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23

—¡Señorita, no puede entrar allí! —gritó mi secretaria desde el otro lado de la puerta, visiblemente en pánico.

¿Qué pasaba ahora? No me digas que Karen volvió a hacer de las suyas.

—El señor Hill está ocupado en este momento, debe pedir...

—¿¡Crees que me importa?! —interrumpió una voz que jamás podría confundir ni olvidar.

Elysia. ¿Qué hacía ella aquí?

Las puertas de mi despacho se abrieron de golpe, aunque no salieron volando gracias a la fuerza que ella no tenía. Llevaba unos pantalones cortos florales y una blusa blanca sin mangas. Como no, su cabello rojizo estaba recogido en una coleta alta, pero su cara, roja de enfado, era lo que realmente llamaba la atención.

Caminó pisando fuerte, su determinación resonaba en el suelo, hasta llegar a mi mesa.

—¡Explícame qué demonios significa esto! —gritó, arrojando un sobre de color carne sobre mi escritorio.

Miré aquel sobre, sin entender nada, luego la miré a ella, que se había cruzado de brazos, lanzándome una mirada que parecía capaz de derretirme en el acto.

A pesar de su evidente enfado, no pude evitar que una risa tonta se asomara a mis labios. Era tan adorable cuando estaba así, con el ceño fruncido y esa expresión de furia. Solo quería levantarme y besarla, pero me contuve. No quería que mi secretaria pensara que estaba loco, y además, sabía que si intentaba acercarme, probablemente recibiría un buen golpe.

—¡No tengo todo el día, así que explícame qué es eso! —exigió, señalando el sobre con una furia que me hizo querer reír aún más.

Suspiré y miré a mi secretaria, que estaba en la puerta, paralizada.

—Todo está en orden, vuelve al trabajo.

—Sí, señor —respondió ella, casi corriendo fuera de mi despacho y cerrando la puerta de un portazo.

Una vez a solas, volví a mirar a mi enfurruñada novia. Esta vez, la sonrisa se me escapó de los labios sin poder evitarlo. Ella frunció el ceño aún más.

—¿Crees que es momento para reírse? —preguntó, su voz resonando como un trueno.

—¿No? —dije, mi sonrisa ensanchándose, lo que solo pareció molestarla más.

—¡Maldita sea Aaron! Esto no es una maldita broma —gritó nuevamente, lanzándome lo primero que encontró en mi mesa. Apenas logré esquivar el objeto volador.

—Vale, vale, lo siento —dije rápidamente, tomando el sobre que aún seguía en la mesa.

Lo abrí y, dentro, encontré una serie de fotos que hicieron que mi sonrisa se desvaneciera al instante. Eran imágenes de mí y Alison, tomadas en contextos muy comprometidos.

—¿Quién demonios te ha enviado esto? —pregunté, mirando las fotos, sin poder creer lo que veía.

—¿Acaso importa? —replicó, los ojos centelleando.

—Claro que importa, y mucho —respondí, levantando la mirada hacia ella, ahora también molesto.

—No lo sé, no había ninguna dirección. Solo lo encontré en mi buzón, pero luego recibí un correo que...

—¿Un correo? ¿Dónde está? —interrumpí, con la ansiedad comenzando a agitarme.

—Está todo allí dentro —indicó, señalando el sobre.

Saqué todas las fotos del sobre hasta dar con un papel doblado por la mitad. Lo desdoblé y leí en voz alta:


No te hagas ilusiones, porque Aaron solo te está prestando atención temporalmente. No te sientas demasiado cómoda con él, porque yo soy y siempre seré su primer amor. Estoy segura de que no te ha contado la verdad para protegerte, pero estoy aquí de nuevo, y esta vez no me voy a ir. Así que sería mejor que te alejaras antes de que él decida dejarte de la forma más humillante posible. No subestimes lo que soy capaz de hacer para recuperar lo que es mío.


Mis manos se tensaron al leerlo varias veces, intentando entender qué demonios significaba todo eso. Arrugué el papel con rabia al darme cuenta del remitente: Alison.

—¿Qué montón de basura es esta? —dije, mirando a Elysia, furioso.

—¿Ahora me dirás que no es lo que parece? —se burló ella, cruzando los brazos.

—Esto no es lo que parece —respondí, aunque sabía que sonaba a cliché.

—¿En serio? ¿Es el mejor argumento que tienes? ¡Hay fotos de vosotros dos desnudos! —estalló, y vi que sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas.

—¡Esas fotos no son de ahora! Fueron tomadas hace años, en la universidad. ¡No tienen nada que ver con lo que está pasando ahora! —intenté explicarle.

Me levanté del sillón y avancé hacia ella, pero Elysia retrocedió varios pasos, levantando la mano como un escudo.

—No te acerques —dijo con firmeza.

El rechazo me golpeó como un puñetazo en el pecho. No me gustaba que hiciera eso, pero me apoyé en la mesa, manteniendo la distancia que ella quería y comencé a explicarme.

—Se llama Alison Stone. Tuvimos una relación hace muchos años. Las fotos... era muy pesada sacando fotos de todo. A ella le gustaba...

—No me interesa su vida —interrumpió—. Además, hay claramente fotos mucho más actuales.

—Nos hemos estado viendo, pero no es por lo que crees.

—¿A no? ¿Y entonces por qué? —preguntó, la incredulidad reflejada en su rostro.

—Ella es abogada y representa a una de mis clientes. Por eso hemos estado en contacto —dije, intentando mantener la calma, pero su mirada seguía siendo escéptica.

—¿Qué conveniente, ¿no? —dijo, cruzando los brazos.

—Conveniente o no, esa es la verdad —insistí.

—¿Y qué me dices de esta? También fue por trabajo? —dijo, señalando una foto que se había caído en la mesa, donde aparecía Alison en la entrada de mi casa.

—¿¡Desde cuándo las reuniones se celebran en tu casa!? —exclamó, el tono acusatorio en su voz.

—¡Ella simplemente se presentó allí! —grité, comenzando a perder la paciencia.

—¿En serio esperas que me crea eso? Si fue a tu casa es porque tú debiste darle la dirección —replicó, con el rostro rojo de furia.

—¡Por supuesto que no! —grité, intentando acercarme de nuevo, pero retrocedió.

—¿Sabes qué? Ni siquiera quiero saberlo ya. ¡Me largo de aquí! —anunció, dando media vuelta hacia la puerta.

—¡Espera! No puedes irte así —la detuve, tratando de mantener la calma.

—¡No me toques! —me gritó, zafándose de mi agarre, antes de correr hacia la puerta.

—Y dile a esa... lo que sea que sea, que ya logró lo que quería. Quiero que me deje en paz. —Dicho esto, abrió la puerta y se marchó, cerrándola con un portazo.

Me quedé allí, quieto, confuso y aturdido, sin saber cómo reaccionar. ¿Qué demonios acaba de pasar?

Me quedé en mi despacho, la puerta cerrada y el eco del portazo resonando en mis oídos. La confusión y la frustración se agolpaban en mi pecho como una tormenta a punto de estallar. No podía creer que Elysia se hubiera ido así, como si todo lo que había construido en nuestra relación pudiera desmoronarse por un puñado de fotos antiguas y un mensaje de Alison.

Caminé de un lado a otro, mis pensamientos como un torbellino. Sabía que debía explicarle la situación a Elysia, que todo esto debía una manipulación de Alison para desestabilizarme. Era lo típico de ella. Pero, ¿cómo le explicaría eso a Elysia sin hacerla sentir insegura o menospreciar sus sentimientos?

Mi mente se centró en el mensaje de Alison. La rabia creció en mí. ¿Cómo se atrevía a amenazarla de esa manera? Había pensado que todo esto había quedado en el pasado. Pero la sola idea de perder a Elysia me hizo temer lo peor.

Sin poder soportar más la tensión, decidí que debía llegar al fondo de esto. Salí del despacho y me dirigí al vestíbulo. Mi secretaria, que aún parecía algo pálida por lo que había ocurrido, me miró con preocupación.

—¿Está todo bien, señor Hill? —preguntó, inquieta.

—No, no lo está, pero llegaré al fondo de esto—respondí, con la determinación brotando en mi voz.

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