El Capitán
— Hace años que esta tierra no ve la paz. Los hombres se cansan, la tierra muere y la Gran Fuerza llora. Presta atención: pronto acabará. Y todos rezan porque el final no esté lleno de sangre.
El capitán de la Reina Serpiente era un hombre de sesenta años que había pasado prácticamente toda su vida en el mar. Había viajado por el mar entero, por las costas de Yelize, de Valres, de Ryda, de Aressi y Aztar. Su nombre era Tosk y podía decir sin temor a mentir, que él y su tripulación había visto cosas que sólo unos cuantos en los seis reinos habían visto.
Después de haber visto miles de cosas, Tosk pensaba que ya nada podría sorprenderlo. Claramente, estaba equivocado.
Durante las últimas semanas, la Reina Serpiente se había dedicado a trabajar casi exclusivamente para el reino de Yelize, proporcionando suministros a los soldados de las ciudades costeras, sobre todo la de Houser pues, gracias a que los salvajes temen al mar, era fácil de acceder por mar. Estaba listo para mandar a que descargaran el barco apenas tocaron tierra, cuando notó que lo estaban esperando.
El rey Rodas, al lado de la capitana Nisya y Paean, el antiguo aprendiz de Elysium. Tosk pensó que su anciana vista empezaba a fallarle cuando vio al Insensible esperando junto a ellos, con su mirada apagada y su rostro inexpresivo, pero perdió el equilibrio cuando vio al joven que casi se escondía detrás de la capitana.
No se parecía a Elysium. Era Elysium. A sus dieciséis años, pero ese era Elysium. Para Tosk, a pesar de que nunca llegó a adoptarlo como tal, Elysium era como su hijo, a pesar de que no era de su sangre; todavía recordaba cuando era un niño y lo llevaba en algunos viajes por mercancías. Hasta que él había decidido unirse a la legión y pelear contra aquellos que eran de su raza.
No pudo esperar a que anclara bien el barco. Aún con la edad sobre sus hombros, se precipitó a Elysium y lo abrazó, sollozante. Cuando le informaron que Elysium había muerto combatiendo a la bestia Aite, no había querido creerlo. Se negaba a creer que había sido derrotado, y la noche de su funeral lloró al escuchar las grandes canciones que habían escrito en nombre de su hijo. ¿Cómo Elysium, su valiente muchacho, iba a dejarse derrotar por una bestia tan vil?
Por ese motivo, las lágrimas que lloraba ahora no eran de tristeza, sino más bien de alivio y felicidad. Tosk no sabía en qué clase de embrollo se habría metido para acabar siendo un adolescente, pero no le importaba. Estaba vivo, era lo único que importaba.
— Sabía que no estabas muerto — susurró, abrazando a Elysium—. Sabía que no podías morir tan fácilmente. No nos vuelvas a dejar, por favor...
Pero Elysium no le devolvió el abrazo, todo lo contrario, permaneció recto como una vara. Tosk se apartó para mirarle el rostro, pero Elysium rehuía su mirada.
Por supuesto, lo primero que pensó Tosk, es que el brujo había hecho algo y se volvió furioso hacia el hombre inexpresivo.
— ¿Qué es lo que le ha hecho? — le preguntó. En una situación normal, Tosk ni siquiera se hubiera atrevido a mirarlo, pero la furia en nombre de Elysium le daba valor. Era él, pero no se comportaba como tal.
Sin embargo, el brujo no se enfadó, probablemente porque no podía. Dicen que no tiene sentimientos. Inclinó la cabeza a modo de saludo.
— Ha llegado justo a tiempo, capitán Tosk. Rodas y Nethan desean hablar con usted a solas. No es necesario que baje todas las provisiones del barco.
(...)
Los tres permanecieron hablando durante lo que a Éride le parecieron horas. Se preguntó cuál era el papel de un anciano capitán en la historia de Elysium. ¿Sería su padre? Podría ser, pero todos decían que Éride tenía rasgos de salvaje, y evidentemente el capitán no los tenía.
— Nethan ha decidido que Ivar irá con la tripulación de la Reina Serpiente — anunció el brujo subiendo a la cubierta después de lo que parecía una eternidad. El salvaje, que había estado examinando la lanza de Elysium bajo la mirada furiosa de Paean, se sobresaltó al escuchar eso, y miró con sorpresa al brujo.
— Pero señor— intentó protestar Ivar—. Mi lugar está con...
— Tu lugar está dónde Nethan diga que está — respondió el brujo cortándolo a mitad de la frase, despiadado como siempre —. Conoces Valres porque creciste ahí y podrías serle de ayuda incluso a Tosk. Capitán Tosk, puede proceder a darle las indicaciones a su tripulación.
El capitán asintió, y empezó a exclamar órdenes, mientras el rey y el brujo volvían a la playa a hablar a solas.
Después de un rato, Tosk se acercó a Éride y a Ivar, que estaban sentados en la barandilla del barco, pero el capitán no supo de qué estaban hablando. Ya que los dos resultarían inútiles con las labores de preparar el barco, era mejor que se quedaran sentados.
— ¿Por qué a ese brujo que le interesan los asuntos de un reino? — preguntó, acercándose con paso pesado.
— Se lo prometió a los espíritus del bosque — respondió Ivar, encogiéndose de hombros.
— ¿Los brujos también le guardan culto a la Gran Fuerza?
— No, pero sí la reconocen.
El anciano capitán asintió, pasándose una mano por la saliente barba canosa.
— Un momento, ¿has oído hablar sobre ese brujo tan raro? — preguntó Éride al capitán, metiéndose entre el capitán y el salvaje.
— Cualquiera que haya cruzado los mares de Valres ha oído hablar del Insensible. Me alegra mucho que esté del lado de Yelize y no de los salvajes— respondió Tosk y se estremeció—. Ese brujo... en verdad que se ha ganado su nombre no sólo por su expresión. Es un completo desalmado.
— ¿Has hablado antes con él? — preguntó Éride, mirando de reojo a Ivar, pero el salvaje no se inmutó en absoluto ante todas las cosas que decían de su amo, pues permanecía mirando el mar con expresión pensativa.
— No. Pero lo he visto cuando es luna llena — respondió el capitán, y al notar la duda de Éride, que no relacionaba el ser un desalmado con estar en noche de luna llena, aclaró—. Ahoga salvajes para ser inmune al canto de las sirenas.
A Éride se le trabó la lengua, pero la nueva información lo sorprendió. "Y eso que no le gusta la sangre"
— ¿Qué es la Gran Fuerza? — preguntó Éride finalmente, con el fin de evitar que sus pensamientos volvieran al brujo.
El capitán Tosk señaló en dirección a Valres, aunque desde ese lugar no podía verse nada del reino salvaje.
— En Valres existen esencialmente dos clases de árboles; una especie da madera para construir, y otra da un fruto al que llaman "mensaje" — empezó a explicar el capitán—. Creen que en realidad, sólo existen dos árboles, pero son tan enormes que parece que son un bosque.
— El árbol que da madera le llamamos presagio y al que da los frutos le llamamos heraldo— continuó el salvaje. Tosk lo dejó hablar, ya que seguramente él sabría más al respecto—... Cuando existen dos seres tan grandes, se convierten en superiores y tienen una conciencia que abarca las estrellas.
— O sea... ¿La Gran Fuerza es la conciencia del bosque? —preguntó Éride, tratando de comprender lo que el salvaje le decía. Aparentemente no estaba tan perdido porque el salvaje asintió.
— La Gran Fuerza no nos protege, sólo ayuda a preservar la vida. Envía a los espíritus a apagar los incendios o a hacer refugios cuando se vienen tormentas destructoras...
— Espera. Espera. ¿Los espíritus y la Gran Fuerza no son la misma cosa? Por cómo hablaba el brujo pensé...
— Claro que no. Los espíritus son... como sus primeros servidores. La verdad es que no sé exactamente qué son, porque tienen una forma similar a las personas — intentó explicar Ivar—. Pero no son como las personas. No hablan, ni viven en casas o construyen. Pero tampoco son como los animales; una vez vi uno utilizando una botella para regar un helecho.
— Yo una vez interactué con ellos — aseguró Tosk—. Es verdad que no son animales, ni son personas. Supongo que son partes más pequeñas de la Gran Fuerza.
— Pero, ¿eso que tiene que ver conmigo? — preguntó Éride —. El brujo, eh, Nethan, no paraba de mencionar una promesa a los espíritus del bosque, y que por eso me estaba ayudando.
— No entiendo por qué, pero hace seis meses, cuando Elysium perdió contra Aite, los espíritus me encontraron. Querían que Nethan lo salvara, y él se los prometió. No les guarda respeto ni culto, pero creo que no querría hacer enojar a la Gran Fuerza.
— ¿El Insensible temiéndole a algo? — bufó Tosk —. Dudo que si quiera pueda sentir calor.
— ¿Por qué no te lo dijeron directamente a ti, si es que él no le guarda culto al bosque? — cuestionó Éride.
— ¿Te han dicho que haces muchas preguntas? — Respondió Ivar, y Éride no pudo atinar a nada más que sonrojarse—. La verdad es que no lo sé. Supongo que se dijeron algo más. No me cuenta todo ¿sabes?
— Nethan ha terminado de concretar detalles — dijo de improviso el brujo detrás de ellos, sacándole un susto a los tres; ninguno lo había escuchado llegar. Nethan sostenía una carta, cerrada y con el sello del rey—. Es voluntad del rey entregar esta carta.
Tosk tomó la carta que le extendía el brujo y leyó el sobre, frunciendo el ceño.
— Es... en el palacio. Pero eso queda al otro lado de Yelize, y necesitamos ir a Valres — dijo el capitán.
— Nethan se encargará de que su camino sea corto — respondió y se giró a Ivar, que repentinamente parecía haber recordado su molestia por tener que quedarse en el barco—. Ivar. Nethan te recuerda que sigues al servicio de los siete. Puedes visitar a tu hermano, pero una vez finalizada tu misión debes regresar.
Éride observó cómo el salvaje fruncía el ceño, pero igualmente asentía con la cabeza. Satisfecho, el brujo se enderezó y comenzó a alejarse de ellos. Éride no pudo evitarlo y fue detrás de él. Tenía miles de preguntas, pero realmente, sólo quería hacer una. Aunque no estaba seguro de si hacerla sería lo mejor.
Alcanzó al brujo, que se había detenido sólo para contemplar las estrellas.
— Disculpe, Hum ¿señor brujo? — dijo Éride, armándose de valor. El brujo lo miró, tan inexpresivo como puede serlo una persona, igual que siempre. Quizá, si fuera una persona normal, habría curiosidad en sus ojos—. Le quería hacer una pregunta.
— Ivar tiene razón al decirte que haces demasiadas.
— ¿Y usted? — preguntó Éride, sin poder contenerse, aun cuando sabía que probablemente el brujo podría incinerarlo con un chasquido. Pero no podía evitar recordar lo que le había dicho Nethan a su sirviente momentos atrás. Aunque no variaba su tono ni su expresividad, a Éride casi le pareció que se lo había dicho porque conocía la tentación. Y no debería, lo sabía, pero algo le llamaba a hacerle esa pregunta—. ¿Tiene hermanos? ¿A los que quisiera visitar?
El brujo guardó silencio durante más tiempo del que le habría gustado a Éride, antes de contestar y regresar la mirada al cielo, justo cuando el chico pensaba que no iba a contestar.
— Nethan los tiene. Ha sacrificado y ganado mucho para lograr protegerlos — ladeó ligeramente la cabeza, y por un momento a Éride le pareció que estaba triste; tirando levemente de la comisura de la boca y un leve gesto de preocupación. Pero tan pronto como siguió hablando, la ilusión desapareció y siguió tan inexpresivo como siempre—. Todo lo que Nethan ha perdido, lo hizo por ellos.
— ¿Y están orgullosos de ti?
— No — respondió el brujo sin ni siquiera meditarlo. Aparentemente, dio por terminada la conversación, porque se dio media vuelta y se alejó.
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