Te Extrañé
La visión era sobre la sombra de un dragón. Elysium sabía que era un dragón rojo, de la misma forma en la que uno sabe cosas de sus sueños, pero en realidad no podía verlo. Sólo su sombra; una penumbra que se extendía sobre Aressi, Valres, Yelize e incluso cruzaba el mar y llegaba hasta las lejanas tierras de Ryda. Todas las personas tocadas por ésa penumbra parecían asustadas. Unos se escondían de la oscuridad corriendo a sus hogares, otros la desafiaban encendiendo hogueras. Otros cuantos estaban preparados para enfrentarse al dragón que proyectaba la sombra, con sus escudos, lanzas, arcos o catapultas. Unos cuantos atacaron.
Es entonces cuando Elysium se percató de que había un sonido. Al principio era muy bajo para que pudiera percibirlo, o si quiera adivinar de qué se trataba, hasta que el rumor creció y se hizo más fuerte e incluso sacudió la tierra; era el dragón, que estaba llorando.
A nadie parecía importarle que estuviera llorando (Era demasiado grande y demasiado monstruoso para que a alguien le interesara, de todas formas), pero las lágrimas ardientes del dragón caían sobre el espeso bosque de Valres y los árboles parecían reaccionar a ello finalmente; se estremecían con tristeza y Elysium juraría que el sonido de las hojas al moverse era el bosque tratando de consolar al dragón.
Esto no ayudaba, en absoluto, puesto que el llanto del dragón se detuvo sólo para ser reemplazado con un rugido. De alguna forma el dragón aulló, con su dolor convertido en furia. Y entonces en su sombra se pudo ver cómo abría sus enormes fauces, y del hocico le salía espeso humo negro. Elysium supo lo que iba a pasar, gritó para intentar detener al dragón... pero el fuego cayó como una tormenta sobre Aressi y... y la visión se cortó.
La siguiente fue sobre un hombre, quizá un rey, pues tenía una corona de flores vivas sobre su cabello color chocolate y detrás de él estaba un trono tallado en la madera de un árbol que jamás fue talado. Era joven, pero al mismo tiempo es como si fuera mayor, mucho más de lo que aparentaba.
El hombre estaba arrodillado, se cubría el rostro con las manos y lloraba inconsolablemente. Su ropa, que bien pudo haber sido blanca o quizá de un verde muy claro, ahora en su mayoría era roja y marrón; llena de sangre fresca y seca también, pues al pie del trono lo único que había era sangre y cadáveres.
Y el hombre sollozaba, lleno de desesperación, porque no podía hacer nada por los muertos que le rodeaban. El hombre sollozaba, porque amaba la vida y a su alrededor solo había muerte.
El hombre sollozaba, porque sentía cada muerte igual que una puñalada en el corazón.
En medio del bosque, las hojas se mecían suavemente a la par del viento; podía escucharse el silbido del viento pasando a través de las ramas de los árboles y también escuchar a los pájaros cantar. Poco a poco todas las visiones se iban desvaneciendo; las del pasado, las del presente, las del futuro y las que no tenían sentido.
Mirando las hojas meciéndose, Elysium poco a poco fue dándose cuenta de sus sentidos, dejando las visiones atrás; el aire era puro, olía a sal marina y la luz demasiado brillante. Pero ante todo, sentía una opresión en el pecho, en conjunto con bordes afilados que se clavaban en el abdomen. Se sentía sobrecargado, desorientado y mareado. Era demasiado por asimilar; tenía la sensación de haber dormido durante demasiado tiempo o como si recién despertara después de un duro golpe en la cabeza.
Cerrando los ojos para evitar la luz brillante, reprimió un gemido y se llevó una mano al pecho, tocó el peto dañado de su armadura; en su momento dañado tan violentamente que el acero laminado se había roto y dejaba bordes irregulares y afilados que se le clavaban en la piel, llena de sangre seca.
Aparentemente el sonido captó la atención, pues estaba luchando ciegamente con las correas de la armadura cuando Nisya apareció de entre los árboles.
- En el nombre de los dioses - la escuchó susurrar, momentos antes de que sintiera sus brazos levantarlo unos centímetros del suelo sólo para abrazarlo con tanta fuerza que, combinado con la armadura que lo presionaba, Elysium sintió que no podía respirar.
Se quejó ligeramente y atinó a darle un leve toque en el brazo.
- Antes... ayúdame a quitarme esto -. Hablar tampoco fue fácil; tenía la garganta seca y rasposa.
- Claro, por supuesto.
Una vez con el peto tirado a un lado, Nisya de todas formas volvió a abrazarlo y Elysium tuvo que conformarse con volver a la realidad apoyando la cabeza en el hombro de su prometida, con los brazos de ella rodeándole con tanto anhelo después de creerlo muerto durante meses.
Lo primero que pudo notar fue que si el peto estaba dañado era sólo porque tenía puesto exactamente lo que tenía al ser aplastado por la bestia, la cota de malla también estaba rota, aunque era menos molesta que el peto. En general estaba cubierto de sangre (¿la suya?) pero era de un viejo color marrón. Era como si hubiera quedado suspendido durante esos seis meses, mientras Éride existía por allá.
El recuerdo de su... él mismo (había una palabra para eso, pero la había olvidado ya) más joven le recordó todo lo demás; el brujo, el asedio de Houser, los espíritus, el viaje y el príncipe Lisandro. Y el embarazo de Nisya.
Con eso terminó de despertar.
- ¡Nisya! -. La tomó de los hombros y la apartó de él. Ella tenía la cara cubierta de lágrimas -. ¡Estás embarazada! ¿Por qué no me lo dijiste?
- ¡Por que estuviste muerto seis meses! ¡Eres un idiota! - replicó ella, al mismo tiempo que le daba una fuerte bofetada en la cara -. ¿Por qué no me dijiste nada sobre esto? ¡Ya sabía que tenías sangre de salvaje! ¡Íbamos a casarnos y no se te ocurrió decirme que lo que sea que los salvajes adoran es lo mismo que te dió la lanza! ¿Cómo te atreves a morirte, Elysium? ¡Nos habríamos casado! Nosotros...
Ella ya no pudo continuar, interrumpida por los sollozos. Esta vez fue el turno de Elysium de abrazarla.
A causa del alboroto, Ivar, Tosk y Paean no tardaron en llegar, los últimos dos completamente al borde de las lágrimas, tan aliviados y felices por verlo otra vez y no en sueños.
Elysium hizo un gesto con el brazo y ambos hombres se acercaron para abrazarlo también.
Hacia el anochecer, ya se había desprendido de su vieja armadura y tras quitarse toda la suciedad y sangre en el estanque del claro, finalmente contaba con ropa nueva y limpia.
Ahora tenía tiempo para pensar.
Su lanza permanecía tranquila, no brillaba pero sí respondía con una vibración cada vez que Elysium estaba cerca; hasta el momento no la había empuñado.
Mientra que Nysia, Paean, Ivar y Tosk se ocupaban del campamento y de las demás cosas para pasar otro día ahí, Elysium se había mantenido en un silencio bastante contemplativo, ahí en el claro, mientras escuchaba los susurros de los espíritus del bosque. Esta vez no decían nada importante en particular, sólo repitiendose unos a otros lo feliz que les hacía el que Elysium estuviera ahí de vuelta. Durante el transcurso del día tuvo que prometerles diversas cosas, con especial énfasis en que tendría más cuidado combatiendo a las bestias de Valres.
Esencialmente, estaba pensando sobre sus visiones. Los espíritus le habían mostrado varias cosas, dos visiones del pasado, dos del presente, dos del futuro y dos de lugares dentro de Valres. Luego estaba la visión sobre el dragón y la del hombre que lloraba. Las dos del pasado eran cuando consiguió la lanza la primera vez y cuando conoció a Arvak de Ryda.
El primero, estaba seguro, era un recordatorio. Sobre Arvak pensaba que era más un consejo; debía ir a visitarlo. Desde que se fue de Ryda, hace tantos años, Elysium no tuvo mayor contacto con Arvak más allá de ocasionales cartas una o dos veces al año, siendo estas interrumpidas hace dos. Sabía que el chico se había convertido en rey, aunque no conocía los detalles del cómo; Arvak, por más que tuviera sangre real, nunca fue considerado heredero a la corona. Por eso fue soldado en primer lugar.
Las visiones del presente fueron sobre Mathos y Akhos. Ambos eran igual de preocupantes, Mathos había llegado al palacio donde se ocultaba Lisandro, pero el palacio había sido atacado y saqueado y no había rastro alguno del príncipe. Se supone que tenía que mantenerlo a salvo, pero si estaba muerto, si Mathos no había llegado a tiempo...
Y sobre Akhos, sabía que tendría que ocuparse de él tarde o temprano, no sólo porque el muy idiota ya sabía lo que estaba pasando con Éride y el brujo (después de todo, no había alguna otra explicacion salvo que ya lo supiera) sino porque estaba intentando contactar a Diomedes.
Aparte estaban las visiones sobre el futuro. Y ambas sobre los hermanos brujos. El Insensible. Hasta ahora, el brujo había demostrado ser un aliado, pero los de su clase tenían su fama por buenas razones. Mientras miraba a Ivar conversar con Thutmose, no pudo evitar recordar la visión sobre el Insensible maldiciendo a su hermano. Aunque le caía bien el chico, no terminaba de entender por qué le habían enseñado esa visión en particular. Su relación con Ivar o con Nethan no iba más allá de favores intercambiados. Claramente Elysium no estaba destinado a evitar esa maldición, aunque si no era así, volvía al mismo punto. ¿Por qué se la habían enseñado?
La visión con los siete por lo menos no era tan confusa, pero no lo hacía menos aterradora. Si Elysium tenía algo bien claro es que no quería problemas con Ramsés. Nada que ver con él, de ser posible. Y deberle un favor a uno de los brujos más poderosos del continente era exactamente la definición de problema.
Por último, estaba la del dragón y la del hombre, visiones distintas pero en la que ambos protagonistas lloraban. No sabía qué hacer con ésas. No había dragones de ese tamaño, y no se imaginaba qué es lo que pudiera significar el sufrimiento de un dragón. Ni siquiera vivían en Yelize o Valres. La mayoría eran de Ryda o de lugares más lejanos. ¿Por qué uno querría quemar Aressi?
Y el hombre... entre más lo pensaba, más estaba seguro de que era un inmortal. Aunque no sabría decir quién o qué. ¿Un dios? ¿Un espíritu? ¿Una estrella? ¿Quizá el fantasma de alguien?
Tenía las visiones, pero salvo la de Arvak, no estaba seguro de qué debía de hacer con ellas. Hablaría con Akhos, claro, su debido tiempo. ¿Debería de ir al palacio o confiar en que Mathos iba a encontrar al príncipe con vida?
- Cariño - escuchó llamar a Nisya, detrás de él. Cuando se dio la vuelta, ella lo miraba con preocupación -. ¿Estás bien? Los espíritus...
- Estoy bien - prometió él, acercándose para tomar su mano -. Los espíritus me dieron visiones. Estoy tratando de interpretarlas. Pero eso es todo.
- ¿Cómo te sientes?
- Extraño - admitió Elysium -. Recuerdo a Éride, sus pensamientos, sus dudas, todo. Pero todo esto se siente como un sueño del que no termino de despertar.
Ella apoyó su cabeza contra el pecho de él.
- Pero estás vivo. Y estás aquí.
- Lo sé, cielo. La pregunta es durante cuánto tiempo.
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