Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

9

Dos golpes con cautela, lo sacaron de su concentración en la pantalla del portátil, cuando su puerta se abrió un tercio y por ella, asomó la cabeza de Karen.

-Dime – Puso su mirada en ella.

-Tengo en recepción, a un hombre mayor que podría decirse que es el doble de papá Nöel, pero sin barriga, que me pregunta por ti – Explicó con ternura-. Dice que se llama Jimmy Carter, pero que su nombre no te diría nada – Se acercó y le hizo entrega de una tarjeta de visita.

-Así es – Frunció el ceño al aceptar la tarjeta, para leerla y de inmediato, al leer bajo el nombre entre cursiva” servicios especiales”, comprendió quién era-. Disculpa Karen – Se llevó su puño a la frente-. Ya sé de quién se trata. Es sólo, que no sabía cuando podría venir. Hazlo pasar, pero tráeme un café y pregúntale, que desea él.

-A tus órdenes – Se llevó la mano a saludó militar-. Quieres que vigile que nadie venga a molestarte, mientras te hallas reunido – Le guiñó un ojo divertida.

-Vale, pero sin placa a nadie en el suelo – Río, volviendo su atención al ordenador y guardar su trabajo, para poder estar atento al hombre.

Desde el momento que había decidido asentarse en Nueva York, para poder ir tras Harmonie, sabía que iba a necesitar algo de ayuda.

Por suerte, tenía sus propios métodos al ser periodista. Y no hacía falta, tirar de la mano de la familia de ella.

Solo había hecho un par de llamadas a unos colegas de profesión, y ellos, encantados le habían contestado que tendría respuesta, en unos días.

Lo que no se esperaba que fuera tan pronto.

Dos golpes firmes, lo sacaron de sus pensamientos, para que observará la entrada de un caballero alto, canoso y mirada viva.

-Buenos días, señor Garnier – Saludó con gesto de cabeza, tras cerrar la puerta a sus espaldas.

-Buenos días, señor Carter – Le saludó por igual-. Tome asiento – Lo invitó con gesto de mano-. No sabe, lo que me complace saber tan pronto de usted. Mis colegas, me han hablado muy bien de su trabajo.
Jimmy, sonrió tomando asiento.

-Uno a mi edad, se enorgullece de escuchar cosas así por su trabajo – Confesó con sinceridad.

-Por lo que veo, no le va estar jubilado las veinticuatro horas del día – Se interesó él, justo cuando eran interrumpidos por la aparición de Karen, con los cafés de ellos-. Gracias Karen.

La mujer asintió y se marchó de forma discreta.

-Eso,  lo disfruto igualmente – Cogió su café-. Pero ahora, solo trabajo de tanto en tanto, y me permito escoger los casos. A mi mujer, le gusta que me la lleve de incógnito, cuando hay casos que requieren largos paseos por las avenidas y tiendas comerciales – Informó consiguiendo arrancar una risa al otro.

-¡No me diga eso! – Río sorprendió Gerard-. Pues espero que con mi caso, su mujer pueda acompañarlo.

-Bien – Se inclinó hacia delante-. ¿Cuál sería exactamente mi trabajo?

-Se lo explico – Señaló él, pasándole la carpeta, que en su día le entregó Kénan, para comenzar abrir su corazón a la mirada de aquel buen hombre-. Resumiendo – Aspiró con fuerza, un buen rato después-. Me interesa, saber todos sus movimientos e inclusive, de sus amistades cercanas por un mes.

-Entendido – Asintió con gesto de cabeza-. Su rutina diaria, para poder acceder a ella en todo momento, de manera casual.

-Correcto – Asintió también-. ¿Le interesa?

-Sí – Aceptó de inmediato-. Es trabajo sencillo, rápido y ameno – Le sonrió divertido-. Cuando Le diga a mi esposa, que es por unan historia de amor con una princesa – Se reía-. Va a limpiar su agenda, para venirse conmigo siempre. No se preocupe, soy muy discreto y Rose…

-Tranquilo, viene con muy buenas referencias.

-En ése caso – Se puso en pie-. Nos vamos viendo señor Garnier – Se despidió con un apretón de manos-. Gracias por el café, que tenga buen día.

-Gracias por aceptar, que tenga buen día – Se mostró muy agradecido.

El reloj, marcaba la una y media del mediodía, dando por finalizadas las clases de aquel día, en el edificio de ciencias empresariales. Cuando Harmonie, salía charlando con un pequeño grupo de compañeros de clase, y fue interceptada por su amiga Penny, quien de forma disimulada la arrastraba de nuevo hacia dentro del edificio.

-¿Qué haces aquí? – Frunció el ceño, al saber que ella solía marcharse la mayoría de veces a comer con su grupo de periodismo-. No pienso presentarte al profesor – Bromeó, logrando que su amiga sonriera con cierta altivez.

-Ni falta que me hace – volteó los ojos al techo-. Además, demasiado serio para mí gusto – Volvió a sujetarla del brazo-. Pero esa no es la cuestión – Se puso seria-. Harmonie, creo que no viste al periodista afuera, junto a la valla.

De inmediato, apareció un ceño fruncido en el rostro de la chica, que con dos pasos, se aproximó a ventanal de la puerta y observó a hurtadillas.

-Maldita sea – Gruñó por lo bajo, al reconocer de inmediato al pesado de turno-. No comprendo, se por Enora, que mi familia se encargó de callarle la boca a ése idiota. Y a cambio, ya sabes que les prometí no cometer ninguna tontería más.

Penny, soltó una risa llena de sarcasmo.

-Lo que tú familia no sabe, es que terminaste la lista de tonterías, sino, aún hubieras aparecido alguna vez más – Su amiga, le hizo un gesto de silencio con él dedo y un coqueto guiño de ojos-. ¿Por qué no llamas a tú familia?

-Y levantar el radar de mis padres – Dijo alarmada-. Ni hablar.

-Digo a tú cuñado. Sabes que él, es discreto – Le sonrió traviesa-. Pero hazlo con una video llamada – Se río fuerte-. Está tremendo.

-Tú no tienes vergüenza – Meneó la cabeza riéndose-. Por hoy, dejémoslo estar, saldré por la parte de atrás, aunque deba dar más vuelta.

Penny soltó un quejido en desacuerdo.

-¡Genial! – Chascó los dedos-. Vamos a ponernos de barro hasta los tobillos, porque te recuerdo, que volvió a llover ésta mañana.

-Pues después, va todo a la lavadora y punto – Puso los ojo en blanco-. Niña de papá – La insultó con burla, caminando en dirección contraria a las puertas principales.

Dos días después.

No eran ni las siete de la mañana, cuando el timbre de su casa, los despertó de cierta forma intensa y a la vez, agresiva.

-Cielo, algo ocurre – Le tocó el hombro a su marido, quien soltó un gran bufido, tras mirar la hora en la mesita de noche-. Ves abrir tú, que yo necesito ir primero al baño.

-No me hago responsable de lo que pueda ocurrir – Sentenció, mientras agarraba una camiseta y se la ponía a trompicones, dado que no dejaba de gruñir, cada vez que volvía a sonar el timbre-. Por primera vez, voy a utilizar la carta de inmunidad diplomática – Refunfuñaba por el oscuro pasillo, hasta que llegó a la entrada y sin mitigar su rabia, abría de forma abrupta la puerta principal-. ¡Me importa un pepino quién seas! Te voy a meter el timbre por… ¡Emmanuelle! – Gruñó achicando al máximo su mirada-. Llegó a saber que venías tú, y le metía un alfiler al timbre – Soltó con mofa, dándose la vuelta para cederle el paso-. No te ofendas, pero me invade la curiosidad si tú sangre es azul de realeza o negra, por descendiente de la madre de Cruela De Vil.

-Sabes que tengo inmunidad diplomática joyero – Le soltó con burla, consiguiendo que éste frenará en seco sus pasos de camino a la cocina, por sus palabras, al tiempo que Jacqui aparecía con risa malévola.

-Pero que monada – Se burló-. Haber si resultáis almas gemelas de otra vida – Soltó una fuerte carcajada, ante el símbolo de arcadas de su marido.

-De seguro, que lo habría manejado más tieso que el palo de una escoba – Se río la mujer mayor, soltando su bolso en la entrada para ir hacia ellos-. No como ahora, que no sabe hacer las tareas que se le encomienda.

-Ahora, es cuando comprendo el porqué se le dio sabor al anticongelante del coche – siseó a media voz, pero con las comisuras alzadas-. ¿Café? – Preguntó Kénan, volviendo a encaminarse a la cocina seguido por ellas.

-¡Kénan! – Le reprendió Jacqui.

-Déjalo mujer – Se río su madre-. Si en el fondo nos queremos.

-Suegra, refréscame la memoria – Le soltó con ironía tras la barra de la cocina-. Eran dos cucharadas de arsénico o de  azúcar, con el café…

-Sabes que pelotas como las tuyas, me las desayuno cada día – Señaló la monarca con mirada glacial y sonrisa abierta.

-¡Te lo dije o no te lo dije! – Se giró el hombre divertido hacia su esposa-. Que tú padre estaba castrado en más de un sentido.

-¡Bueno, vale ya! – los increpó Jacqui, alzando sus brazos al aire-. Parecéis dos críos de parvulario. ¿Mamá, a qué se debe tu visita?

-¿Qué órdenes le distéis al señor Garnier? – Inquirió tornando su semblante serio. 

El matrimonio, se miró por un segundo a los ojos sin decirse nada, para después fijar la mirada en la mujer.

-¿Cómo qué órdenes, mamá? – Se cruzó de brazos Jacqui, esperando una respuesta.

-Cuando nos reunimos por segunda vez, decidimos que era momento de que el señor Garnier, actuara nuevamente – Soltó con barbilla alzada a modo impertinente.

Kénan,  hizo como que cerraba una cremallera en su boca y se giraba a seguir con su tarea del café, pasando la pelota a su mujer.

-No es así mamá – Suspiró con fuerza, acariciando su pequeña barriga-. Recuerda, que decidimos estar apartados.

-¡Entonces, porqué fue Kénan a verlo! – Dijo en crispada.

-Simplemente, para hacerle entrega del historial de actividades de mi hermana – Señaló sentándose en el taburete de la barra americana, cuando Kénan Le servía una jarrita de metal con agua caliente, y a lado, una taza con un sobre de pirámide de manzanilla-. Y lo que decida hacer con ello, es cosa de él, mamá.

-Y de verdad estáis así de tranquilos – Entrecerró la mirada-. No me creo que n hayáis puesto vigilancia.

-Pues no – Aseguró Jacqui, agarrando su manzanilla y dando un par de sólidos, para dar un pequeño trago.

- ¡Pues esto,  se me va hacer eterno! – Reconoció con un gran refunfuño, mirando al hombre con ojos suspicaces-. ¿Cómo lo viste?

-¿A quién? – Frunció el ceño.

-A Gérard, tonto – Soltó con un poco de desesperación.

-Mamá, cálmate un poco – suspiró ella-. No es bueno para nadie de la familia, porque nos aumentes nuestra angustia.

-Suegra querida – Habló con tono calmado-. Son dos tontos enamorados, que han sufrido por sus errores y los nuestros – Señaló con resignación-. Son ellos, quienes deben hacerlo. No puedes crear un mandato para que sus corazones se perdonen y se vean obligados a convivir…

-Muy bien dicho tesoro – Sonrió Jacqui, bajando del taburete-. Necesito ir de nuevo al baño, no te vayas aún  – Pidió alejándose de forma apresurada por el pasillo, dejándolos solos.

Fue cuando Kénan, miró un segundo al pasillo y después a la mujer mayor.

-Que quede entre tú y yo – Achicó la mirada Kénan, empleando un tono muy bajo-. Digamos, que sé un poco más de la situación.

-Ya sabía yo, que no podías ser tan tonto – Sonrió con mirada pilla-. Escupe joyero.

-Mira, que siempre me descoloca, cuando me hablas de ése modo suegra – rio-. Gérard, se encuentra trabajando en Nueva York – Los ojos de la mujer, se iluminaron-. Lleva allí unas semanas. Y algo me dejó caer, de que tenía un plan – Se encogió de hombros-. Y ahí, de momento se basa mi investigación particular.

-Es poca – Le sonrió con satisfacción-, pero más que suficiente para mis nervios.

-Bien, pues ni una palabra a nadie – soltó con tono amenazante-. No quiero, que el hombre sienta que no puede confiar en mí, ahora que estamos trabando cierta amistad.

-Ningún problema – se hizo la cremallera-. Y ahora que mis nervios se templaron un poco – Hizo cierto puchero con sus labios-. Tengo hambre yerno…

-Pues yo no tengo pelotas de personas en mi nevera – Bromeó Kénan, justo cuando reaparecía su mujer.

-¡Me vais a desquiciar con vuestras pullitas! – Los riñó a los dos-. Voy a cambiarme y nos vamos a desayunar fuera, mamá.

-Bien – Aceptó ella.

-Por mí genial – Se alegró él-. Podré desayunar sin tener que vigilar mis espaldas.



El profesor, como siempre ocurría aquel día, que la clase duraba dos horas, daba unos cinco minutos de descanso al cabo de una hora. Dándote tiempo de ir al baño, o hacer un piscolabis, dado que era cerca de las dos del mediodía. Aquella vez, se había quedado sentada en su silla con los ojos cerrados, tratando de despejar un poco su mente. Cuando al abrirlos y observar que todo el mundo iba volviendo, entre ellos se hallaba su amiga Penny.

-¡Qué haces aquí! – Soltó entre sorprendida y divertida, al ver cómo tomaba asiento a su lado-. Están a punto de cerrar la puerta del aula – Justo lo dicho, aparecía el profesor hablando con otro-. Vas tarde y no sabes dónde te acabas de meter – Le advirtió con diversión.

-Se anuló mi última clase, que  profesor tuvo un percance con su bicicleta al venir a la universidad – Rebufó en cogiendo sus hombros-. No quería irme sola a casa – Puntualizó mirando hacia la puerta del aula, para recolocarse sus gafas-. ¿Cuál es tú profe? – Preguntó con sumo interés.

-Ni hablar – Se rio Harmonie-. No sabes como las gasta y como sepa, que te has colado…

-Vaya, vaya…  - Sus comisuras se alzaron-. Que calladita te tenías ésta clase.

-Luego, no me digas que no te advertí… - Siseó volteado los ojos al techo-. Al menos, haz que tomas apuntes por favor – Suplicó.

-¿Con la vista o con bolígrafo? – Bromeó expresamente, sabiendo que la sacaba de las casillas.

-¡Penny! – río solo para ellas, al ver que cerraba la puerta del aula.

-Bien clase – alzó la voz grave-, continuemos donde lo dejamos…

-¡Joder que voz! – Señaló Penny con los ojos como platos, totalmente ensimismada en él.

-Hay dios – Se apretó Harmonie el puente de la nariz-. Olvídate de él – Soltó con voz amargada-. Los tíos de su edad, no buscan chicas de la nuestra…

-A ti,  t hace falta un exorcismo de amor nena – Dijo en un susurro y con la mirada achicada.

-No digas idioteces – Refunfuñó agachándose un poco en el asiento-. Y calla no llames la atención, quieres…  Sube por las escaleras por tú lado. Que te va ha pillar fijo – Susurró nerviosa.

-Menudo andar que tiene – Babeó la joven chica-. Has visto como se le marca el pa….

-Schhhh – Trataba de no reírse

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro