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Candela 10💚

La cena no está yendo nada mal, puedo soportarla bien, parece que puedo ser una gran anfitriona. Y eso es porque Asier está pendiente de mí en todo momento, como si supiese que este no es mi sitio y me tuviese que hacer sentir bien. 

     Estamos sentados a una mesa redonda, de diez comensales. Frente a nosotros, Estela y Unai hacen que piense en la ausencia de los padres de Noelia en esta cena. Claro que por el colgante también sé que su madre murió y que su padre no saldrá de prisión por matarla. El resto de su familia no aparece en ningún recuerdo, su memoria casi está en blanco desde hace quince años, cuando ella huyó a Madrid en busca de esa oportunidad que, a diferencia de miles de aspirantes, ella sí encontró. 

     Su secreto de triunfo y soledad me acongoja, y dejo de hurgar en él. 

     Lo lamento por Noelia, después de todo yo tuve el cariño de mi abuela y a día de hoy hasta le agradezco a mi madre que me abandonara y me dejase con ella. 

    Asier acaricia mi mano a menudo, quiero creer que nuestras almas se comunican en su latir y él siente necesidad de mi contacto. Busca mi roce mientras habla con el resto de la gente en la mesa. 

     No tiene ni idea de lo que me provoca con ese simple gesto, estamos delante de decenas de personas y yo ocupo su primer lugar. 

     —No te creí nunca capaz de implicarte en nuestro compromiso más allá de las notas de prensa y las exclusivas. Tximo me había contado algo, pero no me esperaba tanto.

     Me giro hacia él, dejo el tenedor en el plato y me tomo un segundo para contestarle fingiendo limpiarme la boca con la servilleta.

     —Tenía que hacerlo, es algo tuyo.

     —Me gusta el detalle del champán  para después, en el baile —me dice riendo. 

     —Eso también es para ti. Te compenso por el brindis especial de ayer. 

     A mí también me gusta. Tuve la idea cuando he despertado hoy y recordé lo ocurrido anoche en la limusina. 

     Le he pedido a Tximo, a última hora, que dispusiera docenas de champaneras  metálicas, en su pie alto, a lo largo y ancho del jardín.  Cada invitado podrá servirse a su gusto sin tener que esperar a que el camarero le atienda, para que parezca así que ofrece al que esté junto a él. Un guiño a nuestra particular fiesta de anoche.       

     —Habrá que guardar una botella para nosotros esta noche. 

     —¿En qué estás pensando? —pregunto sin ganas ya de comer, solo de levantarme de la mesa, mandar a todos a su puta casa y coger a Asier por la cobarta turquesa para que suba a rastras conmigo las escaleras hasta el dormitorio. 

    —Tú y yo, desnudos, y el líquido inundando nuestros sexos. 

     Asier me ofrece su copa para que beba de ella, lo necesito, me ha dejado la boca seca solo por imaginarme jadeando a su lado. 

     Mojo mis labios bajo su atenta mirada, no pierde de vista mi lengua saboreándolos. 

     —Voy a guardar mejor dos —digo por lo que tengo pensado hacerle yo. 

     Asier ríe abiertamente antes de darme un beso en la mano que me sostiene. 

     Con semejante gesto aprueba mi iniciativa de organizar algo de esta cena o del homenaje que nos pegaremos después.  

     —Acabemos con este circo ahora mismo y comencemos “nuestra fiesta privada”, arriba en el dormitorio —me dice en un susurro.

     Estela Llanes no deja de mirarnos, de poder leernos los labios seguro lo haría, está intrigada por nuestra confianza, no creo que haya visto antes a su hijo así con Noelia.  

     Y yo le sonrío a ella antes de separarme de Asier.

     —Dejemos que nuestros invitados se diviertan primero, luego lo haremos nosotros. Te lo prometo.

     —Pienso cobrarme los intereses de cuarenta y ocho horas con esa promesa —me dice como amenaza extraña que además me motiva. 

     —Me parece bien. 

     Asier me besa de nuevo la mano y termina atendiendo a uno de los invitados sentado a su izquierda. 

     Un buen rato después miro mi plato ya vacío y sigo teniendo hambre, y es que el menú fue algo que no pude cambiar a última hora. Noelia lo organizó todo según sus gustos vegetarianos. 

     Eso sí, para compensarme ha dejado a mi alcance toda la bebida que sea capaz de tragar cuando comienza la posterior recepción. 

     Las bandejas de cócteles varios pasan entre nosotros a la velocidad del rayo ahora que ya estamos de pie en las mesas del jardín, y se vacían de igual manera. 

    Intento no separarme de Tximo, no soy lo que se dice muy sociable y él es quien mejor me cae de todos los invitados. 

     Es un buen tipo, muy romántico vistas sus esperanzas en el matrimonio de Asier y Noelia, charlatán y divertido,  y como diría mi abuela: le saca punta a todo, “el jodío”. Y sé que a mí también me hará bien su amistad. Como a Noelia. 

     —Regreso en un rato, encanto —me dice besando mi mano y saliendo despavorido. 

     Su compañía, de repente, no me es posible, necesita hablar con una potencial clienta sobre la boda de su hija y yo me hago a un lado para que lo consiga. 

     Camino desorientada por el jardín, recibiendo enhorabuenas y algún que otro halago por mi original vestido. 

     La verdad es que es extraño, de tonos azules, eléctrico, agua marina y celeste, flecos en la parte baja de la falda larga, capas y volantes, de cuello alto cisne, y sin mangas. Me gusta. Me permito incluso decir el nombre de su diseñadora y la firma DobleCES a una señora que me lo pregunta, después de todo, la prensa tendrá que nombrarla si nos va a dar un titular a Asier y a mí. Hay quien lo compara con un traje de flamenca y todo, y eso me da una un pellizquito al corazón. Ya sabía yo que la elección del vestido tenía su significado, que me había gustado por algo. 

     Y me queda tan bien por ese mismo  motivo, está hecho para mí. 

     Me acerco a los músicos del grupo contratado y pido un tema especial que quiero bailar con Asier, no sé si lo conocerán, pero hago el esfuerzo de cantarlo. Me gano con eso la sonrisa y el interés de todos ellos. Solo les pido de favor que me den tiempo para que pueda localizar a mi alma gemela entre la gente. Un par de canciones más bastarán. 

     —Dime que es a mí a quien andas buscando con esa desesperación, o voy a ponerme celoso. —Pego un bote del susto, sus manos sostienen mi vientre y su aliento abrasa mi oído. 

     Asier ha debido acudir al llamamiento de mi alma si me ha visto así. Sonrío. 

     —¿Y a quién más buscaría si no? 

     —Está siendo una noche perfecta, y es todo gracias a ti. Gracias, cariño. 

     Me da un nuevo beso en el cuello, yo acaricio sus manos que todavía me sostienen y giro sobre mis pasos para mantenerme encerrada en este cariñoso abrazo. Le miro a los ojos. 

     —Solo falta un detalle para recordarla mientras vivamos —le digo provocando su intriga. 

     —No sé qué más puede ser, ¿el champán? —pregunta con ojitos tiernos. Yo niego con la cabeza.

     —Nuestro baile para todos ellos. 

     —No, no, no, No me lo dices en serio. —Asier se aparta para mirarme los ojos, mi ceja levantada ya le da una pista—. Dime que es una broma. 

     —Venga, Asier, por favor, solo tendrás que moverte frente a mí, no es tan difícil. 

     —No, no, ni loco lo hago. Yo nunca bailo. 

     —Vamos —le suplico con mi agarre para retenerlo junto a mí.

     Ya oigo cómo el cantante pide silencio para nombrarrnos y que pasemos luego a la tarima de baile. 

     Y es cuando mi alma gemela deja de luchar, ya no quiere irse. 

     Mira mi mano opresora y una sonrisa regresa a su rostro, iluminándolo de picardía. 

     ¡Nos llaman para bailar y yo solo quiero tirarme encima de él! 

     No he tenido que arrástralo al escenario con los músicos, como pensé, el solito se encamina hacia ellos, la gente ya ha comenzado a aplaudir al escuchar nuestros nombres. Y a mí el corazón me va a mil por hora porque Asier me lleva a su lado y de la mano.
     Él se adueña de las miradas de su público amigo. 

     —Buenas noches a todos. Espero que estéis pasándolo bien —dice mientras me mira, mientras me miran todos los demás—. Todos me conocéis, y todos estaréis pensando que qué he bebido para querer estar aquí arriba dispuesto a bailar, cuando ya sabemos que tengo dos pies izquierdos. 

     Las risas sonoras, junto a cuchicheos tímidos, interrumpen su monólogo. 

     —Pero hoy no puedo daros la razón, amigos, no estoy borracho. Hay una explicación mucho más poderosa para eso —dice ahora besando mi mano y hablándome directamente a mí, como si las docenas de personas presentes se hubieran evaporado ya del jardín—. Me lo has pedido tú, cariño, y siento la necesidad de hacerte feliz solo con eso. Si mi ridículo es tu sonrisa, quiero verte sonreír. 

     El beso que me da delante de todos me viene bien para disimular mis ojos húmedos, y es difícil contener el llanto, porque los aplausos y silbidos de júbilo contribuyen a emocionarme más. 

     Sé que Asier me ha hablado a mí,  a Candela, porque mi alma está exaltada ante semejante declaración de amor. 

     Y las notas de la primera rumba se oyen para arrancar las risas de todos, incluidas las de Asier, antes de levantar los brazos y dejarse guiar por mí en su desafinado movimiento de pies izquierdos. 

💚

     —¿Que has hecho, Asier?, ¿era necesario hacer el tonto de esa manera? 

     Estela interrumpe nuestra bajada del escenario, estropeando mi mejor momento con Asier. Mi abuela, de verme la cara, me sujetaría la mano. 

     —No merece la pena, Candela, lleva moño postizo y no le dolerá tanto. —Qué sabia era mi abuela, coño. 

     Estaba riendo, relajada y feliz, entre besos y caricias que me daba mi alma gemela, y esta mujer ha conseguido provocar mi rabia.        ¡Mira con qué poco me ha puesto furiosa! 

     No la conoceré mucho, pero de ahí a odiarla como si fuera la misma Noelia no creo que tarde demasiado. 

     —Me he divertido, ama, tú también podrías probarlo de vez en cuando y no estar siempre tan… 

     —Asier, no termines la frase. —Estela levanta el mentón.

     —… amargada —digo yo por él. Quiero evitarle un daño innecesario de tener que morderse la lengua. 

     Asier me mira sorprendido. Que no se preocupe porque vaya a llevarme ahora los dardos envenenados de su madre. No soy Noelia. 

     —Querida, Noelia, lo vulgar nunca se pierde, así… —mira mi vestido con desprecio— …lleves un disfraz que te oculte la clase. 

     —Ama, basta ya. 

     Y es lo único que oigo de ella porque Asier la ha cogido por el brazo y la ha obligado a separarse de mí. 

     Necesito una copa, una muy cargada si no quiero echar por tierra las enseñanzas de mi abuela y jalarle del moño. 

     Cuando ya me he tomado un ron, sin respirar si quiera, busco a mi alma gemela entre tanta gente que me hace sentir sola. Por si se le había olvidado, me dejó tirada cuando se llevó a su madre. 

     Asier está junto a la piscina, habla relajado con el agente de Noelia y con el productor de su nueva película, esa que rodarán en Granada, Embrujo de almas se llama. 

     ¡Madre mía, hasta ahora no había caído en lo premonitorio del título! Demasiado evidente es la coincidencia. 

     Los miro y adivino de qué hablan. Creo que ultiman los detalles del viaje que hicieron Noelia y él, y la firma del contrato que pronto llevarán a cabo. 

     Asier me sonríe, levanta su copa de champán para ofrecerme un brindis en la distancia y la vacía de un trago provocativo cuando su mirada se ha cruzado con la mía.  

     Y siento que al hacer eso ha prendido chispas de nuevo en mi interior. 

     Maldita sea. Está guapo y veo en sus ojos oscuros el deseo que ya encendimos en la habitación con nuestro beso, el que le ha quemado durante toda la noche en la cena y carbonizado por completo mientras bailábamos. 

     Como a mí. 

     Me llevo la mano a los labios, los besos de Asier ya no son una sensación. 

     Son recuerdos míos, de Candela. Recuerdos de besos húmedos y apasionados de él en mi propia boca. 

     Puede alegrarse de que yo tenga esta enorme mesa de copas delante, o de lo contrario correría hacia él sin importarme caer a la piscina entre sus brazos. 

     Sonrío para devolverle su brindis, en una promesa silenciosa de un nuevo beso más tarde en nuestro dormitorio.

     Un ruido me distrae de mi coqueteo con Asier. 

     A un chico del catering se le ha caído su bandeja de copas a mis pies. Si no hubiese sido el ruido, me hubiese alertado el líquido en mis zapatos que de inmediato se empapan.

     —¿Estás bien? —le pregunto inquieta. Él se sorprende de que alguien tan importante como yo lo tutee. 

     Me agacho a ayudarle y menos se lo cree. 

     No se me olvida que he estado sirviendo más de cinco años en un hotel a gente tan importante como esta que me rodea, y que un descuido de su parte puede suponerle el despido sin contemplaciones. Siento lástima por él.

     —Disculpe, señora Arenas. 

     El chico se pone nervioso al reconocerme además como la anfitriona del evento. 

    Intento calmarle. No le pasará nada con su trabajo, se lo aseguro. Después de todo yo pago la fiesta, ¿no?, yo me echaré la culpa, estaba tan pendiente del morbo con Asier que no le vi a él. Bueno, eso no podré decírselo a su jefe, pero ya buscaré una buena excusa.

     —No ha sido gran cosa, no te preocupes. Han caído sobre el césped y se salvaran casi todas —digo con una sonrisa—. Ve a por papel absorbente, por favor —le pido pensando en los zapatos—, mientras yo lo recojo todo para que no te digan nada.

     Con cuidado de no partir ahora yo  las que se han salvado del golpe, coloco las copas en la bandeja. Una a una. Tengo que asegurarme de que no echan a nadie a la calle así que pediré a Tximo que me ayude con la empresa encargada del catering. Mil euros bastarán para pagar las copas rotas. 

     —No he podido hablar contigo antes en la cena.

     La voz de Estela Llanes me pone los pelos de punta. Y no precisamente porque en un recuerdo me haga sentir mal como Noelia, ya es por mí misma.

    Menudo escalofrío me recorre el cuerpo, no tengo nada que hablar con ella. 

     Hasta que asimilo que no se dirige a mí  porque estoy lo suficientemente oculta por la mesa y el mantel. 

     —Tienes que andarte con ojo.  La muy zorra me ha restregado por la cara que es ella la que controla a Asier. ¿No has visto como le ha hecho bailar ese estúpido baile? 

     —A mí me ha parecido divertido, Asier estaba sexi. 

     Siento que puedo levantar la mesa como si el espíritu de Hulk me poseyese y tirársela encima a ambas mujeres en la cabeza. A una por ofender mi baile, y a toda una cultura ancestral, y a la otra por algo más personal, ¿qué es eso de que le parece sexi mi alma gemela? 

     —Deja de decir tonterías tú también. El tiempo corre en tu contra, eso sí que no es divertido.

     —No tendré suficiente con una semana, Estela, ya te lo dije, Asier está enamorado. Será muy difícil. 

     Me cuesta trabajo meter la mano por el escote lateral del vestido. Quiero saber si el colgante me reconoce la voz de esa otra mujer. 

     Cuando lo consigo, no me muestra nada, y tal vez esa sea la respuesta en sí. 

     Noelia no la conoció nunca. 

     —Difícil, pero no me creo que te sea imposible, eres actriz, ¿no? Pues emplea todas tus armas de seducción con él, es un hombre y como tal responderá a tus propuestas. 

     —Aún no me has dicho qué ganas tú con todo esto.

     —Nunca pensé que esa locura del capricho de Asier llegara tan lejos. Estamos en la ruina desde hace años, ya lo sabes, y en cuanto él se case dejará expuestas a la Arenas todas sus cuentas. Y eso no puedo permitirlo, firmo todas mis facturas con un poder a su nombre. 

     —Te costó cara tu aventurita con aquel vividor, ¿eh? Toda tu fortuna.

     La mandíbula se me va a desencajar. No puedo con esta información gratuita, estoy que brinco de la alegría por dentro solo de pensar que pueda utilizarla en cualquier momento para dejar callada a Estela. 

     Me gustaría levantarme y devolverle el adjetivo de zorra, pobre Unai, me cae bien. Pero me muerdo la lengua, y no solo por no lastimar a Asier en un noche tan especial para él como es esta, sino porque ella tiene la intención de seguir hablando y no quiero perdérmelo.

     —No te lo conté para que ironices con ello. Y si te pago para que arruines el matrimonio de mi hijo, quiero ver resultados.

     —El lunes tengo el primer casting para su película. No te preocupes, no llega al sábado comprometido. La prensa no se les despega en estos días y nos pillará juntos.

     Se hace el silencio, solo oigo a la orquesta y los rumores de otras conversaciones.

     Cuando intuyo que se han alejado lo suficiente para levantarme, ya es demasiado tarde. Veo a Estela sola, que se acerca a su marido. Ya sabiendo que le es infiel, cobra sentido lo falsa que es al besarlo. 

     El camarero regresa con lo que le he pedido, me ayuda con mis zapatos y yo le devuelvo lo que queda de la bandeja de copas. Pero antes de que se vaya, lo retengo un instante. 

     —¿Has visto a esa señora junto a esta mesa, mientras yo estaba en el suelo?

     Le señalo a Estela. Me hace gracia tener que llamarla señora ahora, porque por lo que he averiguado no solo engaña a su marido, sino que manipula el dinero de su hijo a sus espaldas. Toda una dama, sí señor.

      El chico lo confirma. La ha visto. Pero no es capaz de descubrir entre el resto de invitadas a la mujer que hablaba con ella, aunque me dice que es joven y de pelo castaño. Perfecta descripción si no estuviésemos rodeados de mujeres con ese color de pelo, eso no me dice nada cuando el noventa por ciento de las mujeres bien podrían ser la que busco, y lo de joven no sé hasta que punto puedo creérmelo si la propia Estela se opera para parecerlo. No me ayuda demasiado la información que me da.

     Pero al menos ahora seré capaz de reconocer su voz.



💚Al fin algo de luz para Candela, el alma de Asier está cada vez más cerca de la suya.
     ¿Será verdad que ya no habrá mas sombras para ellos? 💚

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