Capítulo único
Podría haber guardado este fic para mi autoregalo de cumpleaños, pero francamente tiene tanto tiempo dándome vueltas que tenía que publicarlo inmediatamente.
¿Tengo una razón para haber escrito esto? Ninguna, simplemente lo quería y lo hice. No tengo ni idea de cómo funcionan los clubes, o el trabajo de stripper o de pole dancers, así que toda información aquí al respecto se basa en lo que he leído en otros fics o visto en películas. Me disculpo de antemano.
Advertencia: No beteado (aún), Ligero lenguaje subido de tono (es South Park, eso debería ser su propia advertencia), mención de alcohol y de menores tomando (recordar que en USA la edad para tomar bebidas alcohólicas es 21 años), personajes adultos
-----------------
Ember
Eric no tiene idea de que carajos está haciendo ahí. Ok, no, si sabe, de forma literal, porque está en el club; lo que no sabe es que lo poseyó para aceptar la invitación en primer lugar. Ni siquiera le gustan las mujeres de esa forma, y salir de fiesta con Kenny en su adolescencia había agotado su tolerancia a espacios ruidosos por el resto de su vida. Por supuesto, el ambiente no está tan mal al tratarse de un club de reputación medianamente elevada, si los inflados precioso de las bebidas son algún indicativo, y, a un nivel muy estético, puede admirar la forma en que las bailarinas se deslizan por el escenario con sensual precisión volviendo locos al resto de los hombres, y una que otra mujer, presentes.
Tampoco es como si tuviera algo mejor que hacer claro, pero si alguno de sus compañeros de trabajo, que lo arrastraron hasta allí, pregunta respondería que, siendo sinceros, preferiría estar en cualquier otro lugar. A medida que la noche progresa y la música martillea en su cabeza, la idea de regresar a su frío y solitario apartamento a pasarse el resto de la noche frente al televisor jugando en su consola suena mucho más atractiva; pero no, tenía que aceptar salir a festejar con sus compañeros la finalización con éxito del proyecto en que estuvieron meses trabajando y verlos silbarle a las bailarinas sin vergüenza alguna, despilfarrando su dinero para obtener una onza de la atención femenina que no podían conseguir en su vida diaria.
Bueno, al menos verlos hacer el ridículo para atraer la mirada de la rubia pechugona, que actualmente parece querer hacerle el amor al tubo de baile en lugar de mirarlos, serviría como material de chantaje en el futuro. No puede hacer más que agradecerle a sus años de beber licor de forma ilegal por su alta tolerancia, y a su genética, supone, por su buena memoria. Divertido por su línea de pensamientos acepta el trago que su compañero de escritorio, lo más cercano que podría llamar 'amigo' en su trabajo, le ofrece al dejarse caer a su lado. Lo ve acomodarse y reacomodarse en el sillón que están ocupando, captando que se está preparando para decirle algo, pero su estado de embriaguez le impide hacerlo con la fluidez que su yo sobrio habría logrado tres minutos antes; con más paciencia de la que siente se merece espera a que organice sus ideas, dando un pequeño sorbo a su coctel luchando para no hacer una mueca por la terrible mezcla que hicieron.
—Tienes que quedarte a lo mejor del espectáculo —dice finalmente su compañero, inclinándose de más en su espacio personal para hacerse escuchar por encima de las vibraciones de la música que los envuelve. A Eric le toma unos segundos comprender lo que le quiere decir, por la forma en que arrastra las palabras.
—Peter, ¿cómo supiste que estaba por irme? —pregunta divertido, su voz mucho más estable que la del hombre a su lado.
—Vamos Eric —el hombre ríe palmeando su hombro con más fuerza de la necesaria y, de no habérselo esperado, probablemente habría provocado que la copa se deslizara de entre sus dedos derramando la bebida. No está muy seguro si haber impedido el accidente es un logro o no con lo mal que sabe—, todos en la oficina sabemos que este no es tu tipo de ambiente.
Y su otra mano, la que no se aferra a su hombro como si su vida dependiera de ello, se mueve alrededor señalando vagamente en dirección al escenario, derramando de paso parte de su propio coctel. Lo observa largamente buscando en su interior la energía para ofenderse, o siquiera la malicia suficiente para avergonzarlo por su elección de palabras, no porque no sea abiertamente gay en cada aspecto de su vida, y obviamente en su trabajo lo saben, sino porque la noche hasta el momento no había sido más que una decepción tras otra y está aburrido. Eso y que probablemente el alcohol corriendo por sus venas está empezando a surtir efecto. Por lo que no, no encuentra dentro de sí las ganas de fastidiar a su compañero, simplemente dejándolo pasar, encogiéndose de hombros y, en el proceso, sacudiéndose su mano de encima.
—¿Para qué me invitaron entonces? —pregunta dándole otro trago a su bebida.
—Oh Eric, porque vas a amar la estrella de esta noche —interviene una voz a su otro lado, sobresaltándolo ligeramente pues no había notado que otro de sus compañeros se había deslizado al espacio vacío que quedaba en el sillón.
—¡Exacto! Lo que dice Roger —Peter asiente señalando a Roger con la mano que sostiene su coctel, acto a lo que el aludido ríe chocando su propio trago en un improvisado brindis.
Duda mucho que esa declaración tenga algún grado de veracidad, teniendo en cuenta que hasta el momento el espectáculo ha sido liderado por mujeres, hermosas sí, pero mujeres al fin y al cabo. Y se supone que era un club mixto, piensa entreteniéndose con su bebida en lugar de responder a los comentarios burlones de sus compañeros, limitándose a sonreir cuando golpean sus costados con sus codos. Está por levantarse e ir a la barra, o tal vez salir por un cigarrillo, lo que le sirva como excusa para apartarse por unos minutos, cuando parte de la conversación que los hombres están teniendo llaman su atención.
—... porque sabemos te gustan pelirrojos —parpadea mirando a Roger tratando de comprender de qué diablos había estado hablando.
—No me gustan... —se detiene antes de completar la oración, carraspeando. En realidad, no le gustan los pelirrojos ¿a quién diablos le gustaría andar con una carcasa sin alma pretendiendo ser un humano? No, repudia a los pelirrojos con todo su ser. Y aunque debe admitir, asi sea a sí mismo, que en toda su vida solo le ha interesado un pelirrojo, esté no es el lugar ni el momento para discutirlo.
Mucho menos las personas a quién decírselo, seguro de que las bromas simplemente aumentarían, sino es que lo llaman loco por su ''obsesión'', como Kenny cariñosamente se refiere a sus sentimientos; y por muy aburrido que pudiera ser a veces le gusta su trabajo, sumado a que la decadente economía no estaba para permitirse acabar con todos en la oficina y buscar un nuevo empleo. Por supuesto, a eso debe sumarle que tiene más que suficiente con las burlas de Kenny o las miradas apenadas, que rayan en la lastima, de Butters cada vez que se le pasan las copas y termina quejándose con ellos del nulo contacto que ha tenido en los últimos años con dicho pelirrojo. Ugh, por cosas como esas es que no le gusta beber, se pone todo blando y sentimental. Patético.
—Shh hermano, ¡va a empezar! —Peter palmea su hombro señalando al escenario y Eric, agradeciendo la distracción, no puede hacer más que dirigir su atención hacia allí.
Quién sea la 'estrella' de la noche debía ser jodidamente buena, considerando que de pronto el club se sume en un silencio anticipatorio cuando las luces cambian y el reflector que alumbra el centro del escenario, específicamente la parte de las cortinas por donde las bailarinas tienden a salir, se apaga. Mira a su alrededor notando como las personas que, al igual que él, habían estado ocupando los sillones más apartados del escenario se ponen en pie para acercarse; la música se detiene siendo rápidamente reemplazada por una melodía suave, muy parecida a la música de ascensor, mientras quién sea que esté en control del sonido empieza a dar una presentación a la que no le presta mucha atención. Las bailarinas que anteriormente se habían dedicado a entretener a los presentes no habían recibido un preámbulo tan enérgico, ¿sería acaso que a quién van a presentar es la favorita del lugar? O tal vez alguien cuya actuación era reservada para ocasiones especiales. Es lo único que explicaría tanta fanfarria honestamente.
—Y sin más preámbulo, damas y caballeros, el momento que han estado esperando. Con ustedes: ¡Cherry Ember! —las palabras del presentador son seguidas de una explosión de vítores y aplausos, que solo aumentan cuando el reflector del centro del escenario se enciende y la melodía de ascensor es reemplazada por una percusión suave.
Aliviado de que la aburrida parafernalia haya acabado, regresa la vista al escenario antes de verse tentado a simplemente marcharse. ¿Qué importaba que Peter y Roger estuvieran convencidos de que disfrutaría de esta Cherry Ember? Había volcado ya demasiada energía y paciencia a la celebración, parecía un buen momento para marcharse. Sin embargo, antes de siquiera pensar en una excusa para retirarse, su atención es capturada completamente por la persona que se desliza al ritmo de la música al centro del escenario. Cierra los ojos un segundo, respira hondo y vuelve a abrirlos mirando con incredulidad al frente, exhalando todo el aire de golpe sintiendo su boca secarse y su corazón acelerarse, todo al mismo tiempo, por dos simples razones. La primera, y la más obvia, es que Cherry Ember no es una mujer, como había pensado inicialmente, sino un hombre lo que definitivamente explica la insistencia de sus compañeros de que se quedara. La segunda y, probablemente, la más importante, es que ese hombre es nada más y nada menos que Kyle Broflovski.
De todos los lugares en que pensó se lo encontraría, luego de años sin verlo, ni en sus más locos sueños habría imaginado que sería en un jodido club de entretenimiento adulto; mucho menos uno donde Kyle trabajara bailando. Sin embargo, no cabe duda de que es el jodido judío pelirrojo; si Eric fuera otra persona, alguien que no haya dedicado la mayor parte de su infancia y adolescencia a memorizar cada parte del que alguna vez fue su rival, le habría tomado más tiempo identificarlo. Pero Eric no es cualquier persona, reconocería esa mata de rizos rojos, por más estilizado y bien cuidado que esté, dónde fuera y a ojos cerrados.
Se le forma un nudo en la garganta y no tiene del todo claro como sentirse, lo que sí sabe es que, aunque lo intente, no puede apartar la vista de Kyle, que se mueve por el escenario con obvia experiencia y utiliza el tubo en el centro de este con mucha más elegancia que la rubia antes que él. Hipnotizado y necesitando ver más, estar más cerca, se pone en pie acercándose al escenario abriéndose paso entre los cuerpos de personas que gritan cosas sin importancia, vitoreando y silbando en apreciación por el baile que no puede admirar del todo, enfocado en beber la imagen de Kyle y grabarla a fuego en su memoria junto a otras tantas. Llega hasta el borde del escenario, empujando a alguien fuera de su camino e ignorando sus protestas, sus ojos moviéndose frenéticamente por el rostro de Kyle rogando porque le devuelva la mirada, el deseo de que su atención esté sólo en su persona una vez más quema su interior haciendo su piel arder.
Y finalmente, luego de lo que se siente como una eternidad, los ojos de Kyle caen sobre él. Subido sobre el tubo, sostenido únicamente por sus piernas, que parecen infinitas con las botas altas que lleva puesta, su cuerpo arqueado en dirección al suelo, sus movimientos vacilan por un segundo a medida que el reconocimiento se expande por su rostro. Tal vez nadie más lo nota, pero Eric lo conoce mejor que nadie y por supuesto nota el momento justo en que sus piernas pierden el agarre por un segundo, así como el destello de pánico en sus ojos que desaparece en un parpadeo y por Dios, piensa tragando con fuerza viéndolo recuperarse inmediatamente y seguir con la coreografía, se ve muchísimo mejor de cerca.
No sabe si es la situación en sí, que tiene años sin verlo, o una extraña combinación de ambas cosas, pero el maquillaje que lleva, resaltando sus ojos y acentuando las pecas esparcidas por su rostro, provoca cosas en su interior a las que no quiere ponerles nombre. No porque no las reconozca, está demasiado familiarizado con esa sensación como para no saber a esta altura de su vida de que se trata, sino porque no se pensaba hacer responsable de sus acciones si se dejaba llevar por ese camino. Probablemente cedería al deseo de escalar por el escenario, cargar al pelirrojo sobre su hombro y llevarlo a algún lugar donde sólo él pudiera mirarlo; probablemente terminaría betado de por vida del lugar y no podría verlo nunca más.
La idea de no volver a ver a Kyle, así sea desde el borde de un escenario babeando por él como el resto de personas a su alrededor, le sienta mal y lo fuerzan a permanecer en su sitio. El hecho de que la mirada del pelirrojo no se aparta de la suya en ningún momento es otra razón más para comportarse. Las cosas que hace por el jodido judío, sinceramente.
El espectáculo termina demasiado rápido para su gusto, ¿qué importa que Kyle haya estado en el escenario por tres o cuatro canciones seguidas? Es muy poco tiempo. Pánico crece en su pecho al verlo hacer una coqueta reverencia y desaparecer tras las cortinas y sin detenerse a pensar se gira con intenciones de buscar alguna forma de colarse a lo que seguramente es el área de descanso de las bailarinas, pero su avance es detenido por Peter y Roger, que sonríen conspiratoriamente. Casa uno pasa un brazo por sus hombros, atrapándolo entre ambos arrancándole un gruñido porque está perdiendo el tiempo. Si el acto de Cherry Ember es tan exclusivo como parece ser, Kyle podría estar de camino a su hogar en ese instante mientras él está aquí, atrapado entre estos dos idiotas.
—¿Y qué te pareció? —pregunta Peter alzando sus cejas sugestivamente.
—No estuvo... tan mal —masculla tratando de sacárselos de encima.
—No estuvo tan mal dice —Roger ríe apretando su medio abrazo—, y prácticamente te lo estabas comiendo con los ojos. Pero no te preocupes, tenemos otra sorpresa para ti.
—¿De qué diablos...?
Pero no tiene tiempo a terminar la pregunta, siendo arrastrado por ambos a otra parte del club, más específicamente a un conjunto de puertas que no había notado cuando llegaron. Sin darle una explicación Peter abre una puerta y Roger lo empuja dentro, enormes sonrisas traviesas en sus rostros antes de guiñarle un ojo y cerrar la puerta en su cara.
—¿Qué carajo...? —murmura mirando la puerta con incredulidad.
Considera seriamente echarla abajo, al diablo las consecuencias, cuando el indiscutible sonido de tacones llama su atención y se gira buscando el origen. Al mismo tiempo, por otra puerta al otro lado de la habitación, entra Kyle Broflovski en carne y hueso, deteniéndose al verlo.
—Me tienes que estar jodiendo —murmura el pelirrojo, tan bajo que de no ser porque todo su ser está en sintonía con él lo habría pasado por alto.
Con una rápida mirada a su alrededor y las miradas conspiratorias que le dieron sus estúpidos compañeros antes de cerrar la puerta puede armar una imagen clara de para que se suele usar la habitación. El sillón apoyado en una esquina y un tubo de baile en el centro del lugar, más pequeño que el del escenario, confirma que es utilizada para bailes privados. Todo deseo de salir de ahí se evapora en un santiamén y, muy en lo profundo de su ser, considera seriamente regalarle el vino más caro que pueda encontrar a Peter y Roger porque, carajo, le han dado en bandeja de oro una oportunidad que no piensa desaprovechar.
Cuadra sus hombros sonriendo ampliamente y sin dudarlo un segundo se acerca a Kyle con toda la confianza del mundo; confianza que flaquea cuando el pelirrojo extiende un brazo deteniéndolo en sus pasos antes de poder llegar a una distancia prudente para tocarlo. Su sorpresa aumenta cuando es él quién acorta la poca distancia que los separa para simplemente empujarlo con brusquedad hacia el sillón; tropieza por el acto, pero logra mantenerse en pie al apoyar una mano en el borde del sillón, mirándolo con incredulidad. En respuesta, Kyle señala una placa en la pared a su lado, dónde se enumeran las reglas del uso de la sala privada y la número 1, escrita en letras grandes y rojas, es "No tocar". Gran sorpresa.
Encogiéndose de hombros se sienta en el sillón posando toda su atención sobre él. Ahora que la sorpresa de verlo nuevamente ha disminuido, y que se puede concentrar en pensar con algo más que su región sur, se percata de ciertas cosas que no notó antes. Como el hecho de que Kyle lleva el cabello más largo que antes, los rizos de su afro judío estilizados de forma más relajada, cayendo delicadamente alrededor de su rostro poco más allá de su mentón dándole un toque... bueno, angelical no es la palabra que usaría, tomando en cuenta el resto de su apariencia, pero se acerca bastante en su humilde opinión. Quién sea que le esté dando consejos de cómo cuidar el nido rojizo que llama cabello o, en su defecto, que lo esté peinando, se merece una caja de chocolates y un ramo de rosas porque es una jodida obra de arte.
También le presta más atención a su vestimenta, deslizando sus ojos por el resto de su cuerpo. Es bastante estándar en su opinión, negra de dos piezas, pero se ciñe a su cuerpo de forma tal que atrae la atención a ciertas partes, como sus caderas, y es fácil ignorar otras, como la ausencia de pechos; no que eso último sea un problema para él claro está. A pesar de lo simple, comparado a otros trajes que ha visto a lo largo de la noche, le causa cierta curiosidad. La parte superior es un cros top, que se corta por debajo de la línea del pezón dejando un pequeño espacio de piel expuesta para continuar con un cinto elástico unida por una hebilla y, cuando Kyle le da la espalda el material del top por detrás consiste en una malla que expone parte de su piel, y lamenta a penas poder ver las pecas que recorren su espalda. La parte inferior en su opinión es la protagonista del vestuario, siendo unos pantalones cortos de cintura alta, con la misma tela tipo malla abrazando sus caderas y pequeños espacios de piel expuesta entre la cintura y dicha malla.
Termina su recorrido en las botas de cuero negro, altas hasta alcanzar la mitad de su muslo casi rozando una banda elástica que lleva alrededor del izquierdo, conque emparejo su ropa, sorprendido nuevamente por la facilidad con la que se desplaza en ellas y sintiéndose algo mareado por la altura del tacón. Ni siquiera él se había atrevido en toda su vida a usar tacones tan altos, y eso que ha puesto sus manos en una gran variedad de pares.
Su atención regresa al rostro de Kyle cuándo este se acerca a él, al ritmo de la melodía que no se molesta en identificar, antes de caer de rodillas frente a él. El gesto, aunque parte de la coreografía, le arranca todo el aire y su cerebro entra en corto circuito. Joder.
—Veo que ya no eres un germófobo, felicidades —dice lo primero que le viene a la cabeza y se maldice porque ¿qué diablos, Eric?
—No soy un germófobo —responde Kyle deslizando sus manos por sus muslos y, por supuesto, sus ojos siguen el movimiento. ¿Es su imaginación o está haciendo calor?
—Es lo que dije, mírate nada más, retorciéndote en el suelo —por supuesto su boca tenía que cobrar vida propia en los momentos más inapropiados.
—Por amor a... —el pelirrojo se gira, no, espera, más bien se contorsiona y si alguien le hubiera preguntado jamás habría sido capaz de adivinar que tan flexible podía ser el judío.
De nuevo, joder.
—Pensaría que un trabajo como este ya habría sacudido la arena de tu vagina, Khal —señala, esta vez por mera diversión y con el total propósito de distraerse antes de que toda la sangre de su cuerpo viaje hasta el fondo de su ser. Eso sí que sería incomodo, por más que fuera un resultado esperado en situaciones como esta.
—¡No tengo arena en mi vagina! —replica alzando la voz y su expresión, que hasta el momento se había mantenido en un punto medio entre neutral y sensual, cambia a una de irritación que no desaparece en el siguiente giro que hace para ponerse en pie.
Bien, piensa Eric palmeándose la espalda mentalmente, puedo trabajar con irritación. La irritación en la expresión del pelirrojo es terreno conocido, es una emoción segura y aunque en su adolescencia tendía a hacer hervir su sangre, no precisamente de enojo, es mucho más manejable que lo que sea que esté pasando aquí. Un Kyle irritado era mil veces mejor para sus nervios, y su sanidad mental, que un Kyle exudando confianza y sensualidad.
—Khal, Khal, esa no es forma de hablarle a un cliente —una sonrisa maliciosa se expande por su rostro, su cuerpo relajándose al entrar en terreno conocido y bajando la guardia.
—De haber sabido que eras tú probablemente no habría aceptado ocuparas el resto de mi noche —rebate mordazmente y, ok, eso dolió.
—Hm, no parecías muy en contra de mi presencia allá arriba —señala vagamente en dirección a dónde sabe está escenario fuera de la habitación, enterrando en lo profundo de su mente la punzada de dolor que sus palabras provocaron. Es terreno seguro, se recuerda, es manejable.
—Lo que digas —rueda los ojos girándose para hacer uso del tubo de baile, apartándose del castaño que pronto echa de menos la cercanía.
—¡Oh vamos! Es más divertido de cerca, me estoy comportando —protesta agudizando la voz de esa forma pedante que solía utilizar en la infancia y que sabe lo saca de quicio.
La irritación en la mirada verdosa del contrario se convierte en fastidio, sus labios torciéndose en un gesto molesto que hace acelerar su corazón. ¿Debería consultar con alguien por qué le emociona y excita provocar esas reacciones en Kyle? Probablemente, pero hasta entonces eso no es asunto de nadie más que suyo, gracias. Sin embargo, el gusto de hacerlo enfadar le dura poco cuando la expresión de Kyle cambia a una maliciosa que fácilmente podría rivalizar con la suya.
Sin mediar palabra ni aviso, y con una agilidad que le sigue sobresaltando, Kyle da un giro en el tubo extendiendo sus piernas al frente soltándose del metal y cayendo frente a él de pie para, rápidamente, subir a su regazo aprisionándolo contra el sillón. Bueno, ''subir a su regazo'' es un poco extremo, la posición en realidad consiste en Kyle apoyando sus rodillas en el borde del sillón, a cada lado de sus muslos, y su cuerpo alzado a la distancia suficiente como para poder sentir el calor que emanan sus muslos sin que este roce sus piernas. En pocas palabras, la temperatura en la habitación parece aumentar 20 grados en un parpadeo y la preocupación de que su emoción sea evidente en sus pantalones se incrementa exponencialmente.
—¿No que... es una regla no tocar? —balbucea y no tiene tiempo de avergonzarse por ello cuando las manos de Kyle se apoyan en sus hombros, deslizándose lentamente por su pecho.
—Tú no puedes tocar —responde riendo bajo, los movimientos de su cuerpo más lentos y sensuales, impidiéndole pensar con claridad.
Quiere decir algo, lo que sea para regresar a la irritación anterior y no caer en la tentación de inclinarse y hacer algo estúpido, como besarlo.
—¿Cómo diablos terminaste trabajando en un lugar como este? —ok, desear decir cualquier cosa ciertamente no incluía hacer una pregunta tan estúpida e invasiva. Gracias cerebro.
—La paga es buena —Kyle parece no inmutarse por la pregunta, encogiéndose de hombros antes de apartarse, sus manos ahora recorriendo su propio pecho y la posición lo fuerza a bajar más cerca del regazo de Eric, casi casi bailando directamente contra él.
—No podía esperar menos de ti, judío, cumpliendo con los estereotipos —responde negando con fingida decepción, pero el comentario en lugar de molestarlo provoca que el pelirrojo se carcajee.
Es el sonido más hermoso que ha escuchado en toda la jodida noche. No cree poder vivir un segundo más sin escucharlo de nuevo.
—Las cuentas no se pagan solas —sus manos bajan por su abdomen hasta sus muslos, ayudándose sutilmente a mantener el equilibrio.
La mirada de Eric sigue el movimiento, por supuesto, y nota algo que no había visto antes, un pequeño bulto por debajo de la banda elástica en su muslo y, al inspeccionar más de cerca, nota otro en su abdomen oculto por la cintura de sus shorts. Curioso, sin pensarlo, alza una mano a punto de tocar el bulto en su abdomen, pero la mano de Kyle es más rápida, dándole un manotazo que le hace retirar su mano con un ruido de protesta.
—No toques —le recuerda el pelirrojo rodando los ojos.
—¡Tenía curiosidad! Por lo que sé podrías estar ocultando una navaja ahí y planear asesinarme. Seguro que tus chicas cubrirían el crimen con todo el gusto del mundo —bufa llevando su mano contra su pecho, ofendido. El golpe no dolió, por supuesto, pero un poco de drama no le haría daño a nadie.
—¿Qué es? —pregunta luego de que un minuto pasa en silencio, sin que el pelirrojo le dé una explicación.
Kyle suspira, deteniéndose finalmente y sin pena ni gloria se deja caer directamente en su regazo, acomodando sus piernas para sentarse cómodamente, antes de bajar la banda de su muslo revelando un pequeño dispositivo ovalado, pegado a su piel con una especie de adhesivo negro alrededor. Ladea la cabeza, curioso, con la vaga sensación de haber visto algo similar antes pero no pudiendo ubicar bien de donde, en parte porque está seguro lo vio hace mucho tiempo y en parte porque no es como que pueda pensar con claridad con el pelirrojo cómodamente sentado en su regazo.
—Es una bomba de insulina —aclara Kyle al ver la confusión en su rostro—, y un monitor —añade señalando el bulto en su abdomen.
¡Ah! Por eso se le hace familiar, recuerda haberlo visto con uno en más de una ocasión. Aunque lo recordaba más grande y... con otro aparato conectado.
—¿No usabas uno con un... tubo o algo así? —pregunta, sintiendo genuina curiosidad a la que se aferra con lo que le queda de cordura.
—Es más discreto —se encoge de hombros nuevamente acomodando la banda antes de alzarse nuevamente, pero en lugar de continuar con el baile se pone en pie por completo y Eric echa de menos el calor de su cuerpo casi de inmediato.
Maldición.
—Fue divertido verte de nuevo y todo, Cartman, pero tu tiempo terminó —le informa con frío profesionalismo.
Lo observa con la boca abierta, tratando de procesar el intercambio que se acaba de dar, o todo lo que ha sucedido hasta ahora para ser más preciosos. Se iría... así sin más y no se volverían a ver, al menos que Eric dedicara cada una de sus noches a venir al club, lo que no dudaría a hacer si es su única opción, pero sabe que a la larga no es rentable. Ni para su bolsillo, ni para su sanidad mental.
Pánico vuelve a apoderarse de él por lo que se siente la millonésima vez de la noche y se pone en pie acortando la distancia que el pelirrojo ha puesto entre ellos tomando una de sus manos entre las suyas. La reacción es inmediata: el cuerpo de Kyle se tensa y su rostro se retuerce en una expresión de furia, aunque en el fondo de sus ojos puede identificar un destello de aprensión, o miedo. No puede culparlo, si bien el pelirrojo se encuentra actualmente unos centímetros por encima suyo, es claro que esa ventaja de estatura es gracias a los tacones, y su cuerpo siempre se ha inclinado a lo delgado, contrario al suyo propio más grande y ancho. Kyle es fuerte, mucho más de lo que cualquier persona podría esperar por su apariencia, pero el castaño podría someterlo fácilmente si quisiera.
Sin embargo, su intención en ese momento no es intimidarlo, todo lo contrario de hecho.
—No me toques —gruñe el pelirrojo halando su brazo tratando de soltar su mano, pero Eric simplemente la aprieta un poco más acercándose más a él. Si realmente quisiera soltarse ya lo habría hecho, ¿verdad?
—¿Quieres tomar un café? —pregunta de golpe mirándolo con seriedad. No sabe si es su tono, la pregunta o lo repentino de esta, pero Kyle detiene sus intentos de liberarse de su agarre y lo mira con incredulidad.
—¿Qué diablos Cartman? —cuestiona frunciendo el ceño. El gesto no hace absolutamente nada para opacar la belleza de sus facciones. Joder, si que era un buen maquillaje.
—Tomar un café judío estúpido, tu y yo, ponernos al día —probablemente la respuesta sería mejor recibida si no estuviera sosteniendo su mano en contra de su voluntad, o acercándose a él haciendo que retroceda instintivamente.
—¿Por qué querría...? Cartman, hablo en serio, suéltame —lo ve cuadrar el resto de su cuerpo, pasando su peso de una pierna a otra y está seguro de que lo siguiente que recibirá será una patada en la entrepierna en lugar de una petición airada.
—Te he estado buscando —confiesa rápidamente y todo signo de agresión en el cuerpo de Kyle queda paralizado. Es un horror mostrarse vulnerable ante alguien más que sus propios pensamientos, pero ya abrió la boca y no puede parar—. Nadie sabía decirme dónde diablos habías terminado cuando terminaste de estudiar. No Kenny, no Ike y ciertamente no Stan.
El pelirrojo aparta la vista, sus mejillas enrojeciéndose ligeramente. Por vergüenza o por enojo, no lo tiene muy claro y es irrelevante.
—Tenerte bailando en mi regazo es ciertamente divertido, pero no es el mejor lugar para saber que ha sido de tu vida desde que dejaste South Park —finalmente deja ir su mano, apartándose y alzando las suyas en señal de rendición, demostrando que no piensa restringirlo nuevamente—. Un café, sólo eso te pido Kyle.
Y volver a vernos luego de eso, piensa, pero no dice. Sabe que no debería ser tan avaricioso, saber que Kyle está sano y salvo debería ser suficiente. Siendo honesto consigo mismo sabe que nunca ha sido ni sería suficiente; el pozo vacío en su interior probablemente no podría ser llenado por nada más que tener a Kyle a su lado por el resto de su vida.
—Un café —acepta el pelirrojo luego de un rato en silencio, tomándolo por sorpresa—, pero te juro por Dios que si vuelves a tocarme sin aviso desearas que no nos hayamos reencontrado.
Una enorme sonrisa se expande por el rostro de Eric y se apresura a sacar su teléfono de su bolsillo, extendiéndoselo con la lista de contactos abierta para que agregue su número, antes de que pueda cambiar de opinión. No pasa por alto, claro, que Kyle uso las palabras ''sin aviso'' en lugar de simplemente decir que no lo toque. Engañarse a si mismo nunca le había hecho daño a nadie, nadie que le interesara al menos, y era su especialidad.
—Por favor Khal, ambos sabemos que te mueres porque te toque —responde sin pensar bien sus palabras, mirando con entusiasmo sus dedos moverse por la pantalla del aparato.
—Me parece que eres tú el que se muere por tocarme —rebate regresándole el teléfono—. Te escribo en unos días para coordinar dónde encontrarnos. Ahora, fuera de mi sala privada —dice señalando la puerta.
—Lo que tu digas, Khal —canturrea guardando el teléfono caminando hacia la puerta.
—Y Cartman —está por salir cuando la voz de Kyle lo detiene. Se gira mirándolo con curiosidad, una mano en le pomo de la puerta y la otra dentro de su bolsillo junto a su teléfono.
—¿Sí? —pregunta cuando Kyle parece dudar lo que quiere decir.
El pelirrojo se balancea sobre sus talones, la energía nerviosa a su alrededor contrastando enormemente con la confianza de hace unos momentos. Finalmente parece decidir sus palabras y, como si de un interruptor se tratara, la expresión confiada regresa a su rostro mientras una sonrisa coqueta se extiende por sus labios; apoya una mano en su cintura y ladea la cadera al lado contrario, acomodando un mechón de cabello tras su oreja.
¿Quién diablos le dio derecho a verse tan... atractivo?
—Espero que pienses en mi cuando llegues a casa —murmura, guiñándole antes de girarse para salir por la puerta por la que entró.
Le toma un momento entender y cuando finalmente su cerebro hace la conexión, la sangre de todo su cuerpo se debate entre subir a sus mejillas o completar su camino a su entrepierna. Gruñe bajo saliendo rápidamente, avergonzado por la reacción de su cuerpo a algo tan sencillo. No hay duda de porqué diablos llevaba un nombre artístico tan ridículo como Cherry Ember.
Se detiene un momento en la barra para pagar su cuenta antes de apresurarse a la salida, lanzando un medio gesto de despedida hacia los compañeros de trabajo que seguían allí al pasar a su lado, no deteniéndose ni un segundo para dar explicaciones de su partida tan súbita. Lo menos que necesita es alimentar el pozo de chisme del trabajo y hacer algún comentario sobre lo que pasó en la sala privada les daría combustible por semanas.
De más está decir que, cuando llego a su departamento, sus pensamientos, sin duda alguna, fueron consumidos completamente por Kyle.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro