Candela 29💚
N de A.
No veo la necesidad de anunciar el momento estelar cuando Noelia ya lo logró hace días... Pero es el de Candela, y es tan especial como el otro💚 espero que te guste!!
Despierto de buen humor después de todo, y puedo decir que no he dormido mal tampoco. Por primera vez veo que mis esperanzas con Asier se multiplican.
Tras la cena en la cocina, que al final tomé con Paulina y Tximo, elaboré un plan de ataque —recuerda que dormí sola y pude darle al coco.
Un plan al que llamé “Luna de miel”.
Me hizo gracia el nombre. Pensé que si la boda se acababa arruinando, es porque Asier y yo estaremos muy lejos disfrutando de nuestra unión. Lo de envadurnarlo de miel ya fue imagen lasciva de mi cerebro.
Me ducho y visto deprisa, voy a pasar la mañana en la biblioteca y necesito bajar a desayunar antes de que lo haga Estela. Mi abuela me llamaría “cagá” por rajarme y no dar la cara con ella, yo quiero pensar que soy sensata, y como he dicho, estoy de buen humor y no quiero que Estela me lo chafe.
Paulina me sirve café, un trozo de tarta de chocolate y zumo de naranja.
—A las diez tienes cita con Celia Contreras, no te la he podido conseguir antes.
—No importa, está bien así. Será divertido tener la video llamada con ella.
—Opino que cualquier otro diseñador de la zona podría ayudarte más rápido. Tximo puede ir a verlo y…
—Quiero que sea ella, quiero un diseño flamenco.
—Me parece una apuesta arriesgada.
—Lo sé, es genial, ¿a que sí?
Sé que el baile no es mi pasión, pero siempre deseé un vestido flamenco para el día de mi boda, para poder lucir muchos volantes. Me gustaría que fuera blanco coral, con zapatos y avíos negros. Y así será, aunque vista el cuerpo de Noelia, eso contando que Celia lo tenga terminado para mañana por la noche, que será cuando tenga que enviármelo.
Al terminar el desayuno me encierro en la biblioteca, donde en unos minutos me conectaré para hablar con ella. Es la diseñadora del vestido que estrené el sábado, después de mi baile por sevillanas con Asier ya no me imagino con nada que no sea suyo.
Me siento en el sofá con las piernas cruzadas y enciendo el ordenador. Y tras un par de grititos de alegría, por verme al otro lado de la webcam, Celia retoma la compostura para hablar de negocios.
—No puedo creer que me hayas llamado a mí —dice a punto de la emoción, sus ojos casi lagrimean.
Me hace sentir bien esta ayuda que le brindo a Celia a través de Noelia, la oportunidad que le doy de vestirla el día de su boda, pero a su vez me entristece pensar que es para eso, para un vestido de una boda que precisamente no será la mía.
—¿Pudiste ver tu vestido azul del sábado?
—¿Bromeas? Fue lo primero que vi cuando dieron las noticias el domingo. Jamás pensé que lo harías. Estabas hermosa.
—Porque el vestido lo era —admito en agradecimiento.
—Gracias, y gracias también por acordarte de mí ahora. No sé si lo he entendido bien, ¿quieres que lo tenga listo para el sábado, porque será tu vestido de novia?
—Bueno, he decidido llevar un diseño tuyo con el que me sienta cómoda, que sea muy flamenco y muy elegante, ¿puedo confiar en ti?
—Claro que sí, dejaré todo lo que tengo entre manos para poder hacértelo. —Y pega otro grito de alegría y comienza aplaudir casi por sevillanas—. ¡Voy a vestir a la mismísima Noelia Arenas el día de su boda!
Sonrío con ella al ver su entusiasmo.
—Dime qué necesitas de mis medidas, aunque con el azul lo clavaste a ojo, guapa.
—Soy buena calculando, pero me harías un favor si te midieses ahora. No quiero fallos.
Como ya había previsto esto, le pedí a la madre de Paulina una cinta métrica. No he tenido que mirar el colgante para adivinar que Noelia no sabía que había una en la casa.
Posiciono el ordenador en la mesa para situarme delante y empiezo a desvestirme. Cuando me quedo en braguitas y sujetador, continúo según sus instrucciones. Contorno de cuello, ancho de hombro, largo de talle delantero, ancho de pecho, separación de busto…
—¿Seguro que de contorno de busto tienes setenta y cuatro? —pregunta Celia mientras apunta la cifra que le he dado.
Noto la palidez en mi rostro. Me pilló. Ella está viendo a Noelia, yo estoy midiendo a Candela. La madre que la trajo, ¡es buena la “jodía” midiendo a ojo!
—Sí, he engordado un poco.
Me da rabia tener que decir eso porque considero que estoy en mi punto sabroso de curvas, pero no quiero que sospeche de mí si no se lo digo.
Celia ríe a carcajadas después de decirme que estoy estupenda porque no se me nota nada, —ya te digo, no soy la misma mujer—. También me asegura que hará un vestido que será la envidia de cualquiera de este próximo año en la pasarela SIMOF. Sonrío con ella, cuando todo acabe el sábado la buscaré en Sevilla para proponerle ser amiga de Candela.
—No puede ser cierto, no, no, no. ¿En serio? ¿Esto me está pasando a mí de verdad? La Virgen de la Macarena me está dando una alegría hoy.
Yo, que ando distraída para pasarme la cinta por el tórax, como me ha pedido, le digo riendo:
—Celia, ya lo hemos hablado. Es solo un vestido, nada más, no es para ponerse así.
—¿Que no es para ponerme así? —me dice ella, juraría que ofendida—. Perdona, pero no todos lo días tengo el privilegio de ver y hablar con la pareja más famosa del momento. Hola, señor Llanes, ¿cómo está usted?
—Hola, Celia. Muy bien, gracias.
Oigo a Asier y giro mi cabeza. La cinta se me cae al suelo, la baba no pasa de mi labio inferior, pero bien que se me podría caer igual
Mi alma gemela viste un vaquero negro y un polo de mangas cortas, gris oscuro, que dejan ver sus brazos marcados.
Me muero. Bueno, en realidad es mi alma la que se morirá, porque hiperventila como loca.
—Yo estaba…
Más bien estoy haciendo el tonto, porque he permitido que él se agache a recoger la cinta métrica sin que yo haya podido decirle todavía nada.
—He oído vuestra conversación, perdonad. —Y me ofrece el metro sin dejar de mirarme a los ojos.
Asier sonríe cuando yo lo cojo de su mano sin que él lo haya soltado del todo. Miro nuestros manos unidas a menos de treinta centímetros, reales.
—No se disculpe, señor Llanes. Está usted en su casa. —Celia puede decir todo lo que yo no consigo que salga de mi boca.
—Gracias, Celia —le contesta él riendo por su apreciación—, ¿puedo ayudaros?
No pierde de vista mi mirada, yo miro sus ojos.
—Por mí no hay problema —dice la diseñadora con diversión.
Ni para mí tampoco lo hay.
Como no he dejado de mirar a Asier, veo que me reclama ahora la cinta métrica. Se la doy, mi alma se ha empeñado en seguir mirando a su gemela y es incapaz de hablar sin que se le escape un suspiro.
—Tendrás que orientarme —me dice soriendo.
—El tórax, por debajo del pecho —digo como si llevase toda mi vida haciendo esto.
Cierro los ojos, levanto los brazos en cruz y espero a sentir el contacto de sus dedos.
Todo viene muy rápido.
Oigo de fondo, y a mi espalda, la voz de Celia indicando lo que Asier debe medir y a él diciendo las cifras. Yo me concentro en esas manos que rozan muy suavemente mi cuerpo desnudo, ¡lo he deseado tanto!
Lo más excitante viene al tomar medidas de mi cadera.
Mi alma gemela, el hombre que me tiene loca y más concretamente, ahora, muda, ha adelantado su cuerpo para pasar la cinta por mis glúteos haciendo que el calor que nuestras almas sienten, la una por la otra, se intensifique.
Está tan cerca de mí que aprecio su leve guiño de ojo. Pero no contento con provocarme de ese modo, se arrodilla para poder ver bien el número de la jodida cinta. Su aliento hace estragos en mi pubis depilado.
Error.
Asier ha levantado la vista de inmediato. Yo desde arriba he adivinado su asombro.
—¿Nada de vello!?, ¿desde cuándo? —susurra para que Celia no le oiga.
En respuesta, mis entrañas se retuercen, se contraen en espasmos que producen humedad en mi entrepierna.
Asier me ve a mí, su ceguera por Noelia ya no es tan intensa.
Quiero besarlo, acabar con esto de una vez. ¿Qué más necesitamos para dejar que nuestros cuerpos se unan antes que nuestras almas? Acabaré carbonizada, lo juro.
—Tendré bastante con esto —oigo que dice Celia mientras yo estaba fantaseando con arrodillarme delante de Asier y hacerle caer al suelo para follármelo a continuación.
—Gracias —consigo contestar yo sin que se note mi rubor.
Miro a Asier que se ha levantado, veo excitación en sus ojos, en el respirar de su pecho. No tardará en besarme.
Y así es.
El breve tiempo de dirigirse al ordenador y darle las gracias a Celia, antes de pedirle que le haga llegar la factura a él. Se despide de manera veloz, con la excusa de que tenemos mucho que hacer aún para la boda.
Pierde unos segundos más en cerrar el portátil para asegurarse de que la cámara esté apagada y en asegurarse de que la puerta tampoco será abierta.
Yo sigo cada uno de sus movimientos, impaciente.
Y ahora sí.
Asier me agarra por las mejillas y asalta mi boca con ganas. Las que nuestras almas han ido acumulando en tantos días de insatisfacción.
Su lengua busca mi cavidad, mis labios apresan los suyos. La humedad del beso aumenta conforme lo hacen nuestros jadeos, nuestros quejidos.
—Vas a matarme del deseo.
Y lleva mi mano a su pene, ya erecto, para que vea que no me miente. Froto un poco para hacerme con él, con sus ganas. De hoy no pasa. Asier se sostiene a duras penas sobre sus piernas, puedo notar que le tiemblan.
—Aguanta mi amor. No queremos acabar antes de empezar, ¿verdad? —le digo con una sonrisa que ahogo con mi labio inferior entre los dientes.
—Claro que no. Nada me impedirá estar dentro de ti.
Vaya, no pensé que se refería a estar dentro así. Me agarro a sus hombros, sobresaltada al sentir sus dedos.
Asier no me da lugar a una reacción cuando ya ha metido la mano por la escasa tela de mis bragas y ha irrumpido en mi abertura con sus dedos. Yo, que no quiero impedimentos, me las quito rápido sin dejar que salga de mí.
Se hace paso a través de mis fluidos sin dificultad alguna y alcanza el hueco de mi vagina con dos de ellos. El movimiento es pausado en su entrada y salida, y me deleita con el roce de su palma en mi clitoris.
—Asier.
—No. Acaba tú primero. Córrete.
Me gusta su determinación, su entrega sin egoísmo. Si he de decir que ese tono ronco y brusco de voz me hace enloquecer, lo diré. Me pone cachonda. Me atrae el Asier exigente en el sexo, tanto como el Asier entregado el resto del tiempo.
Colaboro con él para darle la satisfacción de mi orgasmo.
Muevo las caderas hacia delante, mientras flexiono las rodillas buscando la profundidad de sus dedos al meterlos, y la fricción de mis paredes contraídas al sacarlos. Disfruto como haría con su miembro, ansiosa. Dolorida porque no me llega el orgasmo.
—Asier, por favor —suplico sin necesidad cuando la espera ya me está danto tanto placer. Cuando da igual que no me corra si lo estoy disfrutando en el proceso.
—¿Sí? —pregunta sonriendo. Mano que eleva para clavarme los dedos, mano que saca para empapar todo a su paso, hasta llegar al clítoris.
—Te necesito.
Asier me besa y yo correspondo a su beso, más que nada porque me ayuda y sostiene la cabeza por detrás, no creo poder aguantar por más tiempo mi peso sobre las rodillas. Siento que lo alcanzo, que estoy a las puertas de mi liberación.
Pero entonces se detiene y se agacha lo justo para cogerme en peso.
Trato de no caerme y me sujeto a su cuello cuando me lleva hasta la pared. ¡¿Qué?, ¿será de pie?! Por si acaso abro mis piernas hasta rodear sus caderas con una de ellas.
—No puedo más, mi amor.
—Yo tampoco.
Y como ninguno quiere soltarse del otro, lo hacemos juntos. Cada uno con una mano desabrochamos su pantalón, y él baja su ropa interior. Termina por quitárselo todo a patadas.
Asier me saluda duro, firme, con ganas de satisfacernos a ambos. Me permito apretar levemente su pene, mover mi mano para hacerme una idea de lo que será tenerlo en mí.
—Hazlo tú.
Se refiere a penetrarme. Quiere que yo… ¡joder! Él solo empuja cuando yo me lo coloco en la entrada.
Mi gemido es intenso al recibirlo, mi respiración se corta cuando alcanza el final de mi vagina, cuando rota sus caderas para darme más fricción.
—Asier.
—No pares de decirlo —me dice dando un nuevo empellón. Uno tras otro.
Me separa de la pared, donde él apoya la mano para encontrar más empuje. Y eso que yo me llevo de placer, porque mira que se mueve bien así.
—Asier.
—Sigue, mi vida, muévete conmigo.
Ya lo hago, tomo impulso en su cuello para seguirle, él me sujeta el muslo siguiéndome a mí.
Y gracias a que mi boca está dentro de la suya él puede absorber su nombre, cuando a mí me sale a gritos en un estallido de plena satisfacción.
Cuando juntos hemos llegado al orgasmo.
—Eso ha sido nuevo, me ha gustado oír mi nombre junto a tus gemidos —me dice sonriendo.
Aparta el pelo de mi cara, los mechones sudados. Besa mi frente haciendo que mi alma sonría, que yo la imite a ella.
Me cuesta un poco reponerme. Respiro mal, como si lo hiciera por primera vez, con la incertidumbre de no saber si cada bocanada de aire será bastante para continuar con vida o ya no podré hacerlo si Asier no me tiene así en sus brazos.
Todavía está en mi interior, perezoso, sin dejar de mirarme a los ojos. Le doy un dulce beso para que entienda que ha de despertar, que por más que queramos tiene que salir de mí.
—Mi nombre en tus labios —repite mientras se retira, continúa extasiado en su sonrisa.
—¿Qué pasa?, ¿ha sonado bien? —le pregunto riendo, la ceja levantada me da más picardía.
—¡Joder, que si ha sonado!
—¡Asier! —Y no creo que este nuevo grito le haya causado la misma impresión.
Me ha asustado al cogerme en brazos, sin avisar, tengo que sujetarme a su cuello para no terminar cayendo.
Mi alma gemela sonríe divertido, gira sobre sus pies, conmigo en peso, haciendo que yo me ría igual, a carcajadas por verlo así de feliz.
Cuando se detiene me mira un instante antes de tumbarme sobre el sofá. Él se arrodilla en el suelo a mi lado.
—Vámonos.
—¿A dónde? —pregunto mientras el juega a pasar su dedo por mi brazo erizando mis vellos.
—Lejos, tú y yo.
—Eso también suena tan bien, pero...
Ojalá pudiéramos mandar todo a la mierda a menos de cuarenta y ocho horas de la boda, pero no veo yo que Asier… Llevo mis manos a su rostro y retiro el pelo de su frente, él ahora acaricia mi ombligo.
—Venga, no te niegues. Vamos a conocernos de nuevo.
—¿Lo has dicho en serio? —le digo incorporándome.
—Pues claro.
Se levanta y me ofrece una mano para que yo haga lo mismo.
Ya de pie, las piernas me tiemblan de nuevo, no, no tengo ganas de más sexo, ¿o sí?.
Bueno sí, las tengo, a montones, pero eso no viene al cuento ahora.
Lo que de verdad quiero es irme con Asier a dónde él me lleve. Para los nervios ya me tomaré una tila por el camino.
💚
Si ya en el momento de su invitación estaba nerviosa por la sorpresa de pasar veinticuatro horas a solas con él, cuando lo vi con mi pequeña maleta preparada, antes incluso de saber mi respuesta, me lo tuve que comer a besos, controlando por supuesto mis ganas de devorarlo. Eso ya lo dejaríamos para más tarde en el que sería nuestro destino, para mí, hasta entonces, sorpresa.
¿Y sabes qué? Ahora que vamos camino de Laredo, a la que es la segunda residencia de Asier, y donde pasaré ese “mi primer día” del resto de mi vida, con él, no creo poder regresar de allí sin saber lo que es decirle la verdad.
Me urge una nueva unión carnal, tanto como la de nuestras almas, y en cuanto alcancemos ese grado de intimidad y confianza con esa afinidad en la cama, podré decirle al fin que soy Candela, su alma gemela.
Como a Asier tampoco le gusta la música, no hay necesidad de encender la radio del coche en el que viajamos. Él prefiere una buena charla para la hora y media que nos queda por delante, y por eso optamos por hablar. Me parece bien mientras sea de temas básicos, no quiero delatarme antes de tiempo.
Sujeto el colgante y me dispongo a escucharle. Lo siento por él, cuando me dé réplica no tardará en averiguar que tengo un gen altamente desarrollado para darle a la sin hueso sin cansarme.
—Te propongo un juego.
Lo miro sorprendida. Hace años que dejé esa faceta infantil de jugar en los viajes largos, de hecho no recuerdo haber jugado, porque poco he salido de Granada.
—Vale, pero sin pagar prenda —le digo sonriendo.
—¿Tienes miedo o qué?
Asier me mira de manera atrevida, y puedo sentir cómo su mirada abrasa a su paso por mis piernas, estómago y pecho. ¡Jodida unión de almas!, ni un segundo va a dejarme inmune a este hombre!
—Oye —le digo al darle un golpe en el brazo—, ¿en qué prenda estarías tú pensando?
—Pues imagínala, si al quitarla veo de nuevo esa depilación…
—Asier. —Y le golpeo otra vez.
Cuando conseguimos parar de reír, él me repite:
—Juguemos a decir la verdad.
A lo mejor por no haber jugado mucho de niña me he perdido los juegos extraños de adultos, ¿para decir la verdad no hacía falta tener un chupito delante?, ¿no sería mejor poner música y dejar de hablar? ¡Que necesito antes asegurarme de que verá a Candela, joder, no puedo decirle la verdad sin más!
—Pero solo podemos contestar con un sí o un no, y otra pregunta más para el otro, ¿qué me dices? ¿Podrás hacerlo?
Me lo pienso durante un momento. De esa manera tengo posibilidades de seguir oculta.
—¿Qué, tienes miedo?
—No, ¿es esa tu primera pregunta?
—Sí, ¿vas a decir la verdad?
—Sí —le digo sonriendo—, ¿puedo confiar en que tú lo harás?
—Sí. —Y mi alma gemela me devuelve la sonrisa haciendo que me acalore en este ínfimo espacio. Bajo, dos grados, el aire acondicionado. Como siga con ese morbo, con esas miradas de reojo, Asier hará que coja una pulmonía—. ¿Sabías que llevo esperando este momento, de estar a solas, toda la semana?
Lo miro en un giro inesperado, ¿toda la semana?, ¿el tiempo que llevo con él?
Que el alma unida, no sea separada💚
Al fin💚.... Y no temas, el propio Asier se aseguró de cerrar la puerta con cerrojo, jajajaja.
Un alma que comienza a unirse hoy Jueves💚por si fue tu fecha elegida.
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