Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

8

No había cogido el paraguas, y tenía pinta,  que no tardaría en llover. Solo esperaba, que le diera tiempo a llegar a la oficina sin empaparse.

Y por culpa de ello, parecía, que el autobús iba más lento de lo normal, cuando una vez más, se detenía tras haber recorrido apenas unos treinta metros, consiguiendo arrancarle un resoplido de mal humor.

Y fue, cuando la vio.

Como no hacerlo, con aquel nuevo peinado que llevaba. Extraño, si no quería llamar la atención sobre su persona, pero idóneo, si ibas en plan rebelde contra los puntos fuertes de la modestia en decoro.

Aún así, sus ojos se empaparon de su belleza, de su nuevo corte de cabello y de su dulzura.

Era Harmonie, pero no era ella. A pesar de estar con la mirada perdida, veía el cambio que había dado la chica. Su postura, sus ropas... No era la pequeña princesa que su cerebro se jactaba de recordarle. No, aquella chica era quién ella siempre trataba de decirle que era, en el último tiempo.

Era la dulce y apasionada mujer, que había tenido entre sus brazos. Dándole  unas horas mágicas, donde entre ellos, todo había sido perfecto. Hasta que su cerebro, había tratado de defenderse cuando ella desapareció de aquella manera.

Cuánto tiempo le había costado dar aquel paso, para comprender que había sido un idiota. No tenia que haber callado nunca a su corazón. Pero la vida, no te daba un fin, cuando tú se lo pedias. Solo te daba una pausa, para que volvieras a empezar donde te quedaste.

Pero ahora, parecía que el universo se había detenido por un segundo, para que pudiera observarla.

Estaban juntos pero no lo estaban, era una sensación rara.

Aunque su corazón, le pidiera con su latido que bajara y fuera con ella, sabia que no era el momento.

No iba a servir una disculpa. Habían muchas cosas por el medio que debían dejar atrás. Si aceptaba que él, entrara en su nueva vida, iban  tener que confiar mucho el uno del otro. Y conocerse mutuamente, porque ahora que la veía, reconocía que había sido un imbécil de no pararse y observar, solo quedarse con sus conjeturas.

Ella, era una joven adulta y preciosa, nada que ver con una niña rica mimada, como siempre le había hecho creer.

Y justo, cuando ella giraba el rostro por el ventanal de aquella cafetería, que el autobús reanudaba la marcha, siendo el único que conocería el secreto de aquel encuentro extraño, donde ella creería por unas milésimas de segundo, que lo había visto, pero una vez más se diría con su voz interior, que solo era una mala pasada de su subconsciente.

Diez minutos después, entraba en su oficina justo cuando empezaban las primeras microscópicas gotas a caer, y le venía a su encuentro una chica joven.

-Gracias Karen - Sonrió a su secretaria, cuando le entregaba los informes pedidos, más una generosa humeante taza de café-. Dame al menos un respiro de media hora  - Le suplicó, logrando arrancarle una sonrisa a la chica.

Soltó un suspiro que escondía muchas inseguridades, tras dar un largo sorbo al oscuro líquido.

Ya se encontraba desde hacia una semana, instalado en la misma ciudad. Podía decirse, que las estrellas empezaban alinearse poco a poco, a su favor. A pesar de que hubo rechazado aquel puesto tiempo atrás, por cubrir aquel reportaje en África durante unos meses, que, cuando les llamó, le abrieron los brazos encantados.

No era exactamente lo que quería en su vida en aquellos momentos, pero como le dejaban carta blanca en sus publicaciones, tampoco estaba tan mal del todo, dado que podía ir evolucionando en su proyecto personal.

Sonrió para sus adentros, porque en verdad, tenia dos proyectos personales, por así decirlo. Uno, su colección de fotografías para hacer una exposición y convertirla a más a más, en un libro. Y la segunda, cierta princesa rebelde.

A quién, ya le tenía un plan de acercamiento. Había que recalcar, que tenía más que claro, de mostrar gran indiferencia con ella, si no quería ver como volvía a desaparecer de su lado. Debía ser así, si quería que ella lo aceptara en la misma ciudad.

Por suerte. Kénan ya le había informado que su familia no iba a intervenir, a no ser, que cometiera alguna locura que necesitara de mano dura. Pero creía, que con su presencia por allí, su sistema nervioso colapsaría un poco, logrando que no estuviera pendiente de realizar una nueva tontería.

-Sabes que te esta sonando el teléfono - le inquirió una amiga, sentada junto a ella, en aquel rincón del café. Harmonie, volteó los ojos con gran fastidio, pues había estado por unos minutos perdida, tras haber notado un pequeño vuelco en su corazón, tras haber vivido una pequeña alucinación, logrando arrancarle una sonrisa a su amiga Penny-. No vas a conseguir nada más que insistencia, si continúas con ésa actitud-. Le reprendió de forma amistosa.

-Te cambio a mi madre por la tuya - Chascó la lengua, sin siquiera echar un vistazo a la pequeña pantalla que se iluminaba de forma intermitente.

-Ni de coña - Rio Penny de forma exagerada-. Pero esta vez, se trata de tu hermana Enora.

Se volvió a mirar a la chica, con cierta penumbra en su mirada.

-Ya hablaré más tarde con ella-. Señaló con voz temblorosa.

-Harmonie - Empleó cierto tono lastimero-. No puedes hacerle éso a ella. Sois mellizas, siempre habéis estado juntas. Debe estar pasándolo muy mal, con el hecho de que te hayas ido lejos de ella.

-Tiene a Damian - Se excusó, agarrando sus apuntes y el móvil, para guardarlos juntos en su bolsa-. Debe empezar hacerse a la idea, de que no vamos a estar siempre juntas.

-Cierto - La observó aún sentada, comprendiendo que quería estar sola-. Pero no es como lo estás haciendo.

-Tal vez - Se alzó de hombros-, pero es el camino más rápido - Hizo un intento de amago de sonrisa-. Nos vemos en el apartamento mas tarde.

-No hagas tonterías - Le amenazó seria, soltando un profundo suspiro, al ver como se alejaba hacia la calle.

¡Fantástico! Hasta el día, le iba acorde con su estado de ánimo. Pensó de inmediato con rabia, al ver como afuera, caían unas leves gotas bajo un cielo gris muy amenazador.

No es que se hubiera vuelto una imbécil, desde que se mudase a Nueva York, pero casi… Pensó dejando escapar una leve sonrisa con sus comisuras. Por supuesto que encontraba a faltar a su familia, y como no, el ir a todos lados con Enora.

Pero había tenido muy claro, que ahora, le tocaba enfrentar aquella etapa lejos de todos ellos. Quería saber quién era y qué quería… El amor, era un apartado archivado en su corazón.

Se había dicho tantas mentiras así misma, que necesitaba desintoxicarse, probarse así misma.

No es que hubiera vívido un fracaso, pero había necesitado ver que no eran mentiras de una juventud engañosa. Sino más bien, un amor desafortunado.

Y por ello, que primero había necesitado cometer unas pocas idioteces inmaduras, subir su adrenalina para después, recurrir a la madurez que siempre le habían inculcado. Probar lo que le había sido negado. Para escuchar su interior y demostrar, que no estaba equivocada.

Y lo había conseguido. Pero que santa ostia se había pegado, al saber que tenía una herida a corazón abierto. Quien no creía que el tiempo, fuera capaz de mitigar… Sólo, podría vivir con ello hasta que su alma fuera libre en aquella vida o en la siguiente.

Cruzaba el paso de peatones, para poder adentrarse en Central Park. Sabiendo que no hacia día para ello, pero le calmaba el pasear por allí y poder perderse, aunque en aquella ciudad, podía difuminarse muy bien con el resto de los transeúntes. Tanto, que solo tenía tras sus pasos un guardaespaldas.

De sobras, sabía que siempre la seguían. No se creía, que sus padres la dejaran a su libre albedrío. Pero si que era cierto, que la gente no los notaba y ella, solo en alguna pequeña ocasión, como en aquel momento… Solo le dio un saludo leve de cabeza, dándome a entender que comprendía, que necesitaba sentirme sola allí, sentada en aquel banco.

Fue cuando notó como le vibraba una vez más, su teléfono. Abrió la bolsa de tela, para ver como el nombre de su hermana, volvía aparecer en pantalla. Lo miro por un segundo, cogió aire con mucha fuerza y se llevó el aparato al oído.

-Una vez más, vuelvo a ser yo quien te llama y no tú, como me prometiste – Saludó desde el otro lado de la línea con voz nerviosa, algo, que nunca había visto en Enora. Cerró por un momento los ojos con fuerza, para no soltar lágrima alguna-. Me importa tres pepinos si soy una pesada, pero no pienso dejar de molestarte…  - Calló por unos segundos-. Joder Harmonie, eres mi mitad y lo sabes…  Cuando una no está bien, la otra tampoco…

-Siempre vamos a ser una sola – Le señaló con lágrimas resbalando por su rostro-. Y siempre serás la hermana pesada de las tres – Rio con sus lágrimas, ocultas por la suave cortina de lluvia que empezaba a caer.

-Y también la más guapa, no te olvides de añadirlo – Trató de bromear, sin querer ocultar que también se hallaba con lágrimas por su ausencia.

-Creída – Rio,  observando como muchos empezaban a abandonar el lugar-. Enora – empleó un tono cariñoso-, no me vas a perder, no quiero que temas por algo así.

-Pues a la próxima, ponte un puñetero traje de astronauta, para subirte a una maldita carrera de coches – Masculló con gran ironía, no pudiendo ver como su hermana volteaba los ojos al cielo lluvioso.

-Sólo han sido experiencias que quería vivir, saber que era un subidón de adrenalina.

-Joder, pero me rebotó a mi ése subidón cuando me enteré de ello – La interrumpió con un gran refunfuño-. No me gustó nada.

-Pero no ocurrió nada – la tranquilizó-. Y no me pasará nada, porque solo eran unas pocas cosas que quería hacer, y nada más.

-Fue por Gérard, verdad – inquirió-. ¿Qué te dijo, para que hicieras ésas cosas?

Aspiró con fuerza, mientras recordaba palabras del hombre de diferentes encuentros, causando que hubiera un nuevo volcado de lágrimas.

-No fue por él – Carraspeó un poco, para quitar ésa voz rota-. Quiero decir, que me hizo ver lo diferentes que eran nuestros mundos. Tiene razón y siempre la ha tenido.

-Es un gilipollas – Insultó su hermana rabiosa.

-Mamá, se enfadaría si te escuchase hablar en éstos momentos – La reprendió con algo de humor.

-Ella, también nos ha hecho enfadar mucho con sus acciones – Respondió, mostrando por lo que estaban pasando todos-. De modo que se aguante con nuestras acciones.

-¿Cómo va todo por ahí? – Se atrevió a preguntar.

-Nuestros padres, bastantes más calmados – Soltó un resoplo con exasperación-. Creo que han aprendido la lección, o tal vez, Jacqui junto con kénan, los frenan mucho… Aunque va muy bien, que Jacqui se halle embarazada – río divertida-. Así los tiene más entretenidos con ella. Me sabe mal, pero lo lleva muy bien y lo tiene asumido. Y yo, triste porque te tengo a una gran distancia, con miedo a que decidas vivir lejos de mi para siempre.

-Enora – Trató de reprenderla con voz melosa y una sonrisa en sus labios.

-Sí, ya sé ya sé – Rio-. Prohibido ser egoísta. Al menos doy las gracias, porque no hayas querido irte a reencontrarte al Tíbet, o peor aún, metiéndote a monja en un convento.

-¡Enora! – Soltó una carcajada.

-No es que quieras hacer tu vida en la conchinchina, porque siempre podemos coger un avión o hacernos, una video llamada…. – Confesó con cariño-. Es miedo, a sentirme abandonada, porque no vayas nunca más a necesitar de mí, porque yo si necesito de ti… - Absorbía las lágrimas por la nariz-. Y creo, que jodí la llamada quedando como una tonta.

-No – río entre sollozos-. Porque también te quiero y te necesito, para muchas cosas en mí vida, pero necesitaba probarme a mí misma.

-Eres muy valiente – Le dijo con cariño.

-Tú también, desde un principio siempre has sabido lo que quieres y vas a por ello.-Soltó con orgullo.

-Deberían darnos un premio – Bromeó Enora, sacando una risa más a su melliza.

-Voy a tener que colgarte, porque está empezando a llover más fuerte y me hallo en Central Park – Señaló levantándose del banco de madera-. Prometo de corazón, que te llamo yo a la siguiente.

-De acuerdo, cuídate hermanita. Te quiero mucho.

-Y yo. Adiós – Dijo, antes de cortar la comunicación.

Enora, colgaba la llamada bajo la atenta mirada de su hermana Jacqui, quien no dudó en acercarse y darle un enorme abrazo.

-Lo has hecho muy bien.-Sus ojos también descargaban lágrimas, con tristeza y comprensión por sus dos hermanas-. Pero si de momento, no nos llama a su lado, hay que respetarlo. Necesita estar sola, para comprenderse.

-Lo sé, pero no poder estar junto a ella, para poder abrazarla cuando llora – Apretó sus brazos más fuerte, para acercarse más a ella-. Es muy difícil.

Y en aquel abrazo, las encontró kénan, que salía del despacho del fondo del pasillo.

-¿Porqué están llorando, dos de mis chicas favoritas en el mundo? – Se acercó hasta ellas, para depositar un dulce beso a cada una en lo alto de su cabeza-. No son ni las diez de la mañana, y creo, que las hormonas de mi mujer se te han pegado – Bromeó, para aplacar la tristeza que vio en ellas.

-Acabamos de colgar la llamada con Harmonie – Informó Enora.

-¿No fue bien? – Preguntó con cierto pesar, observando como su esposa, hacia gesto negativo con su cabeza.

-Nos sigue apartando – Se encogió de hombros la joven-. Dice que se está conociendo así misma, lejos de todos nosotros. Necesitaba saber, si todo lo que es y le gusta, es verdad. Y no, impuesto en su subconsciente por nuestros padres y por pertenecer a la realeza, donde siempre, hemos tenido que medir nuestras acciones.

-En parte, tiene razón – Corroboró Kénan con actitud pensativa-. ¿Y respecto a Gérard?

-Nada, salvo que creo que sigue enamorada de él – Se acomodó el cabello tras la oreja, en un claro gesto de nervios-. Es decir, por lo que me dijo, defendiendo que él siempre señalaba con razón sus diferencias – Lo miró dubitativa-. Eso, me hace entender que la única en salir rota de aquella embarcación, fue ella con lo que sucediera allí – Los miró a los dos de forma alternativa-. Y que aún así, sus sentimientos siguen vibrando por él…. ¿Me equivoco? – Se cruzó de brazos-. Venga ya cuñado, se que fuiste a buscarlo tú y que papá, fue el culpable de que se hallará en la embarcación.

-Sabemos lo mismo que tú – Interrumpió Jacqui, agarrando un vaso para volcar agua de una jarra-, y sí, creo que ella lo ama – Bajó la mirada triste al vaso, para dar un pequeño sorbo-. Desconozco lo qué ocurre con Gérard.

-Yo creo que también la ama – Decidió compartir kénan, con un tono cauteloso, observando como su cuñada soltaba un bufido por su sugerencia.

-Discúlpame, pero no lo tengo muy claro – Expuso con cierto resentimiento-. Han pasado cinco meses ya, y no hemos visto que él, haya ido a buscarla.

Kénan, le dedicó una sonrisa cariñosa a la joven.

-¿Tengo que refrescarte la memoria, lo que tardamos tú hermana y yo? – Con aquello, hizo que su cuñada en vez de gruñir, pasara a fruncir el ceño, en actitud meditativa-. Los dos, teníamos muchos pensamientos contradictorios por quienes éramos cada uno…

-Cierto – Afirmó Jacqui divertida-. Una dulce heredera contra un temible playboy.

-¡Oye! – Se llevó el hombre la mano al corazón-. Menudo golpe más bajo, mi reina.

-Enora, solo nos queda esperar y respetar los tiempos de cada uno – Señaló con resignación Jacqui, mirando la hora en su móvil-. Y creo, que nuestro tiempo también ha finalizado. Todos debemos volver a nuestras obligaciones.

-Como se nota, quién lleva los pantalones aquí – Bromeó Enora, mientras con mofa, le guiñaba un ojo al hombre.

-Soy un simple títere – añadió jocoso-. Para que después venga Emmanuelle, y me suelte que soy un pillín – Agarró sus llaves del bolsillo-. Vamos chicas, que os acerco a dónde me pidáis.







Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro