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already over, tom holland✔️

you got a new message!
💌

"we been talking for hours
'bout how we shouldn't talk for hours on end
kissing after a conversation
'bout how we'd probably be better off as friends."

*

"hemos estado hablando por horas
sobre cómo no deberíamos hablar por horas y horas.
besándonos después de una conversación
acerca de cómo probablemente estaríamos
mejor como amigos."


dedicado a: Miss_JuliaParker

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JENNIE SABÍA QUE ESTABA HACIENDO ALGO INCORRECTO DESDE EL MOMENTO EN EL QUE PISO EL AEROPUERTO. Claro que si alguien le preguntara, ella podría enlistar buenas razones por las que asistir a ese viaje era una buena idea: el viaje había sido pagado con meses de anticipación, el rompimiento había sido acordado por ambas partes y Tom y ella podían ser amigos. Jennie podía racionalizarlo de muchas formas, porque al final de cuentas solo eran dos adultos que compartirían un viaje todo pagado como amigos. Amigos. Solo amigos. Y aún así, no se animaba a prender su celular y enfrentar a su mejor amiga con miedo a que ella la convenciera de lo contrario.

Sus preocupaciones, que ya habían comenzado a hacer un nudo en su estómago, se disiparon en cuanto vio a su compañero de viaje. Se encontraba de pie frente a una estantería de dulces, vestido de negro de pies a cabeza, maletas listas y audífonos colgando de su cuello. Su cabello castaño estaba algo alborotado, los picos de este curvándose en graciosas direcciones, y tenía un curioso semblante de concentración, mientras buscaba qué dulce comprar. Sí, no era muy inteligente ir de viaje a Maui, Hawaii con quien ahora es tu ex, pero Tom no era cualquier ex... Era Tom. Tom, quien ella conocía mejor que a cualquier otra persona, y Tom quien la conocía mejor que cualquier otra persona. Tom, que jamás le haría daño. Era su Tom. Que terrible pensamiento, pero a pesar de todas sus diferencias, era su Tom.

Pero no caería en lo mismo de siempre. Su corazón no lo soportaría. Ni todo el amor del mundo los había hecho funcionar antes, y ni todo el amor del mundo los haría funcionar ahora. Ambos tenían diferentes prioridades y diferentes futuros. Es por eso que solo sería este viaje, y jamás harían algo como eso otra vez. Y lo más importante de todo, por amor de dios, ¡sería un viaje de amigos!

Después de realizar su compra, Tom la vio parada a unos metros de él observándole. Hasta el momento, el actor no había recibido una confirmación de que Jennie lo acompañaría a Maui, pero no había tenido duda. Sabía que ella asistiría. Con una sonrisita llena de confianza, y después de meter una lombriz de gomita a su boca para masticarla, Tom se acercó a ella.

—Viniste.

—Vine —afirmó Jennie, rodando los ojos ante la expresión en el rostro de Tom, lo que le sacó una carcajada.

—¿Qué? ¿Qué fue eso? —se burló, recreando su rodar de ojos de forma exagerada.

—Cállate. Dame eso.

Ella le arrebató la bolsa de dulces para comenzar a probar las gomitas de su elección.

—Creo que nos divertiremos mucho, Jen.

—Como amigos —añadió la chica, sintiendo la necesidad de aclarar.

Él puso su mejor pinta de inocencia.

—Claro, como amigos. —Hubo un corto silencio en el que Tom la miró llenar su boca de gomitas con una sonrisa ligera en sus labios—. Estoy feliz de verte, amiga.

Jennie sintió un calor escalar por su rostro ante la indescifrable mirada de Tom, por lo que decidió tomar su maleta y comenzar a caminar hacia la puerta de abordaje que les correspondía sin mirar atrás. El castaño no hizo más que reír y seguirla sin rechistar.


🐠


DEBIDO A SU NECESIDAD DE PRIVACIDAD, su acomodo de elección había sido una villa un poco más adentrada a la selva que rodeaba los lugares más turísticos de Maui. Recibieron asistencia y transportación personal por la gran mayoría, pero había un último tramo que ellos prefirieron recorrer por su parte que cubría la entrada del conjunto de villas a su villa personal. Aunque Jennie peleó por no permitírselo, Tom había insistido en cargar sus maletas por ella, por lo que ahora caminaba únicamente con su bolso personal y el ruido de las ruedas de sus maletas sobre la gravilla de fondo. Tal ligereza le permitió alcanzar la entrada de su villa primero. En cuanto abrió la puerta de la misma y encendió las luces, su corazón se detuvo.

El lugar parecía sacado de un catálogo de lunas de miel. La iluminación era deliciosamente cálida con velas aromáticas para acompañar que expedían un intoxicante olor a lavanda y vainilla. Las superficies habían sido decoradas con vasijas de abundantes flores frescas de varios colores. En el recibidor había una nota que les daba la bienvenida junto a una caja de chocolates y una botella de champaña con dos copas flautas. No tardó mucho en escuchar las pisadas de Tom a sus espaldas, uniéndosele con una risa.

—¿Tom? —cuestionó, esperando una explicación, sus pies pegados al recibidor.

El aludido se adentró primero para dejar las maletas en el suelo y comenzar a quitarse la chaqueta que con ese calor no le hacía ningún favor.

—Bueno... Sí reservamos la Honeymoon Suite.

Entonces no solo parecía sacado de un catálogo de lunas de miel, sino que literalmente lo era.

—¿Y por qué hicimos eso?

—Para celebrar nuestro aniversario, Jen. —Tom dio otro vistazo alrededor, puso sus manos en jarras y le dio una sonrisa inocente—. Puedes pasar, eh. No muerdo.

—Tom —pronunció como advertencia.

—En serio, no es tan malo. Tiene cama, baño, piscina, todo lo que necesitamos. Solo ignora todo lo demás y quizás te comparta de mis chocolates —dijo con un guiño, tomando la caja de chocolates en forma de corazón para desaparecer en el pasillo que seguro guiaba a su habitación.

            Jennie tragó grueso cuando finalmente dio un paso adentro y cerró la puerta tras de sí.

            Amigos. Los mejores amigos.

Era tarde y los vuelos habían sido increíblemente agotadores, por lo que solo quedaba irse a dormir. Antes de unirse a Tom en la habitación, Jen se tomó el tiempo de soplar todas las velas aromáticas y darle un trago furtivo a la champaña. Le dedicó un merecido momento a responder los frenéticos mensajes de su mejor amiga para disculparse y asegurar su bienestar. Para cuando llegó a su dormitorio, Tom ya se encontraba saliendo del baño con el cabello húmedo y pijama puesta, lavándose los dientes. La familiaridad de aquella visión le movió algo dentro de su pecho. Quizás fue eso o fue el cansancio, pero Jen se permitió bajar sus guardias unos segundos y dedicarle una pequeña sonrisa que él correspondió con su boca llena de espuma blanca.

Sintiéndose un poco menos hostil, Jen se animó a darle un amistoso apretón en el antebrazo antes de meterse a bañar. Para cuando su rutina de noche había acabado, Tom ya se encontraba acostado en el lado derecho de la cama que compartirían con un libro en la mano. En cuanto notó su presencia, le dio una pausa a su lectura para mirarla. El pijama que ella había elegido no era nada del otro mundo: unos shorts y una playera extra grande que colgaba hasta la mitad de sus muslos. Sin embargo, por la mirada que Tom le estaba dando, ella bien podría haber estado usando lencería.

Hoy no, satán, pensó decidida.

Jen salió de ahí con dirección a la sala.

—¿Qué haces? —le preguntó Tom, pero ella pronto regresó con múltiples cojines apilados entre sus brazos.

Con diligencia, Jennie puso una barrera de cojines en medio de la cama para hacer una división tangible. Apagó las luces hasta que la única iluminación era la lámpara de lectura de Tom y se acostó en su lado bajo la divertida mirada de Tom: parecía que estaba verdaderamente entretenido.

—Buenas noches.

—Buenas noches, linda. Descansa.


🐠


MAUI ERA PRECIOSO. Parte de su viaje incluía un tour por tres playas distintas en las que ellos, acompañados por un grupo de 8 personas, podían realizar snorkel junto a una increíble variedad de vida marina. Tom y Jennie habían logrado olvidarse de sus bizarras circunstancias exitosamente, dejándose envolver entre las palmeras, la fina arena, el viaje en lancha, el increíble clima y el delicioso sol hawaiano. Era imposible no disfrutar la compañía del otro. Jamás se veían sin tema de conversación, comprendían las mismas referencias y compartían el mismo sentido del humor. Su diferencia más grande podría ser que Tom expedía una interminable extroversión de sí, mientras que la batería social de Jennie era limitada. Ya para la tercer playa, Tom parecía haberse hecho mejor amigo de todos los miembros del tour, mientras que Jennie ansiaba su espacio a unos metros de ellos.

El agua en aquella playa era muy superficial, lo que la sorprendía. Podía caminar y caminar, pero el agua máximo alcanzaba su cadera. Aunque cargaba con su equipo de snorkel, el agua era tan clara que fácil podía divisar las coloridas figuras de los peces desde afuera. Su piel ya había comenzado a tomar un tono tostado que tan fácil le era adquirir, su cabello se rizaba húmedo sobre su espalda y sus labios se fruncían en concentración al comenzar a perder los peces de vista.

—¿Todo bien por acá?

Su guía, un hombre llamado Kai, se había acercado a ella.

—Todo bien, muchas gracias. Es solo que creo que ya perdí a la mayoría de los peces —admitió con una risa, puesto que sabía que era su culpa por alejarse demasiado de la zona especificada para el snorkel.

—¿Quieres que te diga dónde están los mejores peces? —propuso con una sonrisa relajada, guiñando un ojo por estar recibiendo los rayos del sol directamente.

Los ojos de Jennie se abrieron con emoción y asintió animadamente. Con pasos rítmicos que empujaban el agua de sus rodillas, Kai la guió al lado opuesto de donde se encontraban hasta un muelle.

—¿Eres buena nadando? —le preguntó con un deje de dubitación. Ella asintió—. Vale, sígueme.

El par nadó por debajo del muelle, y Jennie pronto entendió por qué la pregunta. Al contrario de donde se encontraban antes, en esa área le era imposible alcanzar el fondo con los pies, por lo que debía mover las piernas y brazos constantemente para mantenerse a flote. Lo bueno es que ella no había mentido, era cierto que tenía buena técnica de nado. Sin decir nada, Kai acomodó su equipo de snorkel sobre su rostro y con el dedo le señaló que fueran abajo. Cuando la chica sumergió la cabeza, su estómago se llenó de mariposas. No solo no podía alcanzar a ver el fondo, dándole vértigo, sino que ahí se aglomeraban todo tipo de peces que brillaban en maravillosos colores. La sola impresión la hizo sacar su cabeza a la superficie, donde Kai ya se atacaba de risa por su reacción, empujando su rubio cabello largo fuera de su cara.

—Ven —le pidió, guiándola con un gesto de la cabeza—. Por aquí hay una roca en la que te puedes parar.

Por más buena que fuera nadando, descansar su peso sobre la roca fue de gran ayuda. Asimismo, era buen apoyo a la hora de sumergirse, puesto que podía aferrarse a ella para quedarse en un solo lugar y observar los peces que parecían ser interminables. En una oportunidad que tuvo Kai de atraparla con la cabeza fuera del agua, le preguntó que si quería tocarlos.

—¿Tocarlos? ¿No muerden? —preguntó Jennie con miedo.

Kai encontró su miedo gracioso.

—Sí, pero no duele. Es como esto —demostró pellizcando suavemente su antebrazo.

Ella respiró profundamente antes de acceder. Del bolsillo de su bañador, Kai sacó una bolsa de alimento para peces. Le indicó dónde colocar la mano, y cuando estuvo en posición, soltó el alimento sobre ella haciendo que todos los peces nadaran en su dirección. Jennie soltó un grito de miedo, pero no movió la mano, sintiendo la superficie lisa, fría y resbaladiza de aquellas criaturas, además del pequeño pellizco indoloro que sin duda debía de ser sus bocas atrapando lo que pudieran de la comida que flotaba alrededor de su piel. El par rio en coro ante la reacción de Jennie, cuando ella le pidió que lo hiciera de nuevo.

Tom, quien estaba ocupado platicando con una familia que era parte de su tour, escuchó el grito y la risa de Jennie desde donde estaba. Llevaba unos minutos sin verla, por lo que pronto se dedicó a buscarla. Para su sorpresa, logró divisó su figura entre las sombras debajo del muelle acompañada del guía del tour. En cuestión de segundos, Tom ya estaba sobre la piedra que el par compartía, posando una mano alrededor de las caderas de la castaña, tomándola por sorpresa.

—¿Qué haces, amor? —preguntó con curiosidad.

—¿Amor? —alzó una ceja la chica.

—Le estaba mostrando cómo tocar los peces —explicó Kai con una sonrisa, enseñando la bolsa de alimento en su mano—. ¿Quieres intentar?

—Diablos, sí —exclamó Tom bajo la juiciosa mirada de Jennie.

Kai recreó la experiencia para Tom con simpatía antes de disculparse diciendo que tenía que revisar al resto del tour, recordándoles la hora en la que tenían que reunirse en la arena. Después de despedirse del guía con grandes sonrisas, Tom se dio de frente con el semblante de reproche que Jennie le daba en esos momentos, la cristalina agua reflejándose en sus facciones.

—¿Qué? —preguntó inocentemente.

—¿Amor? —volvió a preguntar.

Tom rio ladeando la cabeza.

—Vamos, Jen. ¿Qué hacías aquí escondida con Kai? Es nuestro viaje, deberías estar pasando tiempo conmigo.

Jennie no pudo evitar sonreír.

—Estás celoso.

—Carajo, sí. Sé que ya terminamos y puedes estar con quien quieras, pero no enfrente de mí, ¿vale? Tenme algo de piedad.

Eso hizo que Jennie soltara una carcajada desde el fondo de su estómago que fue música para los oídos de Tom. Antes de que él pudiera alcanzar su cintura para atraerla a él, Jen comenzó a lanzar agua en su dirección obligándolo a atacar en defensiva, envolviéndolos en un gran salpicadero que sin duda alejó a todos los peces de ellos.


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AQUEL DÍA LO HABÍAN DESTINADO PARA UN DÍA DE PLAYA HECHO Y DERECHO. Habían armado una mochila llena de sándwiches, snacks y bebidas, bloqueador solar, toallas, libros, lentes de sol y una bocina aprueba de agua. Se habían despertado a las 5 de la mañana para alcanzar a ver el amanecer sobre la arena y enseguida le dedicaron las próximas tres horas a una extenuante sesión de surf que ambos sufrieron hasta que lo dominaron. Jennie, quien ya sentía el agua salada hasta lo más profundo de su cavidad nasal, y que ansiaba un bocado de lo que sea, fue la primera en ir a su tendido en la arena a recostarse. Todavía seguía goteando, cuando comenzó a comer del recipiente que tenían con uvas y nueces, mientras caía de lleno en la lectura que había traído consigo.

Fueron aproximadamente 30 minutos después que Tom decidió abandonar las olas y unírsele a Jen. Bajo sus gafas de sol, la joven vio al actor caminar fuera del agua con la tabla de surf bajo el brazo. En seguida la encajó en la arena, a un lado de donde Jen había dejado la suya, y a paso rápido alcanzó su tendido. Un poco lejos para no salpicar de más, Tom se deshizo de la playera de manga larga de baño que había usado para la actividad. Con su toalla se secó diligentemente antes de volver a aplicarse bloqueador solar. Jennie no pudo evitar detallar la forma en la que sus músculos se contraían y relajaban con cada movimiento que hacía, desde sus hombros, sus brazos, su espalda, su pecho, hasta su abdomen.

—¿Te diviertes? —la cuestionó con una sonrisa.

Jennie, que seguía viendo descaradamente por encima de su libro y de sus anteojos, se encogió de hombros.

—No es nada que no haya disfrutado antes.

Tom soltó una carcajada antes de ofrecerse para aplicar más bloqueador a Jennie.


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ERA LA PENÚLTIMA NOCHE DEL VIAJE. Jennie estaba bronceada, adolorida de todas las actividades físicas e increíblemente feliz. Habían decidido salir a cenar mariscos en un restaurante cerca de la costa que se asemejaba a una enorme palapa con increíble vista a la playa. Sentados uno enfrente del otro, los pómulos enrojecidos por el sol, cabellos rizados por la combinación de agua de mar y aire húmedo, cócteles de camarones y cervezas en la mesa, el par estaba siendo paulatinamente bañado por los cálidos colores del atardecer.

—Okey, es tu turno. Dime algo que no sepa después de cuatro años de relación que tuvimos —pidió Jen, después de admitir que nunca le gustó el perfume que él había usado en sus primeras citas.

—A veces no quería que pasáramos el rato en tu casa, porque no quería interactuar con tus gatos —admitió Tom, después de unos momentos de reflexión, para inmediatamente reventar en risas.

—¡Tom! —reprochó Jennie, queriendo reprimir sus propias risas—. ¡Pensé que amabas a Nilo y Moshi!

—¡Los amo ahora, lo juro! —se excusó, alzando ambas manos en forma de rendición—. Solo fue difícil. Sabes que soy una persona de perros.

Su conversación fue interrumpida, cuando un murmullo uniforme se adueñó de su alrededor, incluyendo el staff. Su mesera, una mujer increíblemente atenta, se acercó a ellos.

—En unos momentos iniciará un espectáculo de fuegos artificiales afuera, para que no se lo pierdan.

Le agradecieron y procedieron a imitar a las mesas conjuntas, poniéndose de pie a un lado de sus mesas para pegarse al barandal y tener primer asiento al espectáculo. Mientras Jennie pegaba su abdomen y sus brazos al barandal, Tom tomó la oportunidad de posicionarse a su lado. El cielo no tardó en decorarse con luces explosivas que formaban todo tipo de figuras en el aire. La multitud soltaba exclamaciones de apreciación y vítores. Después de un par de minutos del preciosos espectáculo, Jennie giró su iluminado rostro a Tom, quien le regresó la mirada con una sonrisa. Ella bajó momentáneamente su cara para buscar la mano de su acompañante, y al encontrarla, él entrelazó sus dedos sin pensarlo. El corazón de Jennie se hizo más pesado en ese momento y, cuando le regresó la mirada al actor, él la cuestionó con un gesto al ver un deje de terror en su semblante. Jennie tiró de él y se puso de puntitas para susurrar en su oído.

—Creo que todas las personas que conozca después de lo que tuvimos tendrán que saber de ti para conocerme completamente a mí—confesó Jen.

Ella no se separó para ver su reacción, solo plantó sus tobillos de regreso al suelo, dejándola de frente con su hombro al nivelar su estatura. Sintió el pecho de Tom dar un profundo suspiro antes de inclinarse a besar la sien de la castaña. Su mano se posó en su espalda, en el fragmento de piel que su vestido dejaba descubierta, y la atrajo a él. Jennie cedió ante el abrazo y dejó que sus manos recorrieran su espalda hasta aferrarse el uno contra el otro.

—Ven, baila conmigo —pidió Tom con sus labios contra su cabello.

Ella asintió, y él los guío a la zona en la que otras parejas ya acaparaban la pista de baile. La interminable lista de bodas, cumpleaños, eventos familiares y eventos sociales que les precedían había hecho sencillo que ambos encontraran sus ritmos a la hora de bailar. Incluso habían tomado sus posiciones usuales, estando uno pegado al otro, mano con mano, moviéndose de lado a lado. Jennie se encontró incapaz de sostener su mirada, por lo que apoyó su barbilla en el hombro del actor. Su mente, como siempre, había corrido libre a estamparse sola. La realidad de que su viaje estaba por finalizar estaba cayendo en sus hombros, y con ello la realización más pesada:

Tom y ella estaban acabados. Era el fin.

Ahora sabía que su preocupación de que algo pasara entre ellos había provenido únicamente de su sucia y débil mente. No importara cuántos obstáculos ella decidiera poner o cuántas almohadas pusiera en medio de ellos al dormir, Tom jamás había intentado siquiera traspasar su acuerdo de amistad en la semana que llevaban juntos. No era algo que él se decía para engañarse a sí mismo, como lo hacía Jennie. Para Tom ellos ya eran amigos y nada más. La vista de Jen pronto se nubló con lágrimas y antes de que pudiera evitarlo, estas se derramaron por sus mejillas calientes y abundantes.

—Quiero ir de regreso a la villa —murmuró con la respiración irregular.

Tom se separó para mirarla con preocupación.

—¿Jen? —la cuestionó con el ceño fruncido.

—Por favor —pidió suplicante—. Llévame a la villa.

Él no se opuso. Al contrario, rápidamente se puso en movimiento para pagar la cuenta y llamar a un vehículo que los llevaría de regreso a su estancia. Dentro del coche, rodeados de un nuevo silencio, Tom buscó la mano de Jen para reconfortarla, pero ella se apartó sin siquiera mirarlo. Apenas llegaron a la villa, le agradecieron al conductor y cerraron la puerta tras de ellos. Jennie fue directo a servirse un vaso de agua en su cocina, y Tom la siguió de cerca.

—¿Qué sucede, Jen? Háblame.

Las lágrimas volvieron a acumularse en sus ojos con el sonido de su voz.

—¿Cómo lo haces, Tom? —le preguntó, tomando un vaso de cristal de los estantes para presionarlo contra el dispensador de agua.

—¿Hacer qué?

—Estar bien con ser sólo amigos, no lo soporto —admitió Jen, dándole un generoso trago a su vaso de agua.

El rostro del joven pareció inundarse en confusión.

—¿De qué hablas? ¡Lo de ser sólo amigos fue tu idea!

Ella dejó el vaso ahora vacío en el lavabo, se limpió las lágrimas de su rostro con frustración y volvió a encararlo.

—¡Yo sé, pero no se suponía que tenía que serte tan fácil! No pensé que esto hubiera acabado verdaderamente para ti.

Los ojos de Tom podrían haberle perforado un par de agujeros en las pupilas por la intensidad con la que la miraba, mientras caminaba en su dirección.

—¿Crees que esto se ha acabado para mí? —dijo con voz más grave—. No te confundas, Jen. Que yo quiera respetar tus límites no significa que haya olvidado amarte por un segundo. No hay una versión mía que no te ame, no hay un yo que no lo haga. ¿Entiendes?

De la boca de Jen salió un suspiro de alivio que no pudo contener, sus manos aferrándose a la isla de la cocina que tenía detrás de sí. De un momento a otro, Tom estaba en todas partes. Sus manos recorrían su cintura, sus caderas, su espalda, mientras su boca cubría sus labios en un necesitado beso. Jen se aferraba a su figura, queriendo tenerlo lo más pegado a ella posible. No soportaría su distancia ni un segundo más. Habían pasado meses sin estar juntos y sin estar con ninguna otra persona, lo que se comunicaba en una evidente desesperación por el tacto del otro. Esa noche no durmieron con el fuerte de cojines, y cuando sus bocas más adolecían, Tom soltó en cortas respiraciones:

—Te amo, Jen.

—Te amo más. Te amo.


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SU ÚLTIMO DÍA EN MAUI FUE TODO LO QUE ESPERABAN. Pasaron el día disfrutando de su compañía, aprovechando la piscina de su villa y deleitándose con buena comida. Tomaron siestas enrollados bajo el sol y no podían alejar sus manos del otro, parecían adolescentes enamorados. La noche terminó como ambos habían deseado que terminaran todas las noches anteriores, piel contra piel en una maraña de extremidades. Tom se encontraba acariciando el cabello de Jen con sus dedos, mientras ella trazaba figuras incomprensibles en su antebrazo. Llevaba tiempo sin sentirse tan llena, tan plena, tan satisfecha. Ella todavía sentía la marca de los labios de Tom en todo su cuerpo.

Jen no quería arruinar la abundante felicidad que sentía en esos momentos, sin embargo, le era imposible no preguntarse una y otra vez que si se sentía tan correcto, ¿por qué no habrían de funcionar? No había forma de que Tom no le perteneciera y que ella no le perteneciera a Tom. Era una locura pensar que sus futuros eran con otras personas. No hay forma. No podía ser.

—¿Por qué no podemos ser solo tú y yo siempre?

Jennie lo dijo sin pensar, pero lo dijo con toda la esperanza que cabía en su pecho. Tom se tensó contra ella.

—¿Es que esto no es suficiente para ti? ¿Cómo puede no serlo?

El silencio que prosiguió enfrío cada rincón de la habitación, incluyendo el corazón de Jen que ahora llenaba sus ojos de lágrimas que solo empeoraron al sentir a Tom saliendo de por debajo de ella para encender la lámpara de la mesa de noche. Ahora él estaba sentado en el colchón dándole la espalda. Jen pronto se puso de rodillas con el rostro húmedo, las discusiones que los llevaron a terminar más vivas que nunca.

—¿Por qué casarnos? ¿Por qué tener hijos? ¿Por qué no ser nosotros por siempre?

—Jennie.

—Tom —suplicó, acercándose a él para rodearlo con los brazos y apoyar su mejilla en su hombro desnudo—. ¿Por qué no es suficiente, Tom?

Él apretó los brazos, que ahora lo rodeaban, contra su pecho.

—Te puedo preguntar lo mismo. ¿Sería tan malo casarnos? ¿Tener mis hijos? ¿Querer eso me hace el enemigo?

—Tú sabes cómo me siento con respecto al matrimonio e hijos.

Para esto, Tom se dio la vuelta para encararla, sus ojos cristalinos y llenos de dolor.

—¿Y qué hay de cómo me siento yo al respecto, Jen? Me estás pidiendo que renuncie a mi futuro.

—No creo en el matrimonio, Tom, en serio. ¿Por qué si igual estaremos juntos por siempre si así queremos?

Él negó con la cabeza, incapaz de comprender su punto de vista.

—¿Y qué hay de tener hijos? ¿Si yo abandono mi deseo de hacerte mi esposa por no creer en la institución del matrimonio, tú cumplirías mi deseo de tener una familia?

El labio de Jen tembló.

—¿Qué hay de mi carrera?

—¡No sería el fin de tu carrera! Sabes que yo abandonaría todo, dejaría todos los proyectos para ser papá, así que ¿cuál es tu excusa?

—Yo nunca he querido hijos, Tom. Nunca te he mentido al respecto. ¿Por qué me haces esto ahora?

—¡Porque pensé que en algún punto me amarías lo suficiente como para desearlo!

Ambos se miraron derramar lágrimas, esperando a que el otro cediera. Deseando profundamente que lo hiciera. Jen quería que él la amara lo suficiente como para encontrar una vida juntos suficiente y satisfactoria, mientras que Tom esperaba que ella lo amara lo suficiente como para proclamar su amor a través del matrimonio y a través de una familia. Sin embargo, una vez más comprendieron que había cosas indiscutibles e imposibles de renunciar en la vida. No importaba cuánto se amaran y qué tan dolorosa sea su separación, era inevitable. Dolería menos arrancarse el corazón del pecho. Tom cerró los ojos con el ceño fruncido, como si el dolor que sintiera fuera extremadamente físico. Apoyó una mano en la cama y con otra acunó el rostro de Jen para darle un casto beso en los labios que combinó sus lágrimas.

—Te amo, Jen. En verdad lo hago.

Ella sollozó.

—Yo a ti, Tom.

Con el corazón roto, Jen lo vio abandonar la habitación. Esa noche Tom durmió en el sillón de la sala, Jen lloró toda la noche. Al día siguiente volaron de regreso al Reino Unido, marcando la fecha del último día en el que habían cruzado sus caminos.

Tom encontraría a alguien que jamás dudaría en aceptar unirse en matrimonio como primer paso de formar una familia con él, mientras que Jennie encontraría a alguien que satisficiera su proyecto de vida pasando los días a su lado por siempre. Irremediablemente, ambas personas encontradas tendrían que conocer extensamente de Jennie o Tom, respectivamente, para conocer el corazón de sus parejas.


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bonus songs:

bigger than the whole sky, taylor swift
white ferrari, frank ocean
undressed, sombr

(n/a)

ESTE QUEDÓ MUY LARGO, OMG, CUANTAS EMOCIONES.

GRACIAS POR LA PETICIÓN, YO SIEMPRE AGRADECIDA POR COMPLACER.

SI TIENEN OTRA PETICIÓN PARA UN ONE SHOT, SERÉ FELIZ DE RECIBIR Y ESCRIBIRLO.
LES AMO, BESOS

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