
Capítulo II
El departamento de Cata quedaba en pleno microcentro, a dos cuadras del obelisco. El bullicio del tránsito acelerado hizo que a Tina se le renovara el nudo en la garganta que intentaba tragar hace meses. Necesitaba aire. Intentó bajar el vidrio de la ventanilla del Twingo 2001 de su amiga sin éxito, quedándose con la manija en la mano.
—No sé que estás esperando para cambiar este auto —murmuró entre dientes sacudiendo el levanta vidrios de plástico.
—Nunca, porque lo adoro a mi chiquito.
—Y ahora, como están las cosas en la editorial, menos podrías —Tina apoyó su cabeza en la ventanilla y suspiró.
—Amiga, va a salir todo bien. Estuve pensando varias ideas que te van a ayudar a vos y a la editorial.
—¿Qué ideas, Catalina...? No sé por qué no tengo ni ganas de saberlas.
—Podés salir de esa nube de negatividad que te envuelve. Cuando lleguemos a casa te tiro las cartas.
—No quiero saber lo que me deparan las cartas. Ni tus ideas. Cada vez que se te ocurre algo nos metemos en problemas peores de los que estamos.
—Aunque sea una limpieza de aura, te vendría bien. Abrí la gaveta que hay unos folletos —pidió Cata mientras giró el volante para salir de la avenida.
Tina miró de mala forma a su amiga, pero hizo lo que le pedía. Abrió la gaveta y varios papeles, folletos y envoltorios de galletitas cayeron sobre sus piernas.
—Es el blanco —señaló Cata sin despegar la vista de la calle.
—«Clínica de fertilidad» —leyó Tina, el folleto de su mano—. Fertilización asistida, ovodonación, fecundación invitro. ¿Qué es esto Cata?
—Una de mis ideas.
—¿Una de tus ideas? ¿En la situación en la que estamos me vas a decir que querés tener un hijo? —Cata largó una carcajada.
—Obvio que no.
—¿Entonces... qué querés? ¿Alquilar el vientre? Es la última locura que te falta...
—Esa no la había pensado...
—Frená el auto y bajá el vidrio porque estoy a punto de ahogarme.
—Podés dejar de ponerte tan loca, Tina
—Y vos dejar de decir idioteces, Cata.
—Ovodonación.
—¿Ovo qué?
—Donación de óvulos, Tina. Estuve averiguando y pagan bastante plata. Buscan mujeres entre dieciocho y treinta y cuatro años.
—Estás loca de remate.
—Llegamos.
Cata estacionó el auto y Tina se apresuró a bajar propinando un portazo. Amaba a su amiga, pero también la exasperaba. Era una de sus muchas cualidades.
—Es un procedimiento sencillo y no tiene ningún riesgo —explicó Cata.
—Abrí el baúl, dale.
—Como donar sangre —siguió Cata mientras abrió el baúl y le entregó una de las cajas a su amiga. Luego tomó otra y avanzaron hasta la entrada del edificio.
—Me parece que leer tantos libros te está afectando la cabeza.
—El ascensor no funciona, tenemos que subir por las escaleras.
—No sé en qué momento se me ocurrió que venir a vivir con vos era buena idea —gruñó Tina apoyándose en el rellano.
—Cuando no tuviste dónde caerte muerta —respondió Cata mientras empujaba con la caja a Tina para que suba el primer escalón.
—Muy graciosa.
—Dale, que esto pesa un montón.
Al llegar al departamento, dejaron las cajas en el suelo y se desvanecieron las dos de forma exagerada en el sofá. Tina sentía un cansancio abrumador, como si todas las noches de insomnio se le cayeran encima. No dormir le estaba pasando factura.
—No es una mala idea —susurró Cata algo agitada por la subida en escalera.
—¿El qué?
—Lo de la ovodonación. —Tina miró a su amiga entrecerrando los ojos.
—¿Y traer más niños a este mundo podrido...? No gracias. Paso.
—Pero no los estarías trayendo vos. —Cata se enderezó en el sofá acercándose a su amiga—, y pensálo de esta forma, estarías ayudando a una familia que sueña con tenerlos y no puede.
Tina se quedó unos minutos en silencio, su mirada perdida en algún punto de la blanca pared. Aunque no tan blanca, ¿Ahí había una mancha? Se levantó hacia ella.
—Eso puede ser, ¿Y yo ni me enteraría si de mis óvulos sale un niño, no? —preguntó tocando la pared.
—Claro que no. Solo es una extracción. Como donar sangre, ya te lo dije.
—Ay, cata, me parece una locura. —Tina comenzó a caminar de un lado a otro. El movimiento la ayudaba a pensar y a descargar la ansiedad que no podía sostener estando quieta—. Pero en este estado en que me encuentro cualquier locura es poco. Nunca imaginé estar en esta situación. Pero sabes muy bien como soy. No puedo dejar las cosas libradas a la suerte. Entregar mis óvulos y no saber que resulte... No sé, Cata... No es una tontería.
—Tina, ya dejá de ser tan estructurada, ¡Por Dios! —Cata se paró y la detuvo tomándola de los hombros—. Las situaciones extremas necesitan medidas extremas. Tomálo como una posibilidad de cambio también, de desestructurarte un poco y dejar de querer controlar todo tanto. Hay cosas que no se pueden controlar amiga.
—Lo sé bien. Me lo demostró la vida. Pero sabés que me cuesta muchísimo. —Tina volvió a desmoronarse en el sillón mientras cata fue hacia la cocina y volvió con dos copas y una botella de vino.
—Sí, lo sé, pero desdramatiza que no es para tanto. Además, es una salida. No tenemos muchas...
—Está bien... Lo voy a pensar —respondió Tina después de beber de la copa que le entregó su amiga—. Pero tampoco es que esto me saca del problema. Estoy a punto de perder la casa y la editorial es una bomba a punto de explotar.
—Bueno, pero por lo menos con esa plata podés saldar los dos meses de hipoteca que estás debiendo y la editorial ya veremos. Estoy a punto de conseguir a una escritora que es un éxito en Wattpad... Miles de seguidores. Si logramos que firme contrato la editorial va a repuntar.
—No sé qué haría sin vos. Estás loca de remate pero te adoro. Gracias por ocuparte del negocio estos meses. Ojalá yo pudiera ver todo con la alegría y la esperanza que vos lo ves. Pero mi mente es oscura. —Tina miró fijo a su amiga con la desesperanza, humedeciéndole los ojos.
—Para eso estoy, para pintarla de colores. —Cata se estiró en el sillón y la abrazó—. Somos Telma y Louis
—Pinky y cerebro.
—Las chicas superpoderosas.
—Te quiero, amiga
—Te adoro.
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