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Capítulo 4


Aquí os dejo otro capítulo de Embrujada!! Espero que os guste. 


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Mientras llegaba la hora de despertar al joven Jason, Dhalia aprovechó para colgar los dibujos que le habían regalado los niños antes de marcharse. Los observó con detenimiento y se dio cuenta que su lugar realmente estaba allí, pesé a lo que Sor Eleonor le dijo. No necesitaba conocer más mundo, no si todos eran como Joane o Isobel, incapaces de apiadarse de un pobre niño tullido. Quería ayudarle, pero le sería imposible, cuando su padre volviese y Joane le contase que lo había sacado a pasear la echaría de allí sin ningún miramiento, de eso estaba segura. Cómo a un padre que ni siquiera se preocupaba por cómo se sentía su hijo iba a importarle despedirla. Visto que nada podía hacer para evitar su despido aún se sentía más convencida de que sacarle a la calle era lo que debía hacer, demostrarle que podía salir de casa y disfrutar como cualquier niño, eso le daría fuerzas para enfrentarse a su padre y pedirle que le sacase más a menudo. Si de verdad le quería no podría negarse si él se lo pedía, incluso ella misma intentaría hablar con él antes de abandonar la casa.

Pensamiento tras pensamiento dieron las cuatro y Dhalia se encaminó hacia la habitación del señorito, era hora de despertarle. Cuando entró el pequeño se encontraba ya sentado en su silla.

—¿Te has sentado tú solo en la silla? —le preguntó bastante sorprendida, Jason sonrió a la vez que se echaba hacía atrás los rizos que se le metían en los ojos.

—Cuando no puedo dormir yo mismo me arrastro hasta sentarme en la silla —le confesó como si eso fuese lo más normal del mundo para él.

—Podrías hacerte daño. ¿Lo sabes? —le regañó.

—No se preocupe nunca me ha pasado nada —le aseguró de forma tranquila, parecía más mayor de lo que era.

—¿Necesitas algo? Qué sueles hacer cuando despiertas de tu siesta.

—Carmen suele traerme un vaso de leche y unas galletas para merendar. pero antes necesito ir al baño —llevaba bastante rato aguantándose, le daba algo de vergüenza, pero no podía aguantar más.

Por suerte dentro de la habitación Jason tenía un baño completo lo que facilita la tarea. Dhalia introdujo la silla en el baño, este era bastante grande y lujoso, constaba de una bañera de aspecto señorial con grifos y toalleros dorados a juego con el resto del baño y una sobria decoración en las paredes. Sentó al pequeño en el retrete y le bajó los pantalones.

—Estaré justo ahí fuera avísame cuando termines —le indicó, después salió del baño. Era importante darle privacidad.

Poco después la infantil voz de Jason resonó pronunciando su nombre. Dhalia entró y le ayudó con la ropa y volvió a sentarle en la silla saliendo a la habitación.

—Vuelvo en seguida, voy a por tu merienda —le hizo un gesto con la mano para que la esperase sin moverse.

Antes de salir abrió la ventana para ventilar la habitación, el olor a cerrado se cernía a su nariz.

Cuando llegó a la cocina no estaban ni Joane Isobel por lo que tuvo que rebuscar en los armarios para encontrar las galletas y la leche. Preparó una bandeja con un vaso y un plato con cuatro galletas. En ese momento entró Ewin limpiándose las manos con un trapo, las tenía bastante sucias pues había estado limpiando a los caballos y el carruaje. Dhalia aprovechó para agradecerle que la ayudase con Jason.

—Me alegra que este aquí –le dijo girándose hacía él—. Quería darle las gracias por ayudarme mañana.

Ewin la miró fijamente aun preguntándose cómo había logrado convencerle si su respuesta era todo lo contrario a las palabras que pronunciaron sus labios.

—Mire señorita no sé cómo consiguió convencerme para que le ayudase, yo jamás hubiese accedido a tal petición a riesgo de perder mi trabajo —le respondió de forma un tanto abrupta—. Pero ya he aceptado ayudarla y cumpliré mi palabra, solo espero que no vuelva a pedirme nada más y menos haciendo lo que quiera que hiciese para manipular mi mente.

—No sé de qué está hablando yo solo le pregunté y usted accedió —le recordó intentado quitarle importancia al hecho que mencionaba, ella ni siquiera sabía lo que había pasado al igual que él.

—Usted me obligó de alguna forma y creo que no hará ningún bien quedándose aquí a trabajar –rezongó—. Cuando el señor sepa que sacó al señorito de paseo la despedirá, así que disfrute de los pocos días que le quedan aquí. A las diez la ayudaré a bajar al señorito procure que esté listo —sentenció saliendo de la cocina sin lavarse las manos.

Dhalia se sintió impotente, como iba a saber que había pasado si ni ella sabía lo que había pasado. Ya no tenía ninguna duda de que la despedirían si sacaba a pasear a Jason, pero en parte ya lo había asumido y la idea de volver al orfanato daba vueltas en su cabeza como el más dulce final a su corta aventura. No pensaba dejar a Jason sin su paseo, quizás no volviese a salir de casa en mucho tiempo y al menos conservaría un buen recuerdo de ella.

Agarró la bandeja y volvió a la habitación con Jason que no se había movido del sitio tal como ella le había indicado.

—Has tardado —le recriminó el pequeño al que le sonaban las tripas.

—Lo sé me encontré con Ewin en la cocina —se justificó con una sonrisa colocando la bandeja en el escritorio.

—¿Le preguntaste si nos ayudará mañana? —preguntó con los ojos llenos de ilusión.

—Sí, nos ayudará, pero ahora es hora de comerte tu merienda —le dio una galleta, no quería volver a pensar en lo sucedido y él no tenía por qué saber lo que había pasado.

El resto de la tarde pasó lentamente, prosiguieron con las lecciones hasta que dieron las ocho de la tarde. Dhalia no podía dejar de pensar en lo sucedido y por mucho que intentase buscar una explicación lógica a todo no hallaba una respuesta y la idea de algún tipo poder especial quedó descartado de inmediato de su mente. Eso solo sucedía en los cuentos y fabulas.

Después de cenar Dhalia leyó a Jason uno de los cuentos contenidos en el libro que había cogido esa mañana en la biblioteca. En realidad, se trataba de una recopilación de cuentos populares de todos los tiempos. En esta ocasión le leyó El gato con botas.

—Ese gato con botas era muy listo —comentó Jason convencido.

—Sí que lo era, por eso no hay que juzgar a nadie por su aspecto, cualquiera puede ser tan listo como el gato con botas —concluyó Dhalia a modo de moraleja de la historia.

—Lo recordaré —aseguró el pequeño, contento porque Dhalia le había contado el cuento, Joane le solía leer aburridos libros cuya lectura duraba varias semanas.

—Bien, es hora de dormir mañana nos espera un largo paseo y tienes que descansar —le dijo mientras le arropaba con la colcha—. Buenas noches.

—Buenas noches Dhalia, gracias por leerme el cuento.

Dhalia apagó la lámpara de aceite, dejó el libro sobre la mesa y salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí. Bajó las escaleras y al llegar al abajo se encontró con Joane frente al reloj de pie situado en la pared. Sostenía una lámpara en la mano que arrojaba sinuosas sombras sobre las paredes del hall, parecía un espectro ahí de pie.

—Buenas noches —la saludó Dhalia de forma educada.

—Buenas noches, estaba esperándola —aseguró con su habitual semblante serio, en la oscuridad y con la suave luz de la lamparilla los surcos de sus arrugas parecían más profundos de lo que ya eran.

—Dígame, en que puedo ayudarla —respondió sabiendo de que quería hablarle.

—Quiero pedirle por última vez que desista en su empeño de sacar a pasear al señorito Jason —le dijo con tono exigente.

—Me temo que eso no es posible, se lo he prometido —respondió mirándola con detenimiento.

—Es usted una irresponsable, pensaba que había contratado a la persona adecuada para atender al señorito, pero veo que me equivoqué —le reprochó decepcionada y molesta por su actitud—. ¿Ha pensado en la posibilidad de que pueda pasarle algo durante el paseo?

—Si es eso lo que le preocupa no tiene nada que temer, no le pasará nada se lo aseguro —responde ahora si algo molesta por sus insinuaciones.

—Veo que no hay forma de convencerla, pero lo que más me perturba es que haya convencido a Ewin para que le ayude. Creía que era más inteligente, no sé cómo se ha dejado convencer por usted —escupió con rabia, sabiéndose incapaz de hacerla cambiar de opinión.

—No tema no diré a nadie que me ayudó, no me gustaría que él también perdiese su empleo por ayudar a un pobre niño a hacer lo que cualquier niño debería hacer —sentenció exponiendo su opinión acerca del tema—. Y ahora si me disculpa.

Dhalia no esperó a que Joane le respondiese y se escabulló entre las sombras de la casa en dirección a su habitación, ya había escuchado suficiente. Joane la observó mientras se marchaba, pensaba que era una maleducada y haría todo lo posible para que la despidiesen. En todos sus años de servicio nunca se había encontrado con una joven tan altanera y respondona, en un solo día había conseguido que la aborreciese. Ni siquiera en un hospicio regentado por religiosas se encontraban empleadas decentes, hablaría con Sor Eleonor sin duda; pensó para sí misma antes de retirarse.

Una vez en la habitación Dhalia cerró la puerta y sin siquiera encender la lamparilla o quitarse la ropa se tumbó sobre la cama. Todo estaba oscuro y en calma. Ya no tenía duda alguna de que Joane no la tenía en gran estima y no quería que trabaje en la casa, no estaba dispuesta a aceptar a alguien que osase plantarle cara o rebatir sus órdenes y decisiones. Dhalia solo quería ayudar al pequeño Jason, pero parecía que ella era la única interesada en hacerlo, a nadie más le importa. Ayudarle incluía desobedecer a Joane algo que no estaba dispuesta a tolerar. Lo sentía por Sor Eleonor que la había recomendado, pero estaba segura de que entendería su postura.

De repente una sensación de letargo parecida al sueño llegó a ella como un suave susurro alejando sus pensamientos y llevándola a un lugar desconocido. Ya no estaba en su cama, si no en un frondoso y extenso bosque. Varias hileras de árboles se extendían frente a ella formando una especie de camino en el centro, parecía que los árboles le estuviesen indicando por donde debía seguir. Aunque no se movían una extraña brisa le alborotó el pelo que cayó en cascadas sobre su espalda, tan negro como sus ojos, esos ojos que escondían más de lo que se podía ver a simple vista. El ambiente era húmedo y apenas se filtraban unos tímidos rayos de sol a través de las ramas produciendo en Dhalia sensación de desazón. Se frotó los brazos en un vano intento por calmar el frío.

Se sentía paralizada en medio de aquel lugar, sin saber qué hacer, sin saber por qué estaba ahí. Recordaba haberse tumbado en la cama, pero no recordaba haberse dormido realmente, sin embargo, eso solo podía ser un sueño, un sueño que se le antojaba demasiado real. A lo lejos escuchó a varios cuervos graznar y decidió seguir de forma instintiva el sonido, ningún otro ruido emergía del bosque solo el de los cuervos. Echó a andar por el inquietante camino que se abría entre los árboles, cada cierto tiempo escuchaba a las aves entre el silencio, pero su graznido sonaba cada vez más cercano. Tras más de diez minutos caminando se detuvo, en el punto donde finalizaba el camino vio una figura vestida de negro de espaldas a ella. Los cuervos revoloteaban a su alrededor formando extraños círculos, cruzándose unos con otros orquestando una danza de lo más siniestra, la figura alzó el brazo y dos de los cuervos se posaron en él. Poco a poco la silueta se dio la vuelta, pero su rostro no era visible, una capucha lo ocultaba. Dhalia intentó ver su rostro, pero en esa parte el sol no atravesaba las densas copas de los árboles. A pesar de no distinguir ningún rasgo de la figura, pudo sentir que la observaba de forma minuciosa, esperando su reacción. No tenía miedo, pero si podía sentir su poder, un aura que se extendía de forma invisible entre la vegetación hasta llegar a ella, deslizándose suavemente bajo sus ropas y produciéndole escalofríos. La sombra movió su brazo haciendo que los dos cuervos se reunieran con los demás que seguían revoloteando a su alrededor sin separarse. Sintió una gran curiosidad por saber quién era, saber quién se ocultaba bajo esos ropajes negros. Dhalia empezó a caminar en su dirección dispuesta a descubrirlo, a pocos metros de lograr su objetivo la figura empezó a alejarse y los cuervos a gran velocidad se dirigieron hacia ella. Se cubrió la cara con el brazo y estos impactaron contra ella haciéndola caer, las aves comenzaron a revolotear alrededor de su cabeza, el sonido era insoportable y molesto, tanto que le zumbaban los oídos. Desesperada profirió un grito y de repente volvió a estar en la cama.

Dhalia se incorporó visiblemente alterada y aterrada, con torpes movimientos buscó la lámpara de aceite con la mano en la mesilla hasta dar con ella y encenderla. La habitación se iluminó de forma suave haciendo desparecer la oscuridad de su alrededor. Con la manga del vestido se secó la frente bañada en sudor. Había sido tan real que aún dudaba de que fuese un mal sueño, no podía dejar de pensar en la figura misteriosa y en la relación que esos cuervos parecían mantener con ella. Varios mechones de pelo se habían desprendido del recogido y le caían en la cara, los recogió con cuidado y volvió a ponerlos en su sitio. Al bajar la mano algo se desprendió de su pelo y cayó al suelo. Dhalia se agachó para ver qué era y lo que vio le produjo escalofríos por todo el cuerpo, no podía creer lo que sus ojos estaban viendo. Tirada en el suelo se encontraba una pluma negra como la noche, se arrodilló frente a ella y la cogió entre sus manos temblorosas, la contempló sin dar crédito. No podía ser real, debía estar alucinando o aún afectada por la pesadilla. Con un rápido movimiento la soltó como si le quemase en las manos o fuese un objeto maldito del cual tenía que deshacerse. Decidió actuar de forma normal e ignorar lo sucedido. Se quitó el uniforme de trabajo y lo colgó en el armario, después se deshacerse de las enaguas y demás prendas interiores y se puso el sencillo camisón que había traído del orfanato. Aún tenía la cara empapada en sudor y tuvo que lavársela en la pila. Al contemplar su imagen en el espejo vio que su pelo estaba bastante alborotado debido a su pesadilla o como si hubiese refregado la cabeza en las hierbas cuando le atacaron los cuervos. No quería seguir pensando en ello o acabaría volviéndose loca, no entendía que había sucedido y dudaba que llegue a entenderlo. Resignada se soltó el pelo y volvió a la cama, era tarde y un nuevo día de trabajo llegaría en pocas horas, esta vez no apagó la lamparilla no quería estar a oscuras.  

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