nada en esta casa ya.
—Quédate, Noelia, esto ahora parece más tuyo que mío —me pide Samuel, y no precisamente por cortesía. Sus ojos parecen puñales.
Admito que tiene razón, que los detalles decorativos de la casa fueron a mi gusto, desde los cojines del sofá, las cortinas o los cuadros, hasta las flores secas del jarrón, todo eso fue elección mía. Solo hay algo que es suyo por completo, de su propia invención y nacido de su alma. No, no hablo del colchón que cambió para que dejara de ser de él y de Candela…, o de Sarai… o de vete tú a saber de cuántas otras, que se tiró.
Mi alma regresa a mi cuerpo, encendida, pero no de deseo, más bien de puro carbón y gasolina, dispuesta a arrasar y quemar todo a su paso, porque pensar en todas esas mujeres en la vida de Samuel hace que quiera herirlo, humillarlo. Así mi daño no le haga sangrar necesito hacerle ver que yo también puedo defenderme.
—No, gracias, me marcho, eso fueron cosas que el dinero compró. Mejor encárgate de volver a pintar esa inútil habitación de ojos azules y melodía triste, no creo que a tu nueva pareja le haga gracia verse observada por mí mientras te la follas contra la pared oyendo mi canción.
No tengo que coger a Asier del brazo esta vez, él me hace una reverencia de invitación para que pase por la puerta. No me pasa desapercibida la sonrisita en su labios, lo que no sé es si lo hace por provocar a Samuel o por calentar el alma de Candela
El cierre de la puerta se escucha a nuestras espaldas, alguien de los que dejamos ahí dentro está verdaderamente enfadado con nosotros si ha pegado ese portazo.
—¿Te lo has tirado contra la pared? —me pregunta Asier con los ojos abiertos, sorprendido.
Mira qué tenemos que hablar de cosas, pues él, a lo básico, como tío que es. Satisfacer su curiosidad es lo primero.
Y no le culpo, hasta donde sabe yo era muy tradicional en cuanto a posturas sexuales se refiere, aquella película que hice con veinte años y los recuerdos de mi padre no me permitían disfrutar de nada que no fuese una cama en posición horizontal.
—Cállate, y no te rías —le digo intuyendo que empezará a hacerlo—, tú nunca me dijiste que te gustaba depilado por completo.
—¿Cómo sabes tú eso?
—El Embrujo, Asier, el puto Embrujo que va a volvernos locos.
No sé cómo de serios habremos dejado a Candela y Samuel, pero nosotros nos reímos a carcajadas por no llorar en cataratas.
El Embrujo llega a su fin poco a poco, más lento de lo que comenzó, pero igual de intenso y caliente. 💙💚
Al fin todos juntos, al fin podrá solucionarse todo.
Las almas quedarán unidas, o no, en el último capítulo. Te veo allí💙
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