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El Héroe que Perdimos

 No deberíamos acercarnos a esta playa - dijo uno de los marineros al capitán de la Reina Serpiente. Dicen que por aquí viven los espíritus del bosque y que comen gente.

Eso es una estupidez. ¿Acaso crees que es la primera vez que vengo a Valres? Aquí solo hay bestias y salvajes.

Bajo la cubierta del Fuego Negro, el espacio era más grande de lo que Éride había pensado. Gran parte lo ocupaban los camastros de los soldados y marineros, pero tenía un comedor decente al lado de la cocina, el único lugar iluminado por candiles. Sin embargo, por órdenes de Nisya, no había nadie en el barco más que ella y Éride. Muchos de los soldados observaron a Éride de reojo mientras se alejaban del barco, la mayoría yéndose a pasar la noche en alguna taberna. Afuera estaba por anochecer; el cielo ya se había pintado de naranja. Éride recordó con un hilo de inquietud que Akhos había dicho que regresaría en la noche, pero no dijo nada; lidiaría con las consecuencias después.

La capitana hizo que Éride se sentara en una de las sillas del comedor, mientras ella se servía una copa de vino. Ciertamente la situación le parecía un poco incómoda a Éride, pues realmente sólo había esperado que Nisya le contara la historia mientras estaban en el puerto. Que ella lo llevara dentro y encima abriera una botella de vino le resultaba de alguna manera inquietante.

— Conocí a Elysium cuando teníamos casi tu edad. Cinco años después de que la guerra contra Valres hubiera comenzado. Los dos habíamos acudido a la Ciudad Dorada para enlistarnos y pelear por Yelize. Nos hicimos amigos prácticamente de inmediato— empezó diciendo cuando su copa estuvo llena. Suspiró mirando a Éride y se sentó enfrente de él, al otro lado de la larga mesa—. Era un joven serio y callado. No me dijo nada sobre su familia, quienes eran sus padres. Ni siquiera me llegó a decir con precisión si había nacido en Yelize. Lo que sí me dijo es que se había criado en Houser, una de las ciudades más cercanas a Valres. Dijo que gran parte de su infancia la había pasado sobre un barco mercante, pero que el capitán no era su padre. De cualquier manera, nos enlistamos y nos aprobaron a ambos. Yo era la hija del general entonces, así que ya tenía experiencia peleando. Él no. Y aun así se las apañaba para estar a mi altura y sobresalir. Aprendía muy rápido.

Nisya hablaba con melancolía, y no miraba a Éride al hacerlo. Mantenía su vista en una de las ventanas, donde podía verse el océano reflejando la luz anaranjada cada vez más violeta. Dio un largo sorbo a su copa y la dejó con delicadeza sobre la mesa.

— Cuando me nombraron capitana de los arqueros, unos cuantos años después, de repente Elysium dijo que tenía que irse. A Valres. Le pidió a la reina Mika, que no se había casado entonces, permiso de ir él solo, pero Mika se negó. Dijo que o iba acompañado o no iba y él tuvo que ceder. Se despidió de mí y se embarcó en cuanto consiguió el permiso. Tardó ocho semanas en volver — continuó Nisya y se tomó un momento para dedicarle una sonrisa cansada a Éride—. Dos semanas de ida, otras dos de regreso. Los seis hombres que viajaron con él dicen que en cuanto anclaron en una costa, Elysium les ordenó no irse del barco y no lo volvieron a ver en cuatro semanas. Cuando regresó, traía una lanza que brillaba color azul y era más larga que él.

— ¿Una lanza? — Preguntó Éride entonces, que no se había atrevido a decir nada hasta entonces, recordando la estatua de bronce que había visto de camino—. ¿Como el emblema del barco?

— Sí. La lanza se convirtió en su emblema personal y el azul, el color que lo representaba. La lanza sólo respondía a su tacto e iba a sus manos cuando él quería. Muchos intentaron robársela cuando vieron el poder que contenía, incluido el hombre al que llamas "padre", Akhos — dijo Nisya mirándolo con seriedad y Éride tragó saliva-. A partir de entonces, se convirtió en el mata-bestias. Las catapultas ayudaban, claro, pero Elysium y su lanza eran la opción más viable y segura. Yelize empezó a depender de él y se hizo famoso y querido; había salvado a muchísima gente, de morir a manos de los monstruos. Consiguió un aprendiz, Paean, al que iba a heredar su lanza. Le enseñó muchos secretos de la lanza, cosas que no me dijo ni siquiera a mi.

De repente a Éride le dio la impresión de que a la capitana se le llenaban los ojos de lágrimas, pero no pudo estar seguro, pues ella volvió su mirada a la ventana y tomó más vino.

— El tiempo pasó. La reina Mika se casó, tuvo un hijo y luego enfermó y murió. Su esposo, el rey Rodas, pasó a gobernar. Elysium nunca me dijo de dónde sacó su lanza. Nunca me dijo si tenía hermanos, si tenía padres. Ni siquiera me lo dijo cuando afirmó que me amaba por primera vez. Ni lo hizo cuando me propuso casarnos una vez que lograra ganar la guerra. Tampoco lo hizo la mañana del día que murió —. Esta vez, la mujer no hizo nada por ocultar su dolor. Dejó que las lágrimas le rodaran por las mejillas y cayeran sobre su regazo—. ¿Sabes una cosa, Éride? Te pareces mucho a él cuando era joven. No sólo tu cara o tus ojos. Tu forma de caminar. Tu forma de sentarte, de fruncir el ceño. Hay cosas que les puedes quitar a las personas. Les puedes quitar la cordura, la esperanza o la felicidad. Pero no le puedes quitar lo que son. No puedes quitarle a una persona su forma de caminar ni de sonreír.

Nisya se levantó, dejando su copa aún medio llena abandonada en la mesa. Al pasar junto a Éride lo obligó a pararse y seguirla hasta su camarote.

Ahí, al lado del armario, estaba la lanza de Elysium, guardada en una caja de cristal. Larga como era, ni siquiera cabía parada adentro de la habitación, habían tenido que colocarla horizontalmente. Era todavía más impresionante vista de cerca y en persona. No había ningún artista en el mundo que pudiese representar todo lo que era la lanza, que sencillamente imponía grandeza. Nisya abrió la caja y la tomó con cuidado. Ésta permaneció muerta e inmóvil en sus manos, como cualquier otra arma.

- Recuerdo que una vez Elysium me dijo que si la lanza se quedara sin dueño, su magia se dispersaría y por tanto la lanza se rompería. Sin embargo, la lanza está intacta. Pero no le responde a nadie - dijo con seriedad y pasó los dedos sobre la superficie gastada de la lanza, llena de marcas de cada uno de los combates en los que había estado; otra cosa que el escultor no pudo replicar-. No me responde, no le responde a Paean. Ni siquiera al rey... ¿Sabías que nunca encontraron el cuerpo de Elysium? En su funeral se quemó un sudario vacío. Esto siempre me deja pensando. Y luego, apareces tú, diciendo que sólo recuerdas seis meses de tu vida. Y son seis meses los que Elysium lleva muerto.

Giró la lanza y le ofreció la empuñadura a Éride, con la esperanza brillando en sus ojos.

— Tómala. Si la lanza le responde a alguien, esa persona serás tú. Toma la lanza — le ordenó y de repente se le quebró la voz—. Rodas me dice que estoy loca. Que Elysium no tenía forma de sobrevivir. Han pasado seis meses. Rodas dice que han pasado seis meses, que su lanza sigue muerta y yo jamás podré volver a escuchar el sonido de su voz. Pero me niego a creer que me has dejado, Elysium. Que morirías tan fácil teniendo una guerra que ganar.

Durante un pequeño instante, Éride tuvo la tentación de irse. De regresar a casa y enfrentarse a la furia de Akhos. O quizá de perderse en la ciudad y dormir en un banco. Pero decidió que no podía hacer eso. No cuando sus dedos picaban por la necesidad de tomar la lanza, no cuando los rasgos de la estatua le parecían tan horriblemente familiares. No cuando una capitana le ofrecía una de las armas más poderosas del continente. Así que Éride extendió una mano hacia la lanza y la tomó.

Por primera vez en seis meses desde la muerte de Elysium, su lanza comenzó a emitir un hermoso brillo azul.

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