Candela 14💚
El club de tenis es uno de esos sitios pijos que jamás pensé pisar, vamos, ni aquí en Bilbao ni en ningún otro lugar del mundo. Como Candela nunca tuve dinero que me abriese las puertas del paraíso si no era por la puerta de atrás en la cocina, pero parece que ahora que soy Noelia se me permite pasar al interior. Y por la puerta principal además.
Un hombre junto a esa misma puerta aguarda paciente a que lleguemos con el coche. Corre hacia el lugar de Asier y espera a que él le dé las llaves, me hace gracia ver su amabilidad obligada por su sueldo. Yo bajo de inmediato mientras Asier coge su bolsa de deporte del maletero.
Al entrar, saludamos a un par de parejas que llegan al mismo tiempo que nosotros al club. Pasamos de largo el vestíbulo hasta los vestuarios.
¡Un momento! ¿Yo también?
¡Alucino! ¿Vamos a firmar un contrato jugando una partida de tenis por parejas?
—Pero, Asier, yo no creo que pueda… —le digo en un vano intento de detener su avance a los vestuarios.
No sé jugar al tenis y descubrirá que no soy Noelia, he podido ver ya en sus recuerdos cómo de bien juega ella. Ya no tiene sentido que finja una lesión de muñeca a tan poco tiempo de empezar, ¿verdad?
—Lo sé, cariño —me dice al darme un beso cariñoso—. Es el productor de nuestra película y su mujer, no debes de ser muy dura con ellos. Déjate ganar algún set, ¿lo prometes?
Sonrío abiertamente, no será uno, serán todos, y no me importa que esa pareja piense que soy una inepta jugando al tenis, lo prefiero a verme descubierta a los ojos de Asier.
Algo más relajada paso al vestuario femenino.
Toco mi colgante para ver que dispongo de una taquilla y hacia ella que voy. La abro y tomo la ropa. Es preciosa y muy blanca, y me da pena tener que ensuciarla. Pero entonces recuerdo que ni siquiera tendré que lavarla yo.
Salgo del vestuario mientras intento, con varios tirones, hacer que la falda me cubra la retaguardia. Definitivamente, he de comprar ropa, o parecerá que Noelia ha engordado.
Paso por un enorme espejo en el pasillo y me alegro de verme tan mona.
—¡Joder! ¿Cuándo te salieron esa curvas?
No me afecta oír esa apreciación de boca de Asier porque son las mías, porque yo supero en redondeces a Noelia. Ve algo más que unas uñas cortas, bueno, tal vez no tarde en llegar el día que me vea a mí del todo
Me hago la tonta mientras golpeo con la raqueta su propio trasero y le digo:
—Vamos a conseguir primero esa firma, campeón, y luego podrás hacer con mi cuerpo lo que quieras.
Y esa cara descolocada de mi alma gemela es precisamente la que necesitaba ver. Sé que Noelia nunca fue tan directa y divertida con él y me alegro, porque si alguien va a hacer que la olvide pronto esa seré yo, Candela.
💚
No pensé nunca que se me diera tan bien esto de golpear una pelota a tanta velocidad, solo con las cuerdas de una raqueta. La señora Ortega —ella sí que es una negada—, me mira rabiosa, no consigue devolver ninguno de mis golpes, y Asier no hace más que rogarme con su mirada que la deje ganar. No puedo, parece que se me da bien este deporte y he descubierto que me gusta sentirme por primera vez buena en algo que no sea cocinar.
—Deja que salga por la línea de una maldita vez y acabemos con esto —me susurra Asier en un descanso del partido.
Se limpia el sudor de la cara con una toalla, y yo no podré negarme a su petición si sigue mirándome de esa manera, excitado por el ejercicio y sudoroso por el calor.
No tenemos tiempo de más, disimulo mi propia excitación porque el señor Ortega reanuda el partido. Bota un par de veces la pelota antes de enviárnosla, y Asier en un ágil movimiento se la devuelve muy flojo. La señora Ortega la alcanza, y entonces, Asier me mira. Me encojo de hombros y dejo que pase por mi lado sin hacer nada.
Punto para ellos.
Asier niega con la cabeza, sí, yo también creo que ha sido demasiado evidente.
Sonrío, volveré a intentarlo, esta vez haciendo que salga por la línea del campo de la señora Ortega.
Punto para ellos otra vez, que ahora sí contenta a Asier.
Y así, hasta que el último juego llega. Les hemos dado ventaja a los señores Ortega hasta alcanzarnos en empate en el marcador, pero no por ello no van a pelear el último punto para ganarlo.
Me preparo, me agacho a la espera del saque de Asier a mi espalda. Lo recibe Ortega que devuelve con todas sus ganas la pelota, y veo cómo Asier corre hacia ella. ¡Lo sabía!
Tampoco quiere perder el partido aunque me haya dicho lo contrario. Por eso corro yo también, con tan mala fortuna que chocamos el uno contra el otro hasta que me derriba y cae sobre mí en la pista.
Las risas del matrimonio Ortega por haber ganado ya no me importan, casi ni las oigo, ¡qué lo disfruten, que yo lo haré con mi alma gemela!
No tengo ojos para nadie que no sea Asier sudando sobre mi propia cara. Sus ojos se clavan en los míos a la espera de que yo diga o haga algo, un beso por ejemplo.
Me muerdo el labio inferior y me concentro en respirar. No dejo de mirarle y creo que de un momento a otro lo hago, le beso.
—¿Te he hecho daño? —Asier es el primero en hablar, y se lo agradezco. Yo aún tengo ganas de besarle y no soy capaz de decirle nada, pero sí que lo niego con la cabeza.
Asier me acaricia la cara y yo sé que se muere de ganas, al igual que yo, de besarme, aunque sea en esta incómoda posición.
Cierro los ojos, espero que entienda que yo también lo deseo.
—Hijo, al fin te encuentro.
Encojo todo el rostro. Así al mantener los ojos cerrados, mantengo mi boca igual de cerrada y la lengua a raya, de lo contrario no tendría calificativos para describir mi rabia contra Estela LLanes. Pero ¿este incordio de mujer no se estaba muriendo?
💚
Tras una buena ducha, que recompone mi cuerpo oxidado por falta de ejercicio en treinta y dos años que tengo, y la firma del contrato con Ortega —su mujer todavía sonríe por su victoria—, estoy comiendo en el club de tenis con Estela Llanes sentada a mi mesa, algo impensable hace solo unas horas.
Y si no fuera por la carita que ha puesto Asier cuando me lo ha pedido, seguiría en pie de guerra con ella.
Pero hago una excepción por él.
Estela, que ha presenciado de cotilla, la firma con Ortega, no deja de decirle a su hijo lo que debe hacer con su carrera, con sus contratos y proyectos, o más concretamente con su dinero, incluso le aconseja invertirlo con un amigo suyo antes de que esté casado y pase a bienes gananciales con Noelia, claro, eso si no consigue arruinarlo del todo antes del sábado, como le oí decir.
Sonrío de manera hipócrita —con un poco de asco también—, mientras intento que la ensalada no me revuelva el estómago. No se corta un pelo la muy descarada, de hecho, le habla como si su hijo no tuviera treinta y cuatro años o como si yo o su marido no estuviésemos delante. No sé cómo Unai la soporta.
El padre de Asier, sentado a mi otro lado, parece distraído de la conversación, solo por eso me cae bien el hombre, creo que ignora deliberadamente la cháchara pedante de su mujer. Igual que yo.
—… no insistas, hijo, no dejaremos el hotel para hospedarnos en tu casa.
«¡Wow, wow, wow, wow! ¿Qué? Eso lo he oído perfectamente.»
—No estaré tranquilo después de lo que te pasó anoche, mamá, la casa es grande. Y puede venirnos bien tu ayuda esta semana para la boda.
¿Soy yo, o me parece que Estela ha lavado el cerebro de Asier durante la noche con su malestar fingido?
—Lo sé, mi vida. Pero no quiero molestar, de verdad —le dice más pendiente de mí que de él.
¡Anda qué no!, no se lo cree ni ella. Pero de nuevo, me muerdo la lengua para no decirle sus verdades.
He descubierto lo que quiere Estela, sacar a Noelia de sus casillas esta semana. Y yo puedo soportarlo mientras no sea ella.
Pensándolo mejor, serán solo cinco días y me conviene tener cerca a esta mujer. Si escuché una de sus intrigas por casualidad, tal vez lo que necesito es vigilarla y estar atenta a cualquiera de sus próximas conversaciones. La abuela me empujaría a ello sin pensarlo.
—Bruja que has de quemar, te conviene analizar.
En menos de cuarenta y ocho horas he pasado de ser cocinera de segunda división, a actriz famosa de primera, y ahora me acredito como detective privado en prácticas. Se me escapa una risa.
—¿Qué te resulta tan gracioso, querida Noelia?
Debe dejar de llamarme querida cuando no me quiere en absoluto. No le oculto mi sonrisa más hipócrita tampoco.
—Su negativa, señora, cuando todos aquí sabemos que es lo que más desea. «Venir a casa a dar por culo» —esto último no lo digo, solo lo pienso, pero ganas no me faltan. La miro de frente mientras oculto mi sonrisa tras el borde de mi copa de vino—. Piénselo bien, el Carlton es muy caro, en casa no tendrá gastos y no malgastará su dinero.
—¿Ves, mamá? Noelia tiene razón —le dice Asier mientras coge mi mano y la besa. Ambas seguimos con el reto de miradas. Acabo de nombrar el dinero y he sembrado más odio en sus ojos—. No se hable más, recogéis en el hotel y esta noche dormís en casa.
Bueno, no ha estado tan mal después de todo.
Yo no he mentido, no he gritado ni me he cagado en “mi suegra” como hace Noelia. Estela cree que me ha ganado porque no le he arruinado sus planes, y Axel me agradece en silencio una vez más el esfuerzo que hago por acercarme a su madre.
Todos estamos contentos.
Incluso Unai, que dice estar harto de la suite y que al fin comerá bien con las recetas de Begoña, nuestra cocinera.
💚
Después de pasar por el hotel donde se hospedaban hasta ahora los padres de Asier y recoger su equipaje, en lo que parece ser una tarde interminable, regresamos a casa.
No puedo estar más contenta con lo enorme que es la casa, porque como “dueña” que soy puedo colocar a Estela en la habitación más alejada de la mía. Que vaya haciéndose a la idea de que no por estar bajo el mismo techo que nosotros, va a evitar un nuevo acercamiento entre su hijo y yo.
Estela no se hace esperar y muestra su despotismo nada más llegar, disfruta dando órdenes a los empleados mientras la siguen escaleras arriba hacia su dormitorio. Unai, algo avergonzado, se despide de Asier hasta la cena antes de ir tras su mujer.
El abrazo que me da mi alma gemela me reconforta para afrontar lo que se me viene encima. Me ha sorprendido por la espalda mientras echa sus brazos a mi cintura.
Acaricio sus manos y sonrío esperando su próximo movimiento.
—Ahora mismo estás haciendo que te desee enormemente y no creo poder llegar a la cena.
—Tu madre puede ofenderse si no te presentas a cenar, no puedes ser grosero con ella en su primera noche en casa —le digo alargando su deseo un poquito más.
—No me provoques, no te creo tan comprensiva con ella.
Me giro, sin perder la prisión de sus brazos, hasta darle la cara. ¡Claro que me gusta provocarle!, todo lo que Noelia nunca hizo.
—Tienes razón. No me importa lo que piense tu madre, pero lo que estoy deseando hacerte nos llevará toda la noche y te necesito por completo.
Asier abre la boca encantado de recibir mi beso, acaricia cada rincón de la mía con su lengua, está dispuesto a dejarme claro que esta noche no me escapo de sus caricias. Yo no quiero. Necesito esa unión de nuestros cuerpos que hará que pronto vea a Candela junto a él.
Tengo que posponer un nuevo beso con Asier.
Las empleadas, molestas con las órdenes de Estela, requieren mi ayuda para hacer la cena sin interrupciones. Me necesitan con ellas en la cocina si no quiero que haya un “asesinato entre fogones”.
—Ve con ellas —me pide Asier—. Yo amansaré a la fiera.
—Gracias, te compensaré con una exquisita cena —le digo yo dándole un beso en la mejilla.
Asier me coge de la mano y me hace girar cuando ya me iba. Toma en su otra mano mi rostro, mira fijamente mis ojos y me dice:
—Que sea mejor con el postre. —Y a continuación acaricia con su nariz la mía.
¡No, ¿en serio?!, ¿tengo que meterme en la cocina, cuando lo que deseo es hacerlo en una cama con él?
Yo sí que estoy enfadada de veras, esta mujer no lleva ni media hora en la casa y ya ha conseguido su propósito de mantener a su hijo alejado de mí.
💚
—Señora, ya está todo listo en el comedor —me dice Paulina cuando regresa de preparar la mesa.
Paulina se asemeja a mí por edad, y más que una empleada yo necesito una amiga confidente en esta casa, no quiero que me haga sentir “la señora”, que para eso ya está Estela.
Me limpio las manos en un paño, acabo de terminar una estupenda bechamel para la pasta que las ha dejado alucinadas, y que he tenido que fingir que seguía la receta en YouTube.
—Noelia, llámame Noelia, por favor, Paulina —le pido para intentar un acercamiento con ella.
La chica se queda sorprendida ante mi trato informal.
—Dejemos lo de “señora” para Estela esta semana —le digo yo con un guiño de ojo para que se relaje—. Regreso en seguida, voy a ducharme y a cambiarme para la cena.
Le pongo el trapo en sus manos y veo como Paulina sonríe tímidamente ante mi contacto.
Subo corriendo las escaleras, estoy deseando ver a Asier y no quiero perder un segundo innecesario al cambiarme de ropa.
De nuevo el maldito vestidor. Frente a él dudo, pero elijo un sencillo pantalón de pinzas negro y una blusa.
Bajo tan veloz las escaleras como las subí, e irrumpo en el comedor esperando ver la cara de Asier en aprobación a mi indumentaria.
Unai se gira al oírme llegar, está de pie junto a la chimenea, observando un par de fotos de Asier y Noelia, que pronto yo haré que desaparezcan. Sonríe al verme. Creo que, al menos a sus ojos, he acertado otra vez con la ropa.
Miro el resto de la habitación, está solo. Tengo que tener cara de disgusto al no ver a Asier, porque la explicación de Unai viene a continuación:
—Mi hijo te pide disculpas, cariño, se ha sentido indispuesto y se ha ido a descansar.
—No tienes que excusar a Asier, Unai —la voz chillona de Estela suena en la puerta, a mi espalda—. Si no quiere cenar está en su derecho, es su casa, su tiempo y su vida.
Me vuelvo a mirarla. ¿Su casa?, ¿su vida?, ¿es que quiere dejarme fuera de todo eso sin tener en cuenta la opinión de su hijo? Porque si mal no recuerdo, Asier quería saltarse la cena con ella para estar conmigo.
—¿Qué le ocurre? Subo a verle —digo esperando a que se retire de la puerta.
—No necesita que le molesten ahora con visitas. Por eso pasará la noche en una de las habitaciones para invitados.
¿Me considera a mí una visita molesta? La madre que la parió… cierro los ojos, respiro y cuento hasta cincuenta, ¡con diez la mataría!
—Candela, controla ese genio, niña.
«Lo siento, abuela, no me pidas imposibles».
—¿Qué le has hecho, maldita bruja? —pregunto a punto de irme hacia ella.
Estela finge sentirse indignada, grita a su marido que haga algo ante mi acusación. Menos mal que Unai mantiene la calma que a mí me falta y me obliga a salir del comedor hacia los jardines.
Bien, porque necesito que me dé el aire si no quiero dejar huérfano de madre a Asier.
—Unai, puedes soltarme. No voy a matar a tu mujer.
—Noelia, hija, Estela puede ser una madre muy controladora con Asier, a veces demasiado madre diría yo, pero solo por eso jamás haría nada en contra de la salud de su hijo.
—Ojalá sea cierto, Unai, y Asier esté bien.
Miro a este hombre que tanta ternura me da. No se merece una mujer como Estela a su lado, por eso voy a callarme hasta poder acusarla. Tengo que tener antes las pruebas de su infidelidad, de la ruina económica en la que tiene a su marido y a su hijo y de haber hecho algo en contra de Asier esta noche.
Estela no va a sacarme de la jugada tan fácilmente como si yo fuese Noelia, no cuenta con el poder de atracción de las almas gemelas y lo que estas son capaces de hacer por su otra mitad.
Le pido disculpas a Unai y me retiro también, tiene que entender que tras la discusión con Estela tampoco yo tenga ganas de cenar con él.
La cocina empieza a resultarme tentadora para desconectar de Estela y sus artimañas, con toda su altanería sé que jamás se dejaría caer por aquí. Además, es donde se guarda el vino blanco.
Me siento en uno de los taburetes y miro ansiosa la pasta a la bechamel que había preparado. No almorcé apenas por tener que soportarla en el club, pero no voy a dejar que me arruine la cena.
—Señora, puedo servirle en el comedor, no tiene por qué cenar aquí.
Levanto la cara del plato para mirar a Paulina y lo hago también con mi ceja.
—Está bien, lo siento… Noelia —me dice asustada por mi reacción.
—No. Discúlpame tú, Paulina. Ha sido una tarde horrible, y supongo que la noche no va a mejorar mucho.
—Quizás hayan tomado algo en el club que les esté sentando mal ahora.
—No lo creo, yo me encuentro bien.
—Pero el señor ha estado a punto de desmayarse antes, por lo visto. Mi madre me ha dicho que la señora Llanes ha tenido que ayudar a su hijo para subir a los dormitorios.
¡Menuda información! Estela ha dejado testigos.
—¿Qué hacía Asier con su madre? —pregunto mientras dejo de comer.
—Tomaban una copa en el despacho del señor, mientras usted preparaba la cena aquí.
Me levanto del taburete de un salto.
—¿Dónde está esa copa vacía?
Paulina se dirige al lavavajillas, lo abre. Creo que intuye lo que estoy insinuando, porque coge la copa con dos dedos por su base. Miro a un lado y a otro, un trapo limpio me puede servir.
Lo abro con ambas manos y Paulina la deja con mucho cuidado sobre él.
—Muchas gracias, Paulina. Ahora te pido discreción.
Por primera vez, me alegro de que Estela Llanes sea tan estirada como para fregar ella misma una copa, ahora podré saber con qué ha drogado a Asier. Porque estoy segura de que le ha dado algo para hacerle sentir indispuesto.
Me marcho de la cocina cuando Paulina me promete callar y voy al despacho de Asier, es el único lugar al que Estela no regresará si no quiere ser sospechosa de nada. Tengo que esconder la copa hasta poder hablar con Tximo, es la única persona que puede ayudarme fuera de esta casa. Creo que no me equivoco ahora al pensar que él sí que podría ser mi maestro.
Y el juego se pone interesante💚, dicen que tres son multitud, ¿quién acabará cediendo, o lo que es peor, huyendo? 💚

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